CAPITULO 113

HERÓNIMO

Rodo entra a mi oficina en el Pen, obviamente sin golpear.

Lo miro de arriba abajo desde mi escritorio.

Tiro mi pelo húmedo hacia atrás.

Hoy no dormí bien y me levanté temprano a entrenar en el gimnasio y después ducha.

Porque mi puta almohada no se pone de acuerdo con mi cerebro para la hora de descansar.

- Me gusta ese suéter. - Le digo mordiendo mi labio para no reír, mientras releo la copia de algo que me dejó Collins sobre la mesa y revisando la hora.

Mi nena, debe estar durmiendo todavía.

Un rato más y la llamo para que recuerde sus complementos vitamínicos con el jugo de naranja.

- Vete a la mierda. - Dice Rodo, tomando asiento frente mío.

Me río con ganas.

Saca del bolsillo de su pantalón un paquete de dulces y lo abre.

- Me lo regaló Mel. - Rueda sus ojos. - Moda Vintage o una mierda así... - Mastica sonriendo. - Le rompería el corazón, si no me lo ve puesto.

Ambos, rompemos de la risa.

Mel tiene cierta llámese, obsesión a ese tipo de ropa y lo cual va muy bien con su personalidad, ya que no sería ella, si no.

Y esa manía, se encuentra reflejada en el suéter camel con parches en los codos y puño como cuello a cuadros que lleva puesto mi amigo.

Mi teléfono particular, suena.

- ¡Qué! - Gruño al otro lado.

Detesto que empiece a sonar, ya desde tan temprano, porque significa problemas.

Apoyo mi codo en la mesa y froto mi frente, al escuchar lo que me dice Lorna del otro lado.

Respiro fuerte y acomodo mis lentes para chequear mi celular.

Y carajo.

Porque, lo dejé en vibrador en el gimnasio.

Ocho llamadas perdidas de Ángel.

- Vine por eso. - Dice Rodo.

¿Qué?

Señala mi teléfono, cuando cuelgo agradeciendo a Lorna.

- Mel me llamó y me hizo volver de camino al Holding. - Me explica. - Me dijo que viniera a detener, tu Furia.De.Señor.Todo.Poderoso que vas a engendrar, por saber que Vangelis está en el Holding...

- ¿Y por qué, tú? - Cruzo mis brazos sobre mi pecho y con toda mi espalda en el respaldo de mi sillón.

Le pregunto, ya que eso no va hacer la diferencia para ponerme en calma.

Mis orejas arden y sé, que me estoy poniendo púrpura del enojo y a dos minutos de levantarme e ir por esa terca de mierda y si es necesario, atarla a la cama para su descanso.

Y tal vez, desnuda.

Mmm...

Interesante.

Niego.

Basta, Mon.

Rodrigo me mira.

- Porque, Mel me dijo que si quería tener sexo en los próximos meses, debía venir e impedirlo. - Me hace un puchero.

Me reacomodo en mi silla y lo miro.

Aunque es demasiada información para mi gusto, no sé si reírme o no.

Hasta que recuerdo, que estoy enojado.

- Vangelis... - Mastico su nombre, mirando fijamente la ventana perdido en mis pensamientos.

- Juro que si sigues mirando la ventana de esa manera, la vas a derretir o derribar con la mirada. - Suelta riendo. - Cálmate, hermano...

Tiene razón.

Me pongo de pie juntando mi celular con las llaves de la Bugatti y me encamino a la puerta.

- ¿Iras así?

¿Qué, otra vez?

Y bajo mi cabeza de golpe para mirarme.

Pantalón de gimnasia gris, camiseta y zapatillas.

- ¿Qué? ¿Estoy mal?

Y Rodrigo, suelta una risa.

- ¡Dios! ¿Quién eres? ¡Devuelve a mi amigo! - Exclama, siguiéndome.

Lo sé...lo sé.

En mi puta vida hice esto.

¿A TINERCA, deportivo?

Que les den.

No iba perder tiempo.

Arrastraría a rayo de sol, cual cavernícola que soy y de ser necesario, hasta su departamento melocotón.

Pero suspiro.

A quién, quiero engañar...

Si me deja.

Ya que el embarazo la puso más molesta e irritante y tengo que usar de toda de mi paciencia ahora.

Pon tu mente en blanco, Mon.

Respira.

Bien.

Relájate...

Bien, otra vez.

Trago con fuerza y trato de controlar mi temperamento.

Gatitos bebés en una canasta.

Focas siendo liberadas en el mar.

Mis bebés, jugando tranquilos en un gran jardín.

Un momento...

Mis bebés no están tranquilos.

Porque su testaruda madre está en el Holding trabajando.

A la mierda mi zen interior y mi paz.

Estoy jodidamente cabreado.

Le había dicho a rayo que no hiciera algo potencialmente peligroso una docena de veces.

YO

Robé del cajón de los dulces de la cocina del piso, unas galletas con relleno de frambuesas con una soda.

Dios, son asombrosas de ricas y las como, mientras tipeo en mi computadora y termino de hacer una llamadas pendientes de trabajo.

El silencio, es casi nulo en el piso.

Solo el suave volumen de las música, proveniente de la radio de Lorna con Gloria Trevi llena el ambiente.

Pero la dulce canción, de golpe es reemplazada por susurros de saludos nerviosos.

Y levanto mi barbilla por sobre mi box para ver.

Oh, mierda.

Lo siento.

Él ya está acá, porque esa sensación que nació como el primer día en la cafetería de su todo él.

Me invade, me llena y se adueña de mí.

Y mi corazón empieza a latir fuerte por ello de alegría.

Porque, toda yo palpita por los días sin verlo y solo conformándome con escuchar el sonido de su voz grave, para verlo ahora entrar en segundos.

Aparece y como Lorna hora antes, mi mandíbula cae y hasta creo que un hilo de baba sale de mi boca, ante su presencia y lo hermoso que se ve.

Camiseta blanca ceñida al cuerpo, marcando todo lo que Dios esculpió y le dio con esos pantalones de gimnasia gris prelavados y sus benditos y sexys lentes de armazón negro.

Y miro el techo en busca de una luz divina del Todopoderoso.

¿En serio?

¿Dame un respiro, quieres?

Viene con toda la seguridad del mundo hacia mi box y con esa determinación tan propia que hace juego con sus fuertes hombros y cada paso que da, controlando y analizando todo lo que ve sus ojos.

Todos miran a él y a mí, con reserva como con el tino de no hablar y seguir con lo que sea, que están haciendo.

Hero se detiene al llegar a mi lugar.

Y recorro su cuerpo, no lo puedo evitar.

Pero me detengo unos segundos en ese abdomen que marca todo con cada respiración que da, bajo esa estrecha camiseta y sigo subiendo con mis ojos, hasta encontrarme con su mirada oscura.

Su expresión es de cretino, déspota y autócrata jefe, con esa media sonrisa de lado por satisfacción a algo.

No tengo idea a qué.

Pero, juguetea en sus labios.

- Vangelis. - Folla mi nombre y recorre mi cuerpo explícitamente.

Y mi galleta dulce que está a medio comer en mis labios cae.

- Señor... - Respondo entre migajas.

Sus ojos tienen un destello de brillo y sus labios, se elevan levemente.

¿Divertido?

Se inclina hacia mí y con ambas manos en los apoyabrazos de mi silla, la gira ya que sigo sentada, para tenerme frente suyo.

Nuestras narices se rozan.

Casi.

Y me arquea una ceja.

- A mi oficina, en cinco minutos. - Es una orden.

Una sexy y jodidamente, caliente orden.

Y se va sin más.

Dejando suspiros de mis compañeras en el camino.

¿Deja vú?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top