Abrazarlo tan fuerte es una de las cosas que hacen enloquecer el corazón de Izuku, mierda, le enciende.

Pero también no quiere ser un chico más.

Han llegado a la zona departamental. Sabe que Katsuki se ha emancipado, lo cual, es bastante favorable. Aparca, han tardado poco y nada en llegar a el pequeño hogar del rubio. Si bien no tiene el look hogareño, es bastante limpio para un tipo universitario que está a nada de llegar a la etapa de la tesis; sufrimiento por un título.

—¿Quieres empezar ya o quieres antes preguntarme si no tengo una enfermedad de transmisión sexual? —Izuku claro que lo iba a preguntar, nunca estaba de más—. No tengo, no te preocupes, odio hacerlo sin condón.

Tampoco quería saber eso.

Izuku desvía la mirada un tanto abatido. Si bien es la primera vez que va al departamento del rubio, que tienen una cita decente (porque no cuentan las miles de veces que han quedado en salir y algo les pasa) y que está más celoso que caliente, el pecoso tiene una idea de lo que quiere.

Obviamente desea ser fornicado, que le maltraten, que le repitan que es una perra sucia y que sólo debe ordeñarle la riata al rubio que tiene delante. Le encanta, cómo putas no.

Pero también quiere seguir admirando esa pequeña pancita que Katsuki tiene, darle de besitos y pensar que ese bebé de caca que tiene, seguramente, es de ambos.

—¿Quieres ser mi novio?

Bueno, también hubiera bastado no ser tan basto. Ahora Katsuki tiene el rostro coloreado de rojo.

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