CAPITULO 26


HERÓNIMO
Dos minutos más, me repito.
Carajo.
Sentado en los pies de mi cama, mientras veo a Vangelis dormida y abrazada a un libro contra su pecho.
La flecha negra, de Robert Louis Stebenson.
La casa Lancaster contra los York.
Excelente literatura inglesa.
Y suspiro suave, mirando mis manos entrelazadas sobre mi regazo.
Perdón, nena...
Yo no debí perderme así.
Soy un imbécil.
Si tan solo pudiera hablar de ello y contarte.
Pero saber de mí y mi pasado que es una cruz, lo odiarías.
Me odiarías.
Las reglas protegen.
La protegen.
Mis ojos vagan por su cuerpo completo y profundamente dormido, sobre el cubrecama.
Ella es hermosa.
Y me gusta como queda en mi cama.
¿Y eso?
Re mierda.
Sacudo mi cabeza.
No.
NO.
Aunque he traído féminas y mujeres a mi Pen y a mi cuarto.
Solo fue para el momento.
¿Se entiende?
Noche cualquiera.
Copa de vino europeo con cena si da la situación y hacer la digestión, con una buena cogida en la cama.
Créanme.
Es buen ejercicio para después de las comidas y se queman las calorías ingeridas.
Ok.
No me miren, así.
Fue un mal chiste.
Público difícil.
Mis mujeres fueron muchas a lo largo de estos años, pero pocas las que se han quedado a pasar la noche conmigo.
¿Soy del tipo que odia las caricias post sexo, recuerdan?
¿Compartir una tina juntos y con arrumacos?
¿Charla acurrucados en la cama?
No way.
Por lo general cuando están dormidas o no, porque no me interesaba en realidad saberlo, me levantaba e iba a mi gimnasio que está en planta baja, para descargar, llámenlo energía sobrante, insomnio o una simple excusa para desaparecer.
Mi mente lo pide.
Y mi cuerpo, también.
Necesito mi espacio, aislarme y descargar con la bolsa o salto en soga en el ring, mis tormentos.
Y si fue una noche que me sació sexualmente, dormir en el cuarto de huéspedes.
No soy un miserable, de ofrecerle una segunda habitación a ellas.
Sé, lo que están pensando.
Vangelis en mi cama y horas antes, yo en la de ella.
Aquí va mi descargo o respuesta.
NO LO SÉ.
¿Ok?
Soy un cabrón.
Coincidimos en algo.
Pero, no hipócrita.
Si lo fuera, les diría que Vangelis provoca sentimientos en mí.
Y aunque, no me tienen ninguna simpatía.
Repito, público difícil.
Les encantaría que les dijera, que ella me enamora y está robando mi corazón de a poco.
Disculpen.
Denme dos segundos, porque tengo que reír por ello.
Lamento decirles, que no.
Nop.
Eso no va a suceder.
Y sinceramente si les hace sentir mejor, río con asco por ello.
Soy un infierno de persona en carne y hueso, un maldito jefe y autócrata señor oscuro.
Fama que me gané por mis activos y la prensa.
El rey del acero y de las T8P.
Y no hay vuelta atrás con eso.
El puto demonio que deja sus secuelas por donde camino o peor aún, lo contamino.
Yo no me enamoro.
Creí sentirlo un tiempo atrás y la condené.
Los condené.
Yo no debo y jamás lo volvería hacer con alguien, que por estar a mi lado.
Lo sufra.
Porque, yo lastimo y se me da bien eso.
¿Entonces, cuál es la diferencia?
Cuando elijo una fémina y aunque la quiero solo para mí, porque soy la mierda egoísta más grande del mundo.
Me aseguro que nada se salga de control, ya que nunca se va a arrastrar conmigo, si cumple las reglas.
Porque si las acata, no hay sentimientos encontrados.
Ellas las protege.
Pero no voy a negar que con Vangelis es especial, porque ella es natural y simple.
No está contaminada con la mugre de sociedad, seducida por mi dinero o la potencia que soy como el resto.
Y eso me atrae y por eso, quise ese abrazo.
Ella es mi diáfano bienestar en todo lo que es mi mal.
Porque, ella es.
Un rayo de luz a mis tinieblas.
Y esa puede llegar a ser la respuesta de por qué, con ella más.
Su cuerpo se mueve en la oscuridad de la habitación y un suspiro dormido sale de sus labios, acomodándose más sobre el suave y mullido acolchado.
- Herónimo... - Me busca y susurra media dormida.
Carajo con su tono de voz y en la forma que tanto me gusta, cuando dice mi nombre.
- Estoy aquí, nena... - Respondo bajito.
No hay órdenes.
Ni tono seco o gélido.
Solo, necesidad imperiosa de ella.
Acomodo un mechón de su pelo, detrás de su oreja.
- Descansa, rayo...mi reunión terminó, pero debo entrenar...
- Ok... - Bosteza robando mi almohada, para abrazarla más contra ella.
Santa mierda.
¿Puede ser más dulce?
Me incorporo de la cama luchando contra un impulso feroz de tenerla contra mí y poseerla hasta que no haya luz del día.
Mía.
Tienes que entrenar Mon, me repito.
Pero mi cabeza no quiere cooperar.
Ajusto los cordones de mi pantalón de gimnasia y con suavidad retiro el libro entre sus manos, para dejarlo sobre la mesita baja junto a la cama.
Farfulla descontenta algo intangible, que me hace sonreír.
- Herónimo... - Me llama otra vez, mientras camino hacia la puerta.
Me detengo a medio abrirla.
- ¿Si, rayo? - La miro sobre un hombro.
- ¿De qué color tienes los ojos? - Susurra con la última bocanada de aire, antes de quedarse dormida otra vez.
Y mis labios se acentúan hacia arriba, pero intento no reír.
- Naranja, amor...
Y suelta una risita con un bostezo dormido y yo, me paso la mano pesadamente por mi cara.
Carajo, estoy jodido...

YO
Las suaves sábanas y el cubrecama acolchado que me envuelven, hacen retorcerme de placer aún media dormida.
Un brazo delgado y poco masculino, me rodea sobre ellas.
Abro mis ojos.
¿Dije, delgado y poco masculino?
Me giro con brusquedad, incorporándome rápido.
Y la risa de Mel, llena la habitación de Herónimo.
Envuelve sus brazos contra sí, para sostener su vientre de su carcajada para mirar el techo y luego a mí.
- ¿Te asusté?
Le estrecho los ojos.
- ¿Asustar? ¡Asustar, es poco Mel! - Chillo y me cubro con la frazada, hasta el cuello.
¿Por qué?
No lo sé, si estoy totalmente vestida.
Tal vez por vergüenza, que me vea así en la cama del jefe.
Se levanta de esta.
- ¡Ay, por favor, Van! No hagas eso ¿si? - Me señala, para luego saltar nuevamente sobre la cama, haciéndonos rebotar una y otra vez alegremente sobre el colchón. - ¡Esto, es maravilloso amiga! - Sonríe más. - ¡Guau! Necesito calmarme... - Pone una mano en su pecho y respira profundo.
Miro a un lado y después a ella confundida.
- ¿Maravilloso? ¿Por taparme? - Cubro mi rostro con las sábanas avergonzada. - Mierda Mel, no lo vayas a decir...
Para de rebotar una y otra vez sobre la cama, para mirarme en silencio.
He inclina su cabeza sin entender.
- ¿Qué cosa, Van? - Se sonríe otra vez. - ¿Que adoro haberte encontrado en la cama de nuestro sexy, caliente jefe y amigo mío? - Me ladea su cabeza interrogante y siguiéndome con sus ojos, cuando me pongo de pie y trato de acomodar lo mejor posible mi jeans y blusa arrugada.
Me giro a ella.
- ¿No lo entiendes, verdad? - Se encoje de hombros.
Miro el techo.
Señor...
- Solo es sexo ¿si? Y no empieces... - Levanto mi mano en actitud, de que se detenga. - ...el típico cliché ¿ok? Del jefe que se coge a una de sus empleadas... – Y mierda, como duele escucharme decir eso en voz alta.
- Herónimo, está abajo... - Señala con su índice, la planta baja. - ...en su gimnasio despotricando sin guantes y solo vendado, contra la bolsa sostenida por Collins...y te aseguro que esa mierda duele sin esos guantes inflados, de lo bonita que eres durmiendo y solo, hablando de ti...
Me encojo yo ahora de hombros, encaminándome al baño seguida de ella.
- Tal vez lo soy dormida y no lo sabía... - Digo.
Ríe con ganas bajando la tapa del inodoro, para poder sentarse encima.
- Eres muy mala no solamente mintiendo, sino también fingiendo. - Apoya su barbilla en su puño, mientras me observa intentando poner orden a mi pelo.
- ¿Piensas quedarte? - Miro en dirección a la puerta del baño.
- Sí. Eso hacen las super amigas... - Se acomoda más. - ...acompañar a la otra y charlar mientras una se ducha o en este caso se arregla...
- Pues resulta que ahora no quiero hablar contigo, cuando te pones a modo Análisis.Y.Conjeturas.De.Herónimo.Y.Yo.
Mastica su chicle, pensativa.
- Eres una necia Van, Herónimo te come con los ojos... - Se echa para atrás, sonriendo. - ...y puedo apostar que no solamente a tus manos y tu nariz respingona...te comería y con mucho gusto, hasta tu entrepiern...
- ¡Mel! - Chillo interrumpiéndola, mientras salgo del baño siendo un manojo de nervios.
Y no por su dicho.
Sino.
Porque me hizo recordar sus labios llenos y marcados sobre mí.
Besando y lamiéndome todo.
- No seas mala, déjame divertirme un poco. Jamás lo vi así, Vangelis, créeme cuando te lo digo. - Suspira algo romántica. - Contigo es diferente. Confía en mí... - Me mira fijo. - ...confía en él...
Farfullo por lo bajo con cierta tristeza, porque me gustaría poder contarle que solo soy la siguiente de su lista de féminas.
¿Sabrá eso?
Y quiero preguntarle, pero no me atrevo.
Por ahora.
Porque Mel, debe haber conocido a todas.
Seguro.
- ¿Después de todo, qué diablo estás haciendo acá? - Pregunto, intentando cambiar la conversación.
- Tu celular me mandaba al buzón directamente... - Se vuelve a tirar en la cama boca arriba, mirando sus uñas pintada de rojo y naranja.
Voltea a mi dirección.
- Rodrigo me dijo que estabas con Herónimo.
Me cruzo de brazos y ríe.
- Son como uña y mugre cariño, ellos están en constante comunicación. - Se incorpora algo, sobre sus codos. - Vine por ti. - Me mira. - No lo olvidaste ¿verdad? ¡Salida de chicas y pelea de hombres sexis esta noche! - Aplaude divertida.
Asiento recogiendo mi pelo con "mi llego tarde" y buscando por la habitación, el lápiz que traía puesto.
Miro entre las sábanas y sobre la cama.
No está.
Que raro.
Rendida busco otra cosa para sostenerlo, encontrando la pluma de Herónimo sobre el bolsillo de su saco de vestir en un perchero.
Es negro y labrado en plata, con las letras HRNM grabadas.
Hago una mueca con mi boca, evaluando las grandes posibilidades de un holocausto cercano, si me lo llevo.
Y muerdo mi labio con picardía.
A la mierda.
Yo me lo pongo.
Bajamos las escaleras riendo y ultimando los detalles para esta noche.
Todo arreglado.
Mi departamento para la previa, con música y pizza.
Pelea de hombres y después, daiquiris y gin tónic en el club donde trabaja Andrew, mientras seguimos la música de Muse con Reapers, que proviene de una puerta anexa a la cocina y que supuestamente conduce donde esta él.
Y.Oh.Mi.Dios.
Con lo que mis ojos ven, al pasar esa puerta...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top