1.- ¿Osada o ratón?
Después de la junta del periódico Ann y Max se dirigieron a la heladería del centro del pueblo. La muchacha quiso pagar, pero él no se lo permitió alegando que no podía hacerle eso a su nueva jefa.
—Y dígame señorita directora. ¿Qué tal le ha parecido el cambio del campo a la ciudad?
—Hasta el momento ha superado mis expectativas. Es un lindo lugar y ahora podemos cuidar mejor de mi abuelo.
—¿Dejaste muchos enamorados con el corazón roto? —preguntó Max inclinándose hacia delante, para expresarle su interés.
—Claro, como soy una rompe corazones. —Se carcajeó al terminar de hablar y puso el mechón de su cabello suelto detrás de su oreja—. La verdad es que tenía un novio. Él partió a la universidad y yo para mi nueva vida. Razón por la cual decidimos terminar.
—¿Y aún sufres por él? —la interrogó tomándola de la mano.
—No. Mi relación era perfecta, o al menos así lo creía. Sin embargo, ahora que todo terminó puedo darme cuenta de que éramos mejores amigos, más que una pareja.
—Te comprendo, suele pasar.
—¿Y tú cuantas novias tienes? Me imagino que el chico popular de la escuela tiene por montones.
En el instante que escuchó lo que decía Ann. El muchacho se comenzó a reír con ganas, sin poder evitarlo.
—¿Quién te dijo que yo era el chico más popular de la preparatoria? Es algo muy loco.
—Bueno, para empezar, lo pude captar todo con mis ojos y tengo una informante que me ha dicho muchas cosas de ti. Y claro que no es loco lo que te digo. —Le sonrió y comenzó a enumerar con sus dedos las razones por las que creía que era popular—. Eres el jugador estrella en baloncesto. Tu padre es el alcalde de Meyansbuld. El promedio que tienes es para morirse. Perteneces al periódico como uno de los mejores reporteros. Créeme que me consta, ya que leí uno de tus artículos. Y, por último, estás tan guapo que todas las chicas babean cuando pasan a tu lado. Eres el combo completo. Así es que dudo que no tengas una novia.
La sonrisa de Max se congeló en sus labios y se acercó por completo a la muchacha.
—¿De verdad crees que soy guapísimo? —preguntó con voz sensual.
Ann se puso roja en cuanto lo vio tan cerca. En ese instante se dio cuenta de que tal cual era su costumbre terminó hablando de más, diciendo lo que pensaba sin filtros. No se podía culpar, pues cada que se ponía nerviosa, su cerebro se desbordaba, expulsando todo lo que pensaba sin filtro alguno. Con la boca seca y armándose de valor le respondió.
—De todo lo que te dije solo te fijaste en eso. No sé si eres vanidoso o realmente no seas consciente de cómo te ven los demás. Que conste que no me respondiste.
—La verdad es que yo no me veo así. Ni me siento popular, solo tengo muchos amigos. Seré sincero contigo a pesar del riesgo que corro de que descubras el fracasado que soy, antes de que logre conquistarte. Las veces que he tenido novia me han terminado para andar con otros tipos. Entonces en este momento se cae tu teoría de que soy tan estupendo en todos los aspectos. Soy un perdedor. O de otra manera como te explicas lo que te he contado. No te voy a negar que me encanta la idea de que te parezca guapo. Porque tú a mí me gustas muchísimo desde que te conocí. Si de verdad me percibes de esa manera, ¿qué te parece si andas conmigo? Quizás terminas por quitarme esta racha de perdedor. Si tan genial te parezco puede que tú no me dejes por alguien más.
Era mucha información que procesar y tenerlo tan cerca no le ayudaba a analizar la situación. En ese momento Ann decidió que tenía que despejarse. Terminó por disculparse y se fue directo al baño. Cuando estaba secando su cara, después de lavarla para refrescarse, sonó su celular. Al revisarlo descubrió un mensaje de un número desconocido.
—¿Te gusta Max?
—¿Quién eres?
—Te dices reportera o ¿no? Si eres tan buena, ¿tú dime quién soy?
—Déjate de juegos. O me dices lo que quieres o te bloqueo.
—Quiero que la verdad salga a la luz y que el culpable pague.
—¿A qué te refieres?
—¿Te consideras una buena directora del periódico?
Ann se quedó mirando el celular pensando que contestar. Se imaginaba que tenía que ser alguien de los veinte colaboradores del periódico, porque acababa el maestro de compartir su número con esos chicos. Estaba por contestar cuando recibió otro mensaje.
—Antes de que te diga otra cosa tienes que responder esto. ¿Serás capaz de ser osada o te convertirás en ratón? Decide correctamente, porque de tu respuesta depende la información que recibirás de mi parte. Debes tomar en cuenta que, si eliges ser una ratona, terminarás corriendo igual que una cobarde. Por el contrario, si cometes la osadía de aceptar el reto, tu recompensa será que descubrirás la verdad.
—Osada —contestó pidiéndole a Dios no equivocarse al dar esa respuesta.
—Bien. ¿Pregúntale a Max que pasó con la antigua directora del periódico?
—No me importa —respondió sin chistar.
—Segura, porque ella desapareció y Max tiene respuestas.
Ann negó con la cabeza y decidió no seguir con el jueguito del desconocido. Le gustaba Max de verdad. No quería echar a perder la pequeña oportunidad que tenía con él, por un mensaje descabellado, que cualquier loco pudo haberle mandado con el afán de que no se interesara en Max por miedo. Ni siquiera estaba segura de que lo que le decía fuera cierto, por otro lado, ella que podía hacer con tan solo 17 años.
—Adiós —se despidió y salió del baño, no obstante, el celular volvió a timbrar. No pudo evitar verlo.
—Se llamaba Dani, tenía 17 años y era su novia. Advertida estás, si no investigas y te cuidas puede que a ti te pase lo mismo.
En ese momento Ann apagó su teléfono. Se acercó a la mesa en la que estaba Max terminando su helado.
—¿Nos vamos? Me gustaría acompañarte a tu casa.
—Claro, ya es tarde. Solo respóndeme una cosa. ¿Tienes novia en este momento?
—No. Pero me encantaría que tú lo fueras.
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