Capítulo 14
Por la mañana, levantarme es una tortura. El tobillo izquierdo (con el que trastabillé en la pelea) se dobla con los primeros pasos que doy al salir de la cama. Me miro al espejo de reojo, algo en mi cara llama tanto mi atención que me obligo a analizarla, tengo un pómulo negro y levantado, el puente de la nariz está del mismo color. Me rozo los moretones con la punta de los dedos y me arrepiento al segundo. Alzo mi antebrazo y distingo uno allí también. Apenas puedo moverme para cambiarme, así que tomo un vestido holgado que no llegue a rozar las partes que me duelen.
Esta vez, me encargaron un artículo bastante interesante: "Akihiro Mura autoriza la reapertura de determinados trabajos aun restringidos por protocolo". Según la información, los trabajos que podían ser realizados desde nuestros hogares, podrán reabrir sus instalaciones, los periódicos entre ellos. Eso significa que la próxima semana comenzaré a trabajar presencialmente en 'North City Hoy'. Quienes aún no lo han hecho, deberán tomar la cura Ruber para lograr total inmunidad contra el Virus, el laboratorio de análisis no quiere utilizar la cura Neón en personas que no han enfermado todavía.
No sé muy bien qué sensación me produce saber que en una semana conoceré en persona a mi jefe, Sean D'angelo, y a muchos de mis compañeros de trabajo, siento una mezcla entre emoción y nervios, de a ratos deseo que ese día llegue mañana y después quiero que tarde lo más posible o que no pase nunca. Lo bueno es que tal vez tenga más oportunidades de demostrar que soy apta para este periódico y que merezco quedarme en él.
...
Al entrar al cuartel, siento el aroma de papá en el salón donde Korín me entrena. Entro en la sala y lo observo, no sé cuánto tiempo lleva golpeando el saco pero por el sudor y su respiración agitada parece que está desde hace bastante. Su concentración es tanta que no se da cuenta de que me acerco a él. Ralentizo mi paso hasta detenerme a unos pocos pasos detrás de él, aun no me ha visto. Lleva una remera sin mangas, no recordaba así sus brazos; antes daban la sensación de ser casi como los míos, los de alguien que no hace ejercicio desde que terminó la escuela. Pero ahora tiene los músculos totalmente trabajados, los tiene tan tensos que sus venas parecen estar a punto de salirse. La cura Ruber debe haberle hecho eso. Me sitúo a su lado dando un brinquito y él se detiene; luego de sonreírme, seca su frente con el antebrazo. Envidio que no pueda sentir el dolor de los nudillos golpeando el saco y de los músculos tensos. Alguien grita nuestro apellido y nos damos vuelta al mismo tiempo, es Mike, debí suponerlo, el olor a cigarrillo ya comenzaba a alterarme; Joseph va detrás de él.
–Lamento la tardanza – Comienza a decir Mike –, Akihiro me retuvo al teléfono y...
Para de hablar cuando fija su vista en los brazos de papá abriendo los ojos aún más y alzando las cejas.
–¿La cura te hizo eso? – Papá sonríe levemente con algo de orgullo hasta que Mike sigue hablando con una mueca sarcástica – ¿Qué más te hizo?¿Te levantó los glúteos?
Mike se ríe aún más cuando pasa al lado de papá y éste le da un buen golpe en el hombro que lo hace tambalearse, sale de mí una risa que intenté reprimir pero que fue más fuerte que yo. Me esfuerzo por calmarme cuando papá se vuelve hacía mí, pero su cara enrojecida por la vergüenza me hace reír más todavía. Me calmo cuando escucho la voz dura de Korín llamándome desde la puerta del salón, camino hacia ella con toda la serenidad que puedo.
–Hoy no entrenaras aquí – Anuncia apartándose del umbral de la puerta y dirigiéndose al corredor.
La sigo sin decir ni una palabra. En estos días, he aprendido a identificar el olor de Korín; pareciera que se baña en desodorante. La única iluminación del corredor son unas ventanas bastante chicas en la parte superior de las paredes; mientras más avanzamos, siento más fuerte los ruidos de uno de los salones, el de los disparos. Nos detenemos en una sala en la que, efectivamente, hay soldados practicando su puntería al disparar. Siento mi estómago retorcerse y mi garganta hacerse un nudo, hoy entrenaré aquí, y me guste o no, tendré que aceptar que, en el momento en que toque una de esas armas, no hay vuelta atrás. Los militares están ubicados en pequeñas cabinas que apuntan a una pared paralela en la que hay siluetas del cuerpo humano. Observo a los soldados disparar, específicamente a una mujer que apunta con frialdad y acierta exactamente en donde se ubica el corazón; por un segundo, imagino que le dio a una persona real y que esta se derrumba con un orificio en el pecho. Estoy tan compenetrada en observar la precisión con la que disparan que tardo en percatarme de que un hombre se acerca a nosotras, cuando lo observo bien en la oscura habitación, lo reconozco, es el que hablaba con Korín el otro día.
–Astley, ella es Annet – Le dice al hombre, antes de dirigirse a mí –. Annet, él es Astley Richardson, te enseñará a manejar armas e incluso a lanzar navajas.
Esperaba que dijera algo más, pero ella se limita a dirigirse de nuevo al corredor e irse, dejándome sola con el tal Astley, que no hace más que observarme con una mueca que juzgo simpática antes de encogerse de hombros.
–¿Empezamos? – Pregunta con una leve sonrisa.
Sin que pueda decirle nada, me guía a una de las cabinas, cuando entro, siento que voy a asfixiarme. Hay una pequeña mesa con un revólver y varias balas al costado. Astley entra detrás de mí y apoya su espalda contra la pared, el espacio es tan reducido que apenas entramos sin poder evitar algún roce, a la vez que, sin mis poderes, puedo sentir su calmada respiración. Lo miro esperando a que me de alguna indicación, pero él se limita a observarme fijamente con una mirada relajada que, por alguna razón, no hace más que perturbarme un poco.
–¿Nunca cargaste balas en un arma? – Pregunta como si fuera la cosa más normal del mundo – Qué pregunta estúpida – murmura regañándose – ¿Ni siquiera has visto cómo se hace en la televisión o algo así?
Me limito a encogerme de hombros y negar con la cabeza sin saber muy bien qué esperaba encontrarse. Él se acerca a la mesa y toma al arma haciendo que tenga que aprisionarme totalmente contra la pared para no quedar pegada a él, sostiene el revólver frente a mí y aparta tres dedos dejando espacio para mi mano antes de sacudirla al ver que no reacciono. Mi garganta se cierra cuando mi piel se funde con el frío metal de la empuñadera. Él me ayuda a abrir un pequeño espacio, en el interior, hay un disco con seis orificios para las balas, me tiende una y la sujeto entre mis dedos antes de colocarla en el primer agujero. Cierro el espacio y miro la silueta sin saber qué hacer a continuación.
–Ahora apunta – Ordena él volviendo a apoyar la espalda contra la pared.
Levanto el arma y la sitúo justo frente a mí, subo mi mano izquierda y la sujeto a la empuñadera; sé lo que sigue: debo traer hacia atrás la pequeña palanquita que está cerca del gatillo, creo que se llama martillo. Lo hago sin que Astley me lo pida. Ahora debería tirar, pero su voz gruesa y hasta rasposa me detiene.
–No creo que apuntes a ningún lugar seguro si tiemblas así, ten más firmeza.
"Es fácil decirlo para alguien que ve un arma como algo cotidiano", pienso reteniéndome de decirlo e intentando enfocarme. Tenso mis músculos hasta que se observa sólo un leve temblor. Unos segundos después, decido disparar. Mi mano toma un leve impulso hacia atrás pero logro frenarla antes de que retroceda mucho y me dé en la cara. El ruido me aturdió demasiado y el olor a pólvora me marea. La bala da unos centímetros más arriba de la cabeza de la silueta. Me giro hacia él esperando que diga algo.
–Sigue intentando con las demás balas.
Sale la cabina dejándome sola frente las balas y con el arma en mis manos, tal vez sea un poco más sencillo sin alguien que me observe. Cargo una de las tres que quedan. Atraigo el martillo y presiono el gatillo tras convencerme a mí misma de que no estoy apuntando a una persona real. El temblor hace que, esta vez, la bala llegue a un costado mucho más alejada de la silueta, al menos la vez anterior fue bastante cerca. Cargo otra bala, antes de disparar de nuevo, lleno mis pulmones de aire y lo largo lentamente. Tardo en tirar del gatillo, no puede ser tan difícil darle a la silueta; fijo mi objetivo lo mejor que puedo y disparo, la bala se clava en la chapa que está detrás de la silueta, a unos pocos centímetros de ella.
Hace demasiado calor en la cabina, seco el sudor de mi frente antes de intentar con la última bala. Se vuelve más fácil con cada vez que disparo y me convenzo nuevamente de que no le estoy dando a nadie, ojalá tuviera la certeza de que nunca tendré que dispararle a nadie, pero mis poderes son casi inofensivos, necesitaré algo con lo que defenderme me guste o no. Subo la empuñadera y fijo mi vista en mi objetivo delante del cañón, lleno de aire mis pulmones y disparo. La bala estuvo a punto de darle a la silueta.
Salgo de la cabina con la esperanza de que no me den más balas y el entrenamiento con las armas haya terminado, al menos por hoy. Astley camina con una intimidante seriedad manteniendo los brazos cruzados mientras observa cómo disparan algunos hombres y mujeres, cada tanto entra a una de las cabinas y da sus indicaciones para hacerlo mejor. Se acerca a mí en cuanto me ve, relajando un poco su expresión seria y cambiándola por una más amable; la zona en la que estoy parada es tan oscura que apenas puedo distinguir algún rasgo característico de él, tiene la nariz bastante respingada y los labios bastante finos.
–¿Cómo te fue con tus demás intentos? – Pregunta acercándose.
Fija sus grandes ojos oscuros en los míos, así que guío mi vista hacia las cabinas, siempre me incomodó que los desconocidos me miren como si nos conociéramos desde hace años y si tuviéramos la confianza que tienen dos personas como para atreverse a sostener la mirada del otro.
–No muy bien – Digo con la vista en cualquier otra parte que no sea él –, no le di ni una vez a la silueta.
-Bueno, no todos aciertan la primera vez que agarran un arma, no creo que te haya ido tan mal como tú dices – Dice sin dejar de mirarme.
Un silencio se instala entre los dos, uno muy incómodo en el que me pregunto qué tanto mira en mí y si es así con todos o sólo conmigo por alguna extraña razón que no quiero conocer.
–¿Hay alguna cafetería aquí o algo parecido? – Pregunto fijándome en un chico que acierta justo en la cabeza de la silueta
–Sí, pero sólo abre a las 13:00, y únicamente es para quienes pertenecen a el ejército.
–¿Es todo por hoy? Es decir, ¿Puedo irme? – Pregunto atreviéndome a mirarlo.
–En realidad... tendrías que seguir intentándolo pero, puedes irte. No te preocupes, le diré a Korín que sí le diste a la silueta – Dice con una sonrisa de complicidad.
Me limito a despedirme sin siquiera mencionar su nombre a lo que él responde diciendo que "ha sido un gusto". En cuanto salgo del salón, siento como una leve presión en mi pecho parece descomprimirse haciendo que pueda respirar profundo. No sé qué tenga ese tipo, pero de alguna u otra forma, por más que sus expresiones sean relajadas y hasta simpáticas o amigables, me intimida.
Entro al salón de Korín mientras todos se van. Papá está sentado en una banca con una botella de agua en la mano, el sudor le cae por las sienes; Mike, a su lado, le explica algo de forma enérgica como siempre, sus ademanes son demasiado exagerados, advierto un cigarrillo recién encendido en su mano. Me siento al lado de papá y apoyo mi cabeza en su hombro mientras me pregunta cómo me fue; no parece prestar atención a lo que explica Mike, el olor a cigarro me hace marear, para de hablar para llevar el cigarrillo a su boca, papá vuelve su vista hacia él.
–¿Sabías que cada cigarro te quita once minutos de vida? – Pregunta papá mientras Joseph se acerca a nosotros.
–De algo hay que morir – Responde él llevando el cigarrillo de nuevo a su boca.
Papá abre la boca para agregar algo más pero se retiene. Joseph queda justo frente a Mike, inclina su cabeza hacia él hasta quedar a pocos centímetros y lleva su mano al cigarro, lo retira con seriedad de la boca de Mike y lo apaga contra la pared, antes de sentarse en la banca. Desearía que todos en el salón se vayan, por suerte la oscuridad hará que las lágrimas que comienzan a surgir en mi rostro se confundan con sudor. Papá advierte que no me siento bien y apoya su cabeza sobre la mía. Mike y Joseph se levantan luego de unos minutos hablando entre ellos y haciéndole acotaciones a papá, estoy tan sumida en mis pensamientos que no le presto atención ni a una palabra de lo que dicen.
–Mañana después del juicio de Owen Phillips, ¿Crees que puedas ir al Laboratorio? – Me pregunta Mike.
–¿Para qué? – Pregunto extrañada.
–Hay algo que tienes que ver, bueno, ambos en realidad- Dice antes de voltear y encaminarse en corredor – Nos vemos mañana, Whites.
En cuanto estoy sola en casa y me dejo caer en el sofá, pienso en que, por primera vez en mi vida, toqué un arma. Y en la posibilidad en que, cada vez que tenga una entre mis manos, puedo llegar a cometer desastres irreparables. Pero es a lo que estoy sometida, así que, si no logro aceptar eso como algo normal, será mejor que me resigne a hacerme a un lado, para tener una vida en la que mis poderes queden condenados a llenarse de un polvo simbólico que estorbará en mi mente cada vez que ocurra algo que yo pude haber evitado con mi don.
...
"That's the pray you pay
Leave behind your heart and cast away
Just another product of today
Rather be the hunter than the prey"
(Natural- Imagine Dragons)
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