CAPITULO 128
HERÓNIMO
Después del encuentro con rayo en el hall, tuvimos un par de cruces más en el Holding en el transcurso del día.
¿Extraño, dicen ustedes?
Sí, lo sé.
Ya que soy un puto ermitaño en lo laboral.
Pero les explico.
Hoy era el último día que vendría a TINERCA a dos días de la pelea con Gaspar.
Porque necesitaba concentrarme en entrenar.
Y seamos sinceros, sin saber a ciencia cierta que iba suceder después de la lucha en el ring, tenía que dejar todo en orden, yendo y viniendo de la metalúrgica al Holding.
Una vez, fue en el piso de publicidad.
Mi nena acompañada de Mel que por cierto, me dedicó otro de sus famosos dedo del medio cuando se iban y yo entraba al piso para verificar los banner y el arte final de las pieza publicitaria en nuestro sitio web.
La segunda, en los pasillos.
En compañía ella de unos activos y yo, del capataz de la metalúrgica.
Solo un poco de mirada asesina llena de amor de ambas partes.
Fue lindo.
Y mierda.
Estando a metros mío.
Carajo, por como la extrañaba.
Respira, Mon.
Y utilicé de toda mi fuerza de voluntad para no envolverla entre mis brazos, besarla y marcarla como mía, entre los empleados y mi capataz de zona.
Esto no era bueno.
Porque me prometí, ignorarla después de nuestra pelea en el cementerio y su mandada al diablo.
Es lo mejor así, Mon por ahora...
Rayo de sol allá y tú, con la cabeza en el ring.
Y por eso, aparté la mirada de ella mientras mi cremallera retenía mi maldito pene.
Detestaba que sea tan caliente.
Detestaba como su pelo castaño lucía y en esa forma que lo tira hacia arriba dando ese aspecto desordenado y esa mierda linda con su "llego tarde."
Hasta que...
Al pasar por mi lado y después de esa mirada tipo Masacre en Texas que nos dimos, la saludé con.
- Buen día, amor... - Y seguí, caminando con mi capataz.
Me estrecha los ojos por ello y lo acompañó por un ocasional gesto obsceno por parte de sus bonitos labios, gesticulando por lo bajo un "cabrón" hacia mi persona y prosiguió caminando como si nada.
Oh, mi nena traviesa.
Niego.
Eso, no se hace...
YO
- ¿Y bien? - Digo por sobre su box a Mel, a la hora de la salida del trabajo. - ¿Noche de chicas?
- ¿Qué tienes pensado? - Dice, cerrando en cajón de su escritorio con su cadera y apoyando un brazo también por sobre el box.
Miro el techo, pensativa.
- Pizza, hacernos las manos, limpieza de cutis, sobredosis de helado y de películas del caliente de Johnny Deep...
- Me tienes con Johnny Deep... - Acepta, haciendo un globo con su chicle.
Hoy de color amarillo.
¿Amarillo?
Río.
- ¿Rodo viene por ti o quieres que te llevemos con Pulgarcito?
Levanta las llaves de su coche con una mano.
- Nop. Hoy me vine sola. - Rueda sus ojos. - Rodrigo acompaña en sus últimas horas a la pelea al idiota de nuestro jefe y Futuro.No.Tal.vez.Marido.Tuyo.
Niego riendo y la saludo con un beso al aire, caminando hacia el ascensor con Pulgarcito detrás mío.
Al llegar a este, muchos de mis compañeros están a la espera.
Y cuando se abre, todos se agolpan por entrar.
Ángel me detiene con su enorme mano en mi brazo.
- No muchacha, muy cargado. Esperemos el próximo... - Me señala el segundo ascensor de al lado y apretando el botón de llamado.
- Ok. - Digo, al ver que tiene razón y va muy lleno, mientras juego con mi celular esperando que llegue.
El bip indicando su llegada, me hace levantar la vista.
Y las puertas de acero se abren y al ver su interior, miro a Pulgarcito con odio.
- ¡Traidor! - Le chillo.
Mi matón favorito, suelta una risita levantando ambas manos al aire.
- Yo solo cumplo órdenes, princesa. - Y sin más, toma el primer ascensor que está de regreso.
Pongo las manos en mis caderas sin moverme.
- ¡Qué! - Grito al interior del ascensor.
- Mete tu culo aquí, nena. - Me dice este.
Ok.
No me lo dice el ascensor.
Porque los ascensores no hablan.
Me lo dice Herónimo, dentro de este.
Solo y apoyado contra un lado de la pared y con las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir.
Repito, solo.
Y eso es sospechoso.
Cambio mis manos a mis caderas a cruzarlos sobre mi pechos.
Niego con la cabeza.
- No...
Suspira.
- Entra o jodidamente te busco.
¿Dulce amenaza, dicen?
Sí, puede ser.
Miro hacia un lado dudosa.
- ¿No? - Dice y su voz despierta mis sentidos, pero evito mirarlo.
Con otro suspiro, sacude su cabeza y pasa sus manos con cansancio por su cara mordiendo sus labios.
Lo cual y con mala suerte, me hizo enfocar en ellos cuando volteo a mirarlo.
- Vangelis, solo entra cabezona...
Inclino mi cabeza mirando al ascensor, a él y al ascensor nuevamente.
- ¿Debo rezar? - Pregunto.
Se sonríe.
- Gracias, pero no... - Digo, intentando caminar al otro ascensor.
Y digo intentando, porque Herónimo sale y viene hacia mí, envolviendo con sus brazos mi cintura y me empuja al interior de este.
Dulce Jesús, su calor.
Las puertas se cierran con él y con una de sus manos saca del bolsillo se su saco, su tarjeta personal y la pasa por la ranura apretando su piso.
Para luego, aprisionarme más contra su pecho mi espalda y con sus brazos cruzados, imposibilitando mi escape.
Lo maldigo.
Hasta lo intento morder, pero solo me gano un beso de él, bajo su risita y por sobre mi cabeza como el consuelo hacia un niño con una rabieta.
- Shuu, tranquila, amor...
Y más bronca me da.
Las puertas se abren y cual cavernícola que es, me lleva así, levantándome y con mis pies protestando y sin importarle que en el piso hubiera gente aún.
- ¡Marcia, que nadie me moleste! Debo hablar unas palabras con la descarriada de mi mujer... - Le ordena.
¿Descarriada?
Marcia no habla.
No puede.
Porque su boca abierta no se lo permite por lo que ve, desde la mesa de recepción y en la forma en que me lleva.
Solo, se limita a asentir.
Herónimo cierra la puerta tras nosotros y me lleva a su escritorio sentándome en él y sin preocuparse por sus papeles que se dispersan.
Acuna mi rostro y frota su pene contra mi centro y me besa para ahogar mis gemidos.
Sus manos acarician mis mejillas de una forma dolorosamente dulce, mientras sus labios se comen los míos.
Agarro su cabello y aparto su cabeza de la mía, los dos estamos sin aliento.
Él está jadeando y se inclina a mi oído.
- ¿Tienes idea, lo malditamente loco que me vuelves? - Y sus labios, acarician lo míos.
Son tibios y dulces.
Juegan.
Y se fricciona más contra mí y su dureza me hace gritar de placer.
- ¿Qué hacías con él, nena? - Gime de dolor por los celos. - Mi angina, rayo...
- Hero...
- ¡Eres mía, maldita sea!
- ¡Solo hablaba y me ayudó con un caja! - Le grito.
- ¡Te tocó! - Gruñe.
Estoy a punto de gritar de frustración.
Bajo del escritorio, empujándolo.
- ¡No es cierto! - Resoplo. - ¡No puedes ir por la vida pensando que todo el mundo quiere cogerme! - Suelto indignada.
- ¡Claro, que sí! ¡Eres perfecta! ¡Cabrona, pero perfecta! - Con el mismo tono.
No rías, Vangelis.
Acomoda sus lentes, caminando unos pasos pensativos y en dirección al gran ventanal, está juntando sus pensamientos.
- Herónimo, sabes que eso no es cierto. - Levanto ambos brazos al aire. - Aunque sigo cabreada contigo, todos saben que soy tuya y que estoy embarazada de nuestros bebés. - Lo miro. - ¡Santo Dios! En este momento soy la mujer menos atractiva del planeta, ni que todos tus empleados me vieran sexy ahora...
Se detiene de su caminar.
Se da vuelta y sube su mano al pecho, la angina otra vez.
Ruedo mis ojos.
- ¿Cuáles, son?
Miro a un costado y luego a él.
- ¿Cuáles son, qué?
- ¿Los empleados, que te han mirado sexy?
Santo Dios...
- ¡Eres exasperante! - Grito, caminando en dirección a la puerta.
Pero ese sentimiento de ira contra él se hace cenizas, en el preciso instante en que el brazo de Herónimo enrosca mi cintura y me atrae hacia su pecho otra vez.
Volviendo a invadir mi boca con sus labios.
Su lengua acaricia la mía, besándome tan profundo que no puedo evitar gemir de placer y furia.
Con sus labios hinchados por la pasión, del mismo, rompo nuestro beso.
Y lo abofeteo.
Sip.
Una bofetada equivalente a tanto enojo como deseo.
Su rostro, apenas se inmuta.
Ninguna reacción.
- Vuelve a besarme y te aseguro, otro peor. - Amenazo.
Y me vuelve a besar con desafío, con vehemencia y le correspondo de la manera que él quiere.
Amor.
Sabía como dominarme y mi cuerpo traicionero, le responde como su dueño.
Me separa de golpe y arrebatándome el placer de ese cálida piel, palpitante de sus labios.
Y sus pulgares, acarician mi rostro con ternura.
Besa mi frente.
- Nena te amo, pero vuelve a pegarme y no voy a dudar en poseerte acá mismo y me importará tres mierdas, que lo puedan escuchar en todo el Holding en como te cojo duro... - Ladea su cabeza y con un gesto malvado e infantil en su rostro, que hace morder mi labio de lo lindo que lo hace.
Seguido de susurrarme.
- ...porque te voy a coger de tal manera, que jodidamente no podrás caminar una semana...
Jesús.
Es tan vulgar y dulce al mismo tiempo.
Unos golpes de puerta no saca de nuestra confrontación, que aún uno frente al otro nos miramos desafiantes.
Y la cabeza morena y sonriente de Rodo, aparece asomada detrás de ella abriéndola.
- Muy bien ustedes dos, tienen público... - Señala con su barbilla hacia afuera. - ...en serio. Sus gritos sexys y folladores que llaman pelea, se escuchan de afuera. - Dice señalando la recepción. - Y creo que voy a quedar traumado de por vida, es asqueroso...
Cierra la puerta detrás de él, una vez que entra y con el dedo apunta al jefe.
- Tú, ahora a entrenar hasta que sientas los huesos molido por ello... - Su dedo se dirige a mí, después. - Y a ti señorita, te llevaremos a tu departamento. Sus broncas y esas ganas locas de matarse a polvo que tienen, después de la pelea...
Con Herónimo nos miramos.
Me arquea una ceja y yo tapo mi boca con una mano para no reír.
¿Fuimos reprendidos por Rodo?
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