CAPITULO 134

HERÓNIMO

Collins ingresa por un acceso privado al Super Domo Deportivo fuera de la vista y del alcance del público en general y del periodismo.

A pesar de que aún es temprano para la confrontación, las puertas con sus diferentes ingresos para las locaciones, ya están abiertas para la concurrencia que va ingresando de a poco.

Ya que consta con un área de bar, servicios y un restaurant de primer nivel gastronómico con acceso directo al casino.

Es un estadio cerrado dependiente y bajo el mismo predio de este casino central, utilizado tanto para espectáculos musicales de gran escala como conciertos, al igual que para eventos deportivos de gran magnitud y excelencia, con una capacidad para albergar 15.000 almas en una superficie cuadrada de 23.000m.

Su amplio estacionamiento vehicular, se divide en varias secciones y Collins, se dirige a la vip donde hay un parking reservado y exclusivamente para mí.

Apartado y alejado, como lo pedí.

Bien.


DAY BELUCHY

Entro al laboratorio CPJ.

Al verme ingresar con Harris los dos únicos policías que están, apagan la luz de inmediato la habitación con el interruptor, para que quede poco iluminada y casi a oscuras.

Mientras encienden en su totalidad las luces quedando toda iluminada, la sala de interrogatorio que observamos, a través del espejo de la Cámara de Gesell.

Saco un cigarrillo del bolsillo de mi chaqueta colorada, en la cual uno de los oficiales se apura en ofrecerme fuego.

Lo acepto solo, con un asentimiento de cabeza en el momento que la puerta de la sala del otro lado del vidrio es abierta.

Donde ingresa un tercer oficial, trayendo a un hombre detenido con esposas en sus manos.

Lo obliga a tomar asiento, en una de las dos únicas sillas que hay en cada extremo de una mesa, para luego marcharse y dejarlo solo.

Esta Cámara consta con equipos de audio y de vídeo, para la grabación de los diferentes experimentos.

Y uno de los oficiales, lo activa para que podamos tener acceso a la conversación.

Observo a través del vidrio, la conducta del sospechoso cuando la puerta se abre por segunda vez, ante la llegada de dos oficiales vestidos de civil encargadas de su interrogatorio.

Le doy una calada a mi cigarrillo y exhalo despacio su humo, al notar total indiferencia por parte del detenido, a las preguntas de los policías.

Solo, se limita a pasar sus ambas manos esposadas por su pelo color gris con mirada vieja y desafiante, a sus interlocutores.

Steven Jaikyn.

El hombre del saco gris, que bajo las grabaciones de vídeo que confisqué, ingresaba al gimnasio de Gaspar Mendoza.

Químico biólogo y farmacéutico, de gran prestigio en los años '80.

Hombre de gran formación científica y específicamente, en el área de la química de la biología celular.

Siendo un gran genio en el campo de las propiedades y técnica de la preparación, de algún tipo de medicamento.

Arrestado y condenado a 15 años en prisión en el periodo, 1990 a 2015/ C.C.C.

Condena completa, cumplida.

Por asociación ilícita en venta de fármacos, con alteración de procedencia genética.

Causando la muerte de dos personas.

De dos hombres.

Dos deportistas de nivel olímpico de nacionalidades Rusa y otra del Reino Unido.

Por ingesta de medicamentos de dudosa procedencia farmacológica.

YO

Me inclino hacia atrás desde mi silla en la que estoy sentada, para mirar por centésima vez el reloj de pared de mi cocina.

Dos horas, para la pelea.

Después de aniquilarme la uña de mi pulgar, empiezo a dar golpecitos con uno de mis dedos a mis labios nerviosamente y al unísono con uno de mis pies, de forma inquisidora contra el piso.

¿Qué hago?

¿Y cómo?

Me pregunto, viendo como Pulgarcito enciende el televisor y busca el canal de deporte, donde van a pasar la gran pelea en vivo y en directo, tomando asiento a sus anchas en mi sofá.

Con una mano en mi vientre acaricio a mis bebés, respirando profundo e intentando calmarme y exhalando de la misma manera.

Mel se fue con Rodo y me dijo que confiara en ella.

Que nos veríamos allá y que la ayuda, venía en camino.

¿Pero, quién?

Resoplo resignada y a la espera de ese milagro...

HERÓNIMO

Desde la ubicación de mi camerino, ya se empieza a escuchar el bullicio del público, tomando sus respectivos lugares en sus palcos que rodean el ring.

Ato la sobra de mi pelo con una bandita sobre mi nuca, para tener despejada mi cara.

Putos rulos.

La puerta se abre, ingresando el Polaco con uno de sus ayudantes mientras me despojo de mis jeans y buscando en mi bolso mis pantalones largos de siempre de lucha.

Los negros y de franja blancas en los lados.

Acordono la cintura mientras su asistente comienza a sacar de otro bolso todo el equipamiento necesario para mí.

Me entrego a la camilla y boca abajo por masajes descontracturantes, mientras el Polaco me recita de pie y a mi lado las recomendaciones, mi fuente de poder y ataque, como las posibles debilidades o zonas vulnerables de Gaspar.

Mi mente está acá.

Cierro mis ojos.

Pero, mi corazón con mi nena y mis hijos.

Cinco rounds, Mon.

La nacional por el título, son cinco rounds de tres minutos.

Como algo que dice tan poco en una oración, puede llegar a hacer mucho daño en cinco break de tres minutos...

YO

Los comentaristas de la tele y desde su atriles, mientras explican e interpretan a cada oponente desde lo físico hasta lo deportivo, con sus otras cámaras de televisión, enfocan el Super Domo desde su totalidad.

El puto ring.

Y hasta los palcos colmados ya de gente.

- ¡Suficiente, Ángel! - Grito, poniéndome de pie.

Ya no lo soporto más.

- ¡Voy para allá! - Le digo.

- Lo siento princesa, pero no... - Me dice desde su lugar.

Y en el momento en que estoy por mandarlo al infierno a él y a todas sus generaciones pasadas, el timbre de la puerta suena.

Camino con un bufido a abrirla.

Y mi boca, cae.

- ¿Lornaine Marie? - La voz gruesa de Ángel, suena al ver a la persona del otro lado de mí y la puerta.

Se pone de pie, pero no se mueve de su lugar.

Pero Lorna sí, y me abraza en el trayecto.

- ¿Cómo estás, mi niña? - Me dice, acunando con su mano llena de pulseras con pedrería de colores y con su siempre voz dulce, este pedazo de mujerón que vela por nosotros como una big mama gallina en nuestro piso.

Y no sé por qué, lágrimas comienzan a recorrer mis mejillas.

- Quiero ir Lorna... - Susurro en su abrazo con un llanto.

Y se sonríe con cariño.

- Por supuesto que lo harás mi niña, tu hombre te necesita...

- Lornaine Marie, no te involucres en esto. - Pulgarcito se interpone. - No lo entiendes, pero HRNM me dejó órdenes expresas que la princesa no vaya...

Y Lorna le entrecierra los ojos al escucharlo.

Pero se vuelve a mí, y me mira con ternura.

- Ve por tu cosas, cariño... - Me dice.

Seguido a voltear a él y apuñalarlo con la mirada.

Obedezco, pero Ángel me impide el paso a mi habitación bloqueando la puerta con es colosal y gigante cuerpo que tiene.

- Por favor, Pulgarcito... - Ruego sincera y con mis manos en mi pecho.

Se que mis lágrimas lo lastiman, pero las órdenes de Herónimo son más fuertes.

Pasa su mano por su calva cabeza negando.

- Lo siento, chica...realmente lo siento. Pero, no puedo...- Duda, con las palabras a seguir. - ...ya que, eso puede ser peligroso y crudo...

- ¿En serio no lo permitirás, Angelo Cándido Nápole? - Exclama, desafiante Lorna acercándose a nosotros.

Y miro a Lorna.

No me jodan.

¿Cándido, es su segundo nombre?

¿Ángel Cándido?

- Sí. - Dice rotundo. - Es por su bien, Lornaine Marie...

Y por un momento.

Tan solo un momento.

Los ojos negros como la noche de Lorna brillaron.

Pero, fue un brillo de tristeza.

Por un recuerdo.

Uno triste, porque ellos se humedecieron de amargura y melancolía.

Su voz fue dura, pero tembló cuando dijo.

- Es por su bien, Lornaine Marie. Me dijiste, cuando permitiste a nuestro hijo Octavio entrar a esa pandilla y lo dejaste ir esa tarde...

¿Qué?

Oh Dios...

Y la mandíbula de Ángel, se tensó al escuchar sus palabras y su acusación.

Su postura se endureció, pero eso no amedrantó a Lorna.

Al contrario, dio un paso más hasta él.

- Y lo permití... - Prosigue. - ...pero, soy tan culpable como tú de haber accedido, cuando mi corazón de madre... - Su mano sube a su pecho. - ...me decía, que no lo haga...

- Lornaine Marie... - Gime Ángel, pero ella lo interrumpe.

- Y esa tarde... este mismo corazón, me dijo que no lo dejara ir y yo lo hice Ángel. Lo permitimos...

- ¡Santo Dios, mujer! - Grita este.

Jesús, la primera vez que escucho su voz así.

- Eran una simple pandilla de barrio, que creí que correteaban por las calles en el día en sus bicicletas. - Refuta, Pulgarcito. - ¿Qué daño, podía haber? Como íbamos a saber, que...

Lorna, no lo deja seguir.

- Simple pandilla de barrio y de muchachitos estúpidos, que se creían dueños del mundo y como tal, provocaron a verdaderos pandilleros de una hermandad peligrosa de otra zona ¡Y dos niños de 16 años, lo pagaron con su vida! - Chilla dolida, Lorna. - ¡Y uno fue nuestro hijo, Ángel! - Grita entre lágrimas.

Y me apoyo en la pared.

Dios querido, ellos perdieron a su único hijo por un pleito de pandillas.

Eran unos niños...

Y esas lágrimas, recorren la piel morena de Lorna.

- En media hora, Herónimo Mon... - Prosigue. - ...ese hombre que sin cuestionar tu pasado turbio y mi depresión por haber perdido a nuestro hijo querido, nos dio trabajo a ambos cuando escapamos de eso y prácticamente sin conocernos, aunque el destino quiso después que nos separemos y siendo un muchachito, con un poco más de edad que nuestro Octavio... - Murmura, dolida. - ...va a luchar, Ángel. -Lo mira profundo. - ¿Vas a permitir, que suba a ese ring, solo? - Dice, entredientes y me señala. - ¿Cuándo el corazón de mi niña, le dice que tiene que estar ahí y buscarlo? - Suspira. - Un corazón igual al mío, que me decía esa tarde que fuera por mi hijo. Y no lo hice, porque tú me decías confiado << es por su bien, Lornaine Marie >>

El cuerpo voluptuoso de Pulgarcito, cae quebrado en el sofá.

Y por primera vez desde que lo conozco, veo sus ojos.

Porque, se saca sus temibles lentes de sol.

Su coraza y escudo contra el mundo.

Para dejarlos a un lado y secar con su mano, hilos de lágrimas que bajan por sus mejillas.

Me arrodillo a su lado y lo abrazo fuerte, porque Pulgarcito es mi amigo.

Mi ángel guardián.

Y me corresponde con otro abrazo.

Eleva sus ojos al nivel de los míos y para mi sorpresa en ese cuerpo de matón de mafia, tiene la mirada más buena y tierna del mundo.

Se sonríe entre lágrimas y hace un gesto con su barbilla en dirección a mi habitación.

- Ve a alistarte, chica. Hay que llevarte con tu hombre...

Sonrío feliz.

- Gracias, Pulgarcito. - Murmuro, besando su frente para luego besar en la mejilla a una Lorna sonriente con otro abrazo.

Y no pierdo tiempo y corro a mi habitación a cambiarme.

Mi emoción por ir a la pelea y la adrenalina pensando solo en Herónimo me puede y cerrando la puerta, logro escuchar un "lo siento tanto, Lornaine" sincero de Ángel y un suspiro de felicidad, de Lorna como respuesta.

Me vuelvo a poner mis viejas zapatillas pensando en un abrigo ligero.

Y mis ojos buscan mi sudadera gris de ayer.

No quiero perder tiempo.

Quiero detener esa pelea o...

¡Santo Dios, no sé!

Solo llegar y ver a Herónimo.

Y la ubico, encima de mi pequeño escritorio y al lado de mi laptop.

Corro a ella y en el tirón por levantarla, vuelan papeles y bolígrafos.

Y entre ellos, el cuaderno de mi nenita.

De mi Juli.

Dios, no.

Y me inclino preocupada para recogerlo y rogando que ninguna hoja se haya roto.

Está tendido en el piso y abierto de par en par en la última hoja.

Donde Juli abrió y me mostró en su último día.

Me siento sobre mis talones para volver abrir esa hoja de revista que muestra el paisaje de esas hermosas montañas, el lago cristalino como espejo y los dos caballos bebiendo de él.

Y mi dedo sigue el camino de todas esas flechas rosas hasta leer otra vez << recuerda >> con la letrita intangible de mi nenita.

Mis ojos vagan por las estrellas también, dibujadas a su alrededor y las acaricio.

Y suspiro, bajo sus palabritas volviendo a mi mente y haciendo mi promesa, abrazadas en su cama.

<< De mostrarle a Herónimo.>>

Mi mano sube a mi boca y sonrío.

Y se me inundan los ojos de más lágrimas.

Mi mirada va a la ventana abierta de mi habitación para mirar el cielo nocturno despejado y lleno de estrellas.

Gracias Juli...

Y salgo de mi habitación, otra vez corriendo al encuentro de Ángel y Lorna con el cuaderno abrazado en mi pecho.






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