Katsuki es el primero en apartarse. Pasa algo de su cabello detrás de la oreja, apenado. Izuku siente que acaba de correr con la suerte de que no le rompa la cara de un puñetazo.

—¿Por qué hiciste eso?

—Tenías algo en el labio.

Qué respuesta más idiota.

El rubio enrojece entre furioso y humillado, así que le golpea con la mochila en la cabeza.

—¡Jódete, idiota!

Si no fuera por su contestación tan absurda, quizás Katsuki hubiera abierto de nuevo su corazón.

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