Mi nombre es Marie
RELATO POR MARIE:
El viaje hacia la finca de la familia Colton a las afueras de Londres fue muy entretenido y vergonzoso gracias a Louise y Lennox.
Ambos discutían sobre usar el GPS o seguir la conocida memoria labil de Lennox, ya que se trataba de una propiedad de su familia.
Lennox manejaba, mientras Louise iba en el asiento de copiloto, con su tablet y móvil, repasando a otro asistente las tareas pendientes en mis redes sociales. También apuntaba lo que debía hacer, aprovechando de otro evento para lucir un nuevo vestido y nuevos productos de makeup.
Ella lo había elegido hace días. Pero tuvo que improvisar para combinar con un traje de gala de Leonel en las últimas 24 horas.
Louise era la mejor en su área, todos los sabíamos.
Leonel y yo íbamos en los asientos traseros. Yo estaba perdida en mis pensamientos mientras él tenía su brazo sobre mi hombro y su otra mano acariciando mi rodilla.
Los dos estábamos de acuerdo que deberíamos tener más tiempo para conocernos, pero cuando estaba con él, era imposible no alejarme de sus brazos.
Además el espejo no mentía, juntos nos veíamos muy bien.
Tal vez se me escapó un suspiro imaginando que tan hermosos eran los ojos azules de Leo como el mar en calma durante un hermoso día de verano. Lo suficiente perceptible para el fotógrafo, que comenzó a sonreír en complicidad mirándonos por el retrovisor.
Lo admitía, combinábamos a la perfección: su brazo enmarcado sobre mi hombro y mi cabello castaño, su mano en mi rodilla y mi entrepierna ya enloqueciendo, su sonrisa pícara y mi oreja atenta a cada uno de sus respuestas susurradas por allí.
Leonel era una amistad prometedora.
Y de pronto me asaltó una de esas dudas que siempre advertían de tener cuidado.
Él pronto se marcharía, era sólo un amigo.
Aunque los amigos también viajan abrazados, ¿cierto?
Ni las medicinas eran tan efectivas como sentir que él estaba oliendo mi cabello para despejar cualquier nube de angustia sobre mi cabeza.
-De hecho hacen una linda pareja, ¿no lo crees, Louise?- interrumpió Lennox observándonos desde el espejo retrovisor.
-Sin dudas. Más de uno se morderá de envidia al verlos juntos con el outfit que les conseguí.- Agregó Louise. Festejando con un alocado moviendo sus hombros.
-¿Hablan de los novios?- traté de cambiar de tema, sabía que Lennox pronto atacaría con sus bromas. Pero mis amigos jamás dejarían pasar una oportunidad como esta.
-Claro que no. Hablamos de ti y Leonel.- aseguró Louise. Dejando a un lado sus dispositivos y dándose la vuelta para mirarme. -Admite que te gusta, Marie.- y al oír esto Leonel comenzó a reírse sobre mi hombro.
Entonces Lennox aprovecho para sentenciar con sus deducciones.
-Todos lo sabemos, Mariana. Hay varias razones para admitirlo de una vez. PRIMERO: Lo llevas a la boda de tus amigos. SEGUNDO: Ya durmieron dos veces. TERCERO: Sonríes todo el tiempo.-
Louise a su lado señalaba con su cabeza que estaba de acuerdo con todo lo que acababa de decir Lennox. Cuando se trataba de avergonzarme ambos hacían una dupla infernal.
-Marie me encanta.- dijo Leonel apretándome más a él y haciendo que me erizara con su voz cerca de mi oído.
-Nos caes bien, Leonel. Por eso debes saber un par de cosas sobre nuestra amiga rara.- continuó Lennox, con su sonrisa malévola.
Sabía que no se detendría si no lo admitía.
-Si, lo admito. Leonel me gusta. Basta de estupideces, por favor. - y me escondí detrás de unas gafas de sol que llevaba en mi bolso. Estaba tan ruborizada, que seguramente podría sustituir cualquier cartel de advertencia de la ruta.
-Te tardaste demasiado. ¿Por dónde puedo comenzar?- dijo mi supuesto mejor amigo. Relamiendose para destilar sus picardias.
-¿Qué tal por cómo los tres se conocieron?- sugirió Leonel mientras yo quería abrir la puerta y lanzarme a la carretera.
Louise comenzó a reír y narrar como lo tres nos conocimos en el mismo lugar: una clínica psiquiátrica para adolescentes depresivos o suicidas.
Si, así fue como Lennox, Louise y yo fuimos construyendo nuestra amistad. En un sanatorio particular.
Yo tan solo tenía 17 años, varios intentos de quitarme la vida y un padrino que estaba casi desbordado con mi rebeldía. Por lo cual me internó en esa clínica luego de mi último intento, al saltar por un puente.
Louise estaba pasando por una crisis de anorexia y sufriendo a causa de sus padres exigentes, quienes la habían mandado sola a estudiar a Londres con tan solo 15 años. También había intentado quitarse los problemas con pastillas.
Y finalmente Lennox con problemas de adicciones y una mente extremadamente volátil, problemas con sus padres y mucha violencia reprimida. Por este cumulo de razones estaba internado para que su familia respirara tranquila lejos de los ojos curiosos de la sociedad.
Leonel escuchaba todo muy atento y a veces hacía una que otra pregunta.
Me acurruque a su lado y cerré los ojos un instante para trasladarme a un universo paralelo en el que no tenía amigos tan descarados.
Dormí oyendo su respiración y sintiendo su mano masajear mi espalda.
Finalmente desperté cuando Lennox llegó a la finca de los Colton, en medio a la campiña, siendo aplaudido por Louise sorprendida.
La casa era enorme, pero el fotógrafo había pedido que estuviéramos a parte del bullicio de los preparativos en una casa al fondo de la propiedad. Luego de saludar y conocer parte de la familia Colton y de que Louise fue presentada como su novia, sin su consentimiento, nos fuimos a descansar allí.
La boda sería mañana a media día, pero esa noche las familias de los novios trataron de conocerse un poco más. Reunión muy especial y sólo para los más allegados.
Por lo cual el hermano de la novia debía asistir.
Eso significaba que Louise debía asistir junto a Lennox, mientras que yo y Leonel nos quedábamos solos en dicho chalé.
Resolvimos compartir un baño caliente juntos y luego sentarnos frente a la estufa, ya que hacia demasiado frío en la campiña de los Colton. No estaba nevando ni lloviendo, pero afuera había niebla.
Leonel aprovecho para nuevamente hablar con su hija y también que yo participara de su conversación.
Camila me resultaba cada vez más amorosa, hasta estaba muy sorprendida con lo rápido que simpatizamos una con la otra.
Más tarde fuimos a dormir, o esa era la excusa.
Debajo de todas las mantas, porque el radiador de la habitación no estaba funcionando bien, nos dimos calor con nuestros gemidos y besos.
La cama al ser una verdadera antigüedad rechinaba con cada embestida de Leonel, mientras yo trataba de seguir su ritmo con mis caderas y contener los chillidos de la cabecera.
Porque los míos salían desaforado con cada una de sus enclavadas, mientras sujetaba mis piernas a un costado y me penetraba sin compasión.
Luego con mis piernas aferradas a sus caderas y su boca no dando tregua a mis senos nos llevaron a otro festival de orgasmos.
Al terminar exhaustos, Leonel me susurró al oído.
- Eres mía, Marie.- y trataba de recuperar su aliento sobre mi pecho.
-Me encanta como suena mi nombre con tu voz. Promete que lo diras hasta que queda dormida. - confesé recuperando un poco de aire.
Era la tercera noche que dormíamos juntos. Nunca antes logré hacerlo con otra persona, por mis pesadillas, mi insomnio, mis inseguridades.
Lennox tenía razón cuando dijo que esa era una señal de que me gustaba, y mucho.
Me había acostumbrado tanto a estar sola por las noches que ahora percibí lo espléndido de estar acompañada por alguien que también elige estar contigo.
Con él podía hacerlo pacífica y cómodamente. Sentir la protección de sus brazos y el calor de cómo nuestras anatomía se ensamblaban.
Por esa noche olvidé las preocupaciones.
Si, lo admito.
Yo, Marie Baptiste, estaba enamorándome de un extraño.
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