CAPITULO 100
YO
- ¡Maldita sea! - Maldigo por lo bajo, en mi box mientras en los cajones de mi escritorio.
Nada.
Me giro sobre mi silla para revisar los bolsillo de mi cartera.
Bufo.
Tampoco.
Me pongo de pie y en dirección al box de Mel.
La encuentro, sentada detrás de su escritorio limándose las uñas.
- ¿Trabajando, extremadamente duro? - Le digo divertida y suelto una risita apoyando mi barbilla en un puño.
Ríe también.
- Por favor no sigas mi ejemplo y no pienses mucho en esto, no quiero desde ya, dar un mal ejemplo a mi sobrinito... - Sonrío más. - ...pero... - Levanta un esmalte de uña fucsia con brillos. - ¿No es maravilloso? Lo vi y supe que este color, tenía que ser mío.
- Si me los prestas después, sellaré mi boca para siempre. - Digo.
- En 5 minutos en tu box, amiga. - Me guiña un ojo, cómplice.
- Que sean en 15, cariño. - Le digo al nota su celular también sin ellos. - Olvidé mis auriculares en el Pen y venía a pedir prestado los tuyos para escuchar algo de música mientras termino un reporte de ventas, pero tú, tampoco los has traído. - Me desinflo. - Iré a rogar por unos a Rodo. - Hago un morrito.
Se sonríe, soplando su primer mano pintada de fucsia.
- Si los traje, pero no están aquí. Los dejé en mi coche... - Sacude su mano, para aligerar el secado. - ...si me das un momento, iré por ellos y te los traigo, amiga.
Niego, extendiendo una mano.
- Dame las llaves, iré yo. Tú, termina de pintar tus uñas...
Hace una mueca desaprobatoria.
- No lo sé, nena... - Duda y observa la ausencia de Pulgarcito. - ...aunque solo es hasta el estacionamiento del subsuelo, pero Ángel no está...
Junto mis manos, rogando.
- Mel por favor, deja a Pulgarcito en paz. Ese pobre hombre debe tener la vejiga del tamaño de un elefante por ser mi sombra y no quiero molestarlo por unos simples auriculares, cuando se ausenta por unos minutos para ir al baño al fin...
Mira a un lado como deliberando si es lo correcto y yo, ruedo mis ojos entrando a su box y robando sus llaves de la mesa yo misma.
Pongo mis manos abiertas, frente a ella.
- Diez minutos y estoy de vuelta, prometido.
Desinfla sus hombros.
- Ok, Van. - Levanta un índice, prolijamente pintado de fucsia. - Pero, si en diez no haces acto de presencia, iré por ti y me enojaré mucho... - Me advierte.
Le lanzo un beso al aire y le juro sobre mi corazón, mientras me encamino a la salida sonriendo.
Entro al ascensor apretando el botón del subsuelo temblando y subiendo el cierre de mi abrigo.
El aire acondicionado está muy fuerte.
- Te tengo que cuidar, bebito. - Digo, dando palmaditas cariñosas en mi vientre.
El sonido de mis tacones altos, resuenan con cada paso que doy en el piso del estacionamiento, cuando salgo del ascensor.
Suspiro al pasar y ver el parking exclusive de Herónimo, vacío.
Mañana está de regreso, consuelo a mi quebrantada y ahora ramera independencia, que respira y vive por Herónimo Mon.
El Volkswagen de Mel, está en la curva siguiente y a dos coches de Rodrigo si mal no recuerdo.
El estacionamiento está, casi vacío.
Solo las carcajadas de un par de personas y la alarma de un auto activándose, se escucha de lejos.
Maldigo por lo bajo, por de chica a ver visto tantas películas de terror y caminando sola en este predio, al sentirme vulnerable y llena de miedo como una protagonista de ellas.
Y mis nervios me traicionan al introducir la llave en la puerta y caen al piso en el primer intento.
- ¡Mierda! ¡Quieres calmarte, Vangelis! - Me digo, inclinándome sobre mis rodillas para tratar de alcanzarlas y me levanto sobre mis pies al recuperarlas y abro la puerta.
Y por suerte, los auriculares están sobre el asiento del acompañante y sonrío aliviada.
- ¡Dios! - Gimo del susto y llevando una mano al pecho al ver la sombra de alguien, cuando me incorporo del interior del auto, volteo y cierro la puerta.
Debe ser un compañero.
Hasta que, nuestros ojos se encuentran.
- ...Amanda? - Digo.
Sí.
Ella.
Y no responde a lo que digo.
Se limita, solo a mirarme y sus ojos luego bajan a mi vientre dentro de un profundo silencio, para luego elevarlos a mí, de vuelta.
Su pelo sin ese lacio perfecto de siempre, ahora lo lleva con sus ondas naturales que caen como una cascada sobre sus hombros.
Un gran saco de lana y de trenzas tejidas, envuelve su cuerpo, bajo unos bonitos jeans y zapatillas claras.
Aunque no deja de ser hermosa vestida tan simple, pues eso es lo que me llama la atención junto a su rostro lavado.
Sin rastros de maquillaje.
Y algo en lo más profundo de mi alma, me pone en alerta.
Su mirada vuelve a mis manos, cuando nota que las cruzo de forma protectora en mi estómago.
Inclina su cabeza de forma perdida.
- Yo...vine a terminar...con el último imprevisto, para que Herónimo...esté feliz... - Susurra.
Estoy atrapada entre el coche de Mel y el de al lado.
Amanda frente mío, habla de una forma rasposa y entredientes.
Como, si estuviera medicada.
Jesús Bendito.
¿Será, que está drogada?
- Eso es bueno, Amanda. - Murmuro, tratando de controlar mi terror. - ¿Sobre la Summer Opening? - Le digo, para hacer tiempo y rogando que Mel o Ángel, noten mi ausencia tardía.
Y una sonrisita seca sale de sus labios, pero no llega a sus ojos verdes.
Niega lentamente para mirar al suelo otra vez.
- N...no. - Con las manos en los bolsillos de su saco tejido, menea nervioso la punta de uno de sus pies en el piso de cemento.
Continuo a sus ojos vuelvan a subir lentamente hacia mí.
- Sobre ti... - Dice al fin, haciendo un paso y yo lo retrocedo. - ...él, siempre vuelve a mí...siempre... - Susurra de la nada y moviendo nerviosamente una de sus manos que está en los bolsillos.
- Amanda por favor, estás confundida... - Exclamo con una mano en mi vientre y otra frente mío, intentando detener lo que sea que sus ojos dicen.
Una mirada que jamás voy a olvidar.
Porque es negra, desequilibrada y llena de una complacencia tormentosa.
La mano que oculta en su abrigo sale y con ella.
Mi Dios...
Una tijera grande a medio abrir.
- Yo soy bonita... - Delira. - ...soy una...diva... - Se sonríe, acercándose en donde me encuentro, despacio y miro hacia atrás por algún escape.
- ¡Amanda, Santo Dios! - Exclamo. - ¡Estás bajos los efectos de algún tipo de droga, reacciona!
Su rostro no gesticula ningún tipo de sentimiento o reacción por lo que digo.
- Mi Herónimo me decía, que era una diosa...su diosa en la cama. - Y su rostro se ilumina al nombrarlo. - Él es mío... - Se sonríe llena de ese amor enfermo para luego, mirarme con odio.
Y su mirada se clava en mi vientre, mientras niega lentamente lo que sea que piensa.
- No, no...no...tú, no debes... - Lo señala y dice para sí, misma. - ...es mi Herónimo y nos amamos...
Oh Dios, ella lo sabe.
- Amanda, te lo ruego... - Suplico. - ...déjame ayudarte antes de que cometas algo en la que te arrepentirás... - Le susurro lo más tranquila posible.
Mi bebé. Mi bebé. Mi bebé.
Solo repite mi mente.
Proteger a mi bebé.
Su mano aprieta más las tijeras negando, hasta ponerse sus nudillos blancos por la fuerza de la ira.
- Herónimo me ama...porque, siempre volvía a mí... - Su mano se eleva. - ...Gaspar es su mejor amigo y me lo dijo....- Larga y su furia crece. - ¡Y tú, perra...con ese bebé, no! - Grita abalanzándose sobre mí.
Grito de dolor, al sentir el primer impacto de la tijera en mi hombro y protegiendo mi vientre con mis brazos como me enseñó Herónimo esa noche en ring.
Sus palabras de ofensa y defensa, vienen a mi mente y me cubro lo mejor que puedo mi estómago, entregándome a su ira para protegerlo y empujando mi cuerpo, contra el de ella.
Pero Amanda es más alta y grande de tamaño y me lleva sobre un auto, golpeando fuertemente mi espalda contra él.
Dolor me recorre por mi espina dorsal por el impacto y gimo por ello.
Mi hombro sangra mucho y empapa toda mi ropa.
Mi bebé. Mi bebé. Mi bebé.
Solo sigo repitiendo.
Amanda sale de mí y un gemido frustrado como profundo nace de ella, escuchándose en todo el estacionamiento.
Camina sobre su lugar, agarrando con sus puños con fuerza el pelo de su cabeza y con la tijera bañada en sangre.
Voltea.
- ¡Él es mío! - Me grita.
- Amanda, te lo ruego... - Murmuro, dejándome caer sobre mi espalda al coche hasta el suelo.
Nublado.
Veo muy nublado, porque estoy perdiendo mucha sangre.
- ¡Maldita, perra! - Grita. - ¡Él es mi Herónimo! - Chilla con demencia frenética, cuando vuelve su ataque, otra vez contra mí.
Y por reflejo, solo puedo elevar una mano al aire para detener lo irreversible.
Ya que no asimilo.
Ya, no puedo confrontar y afrontar la realidad que tengo a mi alrededor.
El sonido lejano del ascensor abriéndose puedo escuchar, bajo el ataque sin piedad de Amanda apuñalándome nuevamente con la tijera.
Pero, no reconozco las voces de unos hombres que jamás vi y llegan hasta donde estoy con Ángel corriendo a su lado.
Viscosidad tibia sobre mí.
Y lágrimas emergen de mis ojos al levantar las palmas de mis manos, frente mío y notar.
Sangre.
Mucha y llena de ella cubren como a mi cuerpo.
- ¡Una ambulancia! - Una voz desconocida, resuena.
Los gritos de Amanda forcejeando contra personas llegan a mí, desde la distancia y alejándose.
Confusión.
Más lágrimas silenciosas mías.
Dolor.
Caliente.
Ardor en mi vientre.
Una punzada.
Mis manos tiemblan, intentando bajar el cierre de mi abrigo y me es imposible.
No Jesús, te lo pido.
Por favor, por favor, no...
- Chica, mantente quieta. - Siento gemir a Ángel, inclinándose. - Lo siento tanto, princesa...
- Abri...go, Ángel... - Susurro confusa.
Entiende lo que quiero decir y me ayuda con ello, para abrirlo.
Y llanto de dolor sale de mí, mezclándose con el sonido de la ambulancia llegando, cuando noto mi vientre abierto por una herida y de él.
Lloro mucho.
Por el brote de mucha sangre.
- ¡Mierda, no! - Exclama Ángel, tratando de detener la hemorragia con un pañuelo y sus manos apretando fuerte la lesión de mi estómago y empapándose de sangre, él también.
Mi vista se apaga y mi cuerpo lo siento desvanecerse.
Las luces rojas y verdes de la ambulancia, yendo y viniendo con gritos y patrullas de policías llegando con chirriantes frenadas es lo último que siento en el lugar.
Pero alcanzo a rodear mis manos llenas de sangre con las de Ángel, que no deja de hacer presión contra mi herida gritando y dando órdenes, obligando a que me mire.
- Salva, a mi bebé... - Logro susurrarle, tras la negrura que me invade.
Por desmayarme...
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