CAPITULO 50


YO

Salimos del edificio callados y solo con el ademán de Herónimo tomando mi mano y acariciándome con su pulgar.

Lo miro.

¿La segunda vez en una noche?

Y me arquea una ceja con su media sonrisa de lado como respuesta.

¿Y eso, qué significa?

Toma mi mochila entregándola a Collins que la pone en la cajuela del coche, mientras que con un suave apretón me suelta para abrirme la puerta, rodeando después el mismo el coche para ingresar por la otra.

Nos internamos en el tránsito nuevamente y desde su lugar del asiento, me mira profundamente sin decir nada.

Le pregunto qué, con los míos.

Pero solo me responde con un nada, negando con ese endiablado rostro perfecto que tiene.

Lo miro de reojo cuando vuelve su vista hacia la ventanilla.

Su bonito perfil de nariz recta y labios marcados como llenos, se reflejan con las luces nocturnas de la ciudad que lo iluminan. 

Él realmente es un dios griego, bañado con la magia de las luces. 

Collins ingresa por el subsuelo del estacionamiento y automáticamente, el gran portón de hierro se abre. 

Baja por la rampa, buscando el parking vip y sale del coche abrochando el botón de su saco de vestir negro para abrir mi puerta, mientras Herónimo lo hace de la suya a mi encuentro.

- Mis cosas... - Digo cuando toma mi mano, conduciéndome al ascensor.

- Lo llevará Collins rayo, no te preocupes... - Murmura ingresando su tarjeta en la ranura y tecleando un código.

El ascensor llega al momento e ingresamos mientras toca PNHS y otra vez esa tarjeta.

Llamados de otros pisos se anuncian, pero este no se detiene hasta avisar la llegada a su piso.

Inclino mi cabeza curiosa, ya que eso es siempre raro, pero no me responde ante mi duda.

En el hall nos recibe Grands, poniéndose de pie desde el escritorio.

- Grands... - Solo dice Hero, al salir del ascensor conmigo y Collins.

- Señor...señorita Vangelis. - Nos saluda.

Marcello nos recibe desde la cocina, sentado con una taza de té y libro en mano.

- ¿Qué tal? - Lo saludo con la mano en el aire y me inclina la cabeza sonriendo.

- Señorita Vangelis, agradable sorpresa. - Y mira a Herónimo, diciendo mucho con sus ojos color agua de mar. - ¿Le gustaría un té verde? ¿Rojo? ¿Usted, señor?

Niego con una sonrisa.

- Solo agua, gracias.

- Café negro Marcello, gracias. - Murmura Hero revisando la correspondencia, dejada sobre la barra de desayuno. - Pueden ir a descansar. - Les dice a Collins y Grands sin dejar de chequear cada sobre. - La señorita Vangelis se quedará esta noche y por unos días, hasta que se solucione lo de Mendoza.

- Tres días... - Aclaro y Herónimo, resopla como respuesta.

Tomo la mochila de las manos de Collins.

- Gracias por traerla. - Le digo agradecida.

- Para servirle, señorita. - Dice retirándose escaleras arriba mientras Grands, se encamina a la puerta de entrada.

- Estaré temprano, señor Mon. - Dice abriéndola. - Ya mi gente, está en sus puestos. - Mira a Marcello y a nosotros. - Que tengan, buenas noches...

- Gracias Grands, espero que tu esposa se encuentre mejor. - Murmura, levantando su vista a él.

Y Grands, se sonríe.

- Sí, señor Mon, Malestares propios del embarazo. Estamos casi en fecha... - Dice con tono feliz.

Hero le sonríe.

¿Le sonríe?

- Eso es bueno. Ve hombre, no pierdas tiempo. Tu mujer te espera...

- Sí, señor. Hasta mañana. - Saluda, cerrando la misma.

Y me volteo a él.

- ¿Grands, tiene familia?

- SÍ, nena. Es casado y están esperando con su esposa, su primer hijo... - Recibe la taza de café que le ofrece Marcello, tomando asiento en la barra de desayuno.

¿Café?

¿A esta hora?

- En un par de semanas... - Acota Marcello con una sonrisa, alcanzándome mi vaso de agua.

Le digo gracias, pero arrugo mi nariz a Hero.

- ¿Me vas a poner de niñero a un hombre que va a ser padre en días y va a estar conmigo las 24h? ¿Cuándo debería estar con su mujer esperando la llegada de su bebé? - Le doy un sorbo a mi agua, porque mi boca está seca.

- ¿Niñero? - Repite Marcello, enjuagando su taza.

Herónimo lo mira y luego a mí.

- Rayo, es su trabajo. - Solo dice, tomando su café de lo más tranquilo.

- ¿Rayo? - Dice Marcello con una risita.

Y Herónimo le arquea una ceja gélido por sus acotaciones.

- ¿No te estás perdiendo, algún tipo de novela centroamericana de la noche?

- ¡Qué no es novela! Es serie... - Aclara y me guiña un ojo divertido, cuando pasa por mi lado. - ...y sí...es verdad. Está a punto de empezar. - Se excusa, yendo escaleras arriba.

Una vez solos, retomo la conversación.

- Eso es inhumano Hero, su esposa lo debe necesitar y mucho. Más en estas instancias del embarazo y ese hombre trabaja para ti 24/7.

- 16/6. - Me corrige.

Me cruzo de brazos.

Lo que sea.

- Lo hace desde hace seis años Vangelis, nada es nuevo para él. Y créeme, gana en el mes lo que cobraría en un año como policía... - Prosigue. - ...más gratificaciones anuales, vacaciones y todas esas mierdas...

Carajo.

- ¿Pero...y su familia?

Se incorpora sobre la banqueta para verme mejor.

- También es policía, está de licencia por maternidad...

No estoy satisfecha.

- ¿Y qué pasará, cuando su bebé nazca?

- ¿A qué, te refieres? - Su tono me indicaba, que toda esta conversación empezaba a molestarle.

No me importa.

- Pues que tiene que estar con ella Herónimo. Es su hijo también. - Llevo mi vaso ya vacío a la pileta y abro la llave para enjuagarlo, cosa que le llama la atención.

- Lo puede hacer Marcello, rayo... - Señala el vaso enjuagado. - A eso...

- También yo. - Me encojo de hombros, mientras seco mi mano con una toalla.

Frota sus labios, pensativo por mi respuesta.

- Retomando...no lo veo justo. - Digo, apoyándome sobre la encimera. - Marcello dijo, que serán padres en dos semanas. Deberías darle la licencia antes y no solamente, después del nacimiento. Como lo hicieron con su esposa. Si Grands va a cuidarme, te pido que solo sea esta semana y la siguiente, que esté con su mujer ¿Tiene un equipo bajo su mando, no? Bien, ellos pueden cuidarme perfectamente hasta que se reincorpore nuevamente.

Me entrecierra los ojos, mordiendo su labio superior.

- ¿Tú, decides ahora?

- Es mi niñero al fin ¿no? - Juro que no fue sarcasmo.

Bueno...un poquito.

No dice nada.

Se limita a mirarme con ambos codos sobre la barra de desayuno y manos entrelazadas en la boca.

Diablos.

Su mirada me dice de todo menos bonita.

Toma una tranquila respiración con esos ojos duros y glaciales que tiene, poniéndose de pie.

Y mierda, mierda y re mierda.

Porque viene hacia mí, decidido y de golpe.

- Lo lamento... - Digo yo.

- ...yo no... - Dice él, acorralándome.

- ¿Rompí las reglas 2 y 3, no? - Susurro, echando mi cuerpo hacia atrás por su invasión a mi espacio personal.

Y su sonrisa de lado, nace y con ella ese puto y suave tono sexi.

- Mucho. - Me susurra bajito.

Y carajo, con esa palabra orgásmica.

- Entonces...

-...entonces. - Murmura casi rozando, sus labios con los míos. - Que te voy a castigar como mi fémina...

- Oh...

-...oh... - Repite Hero dulce y con una sonrisa, entrelazando su mano con la mía.

Ambos las quedamos mirando unidas, en nuestro lado.

- ¿Castigo? ¿Es como en esas novelas, donde existen los azotes y cuarto del dolor?

Se lo que piensan, no me condenen.

Pero, esto me da mucha risa de lo nervios.

- ¿Esa trilogía BDSM? - Pregunta con suavidad curioso, sacándose el reloj pulsera y poniéndolo encima de la isla de la cocina, junto con sus lentes.

Asiento.

Tuerce su boca divertido, intentando no reír y negando esa cabeza de belleza helénica que tiene.

Me mira.

- No Vangelis. Es solo un cuarto, mi habitación. Una simple habitación. Y no es del dolor...yo doy placer en él... - Se acerca a mí, rozando su nariz con la mía. Pestañeo. - ...porque yo, cojo en él. Mucho... - Finaliza.

Dulce Jesús.

- ¿Y a qué te refieres con castigo?

- Desobedeces mis reglas, yo te castigo. - Sus ojos se oscurecen aún más de placer. - Pero mi castigo es hacerte entrar en razón a orgasmos nena...

¿Eso, existía de verdad?

Suelto una risita, mientras empieza a caminar conmigo en dirección a las escaleras.

Su habitación.

Una vez dentro, me quedo en medio de ella mientras Hero cierra la puerta.

El clic de su seguro, suena en el silencio que hay.

Y froto con mi mano uno de mis brazos, para darme calor o tal vez que la circulación de la sangre vuelva a mí.

¿Polvo castigo?

¿Qué diablos, es eso?

Suena amenazante.

Pero es la advertencia más escalofriante y sensual que he escuchado.

Y solo Herónimo.

El señor oscuro tan primario y tan elemental, podría hacerlo sentir tan carnal y pecaminoso.

Siento que deja sus zapatos a un lado, seguido a caminar hacia mí, descalzo.

Y carajo, con mi fetichismo por los pies desnudos, que me excita más todavía.

El contacto de dos de sus dedos reposando en la cremallera de la espalda de mi vestido de estampas, eriza los bellos de mi nuca.

Y el sonido bajándolo hasta mi cintura, invade el lugar.

Cierro mis ojos suspirando y por sentir esa sensación.

- Respira, nena... - Dice suave en mi oído y por sobre mi cuello, dejando caer en su totalidad mi vestido al piso, quedando en ropa interior.

¿Respirar, me dice?

Cómo si fuera fácil.

- Quítate los calzados, rayo... - No es una orden, es un deseo rozando con suaves caricias de su nariz, por uno de mis hombros por detrás.

Su mano se abre en mi vientre sosteniéndome para no caer, cuando me quito uno y después otro, expectante a todos sus movimientos.

- No te preocupes Vangelis, no haremos nada que tu no quieras amor. Confía en mí... - Dice por mi cuello, depositando un cálido beso para darme tranquilidad y muerdo mi labio entregándome, asintiendo en silencio y cerrando nuevamente mis ojos a esos húmedos y dulces labios en mi piel.

- Eres hermosa... - Susurra bajando los breteles de a uno por vez de mi sujetador, seguido de su broche, mientras lo hace correr por mis brazos para terminar en el piso junto a mi vestido.

Hace unos pasos atrás.

Creo que me está observando.

Y agradezco que solo la luz de un velador, esté encendida.

Sip.

Todavía siento vergüenza de mi desnudez, frente a este hombre perfecto.

¿Quién, no?

- Soy un afortunado, hijo de perra. - Suelta a espalda mía.

Y yo exhalo una dura respiración, cuando lo siento de vuelta en mí.

Su cuerpo, contra el mío.

Suspira, al recorrer su mano el contorno de mi cuerpo.

- Shuu... - Consuela mi gemido. - ...cuando mi fémina, no entiende razones... - Continúa. - ...frente a mi control... y mis reglas... - Murmura rodeándome para estar en frente, tomando su camiseta por atrás para sacársela por el cuello y dejando a mi placer, su bello torso dorado marcado y tatuado.

Por María Santísima, respira Vangelis.

- ...las hago entrar en razón a polvos, pero en mis condiciones... – Finaliza, dibujando con caricias mi estómago.

Baja hasta el elástico de mis bragas rozándolas con sus dedos, mientras sus ojos nunca dejan los míos, midiendo cada milímetro de mis reacciones.

- No es BDSM, solo una práctica de flagelación inglesa, reina madre del sado... - Se aleja de mí y en dirección al único mueble con cajones de su habitación.

- ...Spanking. - Saca algo que no puedo ver bien que es por la baja luz y porque lo pone, en el bolsillo trasero de sus jeans. - Lo mío es inmovilizarte, pero no para darte dolor, si no placer. Para satisfacer mi control y dominio sobre ti nena y al estar inmovilizada. En este caso sobre la cama. Descubras, vivas y experimentes nuevas sensaciones, donde tus cinco sentidos serán los protagonistas para sucumbir en cada orgasmo desgarrador que voy a provocar en ti... - Murmura. - ...porque esto, te va a crear una expectativa seguido a una excitación. Y como tal excitación, te va a dar vergüenza. Entonces más estimulada y excitada vas a estar. - Se acerca de a poco. - Te prometo, que muy agitada y muy húmeda y que, con cada orgasmo que te robe, vas a creer que soy lo únicamente puto y verdadero en tu mundo. - Besa el lóbulo de mi oreja. - Es castigo porque no vas a poder tocarme, acariciarme o manejarme...solo sentirme profundamente, cuando esté con cada jodido centímetro mío, dentro tuyo...

Y eso bastó, para que mi parte racional colapsara y perdiera en algún rincón de mi mente y mi parte libidinosa floreciera.

Y a la mierda, todo.

Me abalanzo sobre él, pero con un rápido movimiento de sus brazos, me tira sobre su cama haciéndome gritar y rebotar en ella.

Muerdo mi labio, para suprimir mi risa.

Porque esta enorme cama es blanda, esponjosa, suave y firme.

Es perfecta.

Aquí, se debía coger de miedo.

Ya que, me constaba que se dormía de miedo.

Herónimo en silencio, pero con una sonrisa en los labios me acomoda mejor, sentándose a horcajadas sobre mí. 

Impidiendo algún tipo de movimiento de mis piernas, por las suyas encima mío. 

Me observa desde arriba, provocando que uno de sus rulos rebeldes caiga sobre su frente.

Jodido Dios, él es hermoso.

Lo miro con toda la gloria, de mi vista privilegiada.

Sus anchos hombros y su pecho desnudo como tatuado.

Intenta ralentizar su respiración que y aunque parece suave, es acelerada por su propia excitación. 

Subiendo y bajando con cada exhalación que emana, marcando ese paquete de seis que tiene este hombre como abdominales. 

El magnetismo de sus ojos es tan poderoso, que secuestra mi voz y mi voluntad.

Porque todo él con es esa oscuridad tan suya, toma mi oxígeno y mi espacio sin mi permiso y a su voluntad dominante, como si fuera de urgencia para su propia vitalidad.

Haciendo que mi corazón lata con fuerza y que yo, me entregue a su abismo posesivo.

- Mía... - Dice tomando una de mis manos y acunándola en su rostro con cariño, mientras con la otra saca del bolsillo trasero de sus jeans unas esposas.

- Una Smith & Wesson modelo 100. - Dice suave. - Con cadena de cuatro eslabones. - Explica. - Se utiliza para presos de masa corporal mayor. Resultan, para la flexibilidad y comodidad...sin doler nena... - Me dice, al ponerme una y pasando sus dedos entre mi muñeca y ella, para que note ese espacio. - ...es solo, para inmovilizarte. – Murmura, para luego conectarla por atrás de los hierros forjados de la cabecera de su cama de diseño personal, dejándome sin movimiento en una.

Toma mi otra mano repitiendo su caricia en su rostro, elevándola después por sobre mi cabeza y tomándola prisionera, con la otra esposa.

Verifica con fuerza su agarre, haciéndome jadear por la expectativa.

Intento moverlas, pero por la presión de su frío acero, gimo.

- No rayo, no lo hagas o dejarás marcas en tus muñecas. Debes aprender a controlar las emociones... - Se eleva por sobre sus rodillas, encima mío. - ...porque lo único que quiero que te duela mañana, es tu dulce vagina de tanto que te voy a coger... - Se inclina a mí - ...duro... - Finaliza.

Y oh, mierda.

¿Una amenaza, puede sonar tan dulce?

Suspira.

- Porque, quiero que mañana cuando estés sentada y cruces tus piernas, el dolor te tome de sorpresa nena, te recuerde que estuve ahí y te sientas húmeda por ello en como besé y comí, cada parte de tu cuerpo... - Me retuerzo por su dicho, bajo él.

Besa mis pechos como respuesta, lamiendo mis pezones con fuerza, con su lengua y mirándome a través de sus gruesas pestañas oscuras.

- ...que me pienses dentro tuyo, trabajándote Vangelis... - Sigue, descendiendo hasta mi braguita he inhala profundamente en ella apoyando toda su nariz en mi vagina y solo separando el material de tela. - ...joder con tu olor, nunca me cansaré de ti. Nunca... - Me promete, introduciendo sus índices por los costados, para sacármelas bajando de la cama.

Se pone de pie y la lleva a su boca para darle un beso y me guiña un ojo.

- Mío. - Dice, caminando para guardarla en el mismo cajón.

Y mi cuerpo, convulsiona de necesidad por Herónimo.

Se sonríe por ello.

- ¿Polvo castigo, recuerdas? Mis tiempos, mis deseos...hasta que razones y me obedezcas... - Me mira mientras desabrocha la hebilla de su cinturón, seguido de los botones de sus jeans en su totalidad y permitiéndome ver abiertos en ellos.

Eleva una ceja y se sonríe lascivo, ante la expresión de mis ojos.

Jesús.

¡Porque él tampoco lleva ropa interior, como yo en la tarde!

Vuelve a retomar su posición, encima mío.

Su duro pene lucha por salir, mientras Hero me recorre con la mirada, la totalidad de mi cuerpo desnudo e inmovilizada por las esposas.

Besa mi frente con devoción y partes de mi rostro.

Sé, que es parte de su perdición las pecas del puente de mi nariz, porque en el reposa el beso más profundo. 

Siento que es su locura y apenas puede controlar la batalla por poseerme, mientras pasa lentamente su pulgar por mi labio inferior, con gesto tierno y muy propio.

HERÓNIMO

Me incorporo a horcajadas de ella.

Jesús bendito, ella es hermosa.

Y apenas, puedo contenerme de chupar esos labios.

¿Cristo misericordioso, que puta me está pasando?

¿Rayo de sol, que estás haciendo conmigo?

Porque, mi mente dice una cosa y mi corazón otra.

Ya que, yo no debo...

Juro que jamás lo deseé con ninguna fémina y nunca lo extrañé.

Ni en medio de una cogida, tampoco lo quise.

Y cuando una intentó darme un beso o rozarme con sus labios, fue suficiente para tirar abajo mis deseos sexuales y solo sentir rechazo.

Hasta asco y por lo tanto, mandarla a pasear.

Pero, con mi rayo de sol no.

Porque, jodidamente la amo.

Cristo...ruego para mis adentros.

¿Qué voy hacer, con todo este amor que siento?

Vangelis, es mi jodida vida.

Mi todo.

No.

Niego.

No vayas por ese lado, Mon.

Recuerda.

Debes protegerla.

Las reglas.

De mí.

Bien.

- ¿Estás lista, para el castigo amor? - En realidad no era una pregunta, era una advertencia.

Respira hondo y suelta el aire lentamente moviéndose bajo mío, provocando el sonido de las cadenas choquen entre sí, en sus manos y con ella mi respiración se anticipa jadeante.

- Sí, Herónimo. - Su suave voz, resuena en la habitación.

Y en mi corazón...



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