Familiar
Corría por el bosque hacia un lugar desconocido, buscando escapar de su reino, de sus padres, de lo que debía hacer.
Llegó a un lugar extraño, parecía un río, pero en lugar de agua el lecho estaba cubierto de piedras gris-azuladas, siguió ese extraño camino hasta un claro en medio del bosque. Inspiró el aire, era fresco y puro, pero también tenía algo extraño, una intrigante familiaridad.
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Nadaba entre las columnas de coral hacia un lugar extraño y nuevo, escapando de la ciudadela, de los nobles, de sus deberes.
Llegó a un lugar impresionante, era como una corriente, pero en lugar de estar marcada por la rapidez del agua estaba delimitada por una cadena de algas, siguiendo ese camino llego a una zona sin corales, inspiró el agua, clara, limpia, y con una sensación distinta, una misteriosa familiaridad.
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Caminaron por un sendero que no estaba marcado, pero eso no importaba, ellos no lo seguían, ellos lo sentían. Las bocas de una cueva que iba en dirección hacia La Orilla se abría ante ellos, sus instintos los quisieron hacer retroceder, pero no pudieron, algo tiraba desde lo más profundo de sus almas hacia algo que estaba del otro lado de la cueva.
Algo que querían y necesitaban ver.
Llegaron a un lugar amplio, una cueva circular en el que la tierra, el agua y el aire se encontraban en armonía.
Estaban tan asombrados con la belleza del lugar que no se dieron cuenta del otro hasta que se acercaron a un límite donde se encontraban la tierra y el agua de forma vertical. Se miraron a los ojos. Negro y amarillo, unos ojos redondos adaptados a la oscuridad de lo profundo se enfrentaban con unos ojos rasgados preparados para ver a larga distancia.
En sus pueblos se contaban que "la otra especie" estaba conformada por monstruos terribles, que si llegabas a ir a La Orilla te arrastrarian a su mundo y te destrozarian, pero...
Ellos no se tenían miedo.
De alguna forma sabían que eran incapaces de hacerse daño, que si uno era herido el otro sufriría, que por más que se vieran tan distintos en realidad eran lo mismo, estaban unidos por esa sensación tensando en sus pechos. Esa sensación que no se calmo al verse el uno al otro, si no que se intensificó, obligándolos a acercarse.
Llegaron al centro del lugar, uno frente al otro, se vieron. Eran totalmente distintos, uno alto y delgado con piel morena y el otro bajo y robusto con piel clara, pero en lo profundo de sus almas sabían que eran iguales.
Extendieron una mano tímidamente hacia el otro, sus miradas estaban fijas en el contrario, hasta que sus dedos se rozaron, retiraron sus manos rápidamente, un poco asustados, un poco aliviados.
No era una ilusión.
Extendieron sus brazos una vez más hasta rozarse, estrecharon sus manos, maravillados por el tacto de la piel del otro, se miraron a los ojos y se fundieron en un abrazo. En parte en el agua, en parte en la tierra, pero se sentían completos.
Susurrarle suavemente en el oído del otro
"Salina" dijo el terrestre.
"Arphana" dijo el acuático.
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