8. Asesinato

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Mientras dos importantes acontecimientos sucedían en las vidas de Edward, que dentro de muy poco se cruzarían, la única testiga de sus sentimientos y pensamientos era la luna llena de la noche, que decoraba todo el escenario de los dos hombres con una nueva luz en sus experiencias.

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Edward acabó la noche no mucho después de aquel pequeño numerito que sólo él y otro espectador, cuya presencia no se percató Edward —Oswald Cobblepot—, entendieron.

Lo cierto es que Edward había descubierto una nueva pasión; y era la atención de la gente. La vista que el alto punto en el que se encontraba le ofrecía de la multitud que le observaba con atención era excitante; Edward se regocijaba cada vez que alguien fallaba sus pequeños acertijos, y amaba ver sus expresiones de sorpresa o decepción antes de aceptar la derrota —cosa que, irónicamente, nunca había resultado fácil para él—. 
Saborear la humillación a las que esas personas eran sometidas le producía un enfermo morbo, que no hizo más que alcanzar dimensiones desorbitadas cuando el matón de su infancia hizo, como por arte de magia, acto de presencia.

Definitivamente, la noche a partir de aquel momento sólo podía ir a peor… o a mejor, según como el futuro dictara y las distintas perspectivas.

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Oswald pensaba en lo ocurrido mientras se replanteaba seriamente la existencia del destino. Ahora mismo tenía delante suyo al hombre que prácticamente hizo que su infancia fuera un infierno. 
Y se había estado preparando años para este momento, pero aún así los sentimientos se abalanzaban sobre él de manera violenta.

Estaba completamente solo en la oscuridad, alejado de sus amigos y en un estado vulnerable, ¿pero por qué no se acercaba a él?

Sin embargo, estos pensamientos perdieron su valor cuando el propio chico se percató de su presencia. 
—¿Quién hay ahí? —gritó. Por suerte para Oswald, sólo él llegó a escuchar con certeza aquellas palabras.

Dio un paso al frente, y parece ser que por su característica forma de andar y aspecto físico más destacable que la media, lo reconoció de inmediato entre la escasa luz del lugar.

—¡Joder, eres ese friki del colegio! ¿Qué cojones haces tú aquí? Menudo susto, joder. —Exclamó el chico agitado, pero con un pequeño ápice de tranquilidad al terminar su frase.

Oswald no tuvo una buena reacción: Las palabras del hombre lo transportaron a un pasado tormentoso, por lo cual perdió los estribos y el poco autocontrol que le quedaba, y a penas se dio cuenta de lo que acababa de hacer cuando la afilada hoja del cuchillo atravesó el corazón del otro, justo debajo de la luz de la luna, mientras daba su vida por terminada, una y otra vez con puñaladas interminables y llenas de odio acumulado por años.

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Edward fue interrumpido mientras contaba el dinero ganado aquel día —factor que hasta hace minutos no le había importado mucho—. Después de escuchar a personas llamándole desde fuera, fue a atender a quien fuera que llamase a su puerta de tela, con algo de molestia por ser interrumpido, y se sorprendió al ver a policías del GCPD.

—¿Les puedo ayudar en algo? —Preguntó Edward con la equilibrada amabilidad y tranquilidad que vio necesaria delante de personas de ese tipo de oficio.

—Nos gustaría hacerle algunas preguntas, señor. —Dijo unos de los dos policías.

Edward tampoco se resistió, sabía que no había hecho nada malo, al menos desde su distorsionada visión de ver la vida, y su extraña conciencia estaba tranquila, pero no quería ser calificado de sospechoso por las complicaciones que eso llevaría, ni por su anterior interacción con su pasado acosador.

—Un hombre muy cerca de aquí ha sido asesinado —procedió a explicar el policía—, sus amigos han dicho que después de acudir a su puesto, se encontró fatal. Dijeron que jamás lo habían visto así. Fue a descansar un momento, y no le han vuelto a ver con vida.

Edward se quedó en silencio un momento, procesando que los policías le estaban diciendo que había sido asesinado su conocido compañero de la infancia del cuál sólo guardaba malos recuerdos.

—Oh. Yo... lo siento —respondió intentando falsificar todas las expresiones de su cara y tintes del tono de voz— Entonces yo… ¿Qué es lo que pinto yo en su desafortunado asesinato?

—Queremos saber la razón por la que el estado de ánimo de la víctima cambió una vez acudió a su puesto. Los amigos dicen que casi entra en una crisis de ansiedad cuando salió de aquí.

—Con todos mis respetos, señores, yo sólo le pregunté un simple acertijo. Noté que se puso un poco nervioso después de preguntárselo, es verdad. Quizás su mente lo relacionó con algo que no le trajera muy buenos recuerdos, no tengo ni idea porque yo sólo hacía mi trabajo y lo he tratado como a cualquier otro cliente. De todas formas, ¿Cómo relaciona esto con un asesinato? —se defendió Edward, vigilando su lenguaje corporal para que éste no le delatara—. Yo he estado aquí todo el día, y solo he mantenido contacto con los clientes de mi puesto. Tengo una cohartada, si es eso lo que quieren de mí.

Los policias no llegaban a confiar plenamente en Edward, pero como tenía suficientes herramientas para salir inocente del caso, y tampoco estaban hambrientos de justicia —algo no demasiado extraño—, simplemente le dejaron a la suyo, y abandonaron su caseta.

Edward tuvo que pensar rápidamente en sus palabras y gestos para no acabar siendo catalogado de sospechoso, aunque sabía que al final le iban a dejar en paz ya que confiaba plenamente en su habilidad para improvisar. 
Ahora, estando sólo, tenía otra cosa en mente. Principalmente, una incógnita se formaba en su mente: ¿Quién podría haber asesinado a unos de los principales culpables de que su infancia fuera un completo infierno? Sí es que de verdad había sido asesinado, porque ciertamente, aún no se lo podía creer y no sabía qué emociones reflejar en su interior debido a la reacción.

Sólo se le venía una persona a la mente, dado sus conocimientos del pasado, pero resultaba demasiado rebuscado, ¿verdad? Y quién sabe la de enemigos que aquél estupido matón podria haberse forjado a lo largo de los años.

A través de las cortinas del lugar, escuchó a los amigos del fallecido, quienes estaban casi tan confundidos como él, aunque con la diferencia de que ellos lamentaban la muerte de su amigo. 
Los espió “sin querer” por pura curiosidad, y conectando la información de sus palabras con la propia suya, mas las sospechas que estuvo albergando. Aquello le trajo la respuesta que había empezado a organizar en un remolino de pensamientos y emociones en él nada más darse cuenta de que muy probablemente, su teoría era cierta. 
Escuchó claramente cómo el grupo dijo: 
—Tío, la policía no va a hacer una mierda, porque yo vi claramente a un hombre bajito, que andaba como con una pierna rota, tropezando todo el rato, alejarse de su cuerpo nada mas escuchar su grito. Se fue corriendo a los bosques, creo… Deberíamos ir a buscarlo, no puede ser que se salga con la suya despues de lo que ha hecho, dios… —dijo el hombre mientras apretaba los dientes con una clara rabia en su interior. En su mano izquierda, transportaba un bate de béisbol.

Por otra parte, en aquel momento, Edward entendió que estaba presenciando la vuelta de una ave de lo más peculiar.

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NOTA: En mi perfil publiqué un libro llamado "Historias de los Suburbios de Gotham" dónde estoy subiendo escritos de esta pareja principalmente, por si a alguien le interesa.
Btw, ya nos acercamos al final de la primera parte de la historia!

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