Dentro de la oscuridad 2/2

El ruido se disipó en el silencio y cuando la adrenalina abandonó su cuerpo notó que había dejado de respirar, llenó de aire sus pulmones de golpe entre tos y aspavientos. Aunque debería estar contento por no estar solo, algo le decía que aquello no era humano, no olía como aquella cosa pero mejor no quedarse a descubrir que era. Su comodidad duró poco, de nuevo escuchó ese maldito sonido rítmico, pero está vez le era imposible saber de dónde provenían, puesto que en lugar de ser un ruido consistente, parecía más una multitud de sonidos que venían desde todas partes.

Otro sonido se unió al tumulto. Palabras desparramadas y de incomprensible traducción flotaron por dentro de la oscuridad. Sus ojos una vez más buscaban cualquier indicio de que lo que estaba escuchando era cierto y no el producto de su imaginación, pero las sombras se negaban a atender a sus reclamos -¿Alguien me escucha?-esta vez utilizó la poca valentía que le quedaba para decir esas palabras, pero nada salió de su boca, solo convirtió en otro esfuerzo nulo para añadir a su lista.

Las voces se fueron apagando cada vez más hasta solo ser simples susurros y los pasos se perdieron en la inmensidad. Se incorporó nuevamente con un río de sudor emanando de sus poros. Echó a correr con todo lo que le permitía su endeble cuerpo en esperanza de escapar cuanto antes de ese lugar. No se pudo alejar mucho, el cruel destino le puso algo enfrente haciéndolo caer contundentemente al suelo. Se levantó de nuevo más aprisa que la última vez pero en esta ocasión con el miedo al mando de su volante.

Luego de correr por mucho tiempo cayó redondo en el suelo y por más que trataba no podía ponerse de pie, había llegado a su límite. Tragó en seco , se sentó y esperó solo, sentado ahí en medio de la oscuridad con la mirada perdida en el infinito y los oídos más atentos que los de un felino. No captaba ni un solo sonido ajeno a su tambor en el pecho a más de 100 revoluciones por minuto, marcando constante y sin pausa. Sus músculos estaban casi desfallecidos, no podía moverse más de unos escasos centímetros, sus manos pesaban como bolas de plomo en la punta de una larga bara. Más por obligación que por voluntad propia se recostó como un muñeco de trapo desparramado por el suelo para caer nuevamente en las despiadadas y cálidas manos de Morfeo que sin dudarlo lo arrastraron hasta su mundo de fantasía.

Lentamente comenzó a regresar su consciencia y sus ojos intentan abrirse paso para poder ver nuevamente pero esta vez se toparon con algo diferente. Ya sus pupilas no se perdían en la total oscuridad, sino que encontraban un profundo vacío grisáceo. Sus manos volvieron a tener forma aunque no del todo clara, pero al menos así podía saber dónde estaba su cuerpo. Se echó una mirada comenzando desde sus pies y terminando por sus brazos y dedos -¿Acaso mis manos eran tan grandes?- este pensamiento se disipó rápidamente, nublado por la euforia de recuperar la vista. Alzó la cabeza e inspeccionó todo cuanto captaba, el suelo cubierto por niebla, el cielo inmenso, cuyo color le hacía casi imposible distinguir donde termina para juntarse con el horizonte. En medio de tanto había una forma negra aunque no podía verlo claramente pero era imposible no notar su presencia.


Forzó sus ojos cuanto pudo pero no veía más que una silueta difusa entre las tinieblas. Solamente estaba ahí, inmóvil, con dos brillantes luces verdes a la altura de su vista. La forma bajó su nivel hasta casi estar a raz del suelo, pero sin dejar de tener esas frías linternas puestas sobre el chico. Con movimientos casi nulos parecía flotar sobre el suelo acercándose cada vez más.

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