CAPITULO 38
YO
Salgo de la cafetería, casi llevándome puesta a la pobre mesera.
Abro la puerta del local con Herónimo detrás mío y saludando con una mano a Collins que nos espera apoyado en el coche, mirándonos sorprendido.
- ¡No hemos terminado, rayo! - Me dice, frenando mi paso en plena vía pública.
Mi cabeza se sacude hacia él.
Estaba enojada.
Ok.
Él no se sentía tierno, tampoco.
- Está todo dicho para mí, Mon. - Respondo, intentando caminar a mi departamento.
Pero me lo impide y lo miro.
No había nada más sexy que su ceño fruncido con su mirada profunda, egocéntrica y concentrada.
- Amanda no significa nada para mí, Van... - Levanta ambos brazos al aire resignado, para luego en su cintura mirando el piso.
Y suspira.
- Es mi error ¿si? Pero estaba solo y con cogidas casuales de mujeres... - Si será pendejo. - ...cuando te dije que no estuve con ella en cuatro años, es verdad. No hubo sexo, solo mamadas ocasiona...
Y cierro mis ojos levantando mi mano, interrumpiéndolo.
- Ahórrate los detalles...
Resopla triste.
- ¿La volví a cagar, no es cierto?
- No sabes, cuanto...
Farfulla por lo bajo y después, mira la calle.
- Tu departamento queda a pocas cuadras, te acompañaré... - Dice poniéndose a la par mía a caminar.
- No hace falta, yo...
- Dije que era un café y tu casa, Vangelis. - Me recuerda y advierte haciendo señas a Collins, poniéndose los lentes de sol.
Y este asiente, siguiéndonos con unos metros de distancia.
Lo miro por un hombro como camina pasos atrás.
- ¿No te cansas? - Le pregunto abrazando más la botella de agua contra mi pecho y volviendo mi mirada al frente.
La mañana es soleada y cálida, invita a caminar y pasear.
- ¿De Collins? - Lo señala con su barbilla, mientras lo hace a mi lado y con las manos en los bolsillos de sus jeans.
- Sip. Y de todo lo que eres en realidad. - Digo. - Estás vestido así, por la prensa ¿no? - Le indico su gorra, lentes oscuros y camisa.
Se sonríe.
- Me gusta la ropa informal, nena...aunque el 90% de las veces lo haga de traje. - Hace una mueca con esos endemoniados labios cincelados y llenos que tiene. - Pero, sí...prefiero pasar desapercibido. - Me explica. - Los paparazzis y el periodismo, aunque los mantengo alejados y bajo control, están siempre al acecho. Sin olvidar los bichos raros como los secuestradores y algunos enfermos... - Continúa. - ...a parte que odio la aglomeración. No soy precisamente bueno en lo que se refiere a las relaciones públicas, donde abundan las personas. - Finaliza.
- ¿No te gusta estar en sociedad? ¿Relacionarte con mucha gente? - Le pregunto, recordando leerlo en varios reportajes de revistas o blogs sobre eso.
Me mira de reojo con su media sonrisa de lado, sin dejar de caminar a mi lado.
- ¿Acaso, te gustaría que corra sangre por llevarme a un lugar así? - Es su respuesta.
Y no lo puedo evitar.
Esta conversación casual y sincera por parte de él, sin su escudo huraño, déspota y de jefe de los jefes, me da placer y risa.
Muerdo mi labio para no hacerlo, pero me es imposible y río a carcajadas por su sinceridad, mezcla de inocencia y de mal humor con la que me mira y lo dice.
- ¡Por eso la gente piensa que eres inmortal! - Exclamo entre risas y Herónimo sonríe, meneando su cabeza divertido por lo que digo y acomodando mejor sus lentes de sol en el puente de su perfecta nariz.
Puto tic hermoso.
- ¡Eres como una maldita leyenda viviente, de lo que es el poderoso Herónimo! - Mi turno de explicar. - Y lo genera tu apellido mundialmente ¿lo entiendes? ¡Eres el rey de acero! - Exclamo y lo señalo.
HERÓNIMO
Vangelis lo dice sin poder creerlo y por un momento, olvida su enfado.
Sus ojitos brillan al mirarme extasiada y divertida, tratando de hacerme entender algo que yo sé, muy bien quien soy.
Su ingenuidad me divierte y me llega a lo más profundo de mí.
- El jefe de los jefes... - Susurra.
- Así es, nena y no tengo tiempo de olvidarlo. - Miro mi reloj pulsera. - Como ahora que, en hora y media tengo una reunión en el Holding... - Se detiene de golpe mirándome con frustración, quedando unos pasos detrás mío.
- ¡Pero es domingo! - Chilla.
¿Me está reprendiendo?
¿A mí?
Bonita...
YO
- Lo sé, nena... - Cierta matiz de amargura, brota de su grave voz ante mi reproche.
Él no tiene una familia.
Recuerdo haber escuchado algo de su madre y que vive fuera de la ciudad en una quinta.
Su padre murió, cuando era un adolescente y no sé el motivo.
Solo lo leí alguna vez en un informe comercial de la facultad.
Tiene a Rodo que es como su hermano y en cierta manera a Mel.
Como también sé, que alguna vez formó una por estar casado, pero el fracaso de su matrimonio parece palabra tabú para él, como hablar de ello.
¿Por qué?
Y la furia que tengo con él, es envuelta por un manto de tristeza.
Provocando que tenga unas ganas locas de abrazarlo y decirle que estoy para él.
Que nunca me iría de su lado y que todo va estar bien.
Si seré, idiota...
- Deberías tomarte los domingos Herónimo, como la gente normal... - Me consuelo por no poder darle mi abrazo y se lo digo pensativa.
Suelta una risa tan alegre y echando su cabeza hacia atrás, sorprendiendo a Collins y a mí.
Jodido Dios, cuando ríe con tanta sinceridad.
Y mostrando esos dientes y ese canino ligeramente inclinado como gastado, tan perfecto y hermoso.
Que muchos peatones.
Sobre todo, las mujeres.
Se dan vuelta para mirarlo al cruzarnos en la vía pública, comiéndolo con sus miradas y devolviéndoles sonrisas seductoras.
Suspiro.
Lo sé, gremio.
Es realmente hermoso este hombre de genética patea culos y como espécimen masculino.
- ¿No recuerdas? Yo soy el jefe de los jefes, y no soy mortal, rayo. - Me responde aún, sonriendo y sin darle importancia a la platea femenina, que se lo queda mirando a medida que caminamos.
Porque, solo me mira a mí.
No te derritas, corazón mío.
- Sip, lo eres. - Con mi pulgar señalo la gente detrás nuestro y que nos cruzamos momentos atrás. - Pero mira lo que provocas, cuando eres un simple Herónimo, caminando y riendo. Y te olvidas por un momento que eres el señor oscuro y el multimillonario empresario, dueño de las T8P. - Solo respondo, reanudando mi caminata con él.
Y ahora es él, que se detiene ladeando su cabeza y mirándome fijo, quedando unos pasos detrás.
Llegaremos a mi casa mañana, si seguimos así.
- ¿Tú, me ves como un simple Herónimo, rayo?
Carajo.
¿Qué fue eso?
¿Una pregunta o un ruego?
Me doy vuelta a él, encogiéndome de hombros.
Mi mirada recorre su enorme cuerpo.
- Yo solo veo a un simple hombre de jeans, zapatillas y con camisa a cuadros. - Le contesto sincera. - Que le gusta el exceso de café negro, las galletas con chispa de chocolates e hizo una gran carrera e imperio... - Y que amo.
Hago una pausa con un suspiro.
- ...y que necesita tener los domingos libres, porque él es una persona normal... - Finalizo.
HERÓNIMO
Carajo.
Y algo se remueve en mí, con sus palabras.
¿Por qué, dicen?
Ya que cada palabra que me dijo, las siento jodidamente sinceras.
Y una sensación nueva como profunda me llena y es como si algo en mi pecho que no sabía que existía, se colma de ella.
Del lado del corazón.
De mi puto corazón que se mantenía bajo llave como una puerta, pero que abriéndose una ventana.
Y cuando estalló con esa risa de alegría por mi dicho, me recordó a ese día en la playa.
Tan bonita con ese horrible vestido de estampas de mi abuelita, para tapar con su alegría esa fecha de mierda para mí.
Diablos.
Estoy perdido.
No vayas por ese lado Mon, me repito.
Tienes que dejarla ir ahora.
Pero, sacudo mi cabeza.
No.
No puedo.
Quiero decirle y que sienta el fanatismo que provoca en mí.
Quiero que entienda que mi mundo lo volvió de cabeza con su presencia y eso me gusta, porque todo tiene un puto significado ahora, gracias a ella y que daría todo lo que tengo y más, por la tranquilidad y paz que me proporciona con su presencia.
Y a mis demonios.
Rebobina, Mon.
¿Darías todo y más?
¿Y eso, de dónde mierda salió?
No.
Y NO.
Cristo...
Esto se sale de control.
De mi total control.
Se detiene frente a la entrada de su edificio y frunzo mi ceño al notar que no hay seguridad.
Mierda.
Repaso mentalmente los documentos y carpetas que husmee hoy temprano, sobre la mesa de mi despacho del Pen.
Y no recuerdo haber visto el informe que le pedí a Grands del propietario de este condominio.
Porque, esto tiene que ser mío.
Por la seguridad de Vangelis y mi propia tranquilidad.
YO
Me detengo sobre la gran puerta de la entrada principal de mi edificio.
Herónimo a unos pasos, me mira pensativo.
Muy pensativo y mordiendo su labio superior.
Su tic de preocupación.
Dios, con la cabeza de este hombre que nunca descansa.
- Yo, debo entrar... - Digo mirando como Collins, que termina de estacionar el coche bajando de él.
Lo saludo nuevamente con mi mano y me lo devuelve con una sonrisa.
Un momento.
¿Collins, me sonrió?
¿A mí?
Guau.
- Gracias, por el desayuno. - Murmuro.
Herónimo sonríe.
- De nada, rayo de sol.
Abro la puerta con mi llave y señalando con mi índice hacia arriba.
- No sé, si Mel está todavía, pero yo debo ir a la casa de mi hermana... - Justifico mi rápida entrada.
Asiente como si nada, para luego focalizar al escucharme bien.
- ¿Qué? - Gruñe al escuchar esto último mío y sacándose los lentes de sol.
Se acerca a mí.
- ¿Te vas a lo de tu hermana?
Miro a un costado ingenua y luego a él.
- Sip.
Bufa.
- Nena...este hombre que vimos recién en el parque, es un hombre peligroso. Una persona que salió en libertad condicional después de casi 18 años de cumplir su condena en la cárcel. - Me dice preocupado. - Vino por mí y ese encuentro contigo, no fue casualidad Vangelis. Está al acecho de lastimarme con lo que me importa...
¿Eh?
¿Yo soy importante para él?
- ¿Ese tal Gaspar?
Pasa su mano por su rostro.
- No lo nombres rayo, por favor... - Murmura entredientes y como si escucharlo, lo quemara vivo.
- Ok. - Solo digo.
- No vayas, Vangelis...
¿Qué?
¿Acaso, está loco?
No me puede prohibir nada.
- Herónimo soy una adulta, puedo cuidarme sola y...
- ¿Me obedecerás alguna puta vez? Dame unos días, que lo solucione con mi abogad...
- ¡No! - Lo interrumpo, metiéndome en el interior del hall y camino hacia el ascensor apretando con furia el botón de llamado.
- ¡Rayo! - Su voz retumba en el interior y blanqueo mis ojos al sentirlo detrás mío.
Me giro.
- ¡Que! - Le gruño a lo muy Mon.
Sin sus lentes de sol, me estrecha sus ojos dudosos por mi imitación.
Pero juro que me salió sincero esa ira y para nada desde lo gracioso.
- No lo hagas ¡Estás en peligro, joder!
- ¿Por qué, es peligroso? ¿Qué hizo, Herónimo? - Pregunto y a la mierda sus reglas, necesito saber.
Calla de golpe y su cuerpo se tensa.
Abre la boca para decir algo, pero luego la cierra.
Al igual que sus ojos bajando como su barbilla al piso, negándomelo con frustración.
- Regla 1, Vangelis...no preguntar por el pasado. - Me dice.
Y río, de mala gana.
- Esta bien. No te voy a obligar Herónimo. Pero ten en cuenta que tus reglas...son mis reglas. - Le recuerdo. - Voy a visitar mi hermana. - Le advierto y lo detengo, con una mano en alto frente suyo. - No me puedes detener. Regla número 2, no esperar nada del presente...
- ¿Qué?
- ¡Que voy! Así que aleja tu obseso control de mí, Mon. - Se lo aclaro. - Consíguete un instructor de yoga, de Reiki o de la mierda que sea para que te enseñe a relajarte...porque lo haré a mi manera. - Chillo, apretando varias veces el botón de llamado y puto ascensor que no baja.
Su media sonrisa se dibuja en su rostro.
- Nena, esa boca... - Me riñe suave y divertido.
Miro el techo.
Señor querido con esa naturaleza inestable y volátil de carácter que tiene, que me exaspera y tanto me gusta.
Apoya toda su espalda sobre la pared del ascensor, al lado mío y cruzando sus brazos detrás de su cabeza de forma relajada, mientras espero histérica la llegada del ascensor.
Ladea su cabeza soplando un rulo de su frente, que tapa su visión y vive enamorado de su frente.
Mierda, quisiera ser ese rulo.
Está en modo negociación ternura, el muy cabrón.
Me pongo más derecha a su lado, concentrada en los números del display que van descendiendo y sin mirarlo.
Porque si lo hago, estoy perdida.
Y mis piernas flaquean por sentirlo tan cerca y con su mirada monocromática llena en mí.
- Deja al menos que te lleve Grands, nena... - Me dice, cuando el bip anuncia planta baja. - Por favor...
- No Herónimo. - Me introduzco y pone una mano para que no cierre.
Carajo, cruzo mis brazos y golpeo con un pie el piso frustrada.
- Dime que sí, Van. - No es una orden, es una advertencia.
Y arrugo mi nariz desafiante.
- No va a pasar. - Digo.
- Esta bien.
¿Eh?
- Bueno. - Digo.
- Genial...
- Bien. - Acoto indecisa.
¿Entonces, la decisión es suya o mía?
Y le estrecho mis ojos por ser un come mierda embaucador.
Entra al ascensor, apretando el botón de stop.
Y me atrae a él con un brazo y pegando mi cuerpo contra el suyo con fuerza, pero con cariño.
Jadeo un grito.
Porque su rostro está a centímetro del mío, mirándome largamente y su aliento a menta y café, me colma.
No lo puedo evitar y mis brazos, involuntariamente rodean su cuello.
No sé si son segundos, minutos u horas, pero nuestros ojos no se abandonan.
La punta de su nariz roza la mía con ternura.
- ¿Qué haces que me puedes, rayo? - Solo sale de sus labios casi tocando los míos y a un respiro de besarnos.
A acariciarse y mimarse con nuestras respiraciones contenidas.
Pero una tos discreta nos interrumpe y ambos suspiramos bajo por eso largamente.
Y apoya su frente en la mía, mirándome a través de sus negras pestañas.
- Mía... - Me susurra en voz muy baja y con dulzura para que solo yo lo escuche.
Dulce Jesús.
¿Qué fue, todo esto?
¿Si Collins no nos interrumpía, Herónimo iba a besarme?
Y muerdo mis labios para no sonreír como una estúpida colegiala a la espera de su primer beso.
Hero se endereza, girando a él.
- ¿Si, Collins? - Vuelve a ser el gélido y frío señor oscuro.
- Disculpe señor Mon, pero está a una hora de reunión en el Holding con gente de Alemania, para cerrar la venta del AC/INOX. al Cr-Mn. - Dice alcanzándole sus lentes de ver.
Y Herónimo maldice en voz baja.
Y yo suelto una risita.
Él levanta su vista hacia mí.
- ¿Eres un auténtico dolor de cabeza, lo sabes, verdad? - Me dice poniéndose esos condenados Trenty de marco negro sexys. - Mi autentico dolor de cabeza... - Aclara dulce, besando mi frente con ternura.
- ¿Herónimo? - Lo llamo al verlo salir del interior del ascensor y antes de que se cierren las puertas.
- ¿Si, rayo? - Contesta con ambas manos en los bolsillos de su pantalón, parado frente mío y ya del otro lado.
- ¿De qué color tienes los ojos? - Le pregunto, volviendo a mi dilema que lo divierte.
Se sonríe.
- Amarillos, amor... - Responde, cuando las puertas se cierran y dejándome su última imagen.
Una, negando con su cabeza sonriendo y un Collins tosiendo para tapar su risa.
Bastardo, había hecho un juego de esto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top