CAPITULO 60
YO
Dios.
Tenía tanta hambre.
Con el Hospital y centrarnos con Mel en un proyecto de trabajo nuevo de ventas, decidimos que era hora de un bocado en la cantina y que una taza de té ya no era suficiente.
- ¿Plan para la fiesta?
Estoy escribiendo un sms a mi padre para decirle, que en estos días voy a verlo.
Miro a Mel, saliendo del ascensor.
- ¿Qué fiesta?
- El cóctel de comienzo de verano de TINERCA que organiza Herónimo. La Summer Opening de las T8P.
- ¿Summer Opening? - Repetí, caminando con ella y abriendo la puerta de la cantina.
- ¡La mega fiesta, Van! - Exclama, detrás mío. - Siempre es un viernes y ese día solo trabajamos hasta el mediodía. - Me guiña un ojo, sonriente. - Para tener tiempo de prepararnos y embellecernos. Se utiliza el gran salón de convenciones internacionales para ello. Es muy importante amiga. Clientes de otros países, magnates, actores y políticos entre otros acuden.
Me apoyo en el mostrador esperando que nos atiendan no muy convencida.
Pese a que el comedor estaba lleno de trabajadores, la atención al público no.
- Supongo que asistiré y tendré que pedirle algo a Siniestra. Ella es la que tiene esos vestidos sofisticados y elegantes...
- Hazlo y que sea sexy y con muchos brillos. Tienes que estar caliente para el jefe. Iré antes por tu casa, para maquillarte y ponerte de morir de linda.
Río eligiendo un sándwich de jamón y queso.
Mel me imita.
- ¡Chicas! ¡Qué bueno verlas! - Saluda Andrew apareciendo por detrás del mostrador y poniendo nuestros aperitivos en unas bandejas.
Me mira y sonríe.
- No pasaron por el club la otra noche...
Mel le hace una muequita.
- Lo lamento Andrew. Van, tuvo un percance... - Murmura, eligiendo una magdalena de chocolate con dulce de leche también.
- ¿Estás bien? - La interrumpe, para mirarme con preocupación y su mano se posa ligero sobre la mía, para ponerla nuevamente sobre el mostrador.
Oh mierda...
- Si, Andrew, solo fue...un...un... - Sonrío nerviosa mirando para el salón y no ver esos ojos verdes, que me miraban de esa forma especial y rara.
Hasta que mi mundo cae y no pude seguir hablando, siendo solo balbuceadas.
Porque Hero entra a la cantina, acompañado de esa zorra de Amanda Adams.
¿Él con ella?
Nuestros ojos se encuentran y aunque los de él se oscurecen al notarme, solo nos saluda con un movimiento de cabeza desde lejos a Mel y a mí.
Él no viene hasta donde estoy.
¿Captan?
Él no se acerca para explicarme porque demonios está con ella.
Herónimo sigue como si nada, caminando con ella de su brazo y no vuelve a mirarme más.
Porque toda su atención está puesta en los que esos labios de color carmín de ella y lo que va diciendo.
Toma asiento de espalda a nosotros en una de las mesas más alejadas y de un rincón.
Para ser precisa.
En la que estuvimos sentados los cuatro la última vez.
Si el corazón pudiera romperse como lo hace el mío, ahora.
Les aseguro que sonarían como pedacitos de vidrio o porcelana, quebrándose y cayendo al piso.
Están los dos solos compartiendo un café que el mesero se apuró en servir al jefe, compenetrados en su charla y como si nadie más existiera.
Solo ellos en el lugar.
Su burbuja.
Y eso duele mucho.
¿Por qué, me hace esto?
Después del beso de la pelea me dijo que no era nada para él, que no sintió y no significó nada.
Herónimo, me mintió...
- ¡Dios! No lo puedo creer, él es un idiota... - Murmura Mel siguiendo mis ojos, tan sorprendida como yo.
En estas últimas horas que compartí con él, un algo de ilusión nación en mi interior.
Como la vez que cayó a la casa de mi hermana y en esa forma rara y especial que me miró, cuando aparecí después de que tomé mi ducha para cenar.
Y aunque no estaba sexy con mi vestido de estampas, me hizo sentir que lo era.
Y hoy con el Hospital con Juli, también.
Pero él, no es el idiota.
No.
La idiota soy yo, por creer siempre lo que nunca va ser.
Solo soy su cogida de turno, con algo más de posesión.
Soy la única que lo amo y me odio por eso.
- Estoy bien, Mel. - Le susurro por lo bajo.
- ¿Pasa algo, chicas? - Pregunta Andrew sin entender.
Niego.
- Solo cansancio... - Sonrío mientras le pido un café con algo de leche, mientras escucho despotricar a Mel improperios no propios de una dama, tomando la bandeja con ira buscando una mesa.
- Toma asiento Van, entonces... - Me dice Andrew con una cálida sonrisa y apretando mi mano otra vez. - ...mi turno termina en 5 minutos. Yo te llevo el pedido de tu café, nena... - Se ofrece.
- Gracias. - Le digo, caminando hacia la mesa donde está Mel.
Y soy masoquista, porque no puedo evitar, no mirar en la dirección donde está Herónimo y la perra lagartona.
Sip.
Esa mezcla de animal existe y la raza, se llama Amanda Adams.
La mano de ella se posa en su brazo y lo baja como sube suavemente.
Carajo, estoy destrozada.
La cabeza me da vueltas y los celos me están matando y sigo sin dejar de mirarlos.
Observo como noquea a la peliteñida, con esa hermosa cara que tiene.
Ella se deshace a sus pies, es toda suavidad y elegancia con ese vestido azul entallado y corto mostrando por demás, esas kilométricas piernas con tacón aguja.
- Por favor amiga, deja de mirarlos. - Me ruega Mel sin poder evitar ella, dejar de mirarlos. - ¿Quieres, que merendemos en nuestro piso?
Sacudo mi cabeza, tratando de disimular mi tristeza y las ganas locas de llorar que tengo.
- No, no hace falta. Ya te dije Mel, que solo cogemos. Yo...o sea, no tenemos ningún derecho el uno sobre el otro. - Toso, mientras juego con una servilleta de papel. - Tú sabes, aunque Hero me dijo que era monógamo cuando estaba con una fémina, yo...en realidad, como que nunca fui buena en ello...
- ¿Parece que el jefe volvió a su viejo amor, no creen? - Levanto mi vista para encontrarme al trío del cuartel de las víboras con bandejas de cafés en manos, mirando con sonrisas maliciosas a Herónimo y a mí.
Las tres, se sonríen entre sí.
- ¡Jódete Marisel! - Dice Mel a una.
Nos miran desde arriba divertidas.
La tal Marisel, levanta una ceja.
- No querida...precisamente a mí, no me han jodido. - Me mira sin sutileza y con doble sentido.
Quiero levantarme e insultarlas, pero se marchan sin darme tiempo.
Mel toma mi brazo y niega con su cabeza.
- Déjalas, Van. Esperan eso, que reacciones. Creen que solo fuiste una noche para el jefe, pero le cerraras el culo cuando vean que la cagaron y que eres especial para él.
Me acomodo muy incómoda sobre mi silla.
- No soy especial ¿acaso, no lo estás viendo?
Le da una mordida a su sándwich y me frunce sus bonitas cejas oscuras.
Yo miro el mío sin abrir y aún en la bandeja.
Náuseas de decepción, estrangulan mi estómago.
- Que esté con esa culi frunci, no quita que él te ame, cariño...
Quiero reír.
- ¿Culi, qué? - Digo, sin poder evitar sonreír.
- Ay, por Dios. Si es una culo fruncido ¿No lo ves? Así le decimos a las de su clase, de donde provengo yo. - Y la risa de la lagartona se siente por sobre la nuestra, haciendo que miremos hacia ellos.
Amanda ríe por algo dicho por él y con movimientos calculados de su mano, tira de su pelo recogido con una cola de caballo, por detrás de su hombro.
Pura estrategia.
- Vomitivo... - Dice Mel, sin dejar de masticar y rodar sus ojos.
- Pero hermosa. - Finalizo yo.
- Café con crema y ralladura de chocolate. Invitación mía. - La voz de Andrew, suena.
Lo miro de pie frente mío.
Ya no tiene el uniforme de TINERCA.
Está vestido con una simple camiseta negra con cuello en V y jeans.
Y suspiro.
¿Cómo no lo conocí antes, del señor oscuro?
Quizás...tal vez...
Su pelo rubio y ondulado peinado de esa forma desprolija y que solo los chicos saben hacerlo, cae por su frente y de una forma casual, cual lo acomoda detrás de su oreja con una sonrisa.
Aunque no tiene toda esa musculatura y altura de Herónimo, posee hombros anchos y cuerpo tonificado.
- No era necesario, Andrew... - Digo avergonzada.
- ¡Claro, que sí! - Exclama Mel tomando la taza por mí y poniéndola frente mío. - Le hace falta azúcar a su sistema urgente. - Sonríe. - ¿Quieres sentarte un rato con nosotras?
Andrew no lo piensa dos veces y toma asiento a mi lado.
- ¿Sigue en pie la propuesta de los tragos en tu club, Andrew? - Prosigue Mel.
Remuevo mi taza de café con chocolate y la miro curioso.
Andrew, sonríe feliz.
- Desde luego. - Cruza sus brazos sobre la mesa.
Me mira profundamente.
Mierda.
- Mel es semana laboral y Andrew, solo trabaja los fines de semana ¿No lo recuerdas? - Digo, viendo las intenciones de mi amiga.
- En realidad, hoy lo hago. - Dice él. - Un compañero enfermó y me pidieron reemplazarlo, la paga es doble. - Sonríe más. - Hoy es lunes de salsa y latinos. No comienza tarde, pueden venir a escuchar un poco de buena música latina y mojitos cubanos...
- ¿Ves? - Me mira Mel.
- No lo sé, Mel...mañana trabajamos...
- Por favor, por favor, por favor, amiga... - Ruega tomando mis manos y poniendo esos ojos de perrito mojado. Mierda. - El sábado pasado fue decepcionante y necesitamos distracción...
La miro como me hace un morrito con su boca.
Y no puedo evitar, reír a carcajadas cuando a ella, se suma la mueca de súplica de Andrew.
Ambos tomados de las manos y tipo ruego.
- Mierda con ustedes ¡Está bien! Pero, solo por un rato... - Mel chilla de felicidad y me abraza haciendo que casi, mi taza de café caiga.
Lo levanto a tiempo y le doy un gran sorbo, gimiendo cuando lo pruebo.
Dios.
Porque es glorioso con el chocolate.
Y cierro mis ojos por otro trago.
Jesús, esto es tan reconfortante.
Pero al levantar la mirada.
Los de Herónimo están en mí y con su ceño fruncido.
Muy fruncido.
Su cuerpo está casi girado por completo en su silla y en mi dirección.
Y me mira lleno de ira y frialdad con esa postura de amo y señor.
Jódete, Mon.
Ni siquiera voy a perder el tiempo mirándote.
Me vuelvo a mis amigos y disfrutando de mi taza de café que me regalaron.
Intercambiamos frases y risas con Mel y Andrew, hasta que un murmullo se levanta en la cantina y empiezo a notar que muchos de nuestros compañeros de otras mesas, miran la nuestra y a la dirección de donde proviene el motivo de ese rumor.
Y esa sensación ya familiar con esa fuerza oscura, flota en el aire adueñándose de mi piel, provocando que tenga ese dulce escalofrío.
Mierda y mierda.
Porque Herónimo, viene hacia nuestra dirección.
Trago saliva mientras se acerca y se mueve de esa forma tan suya.
Pasos medidos como profundos y de una forma letal en las que sus caderas tienen un ritmo sexy y a juego con sus hombros.
Su mirada, no sale de nuestra mesa ni de mí.
Es una visión hermosa.
Y las personas hermosas miran como si conocieran el significado del universo y se divirtieran con nosotros, los simples mortales.
Pero, aunque Herónimo es hermoso y agradable a la vista.
En este momento estoy mirando a un felino oscuro y negro que con cada paso que da, mastica y escupe fuego de la bronca.
Evito seguir mirándolo y me focalizo en Mel, que está boquiabierta y sobre su lengua, hay restos de magdalena de chocolate a medio masticar.
Y los aseguro, nada bonito a la vista.
Está congelada y sé, que nuestro jefe está casi en nuestra mesa, porque Mel y Andrew levantan su vista para adaptarse a su gran altura.
Carajo.
Ni siquiera intento levantar la mía, sigo con mis ojos puestos en mi taza.
- Mel... Andrew... - Saluda, sin disimulo su frialdad. - Vangelis. - Folla mi nombre al final.
Pero que, hijo de...
Levanto mi vista.
- Señor Mon. - Digo y sé que llamarlo así, lo sobresalta. - Lo invitaríamos a tomar asiento con nosotros, pero su cita lo está esperando... - Digo, terminando mi taza de café.
Frunce más sus cejas, por lo que dije.
- No es mi cita. - Gruñe.
- Lo que sea... - Respondo.
Inclina su cabeza.
- ¿En serio? - Solo sale de su boca de forma gélida.
Pero esos labios tan marcados y llenos como bellos, hacen una mueca.
¿De decepción?
Que me importa.
Me estrecha sus ojos de la ira construyéndose en él, mientras acomoda esos lentes condenados de lindos.
- Necesitaría hablar dos palabras contigo, Vangelis. - No es un pedido, es una orden.
- En este momento estoy en mi hora de almuerzo, señor Mon y usted está ocupado con la señorita Adams. Deje su demanda a Lorna y lo cumpliré, bien suba a mi piso.
- Vangelis... - Mastica mi nombre.
Nuestras miradas se desafían y sé, que todos.
Absolutamente TODOS en la cantina miran esto como algo épico, fascinados y sin poder creerlo.
Me da igual.
Vuelvo a mi taza, ignorando su presencia.
Herónimo al final resopla y me da la espalda, lo oigo farfullar por lo bajo pasando su mano por la nuca de forma nerviosa mientras se va.
Busca su saco del respaldo de su silla y murmurando algo a la lagartona de Amanda Adams que se pone de pie.
Y se va, mascullando palabrotas y sin importarle la gente de la cantina.
Yo lo sigo con la mirada mientras salen, pero Amanda se gira y nuestros ojos se encuentran.
Y su sonrisa se dibuja en todo ese rostro perfecto que tiene y tomando con más presión de la necesaria y de forma cariñosa, el brazo de él para rodearlo con los suyos.
Todos en la cantina quedan perplejos, por lo que acaba de suceder con el jefe y conmigo.
Sumando a Andrew y descartando a Mel, que retoma como si nada en comer su magdalena.
Pero mira a Herónimo y luego a mí.
- Niños... - Solo sale de su boca, encogiendo sus hombros y mirando a todos en general en la cantina.
Un sms suena en mi celular en ese instante y aprovecho la charla entretenida de Mel con Andrew, para verificarlo.
Herónimo:
15:14h - "¡A mi piso, ahora!"
¿Eh?
Levanto mi cabeza de la mesa indignada.
¿Él, es el que está enojado?
Maldito cabrón.
Los celos mezcla de tristeza, aún laten fuerte en mi pecho y ni hablar de la imagen de Amanda rodeando su brazo de forma más que cariñosa mientras se iban.
Eso estaba en carne viva en mi mente.
Quería decirle a esa perra que quitara sus manos de mi jefe.
Porque aún, si Herónimo era un dolor en el trasero.
Era mi dolor en el trasero.
No quería sus babosas manos sobre él.
Pero callé, porque yo no tenía ningún derecho.
Que te jodan Mon, pienso, guardando mi celular y sin contestarle.
Recogemos las bandejas vacías y nos despedimos de Andrew con la promesa de esta noche en el club, volviendo a nuestro piso y retomar el trabajo.
- Él, es caliente y lindo... - Dice Mel una vez dentro del ascensor.
La miro curiosa.
- ...hablo de Andrew. - Me dice, apretando el botón de nuestro piso.
Y tuerzo mi boca para recordarle a quién yo quiero.
- Ya sé... - Rueda sus ojos. - ...pero, sería una bonita distracción para ti. Le gustas, Van. Lo que digo es que antes de que te conviertas en la Sra. Mon, le pongas las pelotas azules de los celos a tu futuro marido.
Me vuelvo a ella con mis ojos asombrada.
- ¡Deja de decir eso! ¡Dios, estás loca! - Elevo mis brazos al cielo.
Ríe divertida, cuando otro sms suena y lo saco del bolsillo trasero de mis jeans.
- Y no voy a usar a nadie y menos a Andrew que es una linda persona por Herónimo. - Murmuro finalmente, mientras entramos a nuestro piso.
Un segundo mensaje de él y ruedo mis ojos.
Herónimo:
15:19h - "Trae tu culo a mi oficina, rayo."
- ¡Vangelis, niña! - Me llama Lorna, cuando paso por su recepción.
El sonido de la pedrería de sus pulseras y aros suenan con alegres tintineos cuando camina hacia nosotras.
- ¿Qué hay, Lorna? - Me detengo.
Su blanca sonrisa se dibuja en sus labios rojo pasión.
- El señor Mon, te dejó un mensaje. Que subas a su piso 30, bien estuvieras de vuelta.
Maldita sea.
- ¿Y sabes, por qué? - Pregunta Mel apoyando su cabeza en mi hombro, explotando un globo con su chicle.
- Resultado de tu balance trimestral, mi niña. - Dice leyendo la libreta de anotaciones de su mano.
- Bien jugado... - Me susurra Mel.
Sip.
Era verdad.
La única forma en que suba a su piso.
Puto examen.
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