CAPITULO 110


HERÓNIMO

- ¿Todos, están bien? - Digo, bien entro y sin poder evitar, estar preocupado.

Al sentirme hablar en plural, Van me mira con confusión y asombro.

- ¿Lo sabes? - Sale apenas de su voz, llevando por reflejo su manito sana al vientre.

Bonita.

Su mirada habla tanto dentro de su silencio, por la presencia aún de la doctora que me da ternura.

Muerde su labio inferior por eso y tomó cada gramo de mi autocontrol, de no tomar su rostro con mis manos y reemplazar sus dientes por los míos.

- Todo, está más que perfecto. - Interrumpe la médica, controlando el goteo del suero. - La herida de su hombro evoluciona favorablemente y la cicatriz de su vientre también, unos días más y sacaremos los puntos, cariño... - Acomoda sus sábanas. - ...la anestesia prácticamente a desaparecido, por eso la pesadez de tus extremidades, pero no tienes de que preocuparte...solo dejaremos los medicamentos para el dolor, que le llega a través de la intravenosa por un par de días más y optaremos después por unos orales suaves, que no dañaran la gestación. - Se acerca a la cama y vuelve a levantar la baranda de protección de un lado.

- ¿Y los bebés? - Pregunto ansioso.

Vangelis gira su cabeza hacia mí y abre grande sus ojos.

- ¿Los bebés? - Repite, pero ya no me mira.

Toda su atención, está en la doctora.

Cual esta, suelta una risita parada a los pies de la cama.

- Lo siento. Me preguntaste por tu embarazo y te dije, que todo marchaba muy bien... - La cara de Vangelis es un poema, porque sigue sin entender y le sacaría una foto de lo jodidamente hermosa que la hace, con pelos enmarañado y todo.

- Esperas trillizos, cariño...

Sus ojos, ahora me miran sorprendida.

- ¡Tres! - Chilla. - ¿Tres bebés? - Pongo mis manos en los bolsillos de mi jeans y asiento.

Y mira su vientre, bajo las sábanas.

Arruga su nariz.

Dios, como extrañaba eso.

- ¿Me hiciste, tres hijos?

¿Hiciste?

¿Y eso?

Ahogo una risa.

Acomodo mis lentes para disimular.

Aclaro mi garganta.

- Sí. - Disculpen, no sé que más decirle.

Semi sentada en la cama y sobre sus almohadas, deja caer su cuerpo en él, llevando su mano a la boca sin poder creer.

Sus bonitos ojos cafés van de mí, a la doctora y luego otra vez conmigo.

Hasta que una sonrisa le puede.

- ¿Tu alter ego Mon, no podía con menos verdad? - Suelta.

Y mi media sonrisa de lado, nace y le arqueo una ceja divertido.

No lo puedo evitar.

Soy un puto genio en la procreación, nena.

YO

La doctora le da unas indicaciones a Herónimo sobre mi cuidado a seguir.

Él le pregunta por algo de mi alta y ya no sigo con su charla, porque mis ojos y mi mente están fijos en mi estómago.

Mi mano sana, se desliza con suavidad por ahí y por sobre las sábanas blancas.

¿Tengo tres bebés, creciendo dentro mío?

¿O sea, voy a ser madre de tres bebitos al mismo tiempo?

Miro a Herónimo.

Mierda.

¿Él va a ser padre de tres niños?

Jesús, como que no me lo creo, pero sonrío de felicidad.

Dos de mis dedos rozan la zona vendada a un lado de mi vientre.

Y algo triste y desgarrador me colma, provocando un escalofrío en todo mi cuerpo en solo pensar si algo les habría ocurrido en el ataque de Amanda en el estacionamiento.

Empujo las sábanas más a mi vientre, como si fuera un escudo de defensa por ello.

- No lo hagas. - La voz de Herónimo, hace elevar mi vista.

La médica ya no está.

Nunca la escuché irse.

Esa mole que tiene como cuerpo, acapara casi la totalidad de la puerta cerrada, apoyando su espalda y cabeza en ella, mirándome.

Sus brazos están por detrás, tensando la tela de su camisa azul por sus músculos y fuertes hombros.

Jesús, es hermoso.

Su mirada cansada y profunda está en mí.

Suspira.

- ¿Qué? ¿Qué, no haga, qué? - Murmuro.

Sabe lo que pensaba, porque sin dejar de mirar su bonito rostro cansado, hay reflejo de culpabilidad.

Su pelo avellana libre de días de peinado rigurosos por la empresa, ahora caen libres por sus ondas y rulos en su frente como lados.

Casi, tapando mitad de su oreja.

Eleva una mano y pone ese rulo rebelde y siempre enamorado de su frente, detrás de este.

Y auch.

Porque eso, siempre es tan lindo.

Se acerca a mí, con pasos decididos pero lentos y tomando asiento a los pies de mi cama.

- Vangelis, escucha... - Dice, mientras ignora mis preguntas.

Su tono de voz, ahora es opaca y fría, me asusta.

Él no me llamó, por rayo o nena.

- Van... - Pasa sus manos por su cara, pesadamente. - ...Gaspar, estuvo detrás de todo esto...

Bajo mi mirada a mis manos entrelazadas sobre mi regazo y un flash de Amanda nombrándolo en el estacionamiento y frente a su ataque, viene a mi mente.

¿De dónde?

¿Pero, cómo?

- Ellos... - Logro a duras penas susurrar por tanta maldad y preguntándome, a dónde se fue el resto de mi voz.

Herónimo, lentamente asiente.

Y aunque su postura intenta ser casual y tranquila para la conversación que sea que vamos tener, la quietud de su cuerpo y la intensidad de su mirada oscura, me dice que no lo son.

Pasa ambas manos por su pelo.

- Amanda tiene un prontuario extenso de adicción a diferentes tipos de drogas... - Resopla. - ...cuando te atacó, estaba bajo la influencia de ellas...

Maldita sea, lo sabía.

Niega con su cabeza, mirando los pies de la cama.

Nunca a mí.

- El tema es que no sé, de dónde mierda se conocen ambos...pero, Gaspar utilizó sus propósitos a través de ella...

- ¿Para quedar limpio?

Se encoje de hombros.

- Supongo. - Jadea confuso, echando su cabeza hacía atrás y mirar el techo. - Ya a esta altura, no sé nada, nena...todo es como una maldita telaraña... - Muerde su labio superior.

El tic modo pensativo y condenadamente, bello también.

- ...yo creí, poder protegerte... - Su voz es un murmullo, como si se estuviera hablando para él mismo. - ...no debí, dejarte sola...y viajar... - Niega. - Si yo, no... - Bufa. - ...nada de esto, hubiera sucedido...

¿Qué?

¡QUÉ!

- ¿Qué quieres decir, Herónimo? – Respira Vangelis, solo respira.

Silencio.

Más silencio.

¿Pero qué, demonios?

Y empiezo a odiar todo esto, porque no tengo idea los que pasa por su cabeza.

Ya no sonríe, ni su humor ácido está presente.

No reacciona.

Y mi corazón palpita tan fuerte, que siento que mi pecho va a explotar por obstruir mi respiración y contenerla.

Intento hacerlo profundamente, porque lo sé.

Lo siento, construyéndose en él...otra vez.

A ese muro o velo de mierda constante, que tuvo desde el primer día que lo conocí al apego emocional con esa expresión fría y glacial contra el resto del mundo.

- No lo hagas, Herónimo... - Suelto y sabe que no es una puta suplica, es una advertencia.

Sonríe sin ganas.

Se saca lo lentes y por fin me mira.

- Voy a pelear con Gaspar en el ring. - Concluye.

Mis ojos van a su mano vendada.

- ¿Tú, te encontraste con él?

No lo afirma, pero tampoco lo niega.

Arrugo mi nariz.

Eso es suficiente para mí, porque empiezo a entender todo.

Su miedo.

Intento acomodarme sobre mi postura, pero la venda de mi abdomen me pica y molesta.

Y ese impulso, me hace gemir de dolor por el hombro.

- Nena... - Se levanta para intentar ayudarme.

- ¡No! - Se detiene a medio paso, por mi mano en alto.

- ¡Vangelis, no seas terca! Déjame ayudarte... - Gruñe, caminando sobre su lugar de forma exasperante ante mi negativa.

Y lo taladro con la mirada.

- No te atrevas a tocarme, Mon ¿Quieres ayudarme, cuando estás aquí, para decirme que no vamos a seguir juntos? - Grito. - ¿Por qué? ¿Por qué, Herónimo? ¿Por qué, estuviste cuidándome todos estos días? - Chillo. - Para después decirme, que te vas...

Mierda.

Mi voz se quiebra y el llanto florece.

Putas hormonas que me hacen más sensible.

Y puto, Herónimo Mon.

Se detiene sobre su lugar para mirarme.

- ¡Porque tengo miedo, Vangelis! - Su turno de gritarme.

- ¿Miedo? - Repito con el mismo tono de voz.

- ¡Sí, maldita sea! ¿Acaso no lo ves, nena? - Me señala triste. - Mira lo que te hice... - Su tono de voz fracasa y se rompe. - ...mira, lo que les hice. - Se corrige. - Por ser un puto egoísta y quererte solo para mí... - Su cuerpo cae contra la silla, vencido al lado de mi cama y apoya sus codos en ambas rodillas enterrando sus manos en su cara. - Debí anticipar todo esto...y no subestimar a Gaspar. - Sus ojos se elevan sobre sus manos. - Tengo una familia y yo debo...protegerlos...

Palidezco por escuchar esto último.

- Herónimo puedes tener miedo solo...o podemos tener miedo juntos. Yo, no temo a Gaspar... - Susurro.

- No, nena. - Me dice, sin un dejo de duda. - Quiero solo su focalización en mi persona. Necesito, estar solo para él...

Y mis terminaciones nerviosas, explotan.

- ¿Y le vas a dar con el gusto?

- Por ti y los bebés, hasta el final... - Tampoco duda.

Se inclina.

- ...solo será, hasta que todo esto acabe... - Intenta tomar mi mano, pero lo rechazo.

Baja su mirada por ello y hace una mueca para esconder su furia, porque odia que no lo deje tocarme.

- ¿Y debo jugar a la casita mientras tanto, yo sola? ¿Esperando lo que sea de tiempo que dure todo esto? ¿Y si te lastima de peligro, arriba de ese ring?

Se sorprende, por lo que digo.

Niega.

- No sucederá. - Cambia de conversación. - Pensé en llevarte a la quinta de mi madre mientras tanto, ella se pondrá muy feliz...así, yo...

- ¡Qué! - Chillo, elevando el brazo con la intravenosa al aire. - Entiendo ¿Cómo una cárcel?

- Por protección, Vangelis... - Dice entredientes.

Su poca paciencia, está al límite.

Que coincidencia, la mía también.

Y por eso, suspiro y acaricio mi vientre con cariño.

Tranquilos bebés, mamá va a gritar un poco a papá.

- ¡Maldita sea, no, Heronimo! ¿Y mi trabajo? ¿El Hospital? ¿Y Juli? ¿Mi familia?

Se encoje de hombros como si nada.

- Cuando lo vea prudente, Collins o Ángel te llevaran.

- ¿Cuando...le veas? - Repito. - ¡Vete al cuerno, Herónimo! - Protesto lanzándole el vaso de plástico de la mesita.

Y bufo, por no estar lleno de agua.

Se inclina y con la almohada que utilizaba para dormir, tapa su rostro como escudo ante mi ataque y hace una mueca con esos putos labios llenos como hermosos que tiene.

Está deliberando como siempre que maldigo, si reír o mandarme a la mierda.

Pero sus ojos se llenan de cólera y se estrechan.

Carajo, optó por lo segundo.

Su respiración se vuelve fuerte y acelerada.

Se inclina hacia mí y toma mi rostro con ambas manos obligando a que lo mire.

Sus ojos viajan por encima de mi rostro y sus pulgares, se deslizan a lo largo de mis mejillas.

Y aunque, todo él es ira por mi negación.

Su modo es tierno, porque lo siento protector y a gusto.

Haciéndome odiar por completo, querer sentirlo por todo mi cuerpo.

- Eres mi mujer, nena... - Su mirada no deja de recorrer cada centímetro mío, para luego fijarlos en mis ojos.

Son abismales.

Su nariz me roza y me acaricia con él.

- ...somos familia y eres mi rayo de sol... - Sus labios juegan con los míos.

Y me los lamo, porque todo mi cuerpo hierve por su contacto, notando como los suyos sobre los míos se convierten en una sonrisa.

- ...te amo Vangelis y voy cuidar de ti y nuestros bebés para toda la vida. Y no voy a permitir que un hijo de puta, te vuelva a lastimar. - Chupa mi labio inferior y cierro mis ojos para sentirlo.

Lo suelta, lentamente y con un pequeño pop.

- Solo es un tiempo, nena...por favor...

Había tanto dolor en su voz, cuando susurró su súplica.

Abro mis ojos.

- No voy a ir a ningún lado, Herónimo. - Digo al final.

Suspira.

- Vangelis...

- Vete...

- Nena, no hagas esto.

Ese obvio dolor en su voz, me detiene abruptamente por la esperanza naciendo de que debajo de toda esa confusión de ira y duda, me quiera a su lado para enfrentar juntos a toda esa mierda de Gaspar.

Y que todo ese miedo que no entiendo, porque tanto abruma su mente lo lucharíamos a la par.

Así que, le di una última oportunidad para ser valiente.

- Te amo Hero y quiero estar a tu lado en todo esto...

Pero me di cuenta que era un no y había terminado, cuando las lágrimas brillaron en sus ojos.

- Yo, debo protegerlos. Si yo llego a quedar... - Titubea y me abraza lleno de emoción.

¿Eh?

¿Si él llega a quedar, qué?

Sacude su cabeza, negando esos pensamientos que lo invaden.

- Ustedes cuatros son mi amor, nena... - Finaliza.

Pone un mechón de mi pelo, detrás de mi oreja.

- Promete que pensarás lo de la quinta de mi madre. Aún no la conoces, pero se enamorará de ti, tanto como lo estoy yo. Es un lugar seguro, rayo...

Y se incorpora y besa mi frente sin esperar mi respuesta.

- Siento los ojos de Gaspar en todos lados. - Prosigue inquieto. - Debo volver y ponerme al día...

Y mi corazón aprieta.

HERÓNIMO

Besando la frente de mi nena, me despido.

Camino hacia la puerta, sintiendo sus bonitos ojos en mí.

- Herónimo...

Sostengo el picaporte de la puerta a medio abrir, pero no me giro.

- ¿Si, nena?

- De qué color tienes los ojos? - Me pregunta.

Niego, sonriendo a espaldas.

- Violetas, amor... - Respondo, siguiendo la corriente a su juego favorito.

Suelta una risita.

Pero esta vez, su risita es triste.

- Te veo en el Holding, jefe... - Me promete, mientras me voy.

Dios, es tan caprichosa.

Amo a mi caprichosa.

Asombrosamente en el pasillo no hay nadie.

Me paseo por este por minutos, con mi mano en la cintura y la otra, frotando mis labios pensativo.

Y empiezo a largar una respiración tranquila.

Una tras otra.

Hago todo en mi poder, para controlarme y no llorar.

Y mi corazón empieza a doler, porque lo niego.

Pero lo necesito para calmarme y convencerme de que esto es lo correcto.

Pero, ese temor me invade.

El temor, de estar arriba de un ring...

Un temor que a nadie dije y nació en mi encuentro en el gimnasio con Gaspar días atrás.

Camino hasta la pared y me deslizo sobre ella.

Subo mis rodillas y descanso mis codos sobre estas, cubriendo mi rostro otra vez para detener mis emociones.

Mis hombros empiezan a rendirse y sacudirse, pero no emito ningún sonido.

Porque, jodidamente estoy llorando en silencio.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top