CAPITULO 28
YO
Me encantaría reírme ante la postura con la que Herónimo, me está mirando en este momento.
Sus manos cuelgan en ambos lados de la toalla que ahora rodea su cuello, mirándome inquisidoramente y con uno de sus pies, descansando con todo su peso en él.
Pero, nop.
Mejor no lo hago.
Creo, que sería mala idea.
Y me trago mi risa, porque irme lo tomó de sorpresa y me parece que el jefe odia las malditas sorpresa.
Más, cuando lo involucra mantener el control en algo.
Y ese algo, ahora soy yo.
Gira solamente su cuello.
- ¡Marcello! - Ordena seco y con una mueca en los labios.
- Señor. - Este se acerca.
- Café. Que sea grande y negro... - Dice aceptando los lentes que le alcanza Collins, mientras se los acomoda mirándome.
Lo miro curiosa.
¿Café?
¿Y a esta hora?
- Bien, señor Mon ¿Algo más?
Herónimo niega y Marcello se aleja.
- ¿Vas a tu departamento? - Me dice agriamente.
Señor...
Miro a Mel.
- ¿Trajiste para cambiarte de ropa? - Le pregunto.
- Mi bolso está en la sala... - Me responde, mordiendo su labio para ocultar su risa.
Y la miro raro.
¿Qué diablos le parecerá tan gracioso, un Herónimo de mal genio?
- Si... - Le respondo, volviendo a él.
Y sin más se gira sobre sus talones, para dirigirse a la salida del gimnasio.
Sin mirar atrás.
- Bien. Me ducho y yo las llevaré... - Al fin, gruñe sin voltear.
¿Eh?
Miro a Rodo y a Mel para que hagan algo por esto.
Y estos se miran al mismo tiempo.
¿Su respuesta?
Sonrisas.
Carajo...
- No hace falta ¿Traje mi coche, recuerdas? - Digo.
Sin dejar de caminar y no mirarme, dice.
- ¿Ese tronco móvil?
Bastardo.
Y una risita, lo supera a Rodrigo.
Lo sigo cruzada de brazos y tras mío, Rodo y Mel.
Y a la mierda con el protocolo de una fémina.
- No, tú te quedas... - Digo, buscando mi cartera de la barra de la cocina.
Que se joda.
Se detiene en los pies de las escaleras.
Y se gira hacia mí.
Mierda. Mierda y mierda.
- ¿Perdón? - Murmura, masticando la palabra.
No se ilusionen.
No me pide disculpas.
Es su sarcasmo exasperante.
Me encojo de hombros, indiferente a su cara hermosa y furiosa.
- Mi coche está perfecto, Herónimo ¿Te traje, no? - Me arquea su ceja.
Hago una seña de insuficiencia en el aire, hacia él.
- ¿Y tú, ya deberías supongo, prepararte para la pelea de esta noche? - Miro a Collins y Rodo buscando su aprobación.
Y ellos, asienten.
- Señor Mon - Interrumpe Collins, aclarando su garganta y mirando su reloj. - Van a ser las 19h. Usted debería estar alistándose para ir al Círculo. - Tose.
¿Círculo?
¿Qué, es eso?
Memo.
Preguntar a Mel más tarde.
- No. Yo, las llevo... - Dice entredientes, sin hacer caso a Collins y caminando hasta donde estoy.
- No va a pasar Herónimo, te veré en la lucha... - Y la última palabra, se pierde con mi voz.
Mierda, porque no quería ir.
¿Para ver como lo golpean?
No, gracias.
- Amigo, ella tiene razón. Debes estar en el Círculo temprano y lo sabes... - Rodrigo interfiere y lo toma de un brazo, para que focalice en él.
- ...lo necesitas Hero, recuérdalo...
¿Él, lo necesita?
¿Jodidamente, que me estoy perdiendo?
Y pellizca el puente de su nariz, cerrando esos ojos raritos que tiene.
- Joder con ustedes. Denme dos minutos con Vangelis... – Gruñe, endureciendo su voz.
Y como una orden que es, Marcello se pierde en el segundo piso.
Collins en la oficina.
Y Rodrigo le dice algo en el oído a Mel mientras como si nada, se dirige a la cocina para abrir el gran refrigerador y sacar el pan lacteado, jamón y aderezo para preparase algo.
- Te espero en tu coche, nena. - Me dice Mel tomando su bolso del sillón y saliendo por la puerta de entrada, cual Grands la espera.
Cuando la puerta se cierra tras mi amiga, Herónimo pasa nerviosamente sus manos por su cara.
Tomando una profunda respiración, para luego mirarme.
- ¿Dijiste, que vendrás a la pelea? - Pregunta.
Aparto los ojos de él revisando los diseños super importantes de su fino piso de porcelanato italiano que compone la sala.
Eso antes que mirarlo con mi baba cayendo, de lo caliente que se ve después de entrenar y con solo esos viejos pantalones de deporte colgando.
Como también a responder a su pregunta.
Porque, todavía dudo por ello.
No quiero sufrir si lo lastiman.
¿Por qué, quiere vaya?
- Van... - Su tono me llama y levanta mi barbilla, para que lo mire.
Jesús.
¿Por qué, lo hiciste tan hermoso?
Su glacial mirada es un hielo negro.
Duro y poseso como su mano que sostiene, pero con suavidad mi rostro.
Es tan sexy que te da miedito.
Como una escena de la película Atracción Fatal.
Pero sin lo espeluznante y ese pobre conejito en la olla hirviendo.
- No lo sé, Herónimo... - Titubeo. - ...no me gustan las peleas y odiaría ver que te lastimen... - Murmuro.
Me mira largamente y luego suspira.
Dios.
Qué bonito es su suspiro.
- Te prometo que no lo harán... - Acaricia mi labio inferior con su pulgar con cariño.
Dudo.
- ¿Cómo, lo sabes?
Se sonríe feliz.
- Porque, no permitiría nunca que sufras, rayo... - Me susurra bajito.
Cruzo mis brazos.
Re mierda con su tono de voz dulce y en la forma que me mira.
Porque me puede.
- ¿Esto hacen las féminas? ¿Decir, si y obedecer? - Pregunto curiosa.
- Usualmente... - Sus labios se elevan más hacia arriba. - Pero dudo que contigo nena lo lleve a cabo el 100% de las veces...
Y miro hacia un lado, intentando inútilmente no sonreír.
- Ok... - Digo a regañadientes convencida.
- ¿Vendrás?
Resoplo porque, ni yo me la creo, que terminé aceptando.
- Sip. - Lo miro. - ¿Me dejaras elegir alguna vez?
- A veces lo haré... - Se encoje de hombros y me dice con su sonrisa de lado soberbia. - ...según la biblia, tengo que dar para recibir y toda esa mierda ¿no?
Y suelto una risita, mientras besa mi frente antes de llamar a Collins.
- Señor... - Aparece de la nada al escuchar su nombre.
Sorprendente.
- Que Grands acompañe y siga en su auto a Vangelis, desde su... - Farfulla por lo bajo. - ...coche... - Arruga su ceño. -...no confío en esa cosa...
Le ruedo mis ojos y él me regala esa devastadora sonrisa lejos ya, de todo enojo.
Y para mi placer.
Ese condenado canino ligeramente inclinado y más gastado que su gemelo.
Cabrón.
Reanuda su caminata a las escaleras, pero se detiene en la base de las mismas para mirarme con un dedo apuntándome.
- Eso...o te llevo Coppola... - Fulmina.
Cruzo mi cuerpo mi cartera de mala gana a punto de decir algo, pero Rodrigo con un ademán silencioso me dice que no lo haga atragantado con su sándwich.
Y respiro hondo.
- Ok... - Solo largo, aceptando.
Y no sé, por qué.
Siento que Rodrigo como Collins, relajan los hombros por no hacerle la contra.
¿Acaso, evité la tercera guerra mundial?
Muerdo mi labio para no reír.
- Bien. - Finaliza al notar que acepto con ese tono tan suyo de manda más, reanudando las escaleras.
Cretino hermoso...
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