CAPITULO 29


YO

Estiro lo más que puedo con la mano libre del volante, la minifalda de jeans que llevo puesta sentada en el asiento del conductor de mi auto y a la espera del semáforo en verde.

Mientras me pregunto por décima octava vez.

Si fue buena idea ser convencida por Mel a que revise mi ropero y eligiera por mí, esta falda tan angosta y una blusa por demás, escotada adelante en color negra.

Después de un delivery de pizzas como cena.

Sobredosis de Bon Jovi escuchando.

Y con un par de botellas de cervezas tras tomarlas a modo micrófono, cantando y bailando como adolescentes neuróticas. 

Estábamos listas y en ritmo en mi departamento para maquillarnos, vestirnos y dirigirnos con mi chachita a la lucha libre de Herónimo.

- ¿Cálmate, quieres? - Su voz en el asiento del acompañante, me hace mirar a ella. - Dobla a la derecha en la próxima... - Me indica.

- ¡Qué! - Farfullo asiendo caso y poniendo el giro para doblar.

- ¡Tú, chica! - Exclama. - Estás hermosa, deja esa falda en paz. A Herónimo le dará su famosa angina de pecho, cuando te vea desde el ring así. - Ríe a carcajadas, echando su cuerpo hacia atrás. - Compadezco como se llame Kids, no sé qué... - Me mira. - ...su oponente esta noche, porque va ser una pelea ganada...

Ruedo mis ojos mientras nos internamos en una zona semi urbana que no conocía y que da a una salida a la autopista.

Mel me dice que ingrese a ella, por la zona oeste y me detengo en un cruce de un ferrocarril a la espera de mi turno.

- ¿Perdió, alguna vez? – Pregunto, mientras observo como termina de bajar la barrera mecánica anunciando la llegada del tren.

- Solo una vez. Era muy joven y Rodo me contó, ya que nos lo conocía en esa época. Fue cuando ellos se hicieron amigos en la universidad y Rodrigo empezó a acompañarlo en esto...Herónimo hacía unos años que ya lo practicaba con otro amigo, en lugares clandestinos... - Reacomoda su bonita camisa roja que lleva puesta, bajo el cinturón de seguridad. - ...él es muy bueno en ello Van...debes verlo en acción...

Resoplo poco convencida, volviendo mi vista al frente por el sonido de las campanadas que da el tren, que pasa por frente nuestro.

- No lo sé, Mel...detesto los deportes violentos. Y si eso lo acompaña la sangre, mucho peor...

Aunque, debo admitir.

Que saber la vida misteriosa del señor oscuro, me atrae como un abismo por más que sigo dudando de mi presencia.

Las luces de los faros de los autos detrás mío, encandilan mi visión desde el espejo retrovisor.

Lo muevo un poco, mientras prosigo.

- ¿Qué, es el Círculo? ¿Y por qué, lo hace? ¿Su vida no es bastante complicada ya? - La miro curiosa.

Se retoca su labial rojo y sale un intangible si, con un encogimiento de hombros.

- Si, lo es...pero la lucha para él es importante... - Suspira. - ...el deporte del boxeo tipo king boxing, es una disciplina de autodefensa y control. Y lo practica de adolescente. Gracias a ello, Herónimo y Rodo se conocieron ¿Lo sabías?

Niego circulando nuevamente mi auto, ante la barrera levantada dándonos paso.

- Herónimo salvó a Rodrigo de una paliza de los mil demonios, que le iban a dar una patota de rufianes...

- ¿Herónimo solo? - Pregunto, con sorpresa.

Mel me muestra, cuatro de los dedos de una mano.

- Eran cuatro contra él. Y le dio a cada uno, la zurradas de sus vidas. - Me cuenta enérgica con ademanes de sus brazos golpeando, como si hubiera sido testigo y provocando que sonría. - Según Rodo, dos terminaron internados con quebraduras de brazo y tabique... - Finaliza.

Santa.Mierda.

¿No será mucho?

- Guau... - Solo sale de mí, seguido a un escalofrío ya sin risa.

Mel me señala que doble en la próxima entrada y como si nada, continúa.

- Nahh...fueron un par de días de hospital. Eran una banda problemática en la universidad, abusando de su poder entre los estudiantes. Merecían esa buena paliza y se ganaron el respeto de Herónimo, después de ello. Y si no fuera por eso, Rodrigo ni Herónimo se hubieran hecho amigos Van... - Vuelve suspirar. - ...ellos estaban muy solos Vangelis, sobre todo nuestro sexi jefe. Rodrigo era popular, pero carecía de una amistad verdadera a meses llegado de Argentina con su madre, hermano menor y hermanita, para radicarse aquí. Y Herónimo era un nerds o ratón de biblioteca, introvertido y de un carácter gélido en la universidad. Ambos congeniaron, llámalo intervención divina, forjando una amistad entrañable y de lazo muy fuerte...prácticamente, crecieron juntos... - Abre un paquete de chicles y me ofrece uno.

Niego.

Se mete uno en la boca mientras me quedo pensativa.

Si, eso era verdad, ellos son inseparables.

Se nota a la legua ese amor, que se profetizan ambos de amistad incondicional.

Se lo podría comparar hasta más que la de hermanos.

Ellos se llevan bien y se quieren.

Y la forma de demostrarlo por ambas partes, era tomándose el pelo e insultándose el uno con el otro con bromas.

Herónimo Mon es conocido por su poder multinacional empresarial.

El mega y cuestionado hombre, dueño absoluto del acero.

El que en revistas y periódicos como la Commers, lo catalogan como el hombre más influyente, en los últimos tiempos.

El ególatra jefe de los jefes, asediados por los paparazzis y la prensa.

Mujeriego y dueño de las multinacional T8P.

Y verlo interactuar con otras personas, como un simple mortal.

Una persona normal.

Ese aspecto de Herónimo.

Me encantó.

Y pese a que él irradia autoridad y esa seguridad en sí mismo, que jamás había visto en otra persona por cada maldito y sexi poro que lo compone.

Él que parece un hermano mayor, casi paternal diría yo y protector.

Es el carismático y alegre Rodrigo.

Como el que quiere evitar o proteger a su amigo de sufrimientos.

Raro.

<< Él, es especial... >>

Me dijo una vez Mel.

- ¿Qué, es el Círculo? - Pregunto recordando.

- El Círculo se llama al club de lucha donde pelea Herónimo. Los socios, luchadores y público que van y lo componen... - Me explica. - ...que a su vez son los Chacales, los Dingos y los Latrans.

Ok.

No entendí nada.

- ¿Socios? - Pregunto, sin dejar de conducir.

- Se le dice así, porque es un círculo muy cerrado. - Me explica. - Muy pocos pueden ingresar. Tienes que ser socio Van ¿entiendes? - Prosigue. - Antes, cuando Herónimo ingresaba a las luchas clandestinas en su juventud, eran del tipo universitarias. Citadas en horarios y lugares que avisaban a través de mensajes móviles a una hora previa de anticipación, por las posibles infiltraciones de la policía. En una de esas, había un hombre como parte del público y al verlo a Herónimo, le ofreció hacerlo a lo grande... - Me mira fijamente. - ...en un club privado. Donde las apuestas en una noche, superan el millón cariño... - Joder. - ...la gente que lo compone, los Chacales. Son del target de él, gente poderosa y adinerada. Estas luchas se producen por lo general, una vez al mes... - Sus ojos están en mí. - ...y créeme...cuando Herónimo asiste a una, las localidades se agotan y las apuestas colapsan...

- Pero Herónimo, no necesita de todo ese dinero...

Dulce Jesús.

Si las T8P deben generar por hora, más de seis ceros.

- No. No lo necesita. Esto para él es un vuelto, tienes razón. - Aclara. - Él lo hace, porque lo necesita Van...

Frenamos frente a un gran predio, que corta nuestra interesante charla.

En algún momento la construcción que tengo en frente, iluminada solamente por la gran luna llena y pocas farolas, debe haber sido antes una enorme fábrica industrial. 

Aunque para nada este edificio de unos siete pisos que ocupa una manzana, está deteriorada.

La soledad y lo inhóspito, lo rodea. 

Cruzamos a una velocidad lenta lo que sería un gran estacionamiento al aire libre llegando a una gran entrada, que en el pasado debe haber sido la salida de camiones en el lateral.

Un hombre corpulento, con casi el doble del tamaño de Collins.

Afroamericano.

Calvo y con traje de vestir negro, nos detiene.

Mira mi coche despectivamente haciendo una mueca negativa con sus gruesos labios y bajando un poco los lentes de sol que lleva puesto, para verme mejor.

Sip.

Lo que leyeron.

Lentes de sol en plena noche.

Intimidante.

Y carajo.

Sostengo mis rodillas con mi mano libre que tiemblan ante su presencia, cuando se inclina por mi ventanilla.

Y bajo su vidrio con mi mejor sonrisa falsa.

¿Pero qué, mierda estás haciendo aquí, Vangelis?

Me pregunto mentalmente.

- ¿Estás perdida, princesa? - Su gruesa voz retumba en el silencio de la noche e interior de mi coche, terroríficamente. - Será mejor que pegues la vuelta por donde viniste en tu auto de juguete de Barbie Malibú, lindura... - Finaliza.

¿Pero qué mierda les pasa a los hombres, con mi Mini Cooper modelo 75?

Un Jeep último modelo en color negro se detiene detrás nuestro, mientras Mel se tira sobre mí, para que el fortachón de traje negro la vea.

- ¡Hey, Pulgarcito! - Le dice y la miro, totalmente encima mío.

¿Jodéme, le dicen así?

Ríe.

- Yo no le hablaría así, a la mujer de HRNM... - Solo es su respuesta y yo, le blanqueo mis ojos mientras a manotazos desesperada, la saco de mí con su risa de por medio.

- ¡Que no lo soy! - Le grito, empujándola contra su asiento.

El gigante Pulgarcito aún inclinado sobre mi ventanilla al escuchar eso, solo me inspecciona de arriba abajo unos segundos.

Y nota algo que no sé qué, es.

- Sí. Si lo eres, princesa... - Su voz gruesa dice al fin y se acopla a la puerta del coche detrás nuestro abriendo como cerrándose.

Miro por el espejo retrovisor.

Alguien baja del Jeep negro.

Y mierda.

Porque ahora reconozco ese coche.

- Excelente... - Solo digo al ver acercarse al hombre del Jeep, hacia nosotros.

Grands saluda al gigante de mi ventanilla con el típico saludo de los hombres, chocando los hombros y golpes de puño.

- Pulgarcito. - Solo dice, mirándome.

- Poli... - Saluda éste mostrando con su sonrisa, su blanca dentadura y un diente de oro entre ellos.

¿Dijo, poli?

¿A caso, Grands es policía?

- ¿La princesa del acero? - Pregunta el moreno Pulgarcito, cabeceando en mi dirección.

- Primera dama, amigo... - Le corrige el otro.

¿Eh?

Y joder.

Dejo caer mi frente, contra el volante resignada.

¿Pero de qué corno, están hablando estos hombres?

Porque se dirigen a mí, como si yo no estuviera frente suyo.

Grands se inclina, con las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir.

- Señorita Coppola, ingrese y estacione al final. La señorita Mel sabe dónde están ubicados los estacionamientos vip, del señor Mon... - Me señala la rampa, que desciende frente mío.

Pongo primera obedeciendo, pero le estrecho los ojos.

Sip.

Últimamente se me da lo valiente y kamikaze, entre hombres de miedo y de dudoso perfil laboral.

- ¿Tú, me escoltaste hoy en la tarde hasta mi departamento, no?

Se endereza.

- Sí, señora. - Responde.

- Y nos estuviste... - Hago un ademán al aire con dedo. - ¿Vigilando hasta que salimos, para aquí?

Tose con un puño en la boca, irguiéndose más.

- Sí, madame...

- ¿Y siguiéndonos, ahora también?

Afirma con su cabeza.

Miro a Mel sin poder creer lo imposible que estoy empezando a descubrir, que es Herónimo Mon con lo poseso y su puto control.

- ¿No es genial? - Festeja, abriendo los brazos divertida.

Ella lo supo todo el tiempo.

Me reacomodo en mi asiento de mala gana, mascullando por lo bajo cosas desagradables del señor Mon, familia y antepasados, haciendo que Pulgarcito ría a carcajadas sosteniendo su prominente abdomen por ello.

- Genial... - Digo, con mi peor voz de mierda. - ...tengo 23 años y resulta que tengo niñero y no me enteré...

Pulgarcito ríe más por ello, mientras me abre la barrera amarilla con sus propias manos para que ingresemos.

Y notando que Grands se pone colorado por mi dicho, frotando su nuca.

Y mierda, porque me roba una sonrisa.

- Me gustas, chica... - Me dice el fortachón al pasar por su lado con mi coche y señalando con su índice hacia mí una y otra vez en el aire, provocando que sus pulseras y cadenas de oro suenen entre sí.

Y no me aguanto.

También le sonrío.

Porque me cae bien el hombre gigante.

Me estaciono marcha atrás una vez dentro donde me indica Mel siendo el único vacío, entre un Jaguar deportivo rojo que me indica Mel que es el de Rodo y la Bugatti Veyron de Herónimo.

Ruedo mis ojos.

Los hombres y sus juguetes...

Y estos.

No se andan con chiquitas.

El estacionamiento está casi completo.

Todo por coches ostentosos y poderosos.

Miro mi chachita entre el deportivo de Rodo y el de Herónimo, con un grupo de Ferrari que están en la fila de en frente.

Jesús.

Juraría que la miran como animales salvajes y tuvieran vida propia.

Provocando que piense, que apenas ingrese al ascensor, atacarán y destrozarán a mi pobre coche.

Y suelto una risa por mi pensamiento absurdo, tomándome de un brazo de Mel mientras nos encaminamos al ascensor y nos introducimos en su interior.

Y SANTA.MIERDA.

¿Por qué?

Por lo que mis ojos ven, cuando sus puertas se abren en el cuarto piso.

El piso de la lucha libre...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top