Capítulo 6: ¿Bestia cautiva?

Un crujir incesante empezó a ser audible por un chico que ya hacía completamente acostado sobre una tabla de madera.

El chico no reaccionó completamente y solo se limitaba a abrir los ojos lentamente debido a la pesadez que recorría su cuerpo. Dicho joven era realmente aquel pelirrosado que termino siendo abatido por una bestia que ni siquiera el pudo ser capaz de observar. Se levanto con esa pesadez a la que estaba acostumbrado y nuevamente miro a su exterior. Al parecer se encontraba en una especie de cuarto en el cual habían múltiples bolsas con piedras de todos colores y formas, estas no brillaban, solo reflejaban levemente la luz que lograba filtrarse a través de los tablones de madera que formaban el techo de dicho lugar.

-¿Que pasó?- su cabeza seguía dando vueltas, estaba algo adormilado. Se llevo sus manos al rostro y la cabeza intentando despertarse un poco, fue ahí donde su respuesta fue contestada por un leve y vago recuerdo del lagarto que degolló, y de la misma manera, se acordó de aquella voz que le hablo en aquel páramo oscuro de su mente -¿quien eres?...- cuestiono levemente intentando obtener alguna respuesta sobre aquella voz, pero lo único que obtuvo fue un silencio imperturbable en dicha cámara. -Ya me volví loco... pero yo se que había alguien... más- hablo entrecortando un suspiro mientras se levantaba de aquella tabla de madera, que resulto ser una mesa. La mesa era algo ligera, así que tras levantarse esta se levanto poco por el contra peso, y sin cuidado alguno la parte levantada se estampo contra el suelo con una fuerza que fue capaz de levantar una nube de polvo que apenas era visible por la poca luz que se lograba filtrar de arriba, generando así un gran sonido que se repitió constantemente por el echo.

El chico chasqueó la lengua levemente mientras intentaba quitarse todo el polvo que se le había subido al cabello y rostro. Miro nuevamente a su alrededor en busca de alguna salida en aquel pequeño cuarto, y aun con la poca luz su vista pudo divisar una puerta de madera. Dio un paso hacía la puerta, pero fue en ese mismo instante donde un gran número de crujidos provenientes del techo de aquel cuarto empezaron a sonar con gran desesperación. Unos más rápidos que otros, unos más fuertes que otros, era un caos de ruidos que solo ponían nervioso al pelirrosado.

Apresuro el paso a la puerta, puso su mano en el picapote tan rápido como pudo.

-¿Lo escucharon?, traigan a la señorita ahora mismo-

El echo de una voz grave se escucho detrás de la puerta como un susurro, un susurro que se acercaba más y más en conjunto con un gran número de pasos que descendían de algún lugar como si de una marcha se tratase.

El joven entro en pánico, varias personas se acercaba con gran velocidad y no tenía tiempo suficiente como para escapar. No sabía que clase de personas se encontraban detrás de esa puerta; pero algo era seguro, ellos sabían que el estaba ahí. Y aun teniendo eso en mente, su cabeza solo trataba de unir los hilos necesarios para lidiar con esas personas en esa situación. Pero con una cabeza adormilada y un cuerpo que a duras penas y respondía con fuerza; el termino cayendo sobre su propio peso, quedando sentado enfrente de la puerta. Y fue ahí donde el sonido rechinante del picapote se escucho girarse a gran velocidad... el tiempo se le había acabado.

-Que alguien encienda una luz, montón de flojos- una voz ronca y profunda hablo mientras la puerta empezaba a abrirse -no queremos que nos ataque o algo por el esti... oh vaya- el responsable de dicha voz era una persona de estatura corta, con facciones algo viejas y una barba blanca que resaltaba sobre su cabello café grisáceo. El hombre se acerco a paso lento al muchacho mientras le miraba con una pequeña sonrisa ladina -¿dormiste bien, niñito?- se acerco al chico y se inclino levemente para ver muy bien la cara de desconfianza del pelirrosado, y de un momento a otro, una luz amarilla iluminó toda la habitación desde un farol de forma extraña que pendía sobre un cable en el techo de la habitación. Dejando ver a un total de cinco personas de la misma estatura del señor esperando detrás de la puerta.

-Ya esta, jefe- hablo otra persona de corta estatura de cabello negro pero de facciones más juveniles.

-Chico... ¿puedes levantarte?- el sujeto denominado como "jefe" hablo con un tono más calmado -porque no te cargaremos y el tiempo se acaba...-

-La señorita esta en la puerta, jefe...- otro sujeto de corta estatura salió por la puerta algo apurado.

-¡¿Tan rápido?!... bien, preparen "eso" para entregárselo y recibanla como se debe- con un ademan hizo que todos esos sujetos subieran las escaleras con una gran velocidad, dejando solos en el cuarto al pelirrosado y el "jefe" -has de ser muy importante, ¿eh?- se giro y camino a la puerta con un paso lento -apresúrate, es de mala educación dejar a las personas esperando- camino por la puerta y subió las escaleras.

El sonido retumbante de las pisadas sobre escalones de madera empezaba sonar cada vez más y más tenue. El chico recobraba las fuerzas necesarias para ponerse de pie nuevamente, el cansancio le hacía sentir como si sus brazos y piernas estuvieran cargando pesas de más de 20 kilogramos cada una, se cuestionó si era conveniente subir por aquel tramo poco alumbrado. Recordó los rostros, las voces, los comportamientos de esas personas y finalmente tomo acción directamente hacía la puerta.

Con movimientos torpes subió aquellas escaleras rechinantes, con ambas manos en la pared de aquel estrecho tramo trato de sujetar su peso. Cada paso era un cansado, pero podía manejarlo, ya había sufrido mucho hace unos cuantas horas... según el.

El chico cruzó la puerta con gran decisión pero sin dejar de tambalearse por el cansancio. El lugar era como una sala común, era como una especie de sala de espera en la cual había un aproximado de 10 a 15 personas; habían muebles de madera barnizados y brillantes a lo largo y ancho de esa sala; no había ventana a su vista; tarros hechos de madera y metal adornaban las mesas de centro; pero lo más llamativo fue que las personas que estaban ahí eran distribuidos por los costados del cuarto como si quisieran evitar el centro. Sintió las miradas de todas esas personas, el chico siguió mirando el suelo por el cansancio y ahora con más razón no les miraría, se sentía completamente vulnerable, no sabía nada acerca de su situación; sin embargo, alguien le buscaba y el quería llegar al fondo del asunto. Y así llego a la puerta, donde cinco personas se encontraban tapándole el camino. Alzó la mirada y ahí se encontró con esas personas que le recibieron en el sótano de aquel lugar, solo con la diferencia de que uno cargaba una caja de madera parecida a un estuche, quizo hablar, las dudas en su cabeza exigían salir; pero un par de oraciones sin contexto alguno le hizo reprimir dicho deseo y escuchar atentamente aquella conversación.

-...y eso fue lo que sucedió, señorita-  aquella voz era perteneciente al "jefe", este se encontraba en una posición de firmes mientras su tono sonaba más tranquilo y sereno que antes -y también tratamos sus heridas... no dudo de sus capacidades; pero tengan cuidado con el... costo mucho quitarle esta cosa...- con un ademán hizo que uno de esos hombres le entregara el maletín de madera a alguien que se encontraba enfrente de ellos

-¡Casi pierdo un ojo!... el chico no se separaba de esa cosa aun inconsciente...- uno de ellos grito con un gran enojo

-Impertinente, no seas maleducado con la señorita- el "jefe" habló algo molesto mientras propinaba un golpe en la cabeza de aquel sujeto que había gritado -lamento eso, ¿hay algo más que pueda hacer por ustedes?- inclinó su cuerpo en señal de reverencia

-Si... noqueen al chico- una voz femenina hablo con un tono tan serio que fue capaz de producir un escalofrió en todos los oyentes en la habitación, incluyendo al chico que se encontraba escuchando de casualidad

-Como guste-

Tras esa frase el pelirrosado intentó preguntar lo primero que llegaba a su cabeza, pero ya era tarde. Un sonido metálico se produjo en la habitación y con ello el chico sintió un golpe brutal en su cabeza, produciendo en ese instante que su cabeza se adormilara y perdiendo el conocimiento.

Sus dolores desaparecieron, la pesadez se hizo mucho más leve en un instante, sentía que volaba tras liberarse de ese dolor constante que lo envolvió hace no mucho, pero aun así esto solo eran sensaciones que fueron tan fugaces como para preguntar por su razón. 



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