CAPITULO 19


HERÓNIMO

Cristo.

Su mirada es devastadora mientras me mira.

Quiero abrazarla, contenerla y patear mi trasero por hacerla sentir así. 

Pero soy un jodido hijo de puta mezquino y la quiero tanto para mí, que no lo hago.

Lo lamento nena, es lo único que te puedo ofrecer.

Su rostro se vuelve triste y me siento un idiota.

Habla bajito.

Y la luz que tenían sus ojitos cafés, cuando llegué a su departamento a desaparecido. 

Ella está perdida en sus pensamientos por lo que le estoy proponiendo.

- ¿Cuáles son esas reglas, Herónimo? - Susurra con su voz que es una caricia, para mi jodido corazón.

Detente Mon.

No vayas por ese lado.

Froto mis labios con mis dedos sin dejar de mirarla, manteniendo mi postura cuando quiero cerrar un negocio.

Para mi conveniencia.

Obvio.

Como siempre.

- Las reglas son cuatro Vangelis y si la aceptas, hay acuerdo. - Y se las digo.

*No preguntar por el pasado.

*No esperar nada del presente.

*No hablar de un futuro.

* No besos en la boca.

- Yo no tengo citas. Yo no hago el amor, como tampoco tomo de la mano y esas mierdas... - Prosigo e inclina su cabeza curiosa.

Lo entiendo y aclaro con rapidez.

- ...lo que sucedió en el Holding de tomarte la mano...fue algo mecánico y te pido disculpas. No volverá a suceder... - Me justifico.

- ¿No te gustó?

Y Jesús misericordioso.

Saca esa ternura de su voz.

Que no tiene idea de cómo me afecta verla con esa tal dulzura, cuando me mira así de triste.

Carajo.

Sí, maldita sea.

Me gustó tanto, que idolatraría cada dedo de sus manos hasta el fin de mis días. 

Pero, me encojo de hombros con aire indiferente a lo que realmente me pasa.

- Solo, sucedió Vangelis.

Y ya, está.

Lo hice.

La lastimé y le dolió, porque lo veo en sus ojos.

Me lo agradecerás nena, después.

Porque, ya no habrá confusiones en el futuro sobre nuestro acuerdo. 

Sentimentalismo, no.

Baja su mirada por un largo rato a sus manos que descansan sobre su regazo y aprovecho inconscientemente a que mis dedos acaricien la palma de mi mano que entrelacé a la suya.

Aún, siento su bendito y hermoso calor.

Me gruño.

Basta, Mon.

YO

A él, no le gusta dar la mano.

No sintió nada cuando entrelazamos las nuestras.

Bajo mi mirada a ellas y miro con devoción, la que Herónimo tomó entre las suyas y acunó con cariño. 

Por lo menos, eso sentí yo. 

Pero definitivamente el señor oscuro, no.

Él no siente. 

Él no tiene helicópteros en el estómago como yo, cuando me ve.

Solo, sexo Vangelis.

Absolutamente, eso.

No vale ilusionarse.

Recuerda, la regla 2 y 3.

No esperar nada del presente y no hablar de un futuro.

Exhalo profundo.

- ¿O sea que, si yo acepto esto, no habrá romanticismo? - Pienso. - ¿Las cosas que hacen los novios?

- Yo no tengo novias, Vangelis. – Habla. - Si tengo aventuras, es porque estoy sin una fémina. Y son de una noche o lo que dure la cogida en realidad, ya que ni siquiera paso la noche con ellas... - Explica solemne. - ...no respondo al cliché de alguien romántico. Alguien que espera encontrar su alma gemela para enamorarse y formar una familia. Yo no tengo relaciones, tengo parejas o compañeras sexuales que están de acuerdo con mis condiciones y en seguir unas determinadas normas de conducta. - Me mira profundo. - El acuerdo, Van...

- ¿Y el beso? ¿Eso tampoco? – Todavía, me cuesta creer.

- No me gusta besar en la boca nena, porque besar en los labios es apego emocional...todo de mí, lo erradica. Yo no beso, por eso no te lo di... - Ahora entiendo. - ...en los labios... - Baja su mirada a mi boca y veo una lucha interna en sus ojos. - El beso que tú quieres y el que yo quiero, son opuestos. Tú quieres con los ojos cerrados, acariciando el rostro y que te hablen con ternura. Yo si te doy uno, es de posesión y no precisamente en la boca... - Su mirada me recorre, llena de lujuria.

Santa mierda.

- ...es para hacerlo en tu dulce cuello Vangelis, para luego lamer tus pezones y besarlos con devoción y arquees tu cuerpo pidiéndome más.

Re Santa mierda.

Prosigue.

- ...para besar suavemente tu entrepierna. Rodear con mis labios tu clítoris y que te llenes de placer por ello. Y con mi lengua dentro tuyo, te vengas en mí y con mis ojos abiertos observarte como dulcemente cada parte tuya sucumbe, para no perder ninguna de las reacciones de tu orgasmo... - Finaliza con tanta naturalidad, como si estuviera dando una tierna clase de catequesis.

Y mi compostura es como un accidente de tren en forma humana, disimulando mi excitación sin moverme y escuchando como absorbiendo, cada jodida palabra sensual de este hombre describiéndome. 

Se pone de pie después de un profundo suspiro, caminando hacia la ventana y mirando con demasiado interés, la lluvia caer con las manos en los bolsillos de su pantalón. 

Refucilos perdidos se reflejan en toda su silueta, dándole a esta situación una apariencia apocalíptica.

Ok.

Exageré un poco.

Pero es como el sexy y guapo asesino, de la serie The Fall

Pero, sin el cuchillo y toda la sangre. 

Me mira por sobre su hombro, cuando otro terrorífico trueno se refleja en él.

Haciéndolo, hermoso y oscuro.

¿Ahora, lo entienden?

- ¿Cómo estás? - Me pregunta.

Mierda.

Su voz suena dulce y muestra preocupación.

- Excelente. - Para la mierda. - Muy bien...

Se sonríe, volviendo a mí.

- Mientes como el culo, rayo de sol...

Sip.

Ya me lo han dicho muchas veces, no soy buena en ello.

Se inclina otra vez frente mío, para que igualemos la altura. 

Pero esta vez y como si fuera peso pluma, con sus dos brazos desliza mi silla para estar frente a frente.

Oh, mi Dios.

Acuna mis mejillas con ambas manos.

- Dime que sí, Vangelis... - Deja vú. - Ahora lo sabes todo, di que serás mía por favor... - Apoya su frente en la mía.

HERÓNIMO

Y acá, estoy. 

Prácticamente rogando de rodillas que sea mi fémina a una bonita muchacha que conocí solo hace días.

Pero que, lo siento como si lo hiciera de toda la vida.

¿Lo raro?

Que no lo siento como una súplica.

Y no puedo evitar, no acariciar su rostro con mis pulgares. 

Ella es embriagadora y aunque no se decide, es mía.

Mía y de nadie más.

Para siempre.

Y no me pregunten como sé, eso.

Porque no tengo idea, el por qué.

Me observa con esa arruga condenada en su nariz, provocando esa constelación de estrellas en el puente de su nariz respingona.

Carajo.

Quiero lamerlo.

Ok.

Quiero lamerle, otras cosas también.

Ella lo está pensando.

Mucho.

Y con rayo de sol eso, me parece que debe ser malo.

Muy malo.

¿Me rechazará?

Y mi corazón aprieta fuerte en solo pensar en su negativa y siento la necesidad de llevar mi mano al pecho, para calmar sus palpitaciones aceleradas por ello.

No me niegues, nena.

- Vangelis, nos pertenecemos...limítate a ser sincera contigo misma y con tus sentimient... - Aclaro mi garganta.

¿Pero qué, diablos dije?

- ...con esta atracción que sientes... – Corrijo. - ...reconócelo en voz alta, porque entonces Van sabrás que hacer. - Resoplo. - No es una relación que pueda soportar todo el mundo. Es más difícil y compleja que la del resto, pero no imposible. Déjame demostrarlo...

YO

Maldita regla número 4.

¿Por qué, no puedo besarlo?

Sus manos bajan de mis mejillas y mi piel se eriza por su vacío. 

Lo quieren a él, desesperadamente. 

Mi toda yo, lo reclama y me dice que no niegue la atracción que hay en los dos.

¿Pero si lo mío, es más que atracción?

¿Si él se cansa de mí, luego de un tiempo y quiere romper conmigo el acuerdo en días o semanas? 

¿Y si me enamoro de este hombre lleno de oscuridades y que está fuera del rango del amor? 

¿Qué, hago yo?

¿Quién junta después, cada pedacito de mi por quererlo?

Es solo sexo Van, me repito para mí.

Y ni yo me lo creo.

A quién, quiero engañar.

Dios.

Ilumíname.

Luego de pensarlo asesinando la uña de mi pulgar, lo miro.

- Yo también tengo reglas... - Respiro hondo.

Sip.

Leyeron bien.

Se me da lo de suicida, últimamente muy bien.

Descansa sus brazos sobre mi regazo y me mira con esos ojos raritos y monocromáticos que tiene a través de sus lentes.

- ¿Si?

Diablos.

Porque, no puedo leer nada de su gélido y glacial rostro.

- ¿Si acepto, solo seremos tu y yo? - Lo señalo a él y a mí, con un dedo.

Afirma con su cabeza determinante.

- Soy fiel Vangelis y reclamo lo mismo...

Suspiro mirando hacia un lado y luego a él.

- No preguntaré por tu pasado, prometo no esperar nada del presente como tampoco, te hablaré de un futuro juntos y juro, no besarte jamás en la boca Herónimo... - Exhalo profundo pero muy convencida, sin dejar de mirarlo. - ...y no tomaré nunca tu mano en público nuevamente...como tampoco, jamás pediré que me lleves a una cita o a algo romántico, pero...

- ¿Pero? - Pregunta dudoso.

- Tú, tampoco lo harás conmigo. – Le murmuro, cortando toda entrada y con ello mi corazón.

Triste.

Me frunce el ceño.

- ¿De qué diablos, me estás hablando?

Me encojo de hombros como si nada.

- Nos pertenecemos solo para los dos. Pero tus reglas, son las mías también. No me puedes preguntar, esperar, ni hablar de mi pasado, presente y futuro. Lo demás es claro como el agua Herónimo, te beneficiará... - Total, él nunca me va a querer como yo a él.

Lágrimas amenazan mis ojos y respiro hondo poniendo mi mejor cara de nada, para que no sienta el amor que me crece por él.

- Créeme. Tómalo como una garantía doble o un aval para tus reglas, que nunca va a ocurrir nada... - Finalizo.

Se pone de pie y con él, conmigo.

Me abraza y me envuelve entre sus brazos con fuerza.

Como protegiéndome.

Extraño.

- Nena... - Su voz se quiebra.

¿Emocionado?

No me jodan.

Si Herónimo Mon está fuera de todo sentimentalismo.

Él me lo confirmó.

Y con esto, más.

HERÓNIMO

La abrazo contra mí, muy fuerte.

Jodido Dios.

Quería tanto hacerlo, desde que llegué a su departamento.

Ella, me dijo que sí.

Aceptó mi acuerdo y lo que me demanda Vangelis es mi puta exigencia.

¿Mejor?

Imposible.

Sonrío.

Pero, mi sonrisa no llega a mis ojos. 

Si supiera que no tengo alma y que mi corazón es tan oscuro. 

Ni una sombra de rojo, queda en ambas. 

Sin embargo, sobre mi alegría confirmando no enamorarse de mi con su aval de reglas a las mías, diría que, en el fondo no me alegra toda esta mierda.

¿Por qué?

La estrecho más fuerte.

No tengo la más puta idea.

¿Temor, dicen?

No, para nada.

Bien.

Y no quiero meditar en ello.

Porque, no hay nada que pensar a tras fondo de lo que dijo.

¿No?

Pero como mi alma está eclipsada con rincones de oscuridad como mi corazón, la alegría invade mi parte egoísta por saber que definitivamente.

Que rayo de sol es mía.

MÍA...





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