Sin embargo, el vivir de esa manera no era algo bueno, o al menos eso sentía yo. Atrapada en esa cárcel que era mi cuerpo, debía ser lo que no era. Pero, cuando podía escabullirme a la casa de Luhan, eran momentos felices, podíamos vestirnos como queríamos y ser lo que éramos realmente.

Como sus padres trabajan todo el tiempo, yo iba a visitarle a su pequeño departamento. Comíamos, jugábamos, platicábamos y miles de cosas más hasta que se me ocurrió una idea, una de la que me arrepentiría después.

—Oye, Lulú, ¿Y si salimos a la calle así?

La cara de mi amigo fue una completa confusión, parecía querer decirme que sí y jalarme, pero sus miedos le detenían. Yo también tenía miedo, mucho, pero si salía a la calle y las personas me veían...¿obtendría el rechazo o la aceptación? ¿Me vería como un chico más o mi mentira se transparentaría fácilmente?

—Hagámoslo — contestó con toda la seguridad que tenía.

En ese momento me di cuenta de que  realmente Luhan, era alguien muy valiente .Verle caminar rígido, con miedo, pero con paso firme, me hizo apreciarlo de otra forma.

Fue cuando comenzó a caminar con una sonrisa, porque las personas no nos miraban raro ni nos acusaban con el dedo, que lo noté. Ahí, con esa tierna sonrisa supe que yo...

Me había enamorado de mi mejor amigo.