CAPITULO 11


HERÓNIMO

Collins me avisa entrando a mi oficina que la arquitecta con su equipo, están en mi sala de conferencia. 

El plan es la reforma del sector sudoeste del Holdind y donde está, la entrada principal.

Quiero sus techos con más iluminación y con paneles más sofisticados.

Entro con un ademán cortes y se pone de pie entre seis personas y una mujer que se presenta, como tal de la empresa que contraté. 

Les pido que tomen asiento, abro mi laptop y sin perder tiempo como me gusta, explico lo que quiero a través de un dispositivo de proyección de la sala.

Luego de escucharme, la mujer se lanza con el típico marketing de discurso de ponderar al futuro cliente, explicando con su bla bla bla de agradecimiento de elegirlos, más bla bla bla de su origen e historia de la firma y bla bla bla de la garantía y satisfacción, que tendré por elegirlos.

Mujer.

Habla más rápido o resume eso, no me interesa todas esas mierdas.

¿Dices, que son buenos?

Eso es lo importante.

Porque, soy exigente y ya lo veremos.

Sigue hablando y no para.

Carajo.

Odio, perder el tiempo así.

Miro con disimulo mi reloj.

Y mierda.

La hora fulltime, finalizó hace veinte minutos.

Vangelis ya se fue y seré un maldito acosador. 

Me reposiciono en mi lugar, mientras el parloteo de la mujer prosigue. 

Ahora, intercambiando opiniones con su gente por el proyecto y blanqueo mis ojos, cliqueando en mi programa de archivos de base de datos de mi personal de TINERCA

Y doble clic en activos femeninos, cual aparece el buscador preguntando el nombre que solicito.

Bien.

Vangelis Helena Coppola y su currículum Vitae con datos personales con una última foto reciente, aparece de inmediato.

Madre de Dios.

Es tan linda.

Vuelvo a cliquear en sus datos personales y leo lo siguiente con mi media sonrisa de lado.

Listo.

Cierro mi laptop y me pongo de pie.

- Acompáñenme, por favor... - Invito a la fuerza a que me sigan y me importa tres mierdas, si piensan que soy un mal educado.

Estoy apurado.

Punto.

Con la dirección del domicilio de Vangelis grabada en mi mente, iré a verla.

Y aunque me tome por un maldito hostigador, hablaré con ella.

- Les mostraré en detalle la planta baja y lo que deseo. - Salgo encaminándome a los ascensores, mientras Collins mantiene las puertas abiertas, esperando que todos desocupen la sala. 

El sector sudoeste aún está concurrido, pero lo suficientemente vacía para que pueda señalar las modificaciones y reformas en los lugares que deseo. 

Algunos activos me reconocen y me saludan con respeto, sin detener su trayecto. 

Luego de darle algunas indicaciones a sus trabajadores como tomar fotos y medidas, se focaliza en mí, leyendo sus anotaciones con mis directivas.

- Guau, señor Mon. El proyecto es bastante grande... - Apoya su pluma en sus labios.

Carajo.

No me vayas a batir las pestañas, mujer.

Odio eso.

Pero, lo hace.

Con disimulo, pero sugerente.

Se acerca a mí, más.

- Si le parece bien, puedo mañana a la misma hora traer una serie de bocetos y mostrarle algunos artes finales para que me oriente...conozco un buen restaurant italiano para cen...

- Señorita... - Dudo y la interrumpo.

Me giro sobre ella para tenerla en frente, mientras si decido mandarla a pasear o no.

Y mierda.

Porque ni su nombre recuerdo.

¿Me lo dijo?

- Thelma. - Me sonríe, recordándomelo.

Pelo castaño con onda hasta los hombros.

Buen cuerpo y tetas.

Vestido negro muy elegante.

Y mordida de labio inferior.

Es linda.

Pero, hoy no.

- Thelma no voy a coger contigo ¿queda claro? - Ella se reacomoda sobre su lugar y un rubor, cubre sus lindas mejillas al escucharme.

¿Incómoda?

Puede ser.

¿Decepcionada?

Sí.

- Me gusta dejar las cosas en claro de lo que deseo en un principio. Y este, no pasa por cogerte cariño. Pero sí, para que cumplas al 100% de mis necesidades con este proyecto ¿Se entiende? - Finalizo.

Creo que me va a mandar a la mierda, pero no lo hace por su compañía.

Porque tener al poderoso Herónimo Mon como parte de su currículum firmado con su nombre y apellido como jefa de proyecto, vale más que un cachetazo de ofensa.

Condénenme.

Pero piensen que fui pura sinceridad.

Me giro para que volvamos a donde nos quedamos, cuando quedo paralizado en mi lugar.

Y mis ojos por inercia, van al gran reloj de la pared central de la recepción.

Las 17:56h.

¿Pero qué mierda, está haciendo rayo de sol con Áaron?

Están de pie, cerca de los ascensores.

¿Recién salen?

¿Y eso?

Y me pongo rígido al verlos tan juntos.

Muerdo mi labio superior para irrigar mi sangre al cerebro, porque necesito con urgencia la movilidad de mis extremidades.

¿Ellos, solos?

No.

Estoy ardiendo de la furia y no sé, lo que pasa. 

No fue como en otras veces que la vi acompañada, porque nunca nadie antes había invadido su espacio personal. 

Y nunca, un hombre. 

Cierro mis ojos para bloquear la imagen de ellos juntos, porque estoy furioso y celoso.

Rebobina.

¿Celoso, yo?

Tendré unas palabras conmigo mismo acerca de esto, más tarde.

Ya que ahora mismo estoy distraído y esta, tiene la forma de una mujer castaña y con pecas que está formando una constelación por arrugar esa nariz respingona.

Y que me observa con mirada...

¿De reproche?

Sus ojos van hacia mi arquitecta.

Y ella, jodidamente suspira.

¿Rayo de sol, está celosa?

Bonita.

Pero mi cólera arremete, cuando veo a Áaron acunar su mejilla.

Pero qué, demonios.

Y camino a ellos ciego, loco y putamente celoso.

Sí.

Infiernos de celoso por rayo de sol.

Aprieto mis puños por sobre mis lados para mantenerme calmado. 

Sus ojos cafés por sorpresa, miran a un costado y luego a mí, de forma desconcertada por mi súbita presencia.

Nena, me interesas.

Mucho.

Su embriagador perfume floral me llega.

Carajo, huele tan bien.

Cada rincón de su jodido cuerpo, me llama.

- Disculpe ¿Qué dijo, señor Mon? - Interrumpe mi contacto visual Áaron.

¿Todavía, está aquí?

Vete.

Fuera de una vez, hombre.

- Que yo me encargo de llevar a la señorita Coppola, Áaron.

Simple y entendible.

¿O te lo explico a puñetazos?

Cálmate, Mon.

Está desconcertado y es obvio, en mi puta vida hice esto.

- ¿Qué tú, qué? - Pregunta Van, lo que no se animó mi supervisor de piso a decir.

- Señor Mon, ella palideció. Creo que se debió a un filtro de trabajo laboral. Estuvo hasta recién, terminando un balance Trimestral.

Mierda.

¿El informe que le mandé?

Pero, si la fecha de entrega es para el lunes, pasado el mediodía.

Ladeo mi rostro y bajo mi mirada para encontrarme con la suya.

Dije que estaría a prueba y por eso el proyecto.

Y aunque el 99% de las veces soy una mierda, no se lo exigí para hoy.

Vangelis se sonroja y se frota un brazo.

- ¿Por qué hizo eso, señorita Coppola? Si mal no recuerdo, estamos a viernes y lo pedí con fecha de entrega, el lunes al mediodía.

- ¿Ponerle difícil, mi despido? - Murmura.

Y noto su sarcasmo.

Pequeña atrevida.

Y mi sonrisa de lado en mi rostro, me lo confirma.

Maldita sea, me gusta más todavía.

Me doy vuelta hacia Áaron.

- Puedes retirarte. Yo me encargaré y acompañaré a la señorita Coppola a su casa.

Áaron abre y cierra su boca, sin saber que decir.

Sé, que le parece linda Vangelis, sus ojos cuando la mira lo dicen. 

Y tiene jodidamente razón, porque ella es hermosa.

Pero resulta, que ella es mía.

Aunque rayo de sol, no lo sabe todavía.

Y creo que voy a reír, pero mejor no.

Disfruto de su cara que es un poema por mi orden e insistencia.

- Uh...bien. - Mira a Vangelis. - Te ves mejor, nena. Nos vemos el lunes entonces.

Sip.

Iba a vomitar.

Pero que perdedor.

Vete hombre, de una puta vez.

- Esta bien, Áaron. - Susurra rayo. - Nos vemos...y gracias...

Me cruzo de brazos exasperado.

No soporto la pérdida de tiempo y esto, se está prolongando por demás.

YO

Este hombre está loco.

Si señor, es un demente.

Cuando Áaron se marcha, sin esperar me dirijo a José.

El guardia de la entrada principal del Holding para que me llame un taxi.

Caminando apurada y dejando un Herómino detrás boquiabierto por mi reacción y parado mirándome con cara de muy pocos amigos y con una mujer que no sé quién es, a unos metros detrás suyo y que fue testigo de todo y lo está esperando.

Descarado, mujeriego e imbécil.

¿Cómo se atreve?

Dirige ocho metalúrgicas y seguro a un buen puñado de mujeres que se derriten a su merced, pero a mí, no.

¡Púdrete, Mon!

- ¿Qué diablos crees que estás haciendo, Vangelis? - Siento que me sigue con sus pasos.

Oh.

Ahora soy Vangelis, no la señorita Coppola.

Sigo caminando y sin detenerme, le digo por sobre mis hombros.

- Ir a mi casa, señor...

José se yergue al vernos llegar y como yo, el buen hombre no entiende nada.

- Buenas tardes José, un taxi por favor... - Le sonrío al hombre uniformado que me saluda con sus dedos en la visera de su gorra. 

Herónimo muy a lo él, lo detiene levantando su mano en alto cuando llega a nosotros.

Me doy vuelta enfurecida.

- No es necesario, José. - Su voz ruge y se detiene frente mío, fulminándome con la mirada.

- Vangelis, te vienes conmigo. - Posa su mano en mi baja cintura y todo mi cuerpo se tensa ante su contacto.

Jesús glorioso.

Quiero aparentar tranquilidad y fracaso estrepitosamente.

Aunque va vestido con unos simples jeans y camiseta, trasmite arrogancia, poder y los lleva sobre sus hombros, como si fuera una elegante capa de super héroe o rey.

Bastardo hermoso.

- Ya le dije señor, que yo...

- ...no le estoy consultando, es una orden. - Hace señas con su mano a José, que se retire.

¿También?

Arrugo mi nariz.

Herónimo lo ve y las comisuras de sus labios se elevan.

Creo, que quiere sonreír.

Creo, dije.

Y mierda.

Sonrisa escurridiza que hace rogar.

Luego, resopla cansado.

- Déjame llevarte Vangelis...por favor... - Ruega.

¿Ruega?

Dulce Jesús.

¿Herónimo Mon, rogó?

No suelta su mano de mi cintura. 

Sintiendo cada uno de sus dedos posar con suavidad, en mí.

 Todo él, me reclama. 

Y baja su rostro a mi altura, para mirarme con profundidad a mis ojos. 

Los suyos llenos de esa oscuridad, buscan y pregunta en los míos.

Lo sé, porque lo siento.

Son abismales.

¿Pero, de qué color son?

Ya que, te atraen y como una maldita kriptonita te debilitan y te obligan a entregarte a lo que preguntan los suyos, exigiendo una respuesta en los míos. 

Y esa respuesta, la encuentra.

Maldición.

Maldigo a mis ojos sinceros, porque me susurra.

- Eres hermosa. - Suave y sin dejar de mirarme, presionando más su mano en mi cintura incitando a que camine junto a él.

Jesús.

Él me dijo hermosa.

- ¿Crees, que soy hermosa? - Digo.

Y carajo.

¿Díganme, que no dije eso en voz alta?

Por Dios, que la tierra me trague.

Sin dejar de caminar, se vuelve hacia mí y me frunce su ceño. 

Y me mira como cavilando mi estúpida pregunta que me confirma, que si lo hice.

Y se detiene.

Oh, mierda.

Acuna mi rostro con sus grandes manos. 

Su contacto es calloso pero suave, levantando mi barbilla para que lo mire a los ojos.

- Mucho. - Responde.

Y de golpe, esas cinco letras se convirtieron en la palabra más sexy que escuché en toda mi vida.

¿Podía una palabra tan simple, convertirla este hombre en lo más sensual y dulce de este mundo?

¿En mi mundo?

¿Por su tono y por la forma suave en como la pronuncia?

Porque, la acarició al decirla y fue directo a mi entrepierna.

Orgásmico.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top