CAPITULO 4



HERÓNIMO

Las puertas se abren y juro por el Todopoderoso, que tras ella hay luz.

Mi cuerpo convulsiona.

Santa mierda.

La tengo a tres metros de distancia y solo quiero levantarme como mandar a todos a la mierda.

Vaciar el lugar y ser solo, ella y yo.

Preguntarle por qué, tiene un vestido tan horrible.

Ordenarle que me lo entregue y no precisamente, para arrancárselo con los dientes.

Más bien, para quemarlo y no tape más, ese infierno de piernas que tiene y tremendo culo.

Enroscar mi mano en su pelo para inmovilizarla y tener acceso a su cuello con libertad.

Quiero dejar de mirarla, pero no puedo, me urge saciar mi vista de ella.

Esta mujercita emana algo como el canto de las sirenas que te atrapa y me saca de mi voluntad.

¿Qué?

¿Me escuché, bien?

Vargas me alcanza un folio, con valores de venta de estadísticas.

Mierda, ahora no hombre.

Aunque no estoy al cien por cien de concentrado por culpa de la muchacha frente a mí, logro captar que este tercer trimestre fue mejor que el pasado.

Vuelvo a mirarla.

No sé, qué, quiso hacer.

Pero, golpea sin querer a la señora detrás suyo y se disculpa.

Me trago una risa.

¿Y eso?

Me toma desprevenido, provocando una punzada en mi pecho.

Porque, yo nunca río.

Ella, es tan rara y torpe.

Carajo, me encanta.

Sé, que me presiente.

Aprendí a leer muy bien una lectura de cuerpo humano y más, el de una mujer y reconozco cuando uno, está excitado.

Lo gratificante, es que ella no lo sabe.

Solo capta mi presencia y mi oscuro abismo absorbiéndola.

Ya que, yo la demando.

Siento como le agrada el aroma a café del lugar, porque sus lindos ojos se iluminan al hacer su pedido, aunque sigue nerviosa.

Bien.

Intenta desenredar los auriculares de su pelo largo y arruga su nariz, ante algo que le dice el empleado.

Una mueca, que yo siento en mi pene agitándose.

Y una imagen de ella, cogiéndola de ochocientas maneras diferente pasa por mi mente.

Mierda.

Genial, ahora estoy duro como una piedra.

Piensa rápido, Mon.

Cruzo mis piernas, con disimulo.

Cuando se gira hacia el mostrador de autoservicio, su cuerpo irradia miedo y está con la mirada en el piso.

Quiere desaparecer.

No focalizar en mí, como minutos antes buscándome con disimulo.

Mírame, nena.

Lucha con su interior y con cada paso que da para no hacerlo.

No mirarme.

Curioso.

En la misma dirección, está su condena y su libertad.

"Tú, eres mi libertad y mi condena sería salir por esa puerta y no tener la oportunidad, de saber de ti..."

Río para mis adentros y con amargura, por esa aura de luz que irradia.

No bonita, yo sería tu pasaporte al infierno.

Yo, soy oscuro.

Yo, doy dolor.

Y me gusta.

Mírame, rayo de sol.

Y lo hace.

Siento, que somos ella y yo.

Santísimo Jesús.

Condéname.

Ella tiene pecas.

Y eso me excita.

Más.

Lame sus labios inconsciente.

Jódanme.

¿Esa boca, es de verdad?

Mis pelotas se volverán de un azul verdoso, de la erección que tengo.

Cómo se sentirán esos labios, me pregunto.

Probablemente, jodidamente bien.

Y mi inconsciente, se ríe de mi pensamiento.

En mi pene, le aclaro.

Son labios hechos para coger y verlos hacerlo, un puto cielo con sol.

Carnosos, suaves y con un leve matiz en tono cereza.

Y no puedo evitar recorrerla con la mirada, porque ella es hermosa.

Un momento.

¿En el vaso, dice Vangelis?

¿Eh?

Y vuelvo mis ojos a ella, con dureza curiosa.

¿Ese es tu nombre, nena?

Vangelis...

Mi lengua se desliza en mi mente repitiendo su nombre, porque es agradable y raro, suena a terciopelo y a ángel.

Me gusta.

Aunque no muevo un músculo de mi cuerpo, mis ojos la follan con la mirada.

Su palidez es embriagadora.

Y separa sus labios al mirarme.

Ahora, ella con un mal disimulo y con su mirada, recorre mi cuerpo.

Caramba.

Arqueo una ceja, divertido.

¿Te gusta, lo que ves bonita?

- El Benchmarking... - Me dice Vargas, alcanzándome una de las carpetas amarillas con una sonrisa satisfactoria, porque el análisis de comparativo de la aleación del acero, dio excelente.

- Rain check, Manuel. - Solo respondo en nuestra jerga, tomándolo.

Me siento más molesto de lo normal sin saber el por qué, cuando abre la puerta y me mira por última vez antes de retirarse, porque ella jadea.

¿De tristeza?

Y respiro profundo, por falta de aire.

Maldita calefacción.

Adiós, rayo de sol...

YO

Cuando llego recién a la base de la escalinata que te llevan a la gran entrada principal del Holding de la metalúrgica, decido detenerme y llenar mis pulmones de oxígeno.

Vuelvo a jadear involuntariamente y apoyándome en una de las barandas porque mis piernas aún tiemblan, por el encuentro con ese hombre.

Dios querido.

Él, me folló con su mirada.

¡Un extraño!

Y un calor, invade mi bajo vientre.

Por Dios Santo.

Ese hombre de carne y hueso de belleza Helénica, es un maldito photoshop viviente.

- ¿Vangelis Coppola? - Una chica de pelo negro, largo y ondulado me interrumpe de mis pensamientos, sonriente y se acerca a saludarme.

Es Melissa Greidy, la que estuvo cargo de mi grupo de examen para ingresar a TINERCA y como supervisora mía.

Ella fue muy agradable y simpática.

Y agradezco su presencia, para evitar pensar en el hombre caliente de la cafetería.

Nos saludamos amistosamente, subiendo las escaleras.

Charlamos animadas y poniéndome al tanto, que hace siete años trabaja en la metalúrgica.

Comenzó como una cadete novata y hace poco más de cuatro años y cuando se recibió, fue ascendida al departamento de Marketing Comercial y Logística Publicitaria.

El piso 17, donde fui asignada.

- ¡Estoy segura que te pondrán a cargo mío, para que te capacite y barra todas tus dudas de principio! - Chilla con emoción sincera. - Y eso es jodidamente bueno, porque en nuestro piso la población masculina es mayoría. Contigo ahora, somos siete mujeres... - Toma aire.

- ...y sacando a Lorna la recepcionista y Marité que vive en su mundo, hay otras tres de nuestra edad, que son unas perras... - Exclama haciendo que ría por su comentario, más mueca acompañada. - ...el trío es conocido, como el cuartel de las víboras.

- Guau.

- Sip nueva amiga, guau. - Suspira. - Pero no te preocupes sólo ladran de envidia, pero no muerden. Si tienes un problema con ellas, solo avísame y la pondré en su lugar. O se lo comunicas a nuestro supervisor a cargo del piso, Áaron Dean. - Me guiña un ojo. - Él, es sexi...

- Dios... - Murmuro sonriendo, por sus salidas.

- Tú, lo has dicho. Un Dios griego. - Se gira hacia mí. - Y por favor, solo dime Mel ¿si? Mel para los amigos y ya te considero una... - Exclama rodeando mi brazo con uno de ella, sonriendo.

Me cae estupendo y estoy segura, que así será.

Aunque Mel no para de hablar no puedo, no dejarme llevar por el diseño arquitectónico del edificio, porque es realmente increíble.

Grandes paredes de vidrios como exteriores.

Su interior, es casi de todo metal plata pulido y paredes interiores blancas con detalle en rojo bermellón y la luz del día, penetra en cada enorme ventanal.

Haciendo del lugar luminoso, delicado, limpio y que parezca pecado, pisar los pisos de porcelanato italiano lustrados.

En el centro una gran escalera curvilínea de blanco marfil como las paredes, invita a subirla rodeada en cada extremo por dos sofisticados ascensores de enorme capacidad en color acero.

Todo a juego con mobiliarios en los tonos blancos y gris con cuadros y decoración.

Subimos a uno de los ascensores con otro grupo de personas que Mel saluda amistosa y presentándome a cada uno.

Nunca saludé y estreché tantas manos en mi vida.

Nuestro piso es el 17, un gran salón y con aproximadamente veinte box.

En el fondo se localiza una pequeña oficina que Mel me indica, que es la de nuestro supuesto y caliente supervisor.

Una recepción se encuentra en la entrada, donde una mujer afroamericana nos recibe con su enorme y bonita sonrisa.

Sus grandes aretes y en dorado, tintinean con cada movimiento de su cuerpo y su ropa es muy colorida como alegre.

Me saluda, dando la bienvenida con un fuerte abrazo cariñoso.

Verla, me recuerda a la gran cantante Tina Turner.

Todo está rodeado de ventanales y prácticamente las paredes no existen y eso me alegra mucho, ya que adoro las habitaciones iluminadas.

Lorna me entrega una credencial con mi nombre y el logo de la metalúrgica, para que me la ponga en la pechera de mi saco.

Luego y apretando un botón de un aparato, comunica a nuestro supervisor de piso de mi llegada.

Áaron se presenta, como mi supervisor.

Después de escucharlo y asentir varias veces, me conduce a su despacho mientras Mel me regala una sonrisa de suerte y entre cruzando sus dedos, cuando se dirige a su lugar de trabajo.

Con cada paso que doy, varias cabezas dentro de sus box.

Mis nuevos compañeros de trabajo.

Levantan sus miradas curiosas y giran hacia mí, para saludarme con palabras de bienvenida, sonrisas o estrechando mi mano.

A excepción como me comento Mel minutos antes, de las tres chicas ubicadas una al lado de la otra en un extremo.

Sip.

Son perras de marca registrada.

Ni una se toma la molestia de ponerse de pie y solo, se limitan a asentir con sus cabezas rubias prolijamente peinadas y ultra maquilladas.

Parecen las típicas trillizas, tetas de plásticos que predominan en la secundaria o preparatoria.

¿Bonitas?

Sip.

¿Sexis?

También.

Esos escotes y mini faldas ajustadas para desatar un paro cardíaco, lo avalan.

Siento sus susurros, cuando sigo caminando muy al estilo víboronas.

Pero qué, pendejas.

Santo Dios.

¿Qué tienen?

¿Trece años?

Áaron mi supervisor, parece una persona agradable y muy competente.

Según Mel ronda los 33 años, pero parece más adulto con su barba casi rojiza y meticulosamente cuidada.

Su pelo es ondulado y del mismo tono que resalta mucho, bajo ese corte de traje de color azul marino de chaleco y pantalón.

¿Si es guapo?

Mucho.

Su camisa arremangada hasta sus codos muestra unos fuertes brazos y un cuerpo que pese a su delgadez, es atlético y tonificado preguntándome, que disciplina deportiva hará.

Y sus ojos son de un color gris, hacen un contraste atractivo con su pelo rojizo.

Me explica mis futuras labores, mientras da pequeños sorbos a su taza de café y caminamos por la estancia para que me familiarice.

- Esta, es nuestra cocina. - Abre una puerta, invitándome a ingresar. - Es pequeña, pero lo suficientemente cómoda para nuestras adicciones a la cafeína, glucosa e hidratos de carbono. - Sonrío y él también de una manera linda. - Allí... - Me señala. - ...un frigobar con botellas de agua y aquí... - Abre la puerta de una alacena. - ...encontraras tazas, vasos, cubiertos, café para la máquina, azúcar o edulcorante. Y este cajón, Vangelis... - Abre otro a un costado suyo. - ...se encuentra nuestro cofre en común, de todos y más preciado...las golosinas. - Su sonrisa, se amplía.

Miro sobre él y solo encuentro cantidades obscenas de dulces, chocolates, galletas dulces y barras de cereal.

- Todos aportamos... - Prosigue. - ...es un mimo al estómago, frente a un día laboral extremo o aminorar el hambre por un almuerzo ligero... - Finaliza, divertido.

- Creo, que seré una socia muy vitalicia. - Agrego.

Amo las golosinas.

Corrección.

Amo, todo lo que incluya alto contenido de azúcar.

- Pues entonces, bienvenida al piso y al club, Van... - Sonríe y señalando en general, con sus brazos la cocina.

Me muestra mi box y para mi alegría solo estoy a cuatro de Mel, quien se acerca a nosotros con una seña de Áaron.

- El señor Mon como supongo que lo sabrás, es una persona muy exigente a la hora del desempeño laboral de sus activos y de un carácter...diríamos, bastante peculiar y fuerte.

Piensa unos segundos, para luego continuar.

- TINERCA es la sede madre de las T8P. Por lo tanto, si no está de viaje visitando y controlando las otras sedes o por viaje de negocios, él lo está controlando todo desde aquí, regenteando su imperio del acero. Su oficina está en el último piso del Holding, el 30. Lo más probable, es que no lo veas mucho. Él es una persona de muy pocas palabras y detesta ser molestado, el tumulto de gente o verse en público lo evita. Raramente manda a llamar por algún trabajo a los empleados. Todo lo maneja vía mails y en red al personal cuando quiere ser escuchado...- Me explica. - ...la única excepción que se muestra, es en la fiesta que da a fin de año. Si no, su método favorito de comunicación, es por internet o a través del supervisor a cargo de cada piso. Le gusta la disciplina en cuanto al horario de trabajo y en el cumplimiento de las tareas que nos asignan. El señor Herónimo Mon, es un obseso del control y del autoritarismo... - Noto un revoleo de ojos burlón de Mel, ante esto último.

¿Eh?

- ...y aunque, su fama lo precede... - Continúa, Áaron. - ...su presencia, es inhóspita. En los once años que trabajo aquí, solo demandó mi presencia cuando fue necesaria. Es muy raro que él aparezca en algún piso, demandando su presencia o lo cruces en los corredores o planta baja. Ya que, prácticamente vive en su piso. - Me mira fijo.

Mierda.

- Pero si lo cruzas Vangelis, solo saluda cortes y continúa tu camino. Detesta, las lamidas de culo o socializar...

Guau.

Ok.

Cumplir con afán las tareas laborales, ser puntual y no molestar al jefe de los jefes.

Clarísimo.

- Puedo con ello. - Digo con un tono, demasiado convencido para mi gusto.

Y Áaron, me sonríe complacido.

- Entonces Van, nuevamente bienvenida a bordo. - Me estrecha con fuerza la mano.

Después de dar las últimas directivas a Mel sobre mí, da un golpe entre sí, con sus manos satisfecho.

- Bien chicas, las dejo para que se puedan poner de acuerdo y comiencen con su jornada laboral. Si se les presenta dudas, no dejen de consultarme ¿ok? - Nos regala su amplia sonrisa, mientras se encamina a su despacho.

- ¿No es hermoso? - Suelta un suspiro Mel, con una mano sobre su pecho.

- Si, es guapo y parece linda persona. - Digo sonriendo por sus ojos soñadores que lo siguen con la mirada, mientras tomo asiento en la silla frente a la computadora.

- Lo es, Van. Y quiero ser malditamente, la madre de sus bebés...

No puedo evitar, reír con ganas.

Las horas después, pasan volando mientras trabajamos juntas y compartiendo mi box hasta que me familiarice.

Mel es asombrosa, me ayuda mucho y es increíble explicando.

Intercambiamos carpetas y hojas con información.

Me remarca lo importante y señala lo principal.

Me enseña a través de la computadora a cargar los programas y su manejo.

Y minutos antes del mediodía, me doy cuenta orgullosa y bajo el ojo clínico de Mel, que hice todo bien y a término con las fechas de demanda y entrega.

- ¡Chica, eres genial! - Se sienta sobre el borde de mi escritorio, cruzando sus brazos.

- Gracias. - Solo digo, muy contenta conmigo misma.

- Oh por favor no me digas eso, eres muy buena en esto... - Se endereza. - ...ahora de pie amiga. Hora del almuerzo. - Recoge mi chaqueta y me lo entrega. - Nos merecemos unas buenas porciones de pizza... - Dice, abotonando el suyo y alentándome.

Y el almuerzo, es puro placer.

La cantina del Holding es grande, muy grande.

Todo es un limpio blanco y también bermellón.

Muchas mesas y con sus sillas en rojo.

Un gran buffet con cubículos térmicos manteniendo el calor del surtido y variedad de las comidas y con autoservicio a excepción del pedido del café.

Mel me presenta a algunos compañeros de nuestro piso y de otros.

Y varios de ellos comparten nuestra mesa y obligando a juntar un par más, para poder comer todos juntos.

HERÓNIMO

Salgo de una puerta extra que tengo en mi oficina de mi piso 30, que da a un pequeño pasillo y a su vez, a dos habitaciones más.

Mi habitación en suite y un mini gimnasio, cuando necesito descargar algo de tensión.

Lo mandé a construir cuando estaba casado.

Para esa época, el nacimiento de las T8P estaba en su auge y desarrollo con su construcción como demandas laborales en crecimiento, absorbían mis horas diarias quedándome hasta altas horas de la madrugada.

¿Solución?

La construcción de un anexo donde vivir temporalmente, si lo necesitaba para descansar y luego proseguir.

Gracias a eso, mis días tenían más de 24h.

Loco, pero real.

Como también luego de mi viudez fue y es, mi nido de folladas si no me apetece llevarlas a mi Penthouse.

Abotono mi camisa blanca limpia luego de una ducha y la meto dentro de mi pantalón de vestir gris abrochando mi cinturón.

Me siento en mi escritorio peinando con mis dedos, mi pelo aún húmedo.

Jodidos rulos.

Dos minutos después la misma puerta anexa vuelve abrirse, apareciendo una exuberante morena alisando su falda lápiz en color oscuro.

No levanto mi cabeza de las hojas que estoy leyendo, pero sí, mi vista.

Lindo coño y perfectas tetas, talla 100.

Vuelve a hacerse un recogido en su melena larga color azabache, con una especie de prensa para el pelo.

Nop.

No le queda ni la mitad de bonito que a la chica de la playa, cuando forma sobre su cabeza ese desconcertante nido de pajaritos desprolijo en su pelo.

Carajo.

¿Me convertí en un puto poeta, ahora?

Y la imagen de sus ojos cafés, azotan mi mente.

Sus pecas.

Esas endiabladas y sexis pecas.

¿Por qué, me miraste de esa forma cuando te ibas Vangelis?

Y Dios, con tu mirada.

La cafetería se vació con su salida, al igual que ese rayo de luz que lleva con ella como aura.

Siendo inútil que siguiera allí.

La poca concentración que me quedó después y por culpa de esa mujer, la utilicé en mi próxima reunión de las 8:45h con una gente de Lima y su compra millonaria en acero en aleación.

La negociación estaba casi hecha, solo ultimar detalles para exportar en containers y vía naval más la transacción de la cuenta con firmas de papeles.

Junto a mi comprador, su linda secretaria.

Su muy linda secretaria.

¿Y por qué, no?

Mi pene estaba pidiendo a gritos un poco de atención gracias a la chica de playa en la cafetería.

Sip.

Cortesía, de la señorita Vangelis.

Después de firmar con ambos abogados y contadores nuestros retirarse, con desayuno ejecutivo para ambas partes en el restaurant de la zona.

Estrechar manos con satisfacción, por la negociación cerrada.

Yo, mirada profunda con linda secretaria.

Para luego, salida.

Mi coche.

Minutos después, linda secretaria subiendo a la parte trasera de mi coche.

Holding.

Y dos horas más tarde.

Cogida con linda secretaria.

¿Resultado?

Sigo putamente caliente, por la chica de la playa.

JODER...

Y eso, me encabrona mucho.

Yo, domino.

¿Se entiende?

¿Solución?

Tengo que encontrarla.

Tiene que pertenecerme para arrebatarle ese puto control que tiene sobre mí y cuando lo haga, la voy a coger duro hasta que crea que, sin mí, no puede tener placer.

Me encojo de hombros.

Y así, podré sacarla de mi sistema de una vez por toda.

- Creo, que es hora de irme... - Me interrumpe de mis pensamientos, la muchacha y se acerca hasta mi lugar.

Por favor cariño, no lo hagas.

Ruego para mis adentros, viendo que toma asiento en uno de los apoyabrazos de mi sillón y con su índice, acaricia mi mandíbula.

Dios.

Lo hizo.

Odio, que me toquen post-sexo.

- Le diré a Collins, que te lleve a tu hotel. - Le digo, volviendo a la lectura de mis papeles.

Hace un mohín con su boca.

- Pensé que tú, lo harías y tal vez en mi habitación una tercera ronda...e ir después a cenar... - Me susurra con voz bajita y seductora.

Sus labios de rojo, se acercan peligrosamente a los míos.

Casi, rozándolos.

Pánico.

Y en un rápido movimiento, tomo su barbilla con una de mis manos, inmovilizándola y la miro con frialdad a los ojos.

No quiero lastimarla, sería incapaz.

Pero, conmigo no se jode.

- Tres cosas... - Le recuerdo. - ...yo no tengo citas y te lo dije. Yo cojo. Dos, yo no beso en la boca y creí, dejarlo claro cuando subiste a mi auto. Y tres... - Murmuro. - ...Collins está esperando afuera en la recepción, para llevarte de vuelta a tu hotel.

Le da un manotazo a mi brazo para que la suelte.

Lo hago y se separa de mí, llena de ira.

Vuelvo a mis documentos, poniéndome los lentes y sintiendo que se pone sus zapatos con bronca.

- ¿Entonces, esto es todo? - Escucho que dice.

- Solo esto, Mindy. - Le confirmo, sin levantar mi vista de mi lectura.

- ¡Mandi! - Me corrige ofendida, por ni siquiera recordar bien su nombre.

- Lo que sea, cariño. - De lo más natural.

Solo, sentí su bufido frustrado y el portazo.

No la vi irse.

Pero, estoy seguro que me apuñalaba con la mirada.

Rodrigo entra diez minutos después como si nada a mi oficina, con esa sonrisa tan suya y una carpeta en mano.

Dejo de leer los documentos y me enderezo sobre mi sillón, reacomodando mis lentes en el puente de mi nariz.

Apoyo un codo en mi apoyabrazos y con mis dedos froto mis labios, observándolo con mi mejor cara de mierda.

- Eres un imbécil. Sabes que me molesta, que hagas eso. - Señalo la puerta con mi pluma. - Tienes que anunciarte ¿Para qué, pago a una secretaria personal? - Le gruño, volviendo a mi lectura.

Si lo ignoro, tal vez se convenza de irse.

- Cortesía no es tu segundo nombre, Hero. - Exclama como si nada y tomando asiento del otro lado de mi escritorio, haciendo girar divertido con sus rueditas el eje del asiento.

- Besa mi culo. – Contesto, provocando la carcajada de mi amigo.

Y firmo abajo del documento para disimular.

Tengo ganas de reír, pero no le voy a dar con el puto gusto.

- Creo que ya lo hizo esa hermosa morena que acabo de ver salir de tu oficina, hecha una furia de enojo al lado de Collins... - Me dice, riendo más.

- Come mierda. - Juro, sin poder evitar sonreír.

Rodrigo Montero es mi único amigo y el hermano, que nunca tuve.

Nos conocemos desde la universidad.

Él estudiaba Ingeniería en Sistema y yo, Relaciones Internacionales y Políticas e Ingeniería Civil.

Sip.

Se lo que piensan.

Un maldito nerds o friki con lentes.

Coincidimos en varias clases de Ingeniería y los dos, éramos como los bichos raros de la universidad por nuestra amistad.

Él hispano y extrovertido, el divertido de la clase.

Y yo el ratón de biblioteca, el callado e introvertido y el puto genio de estas.

Y aunque las circunstancias tendrían que haber sido al revés, nos conocimos cuando lo salvé de la paliza de su vida.

Como latino, Rodrigo exuda sensualidad.

Piel aceitunada, ojos negros como la noche y cuerpo trabajado.

Y cuando su voz grave habla en castellano, es la jodida llave maestra y baja bragas de las mujeres.

Su arma letal.

Y por tal, se metió entre las piernas de la novia de un patán.

Donde armándole una emboscada, lo acorralaron cruzando el campus pasada la medianoche y después de una fiesta.

Y lo llevaron a la zona más apartada y desierta.

Yo salía de la biblioteca universitaria y caminando hacia mi coche en el estacionamiento, cuando noté en el silencio de la noche, ruidos y sonidos extraños.

Eso era extraño, dado que era un sábado por la noche y la zona de la biblioteca.

Me volví sobre mis pasos, rodeando el edificio a la parte oscura y abandonada.

Y carajo.

Cuatros hombres golpeaban a matar a otro tipo que se percibía a la legua, que tenía una borrachera descomunal.

Fue fácil reducirlos.

Con ayuda de mi mochila cargada de libros como escudo y cuatro años de lucha clandestinas en el ring y que apestaban a marihuana como alcohol.

Lo cual, eso minimizó sus reflejos y media hora después, Rodrigo descansaba sobre mi cama en mi Pen.

Y un día después.

Yo con 19 años y él mayor por un año, nos hicimos amigos inseparables.

Estando conmigo en los buenos momentos y más, en los malos.

Como un hermano que siento que lo es.

- Toma. - Tira una carpeta de plástico sobre mi mesa. - Lo que me pediste ayer en la reunión, hombre. La actualización de la base de datos de tus sesenta nuevos activos en las T8P. Los veinte ingresantes de TINERCA, más los de España y Francia.

Cierto.

Lo olvidé.

Lo abro sin ganas.

- ¿Dos en el Holding y diecisiete en la metalúrgica, no? - Aclaro, ojeando vagamente la carpeta separada prolijamente en tres secciones con una docena de hojas cada una.

- Sip. - Dice mientras se pone de pie para dirigirse hasta mi frigobar y sacar una botella de agua.

Toma asiento de nuevo.

- ¿No almorzaras?

Le niego con la cabeza sacando mis lentes y cerrando mis ojos, para poder masajearlos con mis dedos.

- Hermano, debes comer... - Me reprocha.

- Hoy voy al Pen, ya avisé a Marcello. Me dejará preparada una cena sustanciosa. - Declaro, volviendo a poner mis lentes.

- Podríamos cenar y después ver el partido con un par de cervezas. Comienza a las 21h. - Me dice, dando un gran sorbo a su botella.

- Suena bien. Me hace falta una puta despejada...

- Bien, Llevaré los nachos. - Se pone de pie y encamina hacia la puerta, pero se da vuelta con la mano en el picaporte. - Por cierto, jefe... - Levanto mi vista. - ...una de las nuevas, está en mi piso.

- ¿Y, con eso?

- Jodidamente caliente. - Me responde en su castellano sexi.

- Rodrigo... - Lo amonesto.

Si, lo sé.

Tienen razón.

Soy un caradura.

Hace veinte minutos, me cogí a una secretaria de otra empresa.

- Todavía no tuve el placer de conocerla y presentarme porque me encontraba en la planta de sistemas. Los compañeros dicen que es muy bonita y Mel lo afirmó, cuando me envió un mensaje de texto.

- ¿Mel?

- Si. Parece que se cayeron bien y se hicieron amigas...

- Mierda... - Solo digo.

Y Rodrigo ríe, saliendo por la puerta.

Melissa Greidy es una activa mía y de hace muchos años.

Cuando ingresó a trabajar al Holding, tenía apenas diecisiete años.

Rodrigo la tomó bajo sus alas protectoras y le enseño todo.

Convirtiéndola en una persona muy importante en el piso 17.

Incontables veces compartió conmigo y Rodrigo cenas, partidos de televisión o me acompañó con mi amigo en algunas de mis luchas del Círculo.

Rodrigo la adora.

Es confiable y nadie a ciencia cierta sabe en el Holding, de mi profunda amistad con él.

Solo especulaciones y yo la aprecio por su discreción, porque preservo a las pocas personas que mantengo a mi lado.

Lo que es difícil de creer, es como una persona que viene en un envase tan pequeño, guarde tanta dinamita en carácter y personalidad como esta chica.

Sonrío.

- Marcia, ven a mi oficina. - Ordeno por teléfono a mi secretaria.

Me pongo de pie separando las carpetas y dejando únicamente la de TINERCA, sobre mi escritorio.

Marcia entra con su apuro natural y libreta en mano.

Después de dos años trabajando, aún noto en sus pupilas su miedo respetuoso en mí.

Bien.

No pierdo tiempo.

- Necesito que envíes vía fax a España y Francia, la lista con la base de datos de mis nuevos aspirantes. - Le alcanzo las carpetas. - A los departamentos contables y humanos de cada uno. Diles que es importante. Necesito que terminen con los papeleos y los contratos. Más tardar las copias en mi escritorio a final de semana.

- Bien, señor Mon ¿Algo más?

Le hago seña que no, con la mano y que se retire.

Camino en dirección a los grandes ventanales mirando a través de ellos y con mis manos en los bolsillos de mi pantalón, la ciudad industrial desde mi piso 30.

- Vangelis... - Repito en voz alta, lo que mi mente no deja de pensar.

Miro la hora de mi reloj pulsera.

En breve, vendrá Vargas para ponerme al tanto de mi sede T8P Argentina.

Acomodo el desorden de mi mesa, juntando las hojas de TINERCA / INCORPORACIONES para tenerla libre con Manuel.

Pero, mis ojos se detienen en el nombre de la segunda lista al abrirse las hojas.

Dulce.Jesús.

¿Realmente puede ser esto, verdad?

Abro todas las hojas hasta topar con la foto actualizada y la base de datos de mi nueva activa.

Después de leerla completamente y rozar con mi índice la foto, mi cerebro solo repite algo por enésima vez.

Vangelis Helena Coppola.

Y me dejo caer, pesadamente sobre mi sillón.

Esto, es jodidamente malo.

Yo.

¿Su jefe?

Ella, no puede trabajar aquí.

No.

No debe hacerlo.

Y me levanto, precipitadamente en dirección a la puerta.

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