9. Destino
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Oswald y Edward cruzaron miradas incluso antes de que su vida diera el cambio que estaba a punto de dar.
Irónicamente, aunque ni siquiera fueran algo más que conocidos en aquel entonces, se encontrarán con que ese factor, a primera vista insignificante, es lo que más influirá en su reencuentro.
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Oswald daba vueltas por el frondoso bosque. "¿Me habrán visto?". Se preguntaba a él mismo constantemente mientras el aire golpeaba su cara y él huía de la escena del crimen, mientras en su cabeza examinaba los factores que podrían conducir o no a la policía yendo detrás de él.
No fue hasta que se paró en medio de los matorrales, sintiéndose completamente aislado, finalmente, que pensó en lo que acababa de hacer, y no desde un punto de vista de un criminal intentando huir de la lista de sospechosos de homicidio de la policía.
Se había sentido satisfecho, y liberado, en cierta manera. Al fin y al cabo, sentir cómo su cuchillo se había hundido en la carne del otro, y cómo acto seguido se despegaba, dejando una tormenta de sangre a su alrededor a la vez que el cuerpo de la persona de la que siempre había soñado hacer daño se caía en el suelo, y casi sin fuerzas, se retorcía de dolor y gritaba.
O al menos hasta que siguió clavando y retirando el cuchillo de sus entrañas, para asegurarse de que jamás podría volver a ponerse en pie. Debía asegurar de que no volvería a respirar mientras él estuviera de vuelta en Gotham.
Se sentía como si un nuevo punto en su vida hubiera comenzado. Sin embargo... No se sentía totalmente motivado, pues por mucho que hubiera disfrutado el momento, ahora no degustaba más que un sabor agrio en la boca.
Por lo menos estaba ocupado por el momento, pues debería preocuparse de escapar, al menos hasta que la policía se olvidara de él.
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Edward pensó: "¿Qué haría yo si fuera Oswald Cobblepot y acabara de asesinar a unos de los acosadores de mi infancia en el primer día del festival de mi ciudad? ¿A dónde iría?". No le costó mucho responder su propia pregunta, pero proponerse a él mismo un acertijo para resolver su duda era más divertido.
A juzgar por los impulsos de violencia que le metieron en tantos problemas en el colegio, lo más probable es que Oswald hubiera optado por la opción más fácil y previsible, e incluso un poco descuidada pero que al final del día, era eficaz: El bosque. Era tan grande y oscuro que aunque tuviera a los amigos del matón persiguiéndolo, bien podría estar toda la noche y nunca se encontraría con ellos por su extenso área.
El bosque no solo poseía la ventaja de ser enorme y estar plagado de vegetación, si no también de poseer múltiples caminos entre los que elegir que llevaban a diversos lugares, como podían ser: Las afueras de Gotham, llenas de vendedores de drogas, botellas de alcohol y jóvenes teniendo sexo sin condón encima del césped. También mucha música del género mas ruidoso y fiestero; contaminación ambiental perfecta para pasar desapercibido mientras se rodearía de gente que al día siguiente tenía altas probabilidades de despertarse desnuda en la carretera.
Aquella no era una mala opción, pero sin un plan perfecto para volver a la ciudad poco habría que hacer. Posiblemente Oswald no tomaría ese camino, y decidiera aparecer en algo más alejado y menos concurrido.
Otra opción buena optaba a ser la montaña: Tranquila, alejada de la sociedad y repleta de casas perfectas para hacer de okupa en una temporada donde nadie iba a cabañas de campo. Lo malo era que la montaña estaba muy alejada, ya que había que recorrer un buen trecho para llegar hasta ahí. Uno debía ir preparado para subir a la montaña, por lo que había pocas probabilidades de que Oswald decidiera tomar ese camino, a menos que toda su adolescencia la hubiera pasado en un grupo de boy-scouts, solo que Edward no terminaba de encajar a Oswald en ese tipo de situación.
Sin embargo, la otra opción tampoco era muy viable: quedarse en el bosque. Algo demasiado estúpido e incongruente de hacer si estás en busca y captura. Quedarse tan cerca de la escena del crimen simplemente no es una buena opción.
Llega un momento en el que Edward, cansado de plantearse la situación de su antiguo compañero de clase, empieza a cuestionar su propio interés por aquel chico que de pequeño casi deja sin mano a un niño por una agresividad excesiva para alguien de su edad.
Edward nunca ha sentido verdadera compasión por nadie. No lo dudó a la hora de hacer sufrir de manera cruel a una persona que hizo su vida imposible en la escuela, cayendo en su muerte de forma indirecta, ni tampoco había sentido una pizca de tristeza por las miles de historias que escuchaba de desahuciados, hombres, mujeres, niños y otros sin casa y en situaciones económicas peores que acudían a su puesto a los que estaba obligado a preguntarles sobre su vida, y ni siquiera lloró cuando su madre murió por culpa del uso incontrolado del alcohol como escape a la realidad, ni cuando después de aquello se quedó a solas con su padre que acostumbraba a llamarle imbécil, tonto e inútil día sí y día también, constantemente intercalando insultos diariamente.
Pero en Edward siempre había habido una extraña incógnita que confundía su extraño sistema de empatía.
Oswald fue la primera persona con la que sintió una conexión, una bastante chocante, además. Y era un hecho que por varias noches lo había dejado sin sueño, aún si de por sí era costumbre que tuviera problemas para dormir.
Pero Ed simplemente no lo entendía, y aunque él siempre pensó que el destino era una simple invención nacida de las debilidades de la mente humana, ahora mismo se encontraba contradiciéndose a él mismo.
Odiaba no tener una respuesta, y quizás, sólo quizás, volviéndose a encontrar con Oswald conseguiría recuperar el sueño y obtener una respuesta a aquel enigma.
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Oswald se sobresaltó temeroso cuando escuchó movimientos cerca de él que sonaban exactamente como zapatos de alguien que iba analizando lo que veía mientras avanzaba.
Rápidamente se agachó, y analizó la creciente luz que surgía cerca suyo. Provenía de una linterna, y mientras la persona que la sostenía se acercaba, un extraño sentimiento de nostalgia empezó a azotarle. Tenía la sensación de que lo conocía, pero no tenía ni idea de quién era.
Aquella noche estaba llena de la misma confusión de los dos hombres que tenían la misma idea en mente: que aquella persona que creían conocer era un antiguo compañero de clase.
—¿Oswald Cobblepot?—preguntó Edward al aire, como si lo llamara, de alguna manera. Era consciente de que podría cruzarse con los amigos del matón, pero como no era culpable de nada directamente... No le importaba demasiado. Y no temía descubrirse ante su amigo, a quién buscaba en son de paz.
Oswald no comprendía casi nada: ni por qué aquella voz le había sonado tan familiar, ni por qué alguien aleatorio lo estaba buscando justo después de matar a su acosador del colegio. ¿Acaso sabría lo que había hecho? ¿Qué razón tendría si no para buscarle?
—Soy... Edward Nashton.
Una chispa saltó en los recuerdos de Oswald;
Conocía aquel nombre.
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El próximo capítulo será el último de la primera etapa de la fanfic!
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