CAPITULO 119
HERÓNIMO
Y me dejó con las ganas.
Ganas de todo, con mi rayo.
Me trago mi risa recordando, mientras subo en el ascensor y a mi piso 30, negando.
No puedo cabrearme mucho tiempo con ella.
Por dos cosas.
¿Cuáles, dicen?
Primero.
Es imposible, cuando está en modo perra y con su embarazo potenciándolo.
Haciendo su sarcasmo, irritablemente adorable.
Con sus labios en la pajilla y bebiendo ese batido de dudoso color fucsia chillón, mientras me hablaba en la cantina y yo, lamentando que esa pajilla no sean mis labios.
Segundo y el no menos importante.
La gente, puede tener malicia o no.
Y eso, es lo que nos marca la diferencia de los unos y de los otros como personas.
Y aunque, rayo tiene la lengua muy afilada y me mira de esa forma tan particular de querer desmenuzar cada parte de mis miembros, en pequeños pedacitos por su enojo.
Es una ira con respeto.
Como diría mi madre, ante una persona que es merecedora de admiración.
"Je prends mon chapeau."
Y pese a que las cosas están mal entre nosotros, era mejor así, todo.
Las puertas se abren, dándome la bienvenida mi recepción.
Camino hacia mi oficina acomodando mis lentes y verificando que todo esté en orden y como me gusta.
¿Activos, trabajando?
Bien.
¿Clientes siendo atendidos como es debido en los sillones de espera con servicio de café?
Bien.
- Su madre al teléfono y en espera, señor Mon . - Dice Marcia al verme.
¿Mi madre en el teléfono?
Mal.
Llevo mi mano a mi cara y la arrastro hacia abajo pesadamente.
Carajo.
La que se me viene, cuando se entere de todo...
- A mi línea privada Marcia y que nadie me moleste, hasta nuevo aviso. - Gruño y con la seria posibilidad, de pedir exilio político en la frontera.
YO
Con mis auriculares puesto y al ritmo de Cher muerdo mi bolígrafo, intentando completar unas planillas con datos de mi computadora.
Mi celular suena con una llamada entrante y le doy acceso desde el auricular sin chequear en la pantalla.
- Mi hijo, es un grandísimo asno... - Una voz de mujer, suena del otro lado sin darme tiempo a decir hola.
Solo el hijo de alguien, podía ser un asno.
Adivinaron.
Y mi sangre se congela.
¡Dulce Jesús!
¡No podía ser!
¿Era?
Trago fuerte saliva.
- ¿Disculpe? - Solo llega a mi boca, lo que mi cerebro manda con voz ahogada y me giro sobre mi silla.
Aire, necesito aire.
Ante mi silencio ahogado, ella habla.
- Dime que eres Vangelis por favor, aunque mi hijo lo veo muy capaz de darme otro número ¿Lo eres? - Su voz suena ansiosa y yo a punto de derrumbarme de los nervios.
Saco de forma inquieta los auriculares con mis manos y despejo mi cara de los mechones sueltos de mi pelo.
Tomo la llamada, como corresponde.
- Sí, soy Van..Vangelis - Titubeo.
¿Ella, será?
Y un suspiro de alivio, suena del otro lado seguido de una carcajada alegre.
- ¡Dios! ¡Eres real! ¡Existes! Cuando leí los periódicos dude...pero, llamé a Herónimo y me lo confirmó... - Ríe.
Y su risita me hace sonreír.
- ¿Oh, cariño, debí asustarte? Pero necesito conocerte Vangelis... y verte. - Me suplica. - ...saber de la mujer que robó el corazón de mi hijo y por eso debe ser especial... - Habla y no me deja meter bocado, lo cual agradezco, porque no sé que decir.
Me limito a escuchar.
- ...me dijo que seré abuela ¡Santos infiernos, abuela de tres niños!
Pestañeo.
¿Maldijo?
¿La señora, maldijo?
- ¡Qué felicidad! ¡Cuando los viejos en la quinta se enteren! - Chilla de alegría. - Por cierto, soy Marleane, hija...
Sonrío algo tímida.
- Un gusto, señora...
Gruñe del otro lado.
- Dios, olvida lo del señora, me hace sentir más grande de lo que soy. - Me pide. - Solo dime Marleane.
- Marleane... - Murmuro.
- Cariño, quiero conocerte. Vine hace poco de África y estoy en la ciudad ¿Te gustaría almorzar conmigo? ¿Para conocernos un poco más?
Miro la hora en mi reloj y falta una hora para el mediodía.
Tendría que avisar a Áaron y a Mel.
¿Qué avise también a Hero, dicen?
Al cuerno, a él no.
Sigo enojada.
- Llego bien. - Digo, acomodando todo en mi escritorio y aplaude del otro lado.
- Bien. Dile a Ángel que te lleve al hotel Astorias Inn. - Sip, se cual es.
Lo conozco de nombre, porque es muy famoso.
Elegancia y confort.
Cinco estrellas y entre los más altos del mundo.
- En una hora estoy, señ...- Sacudo mi cabeza. - Marleane. - Me corrijo.
- ¡Perfecto! ¡Te esperaré con ansías, hija!
Cuando la llamada termina, me derrumbo sobre mi silla.
Guau.
Así de la nada, conoceré a Marleane Mon.
La madre del señor oscuro y el jefe de los jefes.
Y muerdo mi labio, pensativa.
¿Cómo será?
Aunque parecía suelta y muy desenvuelta para dirigirse como hablar, no deja de ser una Mon.
Me la imagino alta, totalmente sofisticada y algo estirada, supongo.
En fiestas de beneficencias con largos como delicados vestidos de alta costura y tomando el té con el meñique en alto.
Y oh, mierda.
¡Porque yo no sé, tomar el té, así!
¿Se dará cuenta, si tomamos uno?
Si no tengo idea para que sirven los demás cubiertos que sobran en una mesa gourmet y siempre utilizo el mismo tenedor.
Me miro.
Y oh mierda, otra vez.
Descanso mi cabeza en mi silla y mirando el techo.
Doy asco vestida para ir a mi primera cita con la madre de Herónimo y a un hotel de semejante categoría.
¿Qué primera impresión le voy a dar, cuando me vea así?
Quince minutos después, Mel se ríe en mi cara cruzadas de brazos y apoyada contra el lavado de manos del baños de mujeres de nuestro piso.
Viendo cómo me pongo al borde de un ataque de nervios, tratando de mejorar mi imagen frente al espejo.
- Te ves bien, quieres calmarte. - Hace un enorme globo lila con su chicle.
- ¿De jeans? ¿Para semejante hotel? ¿Y la madre de Herónimo? - Acuso, alisando con mis manos mi camisa blanca entallada.
Abrocho todos los botones de ella hasta el cuello y me miro.
Vuelve a reír.
- Estas perfecta, confía en mí, amiga... - Responde, girando mi cuerpo para desabotonar esos primeros tres botones que cerré y acomoda el cuello. - Ahora sí ¡Perfecto! Solo una última cosa...
Saca del bolsillo de su saco color durazno Vintage con tachas doradas, su brillo labial rosa y me lo pasa por los labios.
- ¡Listo! - Retrocede unos pasos para observarme mejor.
Inclina su cabeza provocando que sus rulos esponjosos, vuelen hacia un lado.
- Hermosa. - Dice al fin.
Y yo resoplo poco convencida, mirándome en el espejo.
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