CAPITULO 52
YO
Me retuerzo entre las sábanas bostezando media dormida, por una leve claridad anunciando la mañana y que entra por la comisura de las cortinas de la ventana.
Siento peso sobre mí.
Es el brazo de Herónimo que atraviesa mi espalda posesivamente.
Me incorporo con ayuda de mis manos sobre su pecho, apoyándolas con suavidad para no despertarlo.
Me dormí, encima suyo.
Y muerdo mi labio para no reír fuertemente.
Ya que, no era por mi sofá melocotón.
Hero realmente es de dormir en "posturas imposibles."
Aunque está bajo mío y con unos de sus brazos envolviendo mi espalda, estamos cruzados diagonalmente en el colchón.
Su otro brazo libre, cuelga sobre una esquina de la cama casi tocando el piso alfombrado con sus dedos.
Su almohada, cubre su rostro en su totalidad mientras una de sus piernas la tiene elevada sobre el cabezal de hierro de la cama, al lado aún de las esposas que aún, cuelgan en ella.
Y su otro pie flexionado, sobresale casi hasta la altura de su rodilla por fuera del colchón.
¿Cómo un humano, puede dormir tan tranquilo así?
¿Y cómo, llegamos a esa posición?
No tengo la menor idea.
Corro con suavidad la almohada que le cubre el rostro, sin entender como no se ha ahogado por falta de oxígeno por tenerla encima.
Y lo observo dormido.
Mandíbula marcada, nariz recta, labios dibujados y gruesos entreabiertos por su suave respiración.
Pestañas oscuras y gruesas descansando sobre sus mejillas.
Y ese pelo alborotado de ondas rebeldes de color avellana.
Es un hombre hermoso que y pese a todo, con esa posición in medida para dormir, parecía estar posando para una sesión de fotos de Calvin Klein con sus jeans a medio poner, el muy puto de lo bello que es.
Deposito un cálido beso en su pecho.
Donde el dragón guerrero y tatuado con mirada furiosa, vela ese corazón jodido y roto con recelo protector.
- Hola... - Su dormida y ronca voz, suena.
Levanto mi vista para mirarlo.
Pestañea aún dormido, pero incorporándose algo para ver la hora del despertador.
Seguido de depositar un beso en mi frente poniéndonos de lado a ambos y enfrentados.
Flexiona su brazo bajo su cabeza y yo lo imito.
- ...hola... - Le digo.
Estamos uno frente al otro mirándonos y a un latido de corazón de rozarnos.
- ¿Sabes, que duermes en posturas muy raras?
- Me lo han dicho...- Levanta sus cejas juguetonamente.
Si será...
- ¡Eres un cerdo!
Ríe.
- ¿Y tú, cuando duermes lo haces profundamente... - Me dice dulce y sin tocarme.
- Disfruto dormir. - Respondo, bostezando.
Se sonríe otra vez.
- Eres hermosa. - Dice.
- ¿Babeando la almohada? - Bromeo.
- Mi brazo. - Corrige divertido.
Arrugo mi nariz.
- ¿De verdad? - Me ruborizo.
Asiente con su hermoso rostro.
Río y se contagia de mí.
- ¿Y me quieres, lo mis... - Toso. - como tu fémina, igual? - Me corrijo.
Carajo.
Suspira.
- Mucho más. - Me dice sin dudarlo.
- ¿Me has estado observando mientras duermo, Mon? - Pregunto acomodando más por abajo de mi mejilla mis manos.
- Sí.
Guau.
- ¿Ronco?
- No.
- ¿Hablo dormida?
- No.
- ¿Vas a seguir respondiéndome con monosílabos?
- No. - Me dice.
Reímos de vuelta.
De golpe me toma con sus brazos por abajo de mis hombros, se acomoda boca arriba y me sienta sobre su abdomen y a horcajadas.
Las sábanas resbalan por mi cuerpo, quedando desnuda de la cintura para arriba.
- ¿Quieres cogerme? - Pregunto al sentir, su dura erección mañanera bajo mío.
Buscándome.
- Mucho... - Susurra suave y dibujando con un dedo el contorno de mi cuerpo.
Puta palabra sexy.
Y lo que me dijo esa noche de mi departamento vuelve a mi memoria, mientras siento abajo mío como con su mano saca su pene, para meterlo en mi interior.
<< Yo, Vangelis...cojo mucho y duro >>
Y jadeo fuerte arqueándome sobre él, mientras me muevo a su ritmo.
Gracias Cristo...
***
Tras otro polvo mañanero y ya sentada en la barra de desayuno después de mi ducha, intento controlar mi pelo aún húmedo mientras Marcello me sirve el desayuno.
- ¿Café cortado con leche, yogurt de fruta y tostadas con jarabe de glucosa? - Dice poniendo frente mío el plato y taza, cual todo huele riquísimo.
- ¡Ay por Dios, sí, Marcello! - Tengo tanta hambre y se sonríe cuando gimo por el sabor acaramelado de la primera tostada.
- Un placer, señorita. - Responde.
- Solo Vangelis, Marcello...llámame, Vangelis. - Digo, tomando mi yogurt.
- Muy bien, Vangelis. - Dice tomando asiento en un extremo con su taza de té verde, observando como recojo mi pelo con la pluma de Herónimo.
Y sonríe, meneando la cabeza.
Creo que va decirme algo por eso, pero el sonido de alguien bajando las escaleras nos hace mirar a esa dirección.
Veinte minutos después que yo, Herónimo aparece en el salón rascándose la cabeza y bostezando.
Su pelo está disparado para todos lados después de la ducha, excepto por ese rizo perfecto que vive enamorado de su frente.
Y con solo unos pantalones de gimnasia grises, cayendo por sus caderas y sus lentes de armazón negros y nada más.
Dulce Jesús...sin palabras.
- Vangelis... - Folla mi nombre al pasar por detrás mío, robándome una de mis tostadas y le entrecierro los ojos por eso, cuando se sienta frente mío de la barra.
- Marcello... - Saluda.
- Buen día, señor. - Se pone de pie. - ¿Café como siempre y jugo?
Reacomoda sus lentes mientras acerca para sí, los periódicos y un par de revistas de economía.
Abre el primero, llevándose la tostada a la boca.
- Sí, por favor... - Mira mi plato. - Y más tostadas.
Pasa de una página a otra leyendo la sección economía, espectáculo y otros.
Cierra el primer periódico, para pasar al siguiente.
Y su ceño empieza a fruncirse por la concentración.
- Carajo, con eso que llamas short de jeans... - Murmura entredientes.
¿Eh?
- Sales hermosa en las portadas. - Dice al fin, dando un sorbo a su café.
Un gran sorbo.
Ante mi cara sin entender, da vuelta un periódico y luego el otro, girándolos sobre la mesa para que los vea.
Y CARAJO.
Porque en ambos somos tapa de primera plana.
En uno, son varías fotos nuestras y tipo collage.
Y la mayoría de la interna de la noche de la pelea.
Herónimo de pie a metros del baño de mujeres conmigo al lado, otra de él y desde el ring junto a su oponente y con letras amarillas que preguntan, quién soy yo observándolo desde abajo en mi palco.
Y una última foto, es de nosotros de espaldas y tomados de la mano, caminando por la acera después del parque.
Mierda.
¿También esa?
Nunca los vi.
¿Pero, cómo?
- Son como sombras, Vangelis... - Murmura como respondiendo a mis pensamientos, desayunando de lo más tranquilo.
- ¿No estás enfadado? ¿Son paparazzis y tú, detestas las fotos?
Abre una de las revistas de economía por encima suyo.
Aclara su garganta.
- ¿A ti, te molesta? - No puedo verlo bien, porque me tapa en gran parte esa revista abierta sobre él.
Pero juraría que no es una simple pregunta.
Aguas tranquilas.
Sospechosamente raro.
- No... - Digo.
Y mierda.
Mis pensamientos caen en Siniestra y mi padre cuando lo vean.
¡Dios!
¡El Holding entero!
Vuelvo a las fotos y con cierta extrañeza noto, que y pese a que hay fotos de la lucha libre y el parque, no hay y no mencionan tampoco, su altercado con el jugador de fútbol o con ese tal Gaspar.
Y una última, llama mi atención.
Herónimo sentado en el terraplén de una playa.
Lleva camisa y pantalón de vestir observando no sé qué, con la mirada absorta a algo y en dirección a la playa.
Y su expresión, aunque es de perfil, es triste...
Intento focalizar hacia donde está mirando con tanto interés.
Pero la imagen es difusa por la lejanía que fue tomada y tal vez, por la calidad del aparato que lo sacó.
Pero, se parece tanto la playa que yo llevaba a mis muchachos a retozar y jugar.
Herónimo nota mi duda y lo miro curiosa.
La mira con una mueca en su boca y me levanta sus hombros, como restándole importancia.
Pestañeo.
Nahh...
Él no sabe eso y sería mucha coincidencia.
Todas las playas en estas costas deben ser parecidas.
Imposible Vangelis.
Paso al siguiente periódico.
Y mis ojos se abren enorme.
Porque carajo, es tan bonita que no parece robada.
Es solo una foto.
La del restaurant y es grande, ocupando la totalidad de la portada de la tapa.
Estamos afuera de este y caminando en dirección a su coche.
Herónimo me tiene abrazada por mis hombros y está besándome por sobre su gorra que llevo puesto en mi cabeza.
Ambos estamos sonriendo natural y tan felices.
Amo esta foto.
Porque no tiene esa armadura de jefe déspota y empresario que se come al mundo con su poder y carácter.
Y aunque irradia distinción con esa camisa y pantalón de vestir de corte italiano, solo es un simple hombre disfrutando su domingo.
Herónimo tenía razón.
Ese hombre Marcus Howards, lo había reconocido.
Arrugo mi nariz.
Pero, si sabía.
¿Por qué, no hizo algo para impedirlo?
Y ahogo un grito llevando una mano a mi boca por leer el titular y más abajo.
"¿Amor en puerta?" dice y mi estómago aprieta.
<< El multimillonario y empresario Herónimo Mon, el rey del acero y dueño de las T8P, dejó sus obligaciones a un lado este último fin de semana pasado como jefe de los jefes, para disfrutar de un domingo de placer en compañía de una señorita de nombre y apellido desconocido.
Según fuentes de información y tal como la foto demuestra, este soltero considerado como uno de los más codiciados del planeta y según la Time en el puesto 4 como uno de los más sexi, parece haber encontrado al fin su alma gemela. (----)
Más fotos de él y la enigmática jovencita aparecen en otros periódicos, revistas y blogs, haciendo explotar los portales de internet y redes sociales con sus visitas por lo que genera este acaudalado hombre de negocios, con su llamativa y siempre vida privada entre los curiosos y seguidores. (----) >>
- Guau... - Digo en voz alta al terminar de leer el artículo y doblándolos al lado de la mesa.
Herónimo levanta su vista de la revista para mirarme.
- Sí, guau. - Solo dice.
- ¿Has leído lo que dice? - Pregunto.
- Humnm... - Afirma y le da otro sorbo a su café y prosigue como si nada con su lectura.
Inclino mi cabeza.
- ¿No estás cabreado por ello?
- No, Vangelis. - Me responde sin mirarme y totalmente absorto en leer, como si en cada página de esa revista mercantil tuviera la respuesta del universo.
Marcello se asoma por sobre mi hombro para apreciar la foto de portada.
- La imagen es hermosa y de muy buen ángulo, se la podría tomar como a una pareja en su luna de miel. - Lo mira. - ¿No le parece, señor?
Y el calor de la vergüenza sube a mis mejillas y le doy un trago a mi yogurt para disimular.
- ¿No tienes otra novela centroamericana de la mañana, tal vez para ver? - Gruñe Herónimo, dando vuelta de página de la revista con demás fuerza.
- Que no son novelas ¡Son series! - Aclara Marcello, nuevamente sonriendo y palmeándome cariñosamente mi hombro a modo de despedida. - Y sí...comienza una en 15 minutos. - Se dirige a las escaleras y yo río, mientras se aleja.
Una vez solos intercambiamos una que otra frase suelta, mientras terminamos de desayunar.
Mastico mi tostada pensativa por su actitud, mientras lo observo.
Es tan inestable y volátil.
Durante más de una década con su poder y mando, logró la oposición de fotos suyas y por cualquier medio de comunicación.
¿Y ahora le es indiferente?
Anoche en casa de Siniestra jugó conmigo a la casita y a tener lindos bebés.
¿Y ahora, reacciona molesto por la actitud de Marcello?
¿Qué es lo que lo atormenta tanto, que lo hace irse del sol a la luna en un segundo?
De la luz...a la oscuridad.
Lo miro más.
Mierda.
Porque es una hermosa estatua viviente.
Duele mirarlo de lo lindo que es.
Levanta su vista hacia mí, cuando da vuelta otra página y acomodando sus lentes de montura gruesa.
Y una leve sonrisa asoma de sus labios.
- ¿Estás lista, nena? - Dice, cerrando la revista dejándola sobre la mesa y cruzando sus grandes brazos tatuados sobre su torso desnudo.
Mis ojos se deslizan por él costándome tragar saliva, al ver sus abdominales marcadas subir y bajar por el suave movimiento de su respiración.
Herónimo arquea una ceja.
- ¿Apreciando la vista?
Soberbio como hermoso.
Pero que pendejo.
Y ruedo mis ojos para disimular lo caliente que se ve.
- Eres un cerdo arrogante... - Contesto, corriendo mi banqueta para ponerme de pie y dar por finalizado el desayuno.
Estira sus brazos por encima de él, para luego cruzarlos por detrás de su cabeza a modo relajado, provocando que sus biceps tatuados se inflen más y muestren cada puto músculo marcado y regalarme toda la gloria de ese cuerpo monumental de casi 2m desnudo de la cintura para arriba.
¿Si el cerebro, puede tener orgasmos?
Yo creo que sí, por lo que siento al verlo ahora y en esa postura.
Herónimo capta como me babeo por él y me mueve sugerente como de forma graciosa sus cejas.
- Trae, tu bonito culo aquí... - Me ordena.
Carajo, me pateo mentalmente para reaccionar.
- No. Necesito terminar de alistarme para ir a donde sea que me quieres llevar... - Murmuro, encaminándome a su habitación.
- Ven aquí... - Me susurra.
- No, Herónimo. - Contesto.
Gruñe profundo.
- Vangelis, ven...
Me giro para mirarlo cruzando mis brazos y descansando mi peso en un pie.
- Que no, Hero. No es buena idea...y tenemos cosas que hacer... - Mi voz se pierde.
Mierda, porque me puede este hombre.
Enarca otra vez esa maldita ceja sexy que tiene.
- Amor, ven...no luches contra lo que tu cuerpo en el fondo desea y le gusta... - Se señala, divertido.
Le entrecierro los ojos odiosa, para que no note las ganas locas que tengo de tirarme sobre él y lamer cada centímetro de su pecho como besar esos labios cincelados como perfectos que tiene, para poder borrar esa media sonrisa estúpida de su rostro.
Egocéntrica y tan suya baja bragas que posee.
- No lo niego, el problema es ese, en el fondo. No sale a la superficie... - Exclamo con sarcasmo.
Y me volteo.
Puedo sentir su mirada detrás de mí, como si estuviera tocándome físicamente mientras subo las escaleras y sin poder borrar mi sonrisa triunfante.
Juraría que escuché su gemido de frustración detrás mío, pero no puedo estar segura, porque en ese preciso momento sentí la puerta principal abrirse.
No importa.
Herónimo: 0
Vangelis: 1
Auch.
Sonrío ganadora.
Lo siento, jefe.
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