CAPITULO 116
HERÓNIMO
Era una realidad.
Una triste realidad.
No existía un pánico a subir al ring.
Existía, un miedo a subir al ring.
Uno a subir y pelear en el ring, contra Gaspar.
Peleé en sótanos llenos de humedad e iluminados solo por celulares y a puño desnudo con cientos de oponentes que hasta a veces me duplicaban físicamente.
Como en edificios en ruinas a medio construir y hasta en plena calle en mi adolescencia.
Hasta que llegué al Círculo.
Y aunque se firma un documento, bajo la mirada de un dominio público.
Un escribano por las posibles consecuencias o daños colaterales, que puede suscitar en cuanto a lo físico con cada luchador arriba de un ring.
Ese miedo estaba latente que me embargaba y poco me dejaba dormir, haciendo trabajar hasta horas extras mi cerebro y no dejaba de atormentarme.
¿Por qué, preguntan?
Simple.
La fortaleza de Gaspar.
Preguntándome, si era de este planeta.
Cuando lo crucé en el parque, era el puto hijo de Hulk.
En el encuentro en el baño, se convirtió en la jodida fusión entre Sansón y Goliat.
Y en su gimnasio con la fuerza de mi golpe que hubiera hecho caer hasta dos Pulgarcitos.
Su cuerpo y persona, se inmutó levemente ante el impacto.
¿Fatalista y mezquino con respecto al testamento, dicen?
Nop.
Es precaución ante el hecho y por una vez en mi vida, que no soy la mierda egoísta que siempre fui.
Y pensé en todo.
En rayo y mis hijos.
Pero, minuciosamente.
Muy minuciosamente.
Porque seamos sinceros, ya que todo podía acabar mal y no había después vuelta atrás.
Porque a mí, no me joden.
Algo extraño había en todo lo que era esa masa muscular en que se había convertido Gaspar.
Pero, cuando la junta médica de la liga deportiva de la MMA, hizo nuestros análisis que exige cada siete días hasta la fecha de pelea con el anti doping, las dos veces le dio negativo.
Y por eso, cualquier cosa podía pasar en el cuadrilátero.
Porque Gaspar, no se iba a conformar con una simple pelea.
Y en el mejor de los caso, en una simple victoria.
Por eso esta discusión con rayo era diferente.
Y no se me pasó, notarlo.
No fue como otra veces en la que discutiendo Van y yo, habíamos gritado como adolescentes de una manera hasta casi sensual, poniéndonos como locos y luego, deseando matarnos a polvos.
Porque en la forma que me mira y con lágrimas en los ojos, me lo dice.
Es una mirada nueva.
De alarma y terror de verdad.
Sus mejillas están rojas y su respiración es rápida.
Limpia su nariz con el dorso de su mano e intenta formular una respiración pausada y tranquila, como haciendo todo de sí, para serenarse.
Y mi corazón empieza a doler.
- ¿Premeditado? - Solo dice.
Y mi mirada ante su pregunta se va al gran ventanal que tengo de pared en mi oficina.
Sí, estoy en el piso 30 y realmente estoy contemplando la idea de saltar por la maldita ventana.
Eso, antes que contestar y seguir con esta conversación.
Paso mis manos por abajo de mis lentes.
- Vangelis, Gaspar no es cualquier oponente. - Digo, evitando el tras fondo de la situación. - Todo puede pasar...
Sacude las hojas, poniéndose de pie.
- ¿Y esto? ¿Por qué, esto? ¡No es un testamento normal, Herónimo! ¡Es una sentencia de muerte! - Chilla. - ¿Te das por vencido antes de tiempo?
- ¡Joder Vangelis! ¡Es solo un testamento! - Exclamo, robando de sus manos los papeles y los lanzo contra la mesa.
YO
Herónimo me arrebató los papeles de mierda, que decían que me dejaba todo a mí, nuestros hijos y a su madre.
Dios.
¿Ni siquiera la conozco?
¿Sabrá de nuestra paternidad y de todo esto?
Apunto con un dedo las hojas.
- Esa mierda dice en la cláusula 8, que si sufres de algún tipo de patología psíquica o físico motriz crónico después de la lucha, me emancipas de todo tipo de vínculo/concomitancia/nexo u afinidad y trato. - Recito el párrafo y vocifero, lo último.
Muerdo mi labio frustrada.
- ¿Te va a pasar algo, no es cierto? ¿Y si eso sucede, no me permitirás estar a tu lado? ¿Simplemente, me liberas?
El silencio se hace y se pone de pie también.
Comienza a caminar de un lado a otro y a lo largo de su oficina.
Desde mi lugar, puedo escuchar todas sus mierdas mentales que lo atormentan.
Lleva sus manos a la cabeza.
- ¡Porque, no quiero que quedes ligada a mí, si algo me pasa, maldita sea! - Se le inflan las venas del cuello al gritar. - Soy tuyo... - Gime después con un susurro, mientras su ira se desvanece al darse cuenta de mi rostro.
Niega.
- Pero no así, si algo me pasa... - Susurra.
Me mira con mis ojos puestos en esos papeles.
Me mira resoplar de ira.
Me mira dar unos pasos.
Y me mira, observándolo profundo.
Pero, no me mira tan rápido como para notar, cuan veloz puedo abalanzarme sobre ellos en la mesa.
- ¡Yo no quiero un testamento! ¡Yo te quiero a ti! - Grito con todas mis fuerzas.
Y con la misma, las rompo en su cara siendo el único sonido del lugar, la rotura y el desgarro de las hojas entre mis dedos.
Ninguna cantidad de armadura en el mundo o muros en la superficie era gruesa, para ocultar la devastación de sus ojos, pero un cierto brillo destelló en ellos al verlos rotos y cayendo a mis pies.
Solo un momento.
Por solo, un momento pequeño.
Creí ver un dejo de color en ellos.
No tan opacos, ni tan color medianoche.
¿Fue azul?
- Rayo, no voy a ser tu cruz...
Bajo mi cabeza y niego.
- No pelees, por favor. - Ruego y lo miro, juntando mis manos en mi pecho. - No lo hagas...
- No puedo.
Y pude entender la gravedad de la situación.
Me acerco.
- Inventaremos algo, Herónimo... - Continúo. - ...la justicia...ellos...
- No, Van...No hay nada, que lo implique. Gaspar me quiere a mí.
- ¿Y lo decidiste por sobre nosotros? - Mis manos van a mi abdomen.
Y traga saliva mirando mis manos.
- Sí. Por sobre ustedes. - Hay decisión en sus palabras, pero le da otro sentido a ellas.
HERÓNIMO
Por ustedes...solo por ustedes lo hago.
Me repetí, en mi mente.
- No pelees, Herónimo. - Vuelve a decirme.
Quiero sonreír como cuando vi que rompió en mil pedazos algo que a su nombre la valuaba a ser una de las personas más ricas del planeta.
Me amaba tanto como yo a ella, maldita sea.
Ya no era un ruego.
Mi nena me daba una orden.
- Todo esto me sobrepasa, rayo. Lo voy hacer...
Entonces sus cejas se arquearon y enderezó su postura.
Seguido de lanzarme la mirada más fría que vi en ella.
- Pues, suerte con eso. - Retrocede unos pasos.
¿Qué?
YO
- ¿Rayo? - Su voz suena y me encojo de hombros ante ello y sigo caminando hacia la puerta.
Entonces me doy vuelta para mirar a Herónimo.
Se encuentra de pie, con las manos en la cabeza y en el mismo lugar, con sus ojos fijos en mí.
Y el pantalón de gimnasia por esa postura en sus brazos en alto, le cuelga de sus estrechas caderas y ese vello oscuro que comienza justo debajo de su ombligo, me hace tragar saliva.
HERÓNIMO
Se detiene en la puerta para mirarme por mi dicho.
Algo obstaculiza mi garganta y me cuesta hablar.
Y antes de que pudiera decir algo se giró, abrió la puerta y solo desapareció.
Cerré mis ojos y bloqueé a mi mente como mi sistema nervioso, para contener la furia y a la desesperación que me decía.
Que debía bajar a su puto piso y traerla de vuelta.
Agarré el borde de mi escritorio, conteniéndome y el dolor en mi pecho se hizo insoportable.
Me solté de la mesa para arrodillarme y poner mis manos en las rodillas y jadeando, dejé caer mi cabeza.
JODERRRRRR.
Esto dolía.
Pero, no había otra solución.
Si no me encargaba de esto con mis propias manos, Gaspar iba a ser miserable nuestras vidas a futuro.
Y a mis bebés...
Eso, nunca.
NUNCA.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top