CAPITULO 24


YO

Ok, mi auto no le caía bien.

¿Seguro estaba acostumbrado a montarse, en qué?

¿Ferrari?

¿Maserati?

¿Jaguar?

Solo conozco ese coche alemán de alta gama en color negro.

Pero apostaría dos de mis sueldos que en su cochera tiene una flota de autos deportivos como los que aparecen en las películas y valen millones.

- ¡Eres un idiota! - Exclamo deteniéndome en otro semáforo en rojo, tratando de no reír.

Se encoge de hombros.

Cortesía no es su segundo nombre, como ya lo sabemos.

Nop.

No lo es.

Se ríe.

- Esa boca... - Me reprende divertido.

Y le estrecho los ojos manejando.

No me jodas, Mon.

Ríe más.

Minutos después, llegamos a la zona exclusiva de la ciudad.

La city.

Donde los edificios acarician las nubes y dónde la wall street, el lujo y el confort corren en cada una de las arterias de estas diez manzanas comerciales. 

Solo lo conocía por su nombre en las portadas de revistas modas o de arquitectura del jet set. 

Gente adinerada que se mueve en el ambiente mercantil de la bolsa, la economía o viven en él. 

Me hace ingresar a una gran entrada lujosa de estacionamiento, ubicado en el subsuelo de un edificio de diseño arquitectónico y construcción nueva.

Un gran rascacielos en metal y vidrio.

Su nombre BLUSTERY en grandes letras estilo Franklin Gothic, dominan los cielos.

Irradiando ostentosidad y mando desde su altura, haciendo honor a su nombre.

Noto cámaras de seguridad por encima nuestro y frente, con una pequeña luz roja que focaliza en nosotros.

Guau.

Impresionante.

Lo miro curiosa.

¿No será, mucho?

Me sube y baja las cejas como respuesta.

Y niego.

Tan hermoso como engreído.

Bajamos por una rampa, cual todo es blanco y luminoso.

Casi todas las gradas están ocupadas por autos de alta gama e importados y me señala unos parkings exclusive de un extremo, cerca de los ascensores de ingreso al edificio.

Cuatro únicas plazas vip, con una vacía en el medio.

Me indica que estacione allí, marcha atrás.

Pero, detengo mi coche indecisa.

- ¿Estás seguro? - Pregunto, respirando hondo y con mis manos que aprietan fuertemente el volante.

Mierda.

¿Este hombre insensato me pide estacionar mi viejo Cooper, entre una Bugatti Veyron negra y un Porsche Caimán deportivo blanco?

Pero con sus brazos cruzado sobre su pecho, me mira relajado.

- Sí, rayo de sol... - De lo más natural.

Y como si fuera cosa de todos los días.

Santa.Mierda.

Porque un roce a unos de esos autos y no me alcanzaría esta vida ni la que sigue, para pagar el valor del rayón.

Pero obedezco y sigo unos metros más, para luego hacer marcha atrás y tomar envión para poder estacionar.

Hazlo despacio Vangelis, me digo para mis adentros.

Respira.

Exhala.

Y hazlo muy lento, me repito maniobrando con sumo cuidado.

Detengo el auto y sonrío mucho, cuando lo logro satisfecha.

Y trato de no reírme, cuando Herónimo lucha por salir del interior con más juramentos abriendo la puerta.

Frente a la línea de autos deportivos donde me estacioné y llevando mis manos a las caderas, miro con orgullo mi logro en ese espacio tan reducido.

Y Herónimo se pone a mi lado y también lo hace.

- Aposté que rayarías, mi Bugatti... - Ladea su cabeza mirando entre puerta y puerta, el espacio entre los autos. - No. - Lo confirma.

Me giro de golpe a él, con la boca abierta.

- ¿E...este Bugatti, es tuyo? - Titubeo.

Asiente con la cabeza, tranquilo y con las manos en los bolsillos de su pantalón.

Y yo estrecho mis ojos.

Un momento...

Miro con más atención la plaza exclusive vip de los cuatros coches estacionados, incluyendo el mío.

La Bugatti Veyron, el Porsche Caimán y un BMW gris plata de los nuevos, lo ocupan.

Le entrecierro los ojos, como pregunta.

Y vuelve a asentir con la cabeza, como respuesta.

- ¡Estás loco! ¿Por qué, lo hiciste? – Señalo otros parkings libres.

Estos son los exclusive, de él.

Los mejores, acotación aparte.

A pasos del ascensor de entrada, en un rincón y apartados de los demás.

Obvio.

El jefe de los jefes, tiene que tener lo mejor.

- Podría haber dañado...sin querer... - Aclaro. - uno de esos deportivos ¡que valen millones! - Chillo.

- Es solo un auto, rayo de sol... - Se encoje de hombros como si nada. - ...y disfruté enormemente, tu nariz respingona arrugada ante el desafío. - Se inclina y besa la punta de ella.

Y mierda con esos labios prohibidos.

¿Por qué, no lo hizo unos centímetros más abajo?

- Valía cada onza de dólar, puedes apostarlo... - Me susurra luego en el oído.

Y mi sangre hierve.

¿Así es como se divierten los niños ricos?

- ¡Eres el hombre más frustrante de todo el mundo! - Resoplo, encaminándome a los ascensores.

¿Por qué?

No lo sé, supongo que hay que ir para arriba.

Siento sus pasos siguiéndome con su risita estúpida de fondo.

- ¿Yo? - Exclama. - Nahh...ni que conocieras a todos los hombres del planeta... - Me dice, ingresando un código numérico a una pantalla digital.

Lo miro.

- ¿Me estás jodiendo? - Las puertas de acero se abren y entro con él.

- ¿No, por qué? - Cara de nada.

Cruzo mis brazos y miro el techo, una vez dentro con él.

Dios.

Hoy, imposible hablar con seriedad con él.

Ingresa la misma tarjeta lectora en una ranura, junto a otros dígitos.

Jesús, cuanta seguridad.

Para luego y sin darme tiempo a reaccionar, me atrapa entre sus brazos.

- ¿Cabreada? - Me susurra.

- No. - Miento.

Y su perfume me invade.

Tan cool water y masculino.

Que debería estar prohibida por las autoridades sanitarias y así poder prevenir, ataques ninfómanas del gremio femenina.

Me tiene entre sus brazos.

Fuerte.

Y la verdad quiero estar así toda la vida, con este abrazo tipo oso.

Se inclina para apoyar su boca en mi frente y besarla largamente.

- Miente como el culo, señorita Coppola... - Gruñe con sus labios, pegados en mí.

Si, tiene razón.

No soy muy buena en ello.

Y suelto una risita.

Porque Herónimo Mon, es un mal y gran malhumorado oso de peluche.

El ascensor comienza a subir, haciendo caso omiso a llamadas de otros pisos.

Raro.

Solo se detiene cuando el display digital, aparece la palabra PNHS.

¿PNHS?

Oh Dios...

¡Él vive en el penthouse!

Las puertas se abren dando la bienvenida, un gran hall en marfil y madera.

Me suelta del abrazo, pero su mano se mantiene en mi baja cintura conduciéndome a un impaciente Collins y otro hombre de aspecto parecido a él con traje, pero de pelo castaño y de menos edad.

Nos reciben de pie y con miradas serias.

- Collins...Grands... - Saluda a uno y después a otro. – Ella, es Vangelis Coppola. - Baja su mirada a mí. - Van, ellos son Collins y Grands. Son como mi sombra, mi primero y segundo al mando. Te acostumbraras a ellos...

- Que tal... - Solo digo.

Ok.

Como que no entendí mucho, lo que quiso decir a tras fondo de esas palabras y por ello, me limité a saludar con la mano en alto, algo tímida.

- Señorita Coppola... - Me saludan con una bajada de cabezas respetuosas, tanto el tal Collins como Grands.

Nos abren unas puertas dobles en madera oscura y finamente talladas, para que ingresemos primeros seguidos por ellos.

Y mis ojos, no creen lo que ve.

Todo es lujo y confort.

Herónimo desocupa los bolsillos de su pantalón sacando sus llaves, celular y otras pertenencias sobre una mesita de cristal y al lado de la gran puerta de entrada.

Su piso es como una enorme sala.

Cual dos paredes de vidrio al final y con forma de L, regalan la vista de la gran ciudad.

Cuadros geométricos de diferentes tamaños y estilo abstractos en tonos primarios, decoran exquisitamente el resto de las paredes en su blanco impecable, donde una lámpara de pie desde un rincón, ilumina tenue y da calidez al lugar.

Los ambientes se dividen solo, por escalones con desniveles y que separan el gran comedor con mesa en madera ébano y tapiz natural en sus sillas para una docena de personas, haciendo juego. 

Recubriendo su superficie, un lustroso vidrio que destella por su transparencia, la gran araña de cristal en su centro desde lo alto del techo.

El living, dos niveles más abajo y rodeado por la gran vista de la ciudad de un extremo a otro, acompañado de un sofá en la gama natural, con almohadones a tono como los cuadros. 

A juego decora una enorme mesa baja en vidrio y madera con accesorios decorativos.

Y en un extremo, una gran escalera de granito lustrado que lleva a un segundo piso.

Del otro, una cocina con mobiliario y electrodomésticos de última generación en acero y también madera oscura, con una isla en mármol gris con banquetas altas que separa esta estancia de lo demás.

Toda la iluminación es por sectores dando un aspecto cálido, limpio y elegante, por las luces dicroicas ubicadas en lugares estratégicos.

La suave melodía de Luke Bryan, ambienta el lugar.

Pestañeo.

¿Música country?

¿El señor déspota y oscuro jefe de los jefes, le es agradable este tipo de música?

Y lo miro raro.

Porque, guau...



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