3. Padres



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Oswald y Edward aprendieron cómo funcionaba el mundo a edades tan tempranas que toda su infancia fue unos de los puntos más importantes para convertirse en lo que se habían esforzado por reprimir.



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La puerta se abrió, y el corazón de Ed se aceleró. No sé movió de su sitio, y había pasado poco más de una hora desde que volvió de clases.

Sin embargo, la puerta ya se había cerrado y sólo sentía a alguien entrando por el pasillo. Giró la cabeza con miedo para comprobar que era su padre la persona que se aproximaba, y desafortunadamente, tenía razón.


Se quedó completamente callado y quieto, y el comportamiento de su padre le estaba pareciendo inusual. Se extrañó aún más cuando el hombre se sentó justo delante suya, a la mesa, no sin antes agarrar una cerveza de la nevera.

Se hizo el silencio, sepulcral y agobiante. Edward sentía que le asfixiaba, y cuando su padre abrió la boca sentía como si se ahogara.

—¿No estás cansado? —preguntó su padre de la nada. Fue una forma de romper el silencio que espantó a Edward, pero no podía moverse de su sitio, más que nada porque tampoco encontraba las fuerzas ni la motivación.

—¿S-sobre qué? —tartamudeó. Empezaba a suponer que no iba a salir nada bueno de aquella conversación. O, mejor dicho, algo peor de lo que solía salir cuando él y su padre se encontraban cara a cara.

El hombre realizó una mueca de molestia por el comportamiento del niño, pero aun así continuó.

—Sobre querer seguir creyendo que eres importante. Todos los días te sientas en esa mesa, esperando algo de mí, de tu madre. ¿Por qué? Y lo peor es, o, mejor dicho, era, cuando tu madre te hacía caso por una vez en su vida. Nunca lo entendí, y menos ahora lo entenderé.
Edward estaba temblando, con el labio húmedo por culpa de movimientos nerviosos, y un gran nudo en la garganta. Levantó la mirada con miedo, y con una voz baja pero suficiente para ser escuchada por su padre, habló.

—¿E-e… era?

Su padre le dirigió una demacrada mirada.

—Ha muerto por sobredosis, o algo así. Hoy.


Edward se quedó quieto sin mostrar ni un ápice de sentimientos, totalmente paralizado.



Todos los días, Edward se había sentado en aquella mesa a la misma hora y en las mismas circunstancias, siempre con el mismo objetivo, que era recibir algo de comer. A veces, muy pocas veces, tenía suerte, pero eso le ayudaba a sentirse algo más satisfecho. Llegar de casa todos los días con el moflete hinchado, gafas rotas y con su madre bebiendo y viendo la televisión todos los días se había convertido en rutina para él, pero una rutina horrible.

Para Edward era indescriptible el dolor que se sentía cuando experimentaba toda una mañana llena de miedo y amenazas por los abusones que acababan con él siendo llenado de moratones a la salida de la escuela, y después volvía con un hambre inmensa que no era bien recibida por una madre de la que no recuerda ni su voz. Bueno, no era ninguna sorpresa que Edward a veces robaba comida que solía tomar por la noche, ya al borde de la desesperación.

Edward también sacaba muy buenas notas, siendo probablemente el mejor de la clase. Y aunque recibiera con emoción ese tipo de pequeños obsequios, sólo le traían humillaciones de sus compañeros de clase, y una sarta de abusos aún peores por parte de su padre, que lo castigaba duramente por cosas así, llenándolo de más abuso físico del que se podía imaginar.
Por lo tanto, Edward acabó guardándose todo relacionado con sus logros después de la segunda o tercera vez que lo contó, y se limitaba a guardarlos en un cajón de su cuarto.

Y a pesar de todo, la única vez que se sentía cerca de no ser totalmente invisible a buenas, era cuando recibía esas pequeñas comidas de su madre. Pero ahora, nada de eso.


Se había acabado una rutina horrible para entrar en una peor. Lo bueno, y malo a la vez, es que Edward era muy paciente, y si tenía que esperar toda una etapa para decir adiós a aquella casa y padre, para abrirse a una nueva vida, lo haría.

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La madre de Oswald siempre le obligaba a su hijo a visitar la tumba de su padre, a pesar de que el amor que tenía hacia él no era ni punto de comparación con el que le tenía a su progenitora.

El por qué era fácil de explicar; pues desde sus primeros minutos de vida, su padre se dedicó a despreciarlo, insultarlo y tratarlo como la mierda.
Aquello fue el inicio de un acoso que sufriría también en la escuela, pues Oswald nació con diversas malformaciones que, si no resultaban una gran complicación en su vida, sí que llegaron a hacérsela imposible en ciertos momentos puntuales.


Un pie deformado que influía en su manera de andar y a veces le molestaba más de lo soportable, nariz más puntiaguda de lo normal, una estatura más baja que la media… Estas cosas que Oswald aprendió a aceptar como parte de sí, fueron altamente despreciadas por las personas de su alrededor.

Excepto por su madre. Y su padre, que además de abusar verbalmente de su hijo era un criminal que a veces se aventuraba por las calles para realizar todo tipo de actividades ilegales e ilegítimas, fue la primera persona que le enseñó a Oswald lo que era el mundo ahí fuera, el mundo del crimen.


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NOTA: Siento la inactividad, pero ya que he salido de mi etapa de exámenes, prometo actualizar cada semana al menos hasta llegar al capítulo 10.
Para los interesados en el pasado de estos dos personajes, diré que la mayoría de cosas de su pasado lo he sacado de los cómics y en menos medida de la serie de Gotham (como el pie deformado de Oswald) En los cómics también se ha descrito al padre de Oswald como alguien que lo despreciaba, al contrario que en la serie. En los cómics se habla mucho del padre abusivo de Edward también, y mínimamente de su madre. Me he tomado libertades en algunas partes pero he querido ser fiel a los cómics dentro de su justa medida. Bueno, si alguien está interesado, puedo dar nombres de los cómics. Eso es todo, gracias por leerme y nos vemos la siguiente semana!

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