CAPITULO 112

YO

La semana siguiente, transcurrió tranquila.

Asquerosamente tranquila.

Si antes pasé por un par de días lentos como esa babosa tipo sanguijuela, arrastrándose con toda su viscosidad y dejando su mucosidad verde por todas partes.

Esa cosa, había tenido familia y ahora, eran cien de ellas por todos lados.

Así, lo sentí a cada día que pasó de asqueroso y lento otra vez.

Para el noveno día ni los caramelitos gomitas de Pulgarcito, ni las bromas de Rodo o compañía de Mel a la salida del Holding.

Ni las visita de mi hermana con mis adorados sobrinos, que festejaron felices la idea de tres primos, los cuales cada uno se adueñó de uno de mis bebés a futuro y al notar que sobraba un tercero, decidieron de mutuo acuerdo a ese poder quedármelo, lograron ponerme un poquito mejor.

Al décimo día, mi reloj despertador sonó temprano.

Ya podía ducharme cubriendo apenas las dos heridas, lo que fue un alivio, porque aligeró la misma y podía sin ayuda de Mel o Siniestra, ya vestirme por mí, misma.

Crucé mis brazos envuelta aún en con la toalla, inspeccionando mi armario de ropa.

Con la llegada pronta del verano, el clima se estaba tornando cada vez más cálido lo que indicaría que a la tarde, la temperatura sería alta y mi vestido azul a media manga con escote, adelante era la opción indicada con mis lindas botitas bajas.

Veinte minutos después, mis gritos se escuchaban en todo el departamento, ante la negativa de Ángel.

- No, chica.

¿Qué?

¡QUÉ!

- ¿Qué quieres decir, con el no? - Pongo mis manos en las caderas. - ¡Tengo mucho que planificar con el trabajo atrasado, que debo tener en mi piso, Ángel!

Su montaña de cuerpo de matón que tiene, se acomoda sobre la silla de mi comedor bajo ese traje de vestir, camisa y corbata negra de una forma intimidatoria.

A la mierda, no me amedrenta.

Estaba apurada y decidida.

O me iba con él o sola.

Así que, pasamos directamente a la confrontación directa.

- HRNM, quiere que solo descanses y cuides de los bebés... - Señala mi abdomen con un dedo desde la mesa y con su taza de café en mano.

- Los bebés están perfectos y lo sabes, porque me llevaste y estuviste presente, cuando la obstetra me dio el ok para trabajar. - Acoto, pelándome una banana y la mastico con rabia. - Debo tener trabajo acumulado en mi box y Mel sola, no debe dar a...

- No. No, la tienes. - Me dice convencido.

- ¿Perdón? - Le entrecierro los ojos. - ¿Qué quieres decir, con eso?

Sus ojos se abren grande.

Metió la pata y yo muerdo mi labio sabor a cereza por mi brillo labial.

Apoyo ambas manos en el borde la mesa y me inclino hacia él.

La de pose amenazante, ahora soy yo.

Le da un gran sorbo a su café.

- ¿Me reemplazaron?

Pasa su gigante mano por su cabeza calva, de forma nerviosa.

- ¡Ángel! - Chillo ante su silencio.

Resopla.

- Sí, chica.

Cierro mis ojos.

Respira, Vangelis.

- ¿Órdenes de Herónimo? – Murmuro, entredientes.

Asiente.

Pero que hijo de...

¿Cree que voy a estar los nueve meses encerrada?

¿A quién, quiero engañar?

¡Por supuesto, que sí!

Viniendo de él, lo adoraría.

Santo Dios, si no me deja ni bajar a la calle a comprar caramelos.

Cada noche cuando me llama, me dice que según el libro maternal que está leyendo, recuerde que debo dormir de costado y no de espalda.

Que eleve las piernas por la retención de líquidos y que flexione las rodillas al inclinarme a juntar algo del piso.

Y cada mañana me repite sobre mi vaso de leche, rodaja de queso y mis suplementos de hierro.

Pero hoy, no.

No me va encontrar esta vez entredormida, porque jodidamente para esa hora voy a estar trabajando.

Y Ángel, lo nota.

Me sostiene la mirada mientras se pone de pie.

Y me arde la cara por enfrentarlo, pero no iba a desistir.

Estaba embarazada y sana.

Nada me lo iba a impedir.

- ¿Sabes que tendré que informar de esto a HRNM princesa, no?

Le guiño un ojo divertida, porque no se resiste.

- ¿Pero, después de que me dejes en el Holding, no?

Se sonríe.

Minutos más tarde, entro al piso 17 caminando bajo el sonido de mis taquitos.

Tocar el piso con cada paso que doy como si nada y con la mirada aturdida como de sorpresas de todos, me da más ánimo.

Muerdo mi labio, sonriendo.

Buen comienzo.

- Lorna. - La saludo con una mano y sin detenerme.

Me imita con la suya sin habla.

Porque, su mandíbula está caída por la conmoción de verme.

Pero, rápidamente levanta el tubo de teléfono para hacer una llamada, mientras me sigue con la mirada.

Okey.

No tiene la culpa y debe cumplir órdenes.

Avisar al jefe de mi paradero inoportuno.

Rodo no está en su lugar, pero Mel se pone de pie y viene hacia mí, cuando me ve.

Sigo caminando, pero con una mano frente mío.

- No trates de detenerme. - La alerto. - Quince días estuve encerrada entre cuatros paredes sintiéndome miserable y agrégale que estoy...poseída por los demonios de las hormonas del embarazo, combinación peligrosa... - Le advierto.

La risa de Mel, inunda el piso y me abraza.

- ¡Santos infiernos, no! - Suspiro aliviada. - No entendía, por qué, aún no venías para poner las pelotas verdes de la bronca al sexy y caliente jefe de los jefes y raro No.Novio.Pero.Si.Casi.Futuro.Marido tuyo, que tienes. - Le ruedo mis ojos divertida. - Por cierto, Rodo me debe 50 dólares...

- ¿Por qué? - Digo, caminando con ella a la par.

- Gané. - Hace un globo con su chicle, encogiéndose de hombros. - Apostamos cuanto tardarías en desobedecer a Herónimo y aparecer por aquí. - Ríe. - Yo dije 15 días y él un mes.

Río.

- Por lo que veo, ninguno de los dos me tuvo fe... - Murmuro.

- Nop. - Muy sincera.

Sonrío complacida.

Esos, son mis amigos.

Llegando a mi box, una muchacha más o menos de mi edad trabaja en mi lugar.

Gruño, casi llegando por ello.

- No quería ponerte mal. - Me mira triste. - Solo sé, que Collins la trajo para reemplazarte por órdenes de Herónimo. Su padre es empresario también y le pidió el favor de su pasantía estudiantil o algo así, acá. - Mi mira triste. - Lo siento, pero...

- ...mandato del jefe. - Continúo su oración.

Asiente y acaricio su hombro con cariño.

- No te preocupes. - La tranquilizo.

Llegando, me detengo en la entrada.

- Fuera. - Mi voz suena por sobre mi box, ocupado por esa linda chica.

¿Guapa?

Mucho.

Pelo castaño como yo y muy parecida físicamente a mí, pero sus ojos son de un verde jade que encandilan.

Corrección.

No es guapa.

Ella es hermosa.

- ¿Disculpa? - Sale de sus labios rosa y me arquea una bonita ceja depilada, con autosuficiencia.

Miro a Mel.

No me jodas.

¿En serio?

Y eleva sus hombros mi amiga, como respuesta ante mi mirada.

No, no lo iba a permitir.

Otra cuarta integrante para el cuartel de las víboras, no.

- Dije, que fuera de mi box. - Murmuro tranquila.

Demasiado tranquila.

Frunce sus cejas y mira a Mel.

- Es suya, cariño. - Le responde, apoyando su brazo por sobre mi box. - La señora, volvió...

Abre su linda boca.

- ¿Señora?

- La mujer del jefe de los jefes, nena, en persona. - Sigue Mel, divertida ante todo esto.

Su mirada viaja de arriba abajo sobre mi persona inspeccionándome, cosa que eriza mi piel, pero lo disimulo muy bien.

Compostura Vangelis, me dije.

Suelta una risita.

- ¿Eso es raro? ¿Mi padre y Herónimo... - ¿Dijo Herónimo?

¿No señor Mon o el jefe?

- ...se conocen de siempre y nunca, lo escuché nombrarte... - Me mira en detalle. - ...ni a Hero hablar de ti, anoche en la cena familiar que tuvimos. - Inclina su cabeza y lleva un dedo a sus labios pensativa. - ¿Cómo dijiste que era tu nombre?

Santo Dios.

¡Es una perra!

- No te lo dije. - Respondo, entrando a mi box y obligándola a ponerse de pie tomando un brazo de ella.

- ¡Oye! ¡Tendrás muchos problemas con Hero por esto! ¿Acaso, no sabes la hija de quién soy? ¿Y no lo conoces a él? - Gimotea, acomodando su linda falda blanca y por demás corta, cuando a empujones la saco del espacio de mi box.

- Me importa una mierda, la hija de quién eres y créeme, cariño... - La miro profundo y arrugo mi nariz. - Lo conozco a Hero... - Imito su voz, de esa forma cariñosa cuando lo nombró. - ...demasiado bien y para mi gusto en este momento. - Ahora yo, la miro fijo. - Y mi nombre es Vangelis. - Invado su espacio personal y retrocede por ello.

Mira al despacho de Áaron.

No está.

Busca apoyo de algún compañero de piso.

Pero todos, inclusive hasta el cuartel de víboras se agazapan desde su lugar, pero fascinados y chismosos ante lo que está sucediendo.

Y puedo darme cuenta que todos saben mi estado y lo que sucedió.

Suspiro de alivio por ello.

No se jode con la mujer del jefe.

Bueno, eso creo que soy.

Hasta hoy.

- ¡Eres vulgar! - Exclama, buscando su ostentosa cartera de Prada.

Ruedo mis ojos como respuesta.

- ¡Hablaré con Hero! ¡Esto, no va a quedar así! - Me grita, encaminándose de forma furiosa hacia la puerta de salida.

- Lo que sea... - Susurro, dejándome caer en mi silla mientras busco en mi cartera la pluma de Hero, para recoger mi pelo, con mi "llego tarde."

- ¡Guau! - Exclama Mel. - Eso fue, como...

- ¿Mucho? - Digo, ojeando el papelerío en el que estaba la hija de no sé quien, pero caliente chica estilo muñeca Monster High.

- Nop. - Dice. - Si Rodo estuviera aquí, diría que faltó la pileta con el lodo. - Río. - Esa chica, tiene un enamoramiento por Hero... - Imita su voz patética de malcriada.

Suspiro.

Sip.

Lo sé.

Imposible, no.

Si este hombre es la versión porno de un príncipe Disney y de genética patea culos, de lo hermoso que es, provocando estragos con la platea femenina.

Porque, él es un dios malditamente Helénico.

Ángel, que se mantuvo en un rincón frente a todo este episodio, se acerca a mí.

- ¿Chica, estás bien? ¿Necesitas algo?

Miro mi reloj pulsera chequeando el tiempo, ante la pronta llegada de Herónimo por mi presencia.

Lo conozco.

Desde donde sea, vendrá cual bomba termonuclear a explotar sobre mí.

Cabrón engreído.

- Un sicario, ajos y una estaca con mucha agua bendita. - Hago mi lista.

Ángel ríe a carcajadas y niega con la cabeza.

Y yo, también.









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