CAPITULO 42


YO

Nos detenemos en un paraje a medio camino en la ruta que nos lleva a la casa de mi hermana. 

Aunque ya es muy tarde para un almuerzo, hay muchos coches aún estacionados a 45 grados en su frente.

El restaurant es un gran chalet pintoresco de tejas francesas y estilo colonial.

Me gusta.

Una camarera nos recibe con una sonrisa en la entrada.

Corrección.

Le sonríe a Herónimo, dándole la bienvenida e invita por ende a mí también a seguirla y tomar asiento en unas de las mesas alejadas sospechosamente del tumulto de la gente del lugar.

Una, junto a una gran ventana que nos regala la vista asombrosa de un jardín prolijamente cuidado, lleno de vegetación verde y flores a los pies de una montaña.

- ¿Vienes seguido? - Pregunto tomando asiento, cuando la camarera se aleja un momento.

- ¿Por qué? - Se sonríe, abriendo su servilleta de tela a cuadros rojas sobre su regazo y sacándose los lentes de sol.

- Porque, no aceptarías cualquier lugar... - Miro el otro extremo del restaurant, donde se agolpa más la clientela. - ...esta, definitivamente es tu mesa...lejos de la gente. - No me contesta, pero baja y sube sus cejas de forma divertida como respuesta y me hace reír.

La camarera aparece nuevamente con la sonrisa dibujada en sus labios y las cartas de menú en mano, demorando un poco más en Herónimo de lo habitual, con la recomendación de la casa en vinos y comida.

¿Yo?

Pintada para la chica.

Sigue de pie al lado del adonis griego que tengo sentado en la mesa frente mío, para que elija el vino y haga la orden.

y Suspiro apoyando mi codo en la mesa y mi barbilla en mi puño, conformándome con mirar el bonito jardín que tengo a mi lado.

- ¿Nena, nos vas a pedir? - Miro a Herónimo.

- ¿Pensé que lo harías tu?

- No amor...pide lo que tengas ganas...

Jesús.

¿Me dijo amor, en público?

Siento que mis mejillas arden y Hero se sonríe más, mostrando ese sexi canino inclinado y gastado a diferencia de su gemelo, en esa perfecta dentadura blanca.

Y yo gimo en mi interior y cruzo mis piernas con fuerza bajo la mesa.

Mierda.

¿Pueda ser que me excite un diente?

Y Herónimo niega con la cabeza, porque el muy puto se dio cuenta.

Aclaro mi garganta intentando disimular tomando la carta y leer la lista de comidas, mientras a su lado la rubia camarera aprovecha mi demora, para mirar de reojo y con descaro a Hero.

¿Y qué, puedo hacer?

Él es un semental.

Creado para aparearse y procrear, porque es el alfa de los alfas.

Suspironuevamente y resignada.

- ¡Listo! - Digo decidida, cerrando el menú.

- ¿Alguna ensalada? - Dice la camarera con libreta y bolígrafo en mano, mirándome despectivamente.

Herónimo apoyado en la mesa, se frota sus labios con la mano pensativo y sonriente mientras me mira.

Y le arqueo una ceja, sonriendo también.

Yo no soy una chica dieta y lo voy a dejar en claro ahora.

- No. Una hamburguesa completa, pero sin huevo y extra papas fritas con un agua con gas, por favor...

Y suelto una risita, por su cara.

Oye chica camarera, no mires así.

No soy de las que piden hojas de lechuga y medio tomate por comida.

Se retira con un resoplido y yo ruego para mis adentros que por eso, no escupa mi comida. 

Pero vuelve al minuto nuevamente con las bebidas. 

Agua con gas para mí y un Chateu Margaux tinto para él. 

Descorcha el vino frente a Herónimo poniendo solo un poco en su copa y él lo lleva a sus labios, para catarlo. 

Lo aprueba y le regala su típica media sonrisa baja bragas, de marca registrada que posee y podría jurar, que sentí un gemido de la mujer por ello, si no fuera por la música que suena con Different Worlds ambientando el lugar.

Blanqueo mis ojos.

- En breve sus almuerzos... - Dice retirándose y recorriendo con su mirada por última vez a Herónimo.

- ¿Es siempre, así? - Digo tomando un poco de mi vaso de agua con gas, cuando quedamos solos.

- ¿Qué cosa?

La señalo.

- Ella. En realidad, todas las mujeres...

- La mayoría de las veces. - Dice y ladeo mi cabeza poco convencida.

Ríe por mi cara.

- En realidad, sí.

Maldita sea, siempre con su honestidad.

Se inclina sobre la mesa y cubre con su mano una de las mías.

- Rayo, no dudes otra vez ¿si? Lo dije, porque quiero ser lo más sincero contigo posible para que esto funcione ¿Entendido? No va a ser la primera vez que lo veas ni la última... - Baja su mirada, pensativo unos segundos para luego focalizar en mí. - ...las mujeres siempre se sienten atraídas a mi persona. Pero es superficial, solo mi exterior y reconozco, que siempre lo utilicé para mi placer. Solo el mío. Tú, eres diferente Vangelis, porque me ves diferente. - Murmura.

Eso es verdad.

Yo lo vi diferente desde la primera vez.

Lo que yo siento es puro como verdadero y algo que Herónimo nunca va sentir por mí, porque él está cerrado a ello.

- No digas eso Herónimo, solo soy la siguiente de tus féminas... - Digo, pensando en ese bendito acuerdo con sus reglas.

Y muerde su labio superior al escucharme, mientras los dedos de su mano libre, juegan con la base de su copa de vino.

Le da un sorbo, cuando la camarera aparece con nuestros platos de comida y suelta mi mano con un dulce apretón, para dar lugar a nuestro almuerzo.

- ¿Necesita algo más, señor Mon? - Pregunta mirándolo, con una sonrisa de eficiencia.

Y Herónimo niega, con sus ojos puestos en mí.

- Gracias, puedes retirarte. - Le murmura grave y dando otro sorbo a su vino, observándome a través de su copa.

La mujer se retira girando sobre sus talones ofendida, creo que no está acostumbrada a sentirse no notada y en especial con él.

- Este es el restaurant favorito de Marleane... - Dice de golpe.

- ¿Marleane? - Repito.

Ay, por favor, otra fémina, no...

- Mi madre, rayo de sol... - Dice cortando su carne y masticándolo como si nada.

HERÓNIMO

Pese a que mi Dueto de cerdo Ibérico está sabroso, siento un sabor amargo en mi boca que me dejó Vangelis, tratándose como una más.

Una jodida, fémina más...

Carajo.

¿Pero por qué, me molesta tanto eso?

¿Acaso, no es lo que le pedí?

¿Una más?

¿La siguiente de mi lista?

Niego para mí.

¡Por supuesto, que no lo es!

Porque ella es única.

Entonces, díselo Mon.

Y yo.

No puedo...

Prometí no lastimar más.

Nunca condenaría a alguien a estar conmigo para siempre otra vez.

Porque todo lo contamino con el tiempo y como una planta, marchita y muere.

Dios...

Los engranajes de mi cabeza van a mil, por los imposibles.

Ya que, la ilusión no nació para mí.

Yo, no debo.

Y mi cuerpo por tristeza duele.

Estoy cansado.

Esa palabra vuela sobre mi otra vez como hoy a la mañana en el parque.

Denme un respiro, suplico a mis demonios dentro.

Solo por hoy, les ruego.

Leyeron bien, estoy malditamente suplicando. 

Porque ansío con la poca alma si la tengo, que me dejen en paz.

Yo necesito disfrutar mi domingo con mi rayo de sol, porque ella dice que soy un hombre normal.

Y cierro mis ojos por unos segundos.

Por favor.

Por favor, ruego.

YO

Herónimo masajea el puente de su nariz con sus ojos cerrados.

¿Le dolerá su vista?

¿Necesitará, sus lentes de ver?

¿Estará cansado?

Y me pateo mentalmente.

Por supuesto que lo está.

Si este hombre nunca descansa.

¿No es acaso, su primer domingo libre y después de tanto tiempo?

¿O de toda su vida, quizás?

Y lo está compartiendo conmigo...

Me levanto con cuidado y sin esperar a que reaccione, apoyo mis labios en su mejilla y sus ojos abren cuando me siente, muy sorprendido al verme y palidece.

Y mierda otra vez.

Porque no deseo que crea, que lo quise besar en los labios nuevamente.

Y muerdo los míos avergonzada.

Dulce Jesús, sus ojos se iluminan...y parece...

¿Qué tienen color?

Son...tal vez.

¿Azules?

Pestañeo nerviosa por lo que hice, ya que fue mala idea.

Y me quiero levantar.

Pero su mano atrapa mi cintura y de un movimiento, me jala a él corriendo su silla para hacer lugar y me siente sobre su regazo.

Y acuna con sus manos mi rostro.

Carajo, casi todo el mundo nos mira, inclusive nuestra camarera.

- Herónimo, la gente... - Le susurro nerviosa, intentando levantarme.

Me frena.

- A la mierda la gente, mandaré a vaciar el lugar si no les gusta... - Gruñe.

Y sus ojos se oscurecen.

Nop.

Fue una ilusión ver su color.

Aún sigue, ese manto oscuro que cubre sus bonitos y raros ojos.

Mi color favorito...

HERÓNIMO

El contacto de sus dulces labios en mi mejilla, me despertó de mis pesadillas.

Yo rogué y mi ángel vino con su luz.

Ya que, ella lo es para mi alma.

La necesito cerca mío. 

La necesito conmigo y por eso la atraigo contra mí, en mi regazo y me importa una mierda que a la gente no le guste lo que ve. 

Mando a echar a todos si es necesario.

Punto.

Ni ellos ni Vangelis saben que soy dueño con Marleane de este restaurant. 

Ni siquiera los empleados, ya que lo maneja uno de mis contadores bajo mi obsesa vigilancia. 

Lo compré unos años después de que mi padre falleciera, porque era su restaurant favorito junto con el de mi madre. 

Sus casi 20 años le avalan su fama y prestigio culinario gourmet, manteniendo por años las tres estrellas Michelin como premio a la excelencia.

¿Y por qué, digo manteniendo?

Porque solo unos pocos establecimientos consiguen una y con ellas, se puede ver el efecto que produce en su negocio. 

Así también, como cuando se pierde tal, ya que no son vitalicias. 

Si no, que debes mantenerla y por ello, sus reservas superan a veces los dos meses de espera.

Menos mi mesa, demás está decirlo.

Obvio.

- Estas muy lejos... - Le susurro, dando palmaditas a mi pierna y sentándola sobre ella.

Rodeo su rostro con mis manos.

- ¿Por qué, lo hiciste nena? - Pregunto.

- ¿Besarte? - Dice con voz baja y sus mejillas enrojecen.

Asiento sin hablar.

- Es un gracias, Herónimo...

Y alzo mis cejas curioso.

- ¿Un gracias, por qué? - Pregunto, trayendo su hamburguesa y papas al lado de mi comida.

Porque, se queda conmigo.

Y muerde su pulgar nerviosa.

- Por compartir conmigo tu primer domingo libre, de simple hombre normal. - Me dice bajito y sonriendo.

Joder.

Lo repito.

Ella se conforma con tan poco y mi corazón, aprieta más por ello.

- Eres hermosa... - Le digo, sacando su pulgar de su boca con mi mano y beso, donde sus labios se apoyaron.

Su calor como su humedad, aún están en él.

Rico.

El contacto de mi beso la estremece y sonrío por ello, porque yo malditamente estoy igual y jodidamente creo que la acción de esa palabra, lo deseo tanto como ella.

No se emocionen y tampoco, pregunten qué.

Sospéchenlo.

¿Ok?

Bien.

Un mesero pasa por nuestro lado con una copa helada gigante de varios sabores y con extra crocantes, trozos de frutas tropicales y sus ojos se van con él.

Jódanme.

¿Le gusta lo dulce también?

- ¿Quieres después de tu hamburguesa, esa copa helada? - Murmuro rodeando más su cintura, mientras robo una de sus papas del plato.

Y sus ojos se iluminan al mirarme.

Carajo, si me vas a mirar así.

Voy a comprarle toda la puta crema helada del mundo de por vida.

- ¡Si! - Exclama, mordiendo su hamburguesa.

Y cierra sus ojos gimiendo ante su sabor y yo, tengo que reajustarme en mi silla.

- ¿Peso mucho?

Jesús a veces es tan ingenua.

Cosita.

- No, nena...

Se encoje de hombros volviendo a su comida, saboreando cada bocado que da y utiliza uno de sus dedos para limpiar el aderezo de su mejilla y chuparlo con sus labios yendo esa acción, directo a mi pene.

Y yo apoyo mi frente en su hombro, ahogando un gemido interno.

Este va a ser, el almuerzo dolorosamente más lento y feliz de toda mi vida.

Mierda.

Soy como un adolescente cachondo con Van.

Pensé que a mi edad, ya tenía un mejor control sobre mi pene.

Qué me has hecho, nena...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top