40 (FINAL)
SÁBADO POR LA NOCHE
Esperar a que alguien le diera me gusta a mi foto con Raziel fue más complicado de lo que esperaba. En Facebook no pasaba de los setenta amigos, y la mayoría pertenecía a la iglesia. En cuanto a mis amistades de la academia, solo a algunos profesores, que resolvían mis dudas de vez en cuando, y a Sol, Logan y Grey; aunque ellos pasaban más tiempo en WhatsApp, no sabía si verían la publicación.
Me resigné a una posible derrota hasta que un par de notificaciones me devolvieron la esperanza. Pero enseguida un bufido cargado de decepción fue la muestra clara de que mi repentino entusiasmo no había valido la pena.
Recibí tres comentarios que pertenecían a chicos del coro; uno de ellos de Martin, el líder, quien me puso que me extrañaban. Yo también extrañaba ir a coro para distraerme y platicar con sus miembros, estar junto a ellos era una especie de escape, de relajo que me distraía de las sombras del mundo real. Las circunstancias cambiaron bastante, ya no me sentía muy cómoda ahí y estaba demasiado atareada.
Decidí alejarme de la pantalla del celular para darle los pequeños toques finales a mi pintura. La había terminado hacía dos noches, pero un ataque de inseguridad me impedía enviarla. Necesitaba que fuera perfecta, por eso cada vez que la veía encontraba un detalle, por muy pequeño que sea, que me obligaba a mejorarlo. Lucy se despertó en medio de mi estrés para pedirme que no me quedara despierta hasta tan tarde porque se venía la época de exámenes. Pasé de su consejo.
Una nueva notificación brilló en la pantalla de mi celular.
Logan había visto la publicación.
Me abalancé sobre el aparato para leer su comentario. En realidad, solo había reaccionado con un emoji de sorpresa, lo suficiente para dar de qué hablar en nuestro chat grupal.
Logan: Nos dirás quién es el chico? Ya subiste una fotografía. ;)
Perfecto.
Hora de la actuación.
Yo: ¿De qué hablas?
Logan: La foto que subiste a Facebook?
Yo: No he subido nada...
Me sentía como una pequeña mentirosa.
Sol: ¿Qué fotoooo? :O
Logan: En Facebook!!
Con la atención de Sol el propósito de la foto ya estaba cumplido, así que eliminé la publicación esperando a que el interrogatorio iniciara. Les expliqué que la fotografía la había subido por error, que seguramente se me pasó en un descuido y que no tenía intención alguna de enseñarla a nadie, mucho menos con la publicación de Happy Little Tea. Insistieron en que les dijera de quién se trataba el chico y si existía una relación con él.
Al día siguiente, se empeñaron en saciar la curiosidad que sentían. Me arrinconaron en la mesa, a la hora del almuerzo, y comenzaron su avalancha de preguntas en busca de que confesara lo que había entre el desconocido de las fotos y yo.
—Admítelo, no tienes escapatoria. —Sol me apuntó con el tenedor, amenazante. Sus ojos siempre expresivos portaban un extraño brillo—. Los tres somos tus amigos y merecemos saber, al menos, si te gusta.
Dirigir la conversación hacia ese punto fue mucho más fácil al generar dudas con la publicación.
Raziel era un astuto.
Quizá demasiado suertudo.
Faltaba que su plan llegara a los oídos —u ojos— de Seth y Dhaxton para causar el efecto deseado.
Bajé la mirada a mi comida, un plato de arroz con verduras que se veía delicioso, y resoplé de manera exagerada como muestra de la resignación que no sentía.
—Está bien —mascullé y apreté mis labios para guardar silencio.
—Está bien ¿qué? —insistió Sol, agachándose en busca de mi expresión.
—Lo admito —hablé con más firmeza. Levanté la cabeza con el fin de hacerle frente. Verla a los ojos fue dificultoso, solo veía sus posibles traiciones en ellos. Traté de revertir lo que sentía para darle peso a mi actuación. El silencio la mantuvo expectante—. Él me gusta, y... creo que tenemos algo.
Sol chilló de emoción y comenzó a hacer un horrendo baile de celebración que les sacó unas risas burlonas a dos chicos de la mesa continua. Yo también sonreí.
—¿Están saliendo?
Miré esta vez a Grey tras escuchar su pregunta. En ella se percibía un aura de seriedad que me fue transmitida a mí.
—Bueno...
Si me lo pensaba con frialdad, la persona de la foto era Raziel y con él no estaba saliendo, más bien...
—Estamos conociéndonos —respondí firme, sujetándome a esa media verdad para no sentirme más nerviosa de lo que ya estaba.
Hacerlo, claro, fue cometer un error del que me arrepentí al instante, porque más preguntas vendrían.
—¿Es alguien de arte? —curioseó Logan. Él no parecía muy interesado en el tema pese a ver llevado el chisme al chat de grupo. Su nuevo interés era el almuerzo.
—No voy a responderles más —dictaminé, tomando mis cosas dispuesta a irme antes de la invasión—. Hablamos luego, organizaré todo para enviar mi pintura.
Grey me frenó.
—¿Enviar tu pintura? —Lucía ofendida—. Pero me dijiste que no participarás.
No pude creer que tuviera el descaro de afirmar algo que no dije.
—Nunca te respondí, eso lo asumiste por tu cuenta —recriminé afirmando mi voz.
—Dijiste que...
—Dije que me lo pensaría. —Comencé a temblar de rabia y todos los músculos de mi cara se tensaron—. Lo hice; decidí que quiero participar.
—Eso no fue lo que acordamos.
Creo que en ese punto mi paciencia colapsó.
—Tú y yo no acordamos nada, Grey. Lo que pasa es que creíste que como soy la chica buena que jamás va de fiesta pero va a la iglesia todos los domingos, aceptaría tus inseguridades sin pensar en lo que quiero. —Me coloqué de pie para mirarla desde la altura—. Quiero ganar el concurso. —Por fin se lo decía de manera clara—. No dejaré pasar la oportunidad por nada ni nadie, mucho menos para permitir que una chica que pone en duda sus habilidades artísticas ocupe mi lugar. Que me pidas que deje uno de mis grandes sueños porque temes a perder, demuestra que no eres digna de estudiar arte, mucho menos demostrarle a tu familia que vales para esto.
Grey me miraba con el rostro pálido y cargado de sorpresa. Había sido directa, más certera de lo que ella habría esperado que fuera. Mis palabras contenían una verdad absoluta que, al parecer, nadie se atrevió a dispararle antes.
Desplegué una sonrisa, satisfecha por dejarla perpleja, me acomodé el bolso y me despedí como la Drey de los primeros días de la academia; feliz y cordial.
Afuera, con el frío despiadado abrazándome, oí el llamado de Sol.
—Drey... ¿Qué fue eso? —me cuestionó todavía sorprendida— Grey tiene serios problemas en casa, se siente fatal, y ahora tú le has dicho todo eso...
Di un paso para acortar distancia. Sol me miró atenta y lentamente escondió su cabeza entre los hombros intimidada por mi nueva faceta.
—Entonces dile esto: El mundo está compuesto por cazadores y presas, y tú estás en la mirilla de un rifle que dispara tan fuerte y tan rápido que la bala te atravesará sin piedad.
«Lo mismo va para ti», quise finalizar, mas seguía apreciando lo suficiente a Sol como para plantarle esa amenaza en la cara. La verdad, no importaba mucho, a juzgar por cómo se alejó, ella también había sentido mis palabras como para sí.
🔥
Aunque suene una locura, extrañé encontrarme con Seth y Dhaxton en la academia. Necesitaba saber si eran conscientes de la publicación; deseaba ver sus expresiones sabiendo que sus oscuras intenciones no llegarían a un fin. ¿Eso era lo que otros llamaban venganza?
—Hoy estás pensativa.
Mi tendencia en el trabajo: pensar en todo y hacer nada. La mayor parte de las primeras horas estuve inmersa en mis pensamientos, de pie como una pésima estatua de novato. Por suerte la jefa no estuvo detrás de mí con sus ojos analíticos viendo lo que hacía.
Esto empeoró cuando Camille y yo nos metimos a una sala a limpiar para la siguiente función.
—¿Ocurrió algo?
Ambas nos encontrábamos lejos, ella en el pasillo derecho y yo en el izquierdo, unas enormes columnas de sillas acolchadas nos separaban. Aun así, su pregunta había sonado cercana.
O quizás estaba demasiado angustiada por contarle a alguien lo que me pasaba que recurrí al apego de otra persona.
—He discutido con una... —La palabra «amiga» vino a mi mente de primeras, pero era demasiado profunda para describir a Grey. Suspiré y añadí—: compañera.
—Parece que no solo era una compañera —sugirió Camille concentrada otra vez en limpiar el piso de las escaleras.
Me mordisqueé el labio para reprimir la frustración. Era una simple palabra, ¿por qué parecía tan problemática?
—Alguien que consideraba una amiga —corregí, resignada y lenta, al igual que los movimientos de mi escoba.
—Ah... —Suspiró—. Es difícil tener discusiones con personas que queremos. —Ni que lo diga—. Deberías arreglarte, es horrible tener ese peso encima.
—No es tan simple —me opuse. Su sugerencia me sentó como un mandato escrito en la biblia que no se podía romper—. Ella me traicionó, es una mentirosa.
Las palabras emergieron de mis entrañas con un odio del que yo misma me sorprendí.
—Todo tiene una explicación —habló Camille de manera conciliadora. Tan calmada y pasiva que la envidié—. No busco justificarla, pero, a veces, no encontrar una razón a las acciones de las personas, las distancia. Créeme, casi me pasa la otra noche. —Guardó silencio y yo la imité cuando retomó la limpieza—. ¿Te dijo tu amiga por qué te traicionó?
Quise corregir su uso inadecuado de la palabra «amiga», pero lo dejé pasar con un suspiro.
—No creo —respondí pensativa—. Y dudo que llegue a hacerlo, ella no sabe que sé de su traición. —Al darme cuenta de lo estúpido que sonaba eso me reí de mala gana.
—Bueno, es mejor estar bien con los que te rodean y hablar las cosas.
El consejo de Camille no me servía de mucho. Pero ¿cómo reprocharle cuando ella no se hacía una idea de lo que me ocurría?
—Lo tendré en cuenta —le dije para que no se sintiera mal.
—Hazme caso, soy la vooooz de la experienciaaaaa —canturreó en una tonada profunda y melódica. Reí con ella hasta que solo enseñó una sonrisa y agregó—: Es mejor vivir sin rencores.
Terminamos la sala y me dirigí a restablecer los vasos plásticos que escaseaban en la zona de atención. Fue pura casualidad toparme con Raziel cargando una bolsa de granos de maíz que trataba sin cuidado alguno. La camisa del cine apegada a su cuerpo marcaba la musculatura de su espalda y sus brazos se fortificaban con cada paso. Miré su rostro. A juzgar por las arrugas en su entrecejo y sus movimientos rudos, su buen humor, que ya era escaso, se había esfumado al otro pueblo.
Dejó la bolsa de maíz junto a una máquina y esta resbaló, lo que le sacó un gruñido y algunas maldiciones que no deseé repetir. Suerte que no había ningún cliente cerca, solo compañeros de trabajo que hicieron oídos sordos.
A la salida me animé a preguntar qué pasaba.
—Tuve problemas con Camille la otra noche. Escuchó lo que hablamos. —Me horroricé con solo pensar que ella sabía lo que me había ocurrido y por eso me había hablado sobre no guardar rencores. Traté de profundizar en ello, pero Raziel continuó hablando—. Para la próxima cierra la puerta de la bodega.
No supe distinguir si eso era un consejo o una advertencia. Lo que estaba claro era que le había traído problemas.
—¿Ella escuchó todo?
—Lo suficiente para malinterpretar nuestra situación. —Tiró la colilla del cigarro nocturno que acostumbraba a degustar antes de marcharse y formó una mueca de repudio.
—Lo lamento.
Mis disculpas suavizaron su expresión y un brillo extraño se asomó en sus ojos.
—No importa, ella entendió mi explicación. —Sonreí con alivio, pero él interrumpió la celebración interna—: Eso no significa que yo no siga enojado. Que no se vuelva a repetir.
—Ya —mascullé, fastidiada.
—Por cierto, nada de juntas en la azotea.
Esas particulares juntas en la azotea serían un problema.
—Suponía que lo dirías ahora que nos descubrieron. —Me encogí de hombros—. ¿Dónde se supone que nos veremos en la academia?
La brillante y divertida sonrisa de Raziel apareció en su rostro. Me alegré de que yo fuera la causa de su cambio de humor.
—¿Dónde sugieres? —preguntó.
Conocí pocos sitios solitarios y lejos de la mirada de los estudiantes donde pudiéramos llevar a cabo las juntas. Pensé en la biblioteca, en una de las salas de estudio, pero sería sospechoso ver a Raziel entrar con o sin su uniforme de trabajo. Además, su entrada estaba a la vista de todos.
Pensé en un sitio apartado, detrás de las gradas o algo por el estilo. Esos lugares parecían un laberinto al que muchos iban para matar las horas. No obstante, lo descarté por la misma razón que la anterior.
Luego pensé en mi primer día de clases, en el recorrido turístico que hice. Seth y su profesora iban allí a escondidas, supuse que de hacerlo el pasillo no tendría cámaras.
—Una bodega —propuse con falta de seguridad—. ¿Conoces la sala del cuarto piso del campus de matemáticas?
Raziel alzó las cejas.
—Un lugar bastante particular. Qué astuta.
Ladeé mi cabeza y achiqué los ojos sin comprender el motivo de su comentario. Quería buscarlo, mas no lo hallé, así que pregunté lo que me pareció más obvio.
—¿Lo dices por Seth?
—Todos van a esa bodega es para una cosa: coger.
Enrojecí de golpe y tragué en seco.
—Propone tú, entonces.
Mi casi histeria le sacó otra sonrisa. Ya no me estaba alegrando que se riera a mi costa.
—Te dejaré una notita en el casillero cuando encuentre uno.
—Espero que esta vez nadie pueda fotografiarnos.
—Nada de fotos desde ahora —dijo.
—¿Por qué?
—No puedo.
—¿Por qué? —insistí.
Me miró con fastidio, harto de que interrogue los motivos de todos sus actos.
—No quiero tener problemas.
Algo extraño sonó en su respuesta, y pronto supe de qué se trataba.
Camille, quien solía salir más tarde del trabajo, se asomó desde el pasillo con una sonrisa. En cuanto sus ojos dieron con Raziel, sonrió.
—¿Ya te vas? —pregunté al verla salir con sus cosas.
—Sí. —Los ojos le brillaron—. Raziel y yo celebramos nuestro aniversario. Dos años de novios no pasan en vano, ¿cierto?
Intenté sonreír, mas el desconcierto de la revelación no me lo permitió. ¿Raziel y Camille novios? Ni siquiera me lo había planteado antes.
Mientras Raziel le entregaba su casco, yo llevé una mano a mi pecho sintiendo una sensación que ya había sufrido antes: decepción.
🔥
El viernes, al salir del estudio de Dhaxton, me dediqué a visitar las tiendas más lujosas de la ciudad en busca del vestido perfecto. Si iba a codearme de millonarios en la sala de eventos de uno de los hoteles más alucinantes, entonces lo haría con la vestimenta adecuada: un vestido largo de color durazno y escote de sirena. Cuando el sábado por la noche llegó, Lucy me ayudó a encajar en él, ponerme los zapatos y armarme un peinado que sacamos de un tutorial en YouTube. Mi cabello recogido, con unos pequeños mechones de cabello ondulado caían por mis hombros. Quedó hermoso.
—¡Listo!
Abrí mis ojos en cuanto Lucy terminó de delinear mis cejas y me encontré su rostro sonriente. Lo que había hecho era toda una proeza a su juicio.
—No soy una experta, pero... —Suspiró, satisfecha— creo que me abriré un salón de belleza.
Le respondí con una sonrisa nerviosa y me giré hacia el espejo. Lucy había hecho un buen trabajo, mejor del que yo hubiera hecho sin su ayuda. El maquillaje era simple, pero bastante decente. Además, mis cejas le habían quedado geniales, transformaron mi mirada en una más cargada.
—Sep, creo que definitivamente debes dejar la academia y abrir un salón —le animé sin dejar de observar mis detalles.
—¿Segura de que no vas a ponerte un labial más fuerte? Creo que te quedaría bien uno más rosado.
Negué al instante.
—Estoy bien así. No quiero que resalte mi rostro.
—¿Entonces qué? —replicó inocente.
—Yo.
Mis ojos enfocaron la zona de mi pecho. Jamás había usado un escote tan pronunciado, mucho menos uno que llamara la atención.
Eso era lo que deseaba.
Quería que vieran lo que ahí ya no se encontraba.
La campana de mensaje sonó desde mi celular anunciando que en cinco minutos mi auto me recogería.
Un revoltijo producto de los nervios causó estragos en mi estómago. Mi corazón empezó a agitarse con tanta fuerza que, por un momento, creí que tendría un ataque. Lo que me esperaba no se comparaba para nada con la idea que armé dentro de mis pensamientos mientras Lucy me hablaba al lado sin que le entendiera en absoluto. Yo estaba de pie, frente al espejo, despidiéndome de mí misma.
Era tiempo de sacar el otro lado de Audrey Downey.
El conductor del auto que me recogió no dijo demasiado. Había sido enviado a buscarme por cortesía de Devon y mamá. Se veía que era un sujeto profesional que hablaba lo justo y necesario. En el camino me preguntó si deseaba colocar algo de música, sugerencia que agradecí ya que estaba muriendo. No literalmente, claro, pero de una manera figurativa que nadie podría entender.
Fue un viaje agónico.
Fuera de la sala de eventos, la aparición de reporteros que deseaban tener en sus páginas webs la primicia de que el heredero, Devon Crusoe, hijo del respetado magnate, Deniro Crusoe, anunciaría su compromiso. Alguien los había llamado, y muchos no los deseaban ahí. Seguridad los retenía para que no saltaran a atacar a los invitados. Sin embargo, porque con intentar no se pierde nada, algunos gritaban sus nombres por si alguno volteaba a saludar o permitía que los entrevistaran. Eran personas empresarios y famosos que vi en alguna revista pero que jamás aprendí su nombre.
Yo bajé más adelante de la alfombra roja que guiaba hacia la entrada de la sala, agradecí al conductor y subí las escaleras sin que ninguno de esos reporteros fisgoneara en mi persona. Para ese mundo solo era un ser desconocido, la sobrina de alguien no muy querido o simplemente alguien insignificante del montón que no les traería ni un miserable clic.
Aún.
Dentro, la música y la buena decoración me envolvieron. Mesas redondas con cocteles; meseros de un lado a otro ofreciendo delicias para el paladar. El color naranjo predominaba, el color amarillo estaba presente en todas sus tonalidades. Era un sitio bellísimo, los invitados lo sabían y disfrutaban el momento, con sus atuendos caros, sus joyas brillantes y los rostros empolvados de buena vida.
Tardé más de lo deseado en hallar a mamá. La vi charlando con una pareja, sonriendo, y vistiendo un vestido rojo que gritaba: «la estrella de esta noche soy yo». Se veía preciosa.
—Drey, viniste —dijo al verme.
—Hola.
Ambas nos acercamos para romper la distancia en un abrazo. A continuación, una breve charla sobre lo que hicimos en la semana, todo muy formal.
—En la cena tienes que sentarte junto a mí —informó tras un silencio en el que no supimos decir más—. Junto a Devon estará su padre y Dhaxton.
Estar junto a ella en una mesa no podría molestarme menos, pero ¿con el padre de Dhaxton? Mi impresión sobre él podía describirse como la mejor, y decirle «viejo cascarrabias» se quedaba pequeño en mi breve repertorio de ofensas a mayores.
Y como si por pensar en ello resultase en una clase de invocación, Agatha en compañía de Seth llegaron a nuestro lado.
—Querida mía.
Al voltearme la vi arreglada para la ocasión y deslumbrante como su personalidad.
—Agatha, no sabía que vendrías.
—Por supuesto que vendría, conozco a Devon desde hace mucho. —Actuó como si mi comentario le ofendiera—. Y si no me invitaban, vendría de todas formas.
Mamá rio. El foco de atención de la anciana se dirigió a ella, mientras que el mío recayó en Seth. Verlo formal fue todo un hito psicológico, porque solía vestir muy informal y liviano, con ropa holgada y desteñida. Su traje rojo se ceñía justo a la medida de su cuerpo y su cabello peinado hacia atrás, sin sus mechones rebeldes cayendo por su frente, me recordaron al peinado de Leonardo DiCaprio en Titanic, justo en la escena de la cena con los ricos del barco.
Intercambiamos un par de miradas hasta que Agatha habló:
—Silvia, te ves divina. Serás una novia hermosa.
—Gracias —respondió mamá—. No sabía que ustedes se conocieran.
—Me salvó la vida un par de veces —le dijo Agatha, restándole importancia.
Error: yo la había salvado, solo caí en sus mentiras. Mi pecho dolió al pensar lo tonta que había sido en no darme cuenta de las absurdas coincidencias. Aun así, sonreí, porque ese era parte del plan, porque debía actuar como si no supiera nada.
—Esa es una exageración.
—Para nada —me contradijo. Pestañeó un par de veces y su rostro se transformó—: Querida, ¿dónde está tu madre? No la veo por ningún lado...
Fingía, por supuesto.
Mamá y yo nos miramos, serias, como si supiéramos que algo andaba mal con la cabeza de la anciana. Seth carraspeó para distraer a su abuela, quien miraba alrededor en busca de mi supuesta madre. O, mejor dicho, la madre de Agnes.
Así que la madre de Agnes asistía a reuniones de ese estilo...
Interesante.
—Baba, vamos a saludar a los demás.
Seth tomó a Agatha de los brazos, pero mamá tuvo que abrir la boca.
—¿Tú y Drey no eran...?
Había olvidado que Seth y mamá se conocían.
—¿Novios? —concluyó él, asintiendo—. Lo fuimos. Ella cortó conmigo.
Intentar ponerme en aprietos para salirse con la suya era una táctica que ya conocía de él, por eso miré a mamá y sonreí.
—Ya sabes lo que dicen, madre: mejor sola que mal acompañada.
Mamá y Agatha rieron. Seth también, aunque la suya fue una sonrisa llena de suficiencia.
—Tú y yo sabemos que aquel día la pasaste muy bien —comentó en un tono meloso.
Me encogí de hombros.
—Sí, bueno, cantas pésimo.
—Yo no hablaba de ese día.
Había caído sin paracaídas justo por el profundo bache que él deseaba. Enrojecí por mucho que tratara de ocultarlo, y con ello un extraño silencio surgió.
—Creo que esa es demasiada información —Agatha habló. Para no quedarse más tiempo en la burbuja invisible en la que Seth y yo nos habíamos envuelto, tomó del brazo a mamá y le dijo—: Silvia, cariño, ¿por qué no me presentas a los otros invitados?
Mamá accedió y las dos nos dejaron solos.
Suspiré con agotamiento.
—¿Nunca dejarás de recordarme lo que pasó en tu habitación? —le cuestioné a Seth. Mi frente estaba demasiado tensa, igual que todo mi cuerpo.
—Lo haré cuantas veces sean necesario.
Me acerqué de manera confidente a su oreja, aprovechando la proximidad que nació cuando se acercó.
—Supérame.
Él se limitó a observarme durante unos segundos, entonces fue su turno de susurrar:
—Me pides demasiado... Más teniendo en cuenta lo atractiva que te ves en ese vestido.
Fui la primera en alejarme.
—¿Te gusta mi vestido? —Me pasé las manos por las curvas hasta llegar a la parte de la falda y estirarla. Seth siguió mis movimientos y se relamió los labios—. Podría prestártelo un día, pero soy consciente de que tú prefieres vestir de mentiras y engaños, como tu amigo.
Seth se metió las manos en el saco.
—Si me lo preguntas, prefiero andar en bolas —admitió a todo lo alto, sin pudor del qué dirán—. Es más cómodo.
Justo en ese momento, su mejor amigo llegó.
—Ya veo que no puedes guardar la compostura ni siquiera en un sitio como este —le reprendió Dhaxton, asqueado de la actitud trivial de su amigo.
—¿Un sitio como este qué tiene de especial? —le cuestionó Seth con el boceto de una sonrisa burlona. Extendió sus brazos a los lados, mostrando los alrededores—. Una decoración brillante, comida deliciosa y personas que solo buscan guardar las apariencias. —Luego colocó ambas manos sobre su pecho—. Yo prefiero ser fiel a mí mismo.
«Un sermón inspirador, sin dudas...», ironicé.
—Hacer el esfuerzo y comportarte por esta ocasión sería un favor especial.
Dhaxton ni siquiera le sonrió, lo que provocó que navegara en un mar de preguntas.
¿Acaso estaban molestos?
¿Qué era esa extraña tensión entre ambos?
¿Si se peleaban de verdad, quién ganaría?
Y un sinfín más.
—Me pides demasiado —le respondió Seth, calmando las aguas—. Aquí hay demasiadas caras largas, me aburro.
—Y veo que te has aferrado a la única persona interesante que hay.
Los grises ojos de Dhaxton se posaron en mí. Los de Seth también. Esa fue demasiada presión, pero traté de no mostrarme afectada. No podía verme vulnerable, debía aferrarme a las apariencias, como ellos lo hacían todo el tiempo.
—¿Van a tomar turnos para estar conmigo? —les cuestioné y crucé los brazos—. No seré su juguete esta noche.
—Deja que nosotros seamos el tuyo —propuso Seth—. Tú eliges. Uno. Por esta noche.
—Puedo oler tus segundas intenciones —renegué, fastidiada.
Dhaxton no quiso quedarse atrás y ladeó la cabeza hacia mi lado en busca de mi atención.
—¿A qué huelen las mías?
—A miedo de que papi se enoje porque la fiesta no saldrá como espera. —Seth rió y yo canté victoria porque Dhaxton ni siquiera se esforzó en responder. Una pequeña victoria para mí que acompañé con una copa de la bebida que uno de los meseros nos ofreció. La alcé a modo de despedida—. Un gusto, caballeros.
Turno de marcharme.
¿Se habían percatado de que no llevaba collar ni anillo?
Las ansias de que sí me invadieron y necesité tomar de la copa al seco para suavizar la sequedad de mi garganta.
Hablar con el par fue más agotador de lo que pensé, quizás porque no esperaba encontrarme con los dos tan pronto por la noche. Necesité tomar algo de aire limpio, y no hallé mejor lugar que salir hacia la terraza de la sala.
El lugar era un sitio hermoso desde donde se lograba ver el cielo nocturno y una especie de jardín con una pileta rodeada de flores que me recordó a las obras de arte sobre paraísos.
Inspiré hondo el aire frío de otoño, el remedio perfecto para el calor abrasador que me envolvió tras mi encuentro con Seth y Dhaxton.
Me envolví en la tranquilidad y suspiré.
Entonces la calma desapareció.
Devon y su padre, a quienes no vi en la sala, salieron a la terraza dando pasos intranquilos. Me escondí entre las sombras del edificio un arbusto con maceta junto a un enorme ventanal.
Algo andaba mal.
Creí que huían de la prensa, pero dentro nadie los perseguía, así que descarté esa vaga idea.
—Somos un espectáculo mediático. Seres de farándula para periódicos de la peor calaña —se quejó el más viejo de los Crusoe. Le daba la espalda a su hijo, quien se acercó con cautela—. Todo esto es tu culpa —señaló su padre, girando en su propio eje sin que Devon lo previera—. Mira que anunciar un compromiso...
—Padre...
—Un compromiso, Devon —remarcó sin ganas de escuchar—. Y con una cualquiera. ¿Y todo para qué? Cuando menos lo esperes te robará dinero y se largará. Dinero que usará en una sucia empresa de limpieza.
Apreté mis labios para no gritar en defensa de mamá.
—Silvia no es esa clase de persona, padre. —Admiré la calma con la que hablaba Devon, porque yo en su lugar lo habría lanzado por la terraza—. No hables así de ella.
—Tú no hables con las bolas —reprendió su padre, claramente ofendido—. Esa mujer se te metió por los ojos. Yo nunca me equivoco.
—Tienes razón, nunca lo haces, por eso asumiré que todo lo que has dicho de Silvia es una broma. Si le das una oportunidad, te darás cuenta de que es una mujer excepcional.
El poder de convencimiento de Devon había funcionado. Las defensas de su padre se fueron apagando poco a poco en el sumo silencio de la noche.
—Si me has puesto a mí como tu sucesor, es porque tomo buenas decisiones, ¿no? —insistió.
—Tienes una mente empresarial; eso no significa que la tengas sentimentalmente. —El señor Crusoe se acomodó el saco y le dio una última mirada a su hijo antes de regresar adentro—. Te doy un año.
Devon soltó una risa y lo siguió.
Él podía estar bien con su padre, pero yo estaba tan molesta de los insultos que había propinado que prometí no guardar silencio si se me daba la oportunidad de hablar.
Spoiler: el momento llegó.
Nos llamaron a cenar en la sala continua. Había una mesa larga y decorada con utensilios brillantes y un mantel blanco de hilo dorado. Devon y mamá se sentaron en la cabeza, justo en medio. Junto a Devon, su padre; junto a mamá, yo. Desde mi sitio no podía ver a Dhaxton, pero sí a Seth y Agatha, a quienes hubiera deseado tener cerca para no sentirme tan excluida.
La comida trajo relajo a la mesa, los invitados hablaban entre ellos con total fluidez. La pareja con la que mamá hablaba antes, quienes se sentaron junto a mí, me hablaron sobre algo de lo que no puse demasiada atención. Quería salir huyendo de ahí cuanto antes. Para acortar la espera y descargar la ansiedad que tan elegante cena me proponía, tomé unas cuantas copas.
Ese fue mi fallo.
Sabía que el alcohol me aflojaba la lengua y me daría las benditas agallas que me faltaban, pero no reparé en que necesitaría frenos.
El momento que todos esperaban llegó. Devon se colocó de pie para dar una charla sobre la influencia de su madre, su desastrosa vida amorosa y su relación con mamá. Luego anunció que se casarían, se besaron y fueron aceptados por aplausos. Todo normal hasta ahí, entonces, el cabecilla de los Crusoe se puso de pie: imponente, seguro y dispuesto a dar un discurso sobre lo maravilloso que le parecía el compromiso de su hijo. Toda su actuación barata acabó en un «salud por Devon y por Silvia, una mujer que cambia perspectivas».
Me levanté de golpe ante la sorpresa de todos..
Quise adjudicarles la culpa a las bebidas que no me permitieron pensar bien. Sin embargo, mentiría.
Estaba harta.
Estaba cansada de ser «la chica buena».
Y dispuesta a decir lo que fuera.
—Un emotivo discurso, señor Crusoe, sobre todo teniendo en cuenta que hace unos minutos atrás llamaba a mi madre «cualquiera» e insinuó que se casará con Devon por su dinero.
El rostro del viejo se transformó. No esperaba que saliera a contar tal barbarie, mucho menos delante de tantas personas.
Mamá me tomó del brazo y tiró de él para que volviera a sentarme.
—Drey, ¿qué dices...?
La miré un momento y regresé con el padre de Dhaxton.
—Es cierto, mi madre es una mujer que cambia perspectivas; cambió la mía muchas veces. Sacó adelante nuestra familia vendiendo productos de limpieza, yendo casa por casa, con sol y lluvia, y ahora consiguió tener una humilde empresa a la que usted ha llamado «sucia». —Mamá, que en todo momento me había mirado, volteó hacia Devon y luego el que suponía ser su futuro suegro—. Es una mujer esforzada que apreció hasta el último centavo del cambio, porque a diferencia de usted, un hombre adinerado que heredó la empresa de su padre, ella conoce lo que es el sacrificio. Y el dolor. Sí, mi madre viene desde abajo, y sí, nos faltó el dinero. Pero ¿sabe lo que nunca le faltó? Educación. —La cara de Deniro se tornó roja, no sé si de vergüenza o rabia—. La próxima vez que insulte a mi madre, voy a llamar a la prensa farandulera, como ha llamado a los reporteros de afuera, y les contaré lo que ahora me estoy guardando.
Eché un vistazo rápido a Dhaxton.
Ahí supe que la había jodido en grande.
Tragué con dificultad sin perder el semblante con el que había empezado la confrontación y sonreí dirigiéndome a Devon.
—Gracias por defender a mamá. —Regresé con el señor Crusoe y le dije mis últimas palabras—. Un gusto hablar con usted, señor Crusoe. ¿O debería empezar a llamarlo abuelo?
Forcé una sonrisa y salí de la sala, dejando atrás lo que pudieran decirme y lo que los invitados comentaron.
Tuve unas enormes ganas de vomitar y me eché a llorar en cuanto salí a la terraza en busca de aire. Lloraba porque la presión era demasiada, no por arrepentimiento.
Con una mano sobre mi pecho, sentí los latidos acelerados de mi corazón.
Necesitaba calmarme, salir de ahí, o iba a desmayarme en cualquier momento.
Inspiré hondo y exhalé despacio hasta que mis latidos regresaron a su ritmo normal.
La arritmia no tardó en regresar cuando vi salir a Seth.
Se llevó las manos a la cabeza, despeinándose. Qué difícil fue decirle adiós al peinado de DiCaprio.
—¿Te volviste loca? —me preguntó mientras avanzaba.
«Loca no. Solo estoy con el alcohol suficiente como para atreverme a decirle unas cuantas verdades al padre de tu mejor amigo», sonaba bien.
—No lo sé —constesté en su lugar.
Se plantó frente a mí con una sonrisa ancha.
—Lo que hiciste allá adentro ¡fue alucinante!, nunca vi a nadie meter la pata como tú.
—He fastidiado una cena importante —admití para mí misma, todavía sin poder creerlo.
—Y tal vez el futuro matrimonio de tu madre.
Gruñí.
—Ya sé que no has venido precisamente a consolarme, pero ¿podrías ser menos directo?
Encogió los hombros con las palmas en el aire.
—No me culpes, eres mi ejemplo a seguir.
Reprimí una sonrisa porque me dio gracia su comentario, y porque eso había sonado como un cumplido.
—¿Qué haces aquí?
—Supuse que estarías llorando y quise venir a reírme un poco —dijo, paseándose con pasos silenciosos por mi lado. Seth no era un animal, pero su caminar era igual al de un animal acechando a su presa.
Lo detuve antes de que me mareara más de lo que el alcohol había hecho ya.
—Eres como un niño de once años que molesta a la niña que le gusta.
—Parte de razón hay. Me gustas.
Odiaba admirar lo fácil que le resultaba decir «me gustas» sin mostrar una pizca de pudor o inseguridad.
—Yo no te gusto, te gusta el placer de ganarle a Dhaxton.
—A todo el mundo le gusta ganar —soltó con verdad—. Por eso te has quitado el collar, ¿verdad? Quieres ganar esto.
Me volteé para hacerle frente y sostuve el cuello de su saco para acercarlo a mí. Quedamos enfrentados.
—La razón por la que me quité el collar no tiene nada que ver contigo, ni con Dhaxton. Mi mundo gira sobre el eje que a mí me dé la gana. —Los ojos de Seth me miraron abiertos del asombro, pues no esperaba que lo atrajera con tanta rudeza. Mucho menos que soltara esa mentira en su cara—. Ahora admite que estás aquí porque te preocupaste por mí.
Las fosas nasales de Seth se ancharon tras una enorme inspiración. Exhaló por la boca formando un profundo bufido lleno de resignación.
—Vine a buscarte porque me quería asegurarme de que estabas bien —repitió como si leyera un papel.
De pronto, bajó la mirada a mis labios y yo hice lo mismo.
Siguiendo el consejo de Vivian, los frente a frente, solos en una terraza, hubiera sido la instancia perfecta para besarnos. Y, por un instante, pensé en hacerlo. Culpé al alcohol por el pensamiento, a Seth porque lucía demasiado bien en traje y a la Luna porque su magnetismo me parecía un peligro.
Resistí.
—Si tu preocupación es auténtica, ¿puedes sacarme de este lugar?
Seth sonrió como si esperase desde hace horas que pidiera eso. Lo solté permitiendo que se acomodara la ropa y luego él metió una mano dentro del bolsillo de su saco.
—Ten.
Me entregó el ticket de solicitud para que el valet buscara su auto.
—¿Tienes la licencia de conducir otra vez?
—La gracia de vivir en el privilegio —se jactó—. Iré por Baba.
Se suponía que Seth me llevaría a la academia, pero el abuso de alcohol, para mi poco acostumbrado cuerpo, pasó factura. El auto me mareó horrible y terminé vomitando en un basurero a mitad de una calle que no logré reconocer. Lo que restaba del viaje solo quise descansar.
Volví al mundo de los vivos durante un breve momento en el que era cargada por Seth. Sus brazos me acunaron contra su pecho; subíamos las escaleras.
—Vaya, tienes brazos fuertes —me mofé con voz ronca.
Él rió y su pecho se movió contra mi rendida cabeza de manera rítmica.
—Los suficientes para cargarte otra vez.
¿Otra vez?
—¿De qué hablas?
—¿Crees que Dhaxton iba a cargarte la vez que te desmayaste? —increpó— Ni siquiera pudo forzar la puerta. Me llamó diciendo que algo malo pasaba, que fuera con él rápido. Ese «rápido» se llevó mi licencia, y todo porque ti. Suerte tuve de convencer a la policía, algo de influencia...
No lo escuché más, estaba poniendo más esfuerzo en recordar lo que pasó la noche que me desmayé.
Todo este tiempo creí que había sido Dhaxton quien me cargó, me llevó a la cama y acarició mi mejilla.
Pero no.
Era Seth.
¿Esa era parte de sus mentiras o decía la verdad?
Cerré mis ojos y dejé que el sueño lo decidiera.
🔥
La mañana siguiente desperté en la habitación de Seth acompañada de un terrible dolor de cabeza que durante algunos minutos no me permitió mirar el entorno. Él estaba dormido en un sofá de cuero negro, de brazos cruzado y el cabello desgreñado.
Odié su ternura al dormir.
Me agaché para besar su mejilla, lo que despertó algo desorientado.
—Gracias por preocuparte por mí —le susurré.
Mi gesto lo tomó por sorpresa y con sus dedos tocó la zona del beso.
Desplegué una sonrisa, luego salí de su cuarto.
Qué fácil había sido.
Abajo, en la sala de estar, rodeado de pinturas y libros, Dhaxton aguardaba paciente a mi aparición. Estaba sentado de brazos y piernas cruzadas, con el rostro impasible y la cicatriz más roja que nunca. Cuando reparamos en la presencia del otro, sus ojos desprendieron una chispa oscura pero intrigante. Daba miedo verlo así, molesto, pero no permití que lo notara.
Carraspeé antes de hablar.
—¿No te da pena saber que yo hice lo que tú no pudiste hacer?
Se colocó de pie y avanzó. Mi cuerpo, por cuestiones de supervivencia, quiso retroceder.
—Lo que hiciste en la cena fue totalmente desafortunado —dijo, sin inmutarse a la burla que contenía mi pregunta.
—Yo creo que estuvo genial.
Siguió avanzando. No estaba acorralada, tanto por la derecha como por la izquierda pude haber salido arrancando, pero de nuevo el magnetismo de Dhaxton jugaba a su favor y mis pies ni siquiera respondieron.
—Le faltaste el respeto a mi padre —desdeñó, frunciendo la nariz ante cada palabra. Su desprecio hacia mi acto se notaba.
—Y él le faltó el respeto a mi madre —repetí por si no estaba lo suficientemente claro.
¿Es que quería que lo publicara en las redes sociales o qué?
—La diferencia es que yo no permanecí callada —continué.
—Arruinaste una posible boda, con la prensa afuera escuchando todo.
La prensa, la prensa; eso era todo lo que les importaba.
—He ahí la enorme discrepancia que existe entre tú y yo, Dhaxton —dije usando el mismo tono de voz que él—. Tú te vistes de mentiras y prefieres guardar las apariencias; yo prefiero hacerles frente sin temor a las represalias. —Toqué mi pecho y él bajó la mirada siguiendo mi gesto—. Me cansé de ser buena persona y pensar en los demás. Estoy harta de callarme las cosas para no herirlos y dejar que toda esta basura me pudra por dentro —la voz me tembló—. Es hora de pensar en mí.
—Tienes que reparar los daños que hiciste.
—Lo haré cuando tú repares los que cometiste.
No dije más.
Levanté mi mentón bien en alto para que supiera que hablaba en serio y salí de su vista.
Eso era lo que querían, ¿no?
¿Querían ver a una Drey diferente? Pues se las daría.
Lo primero era hacerles creer que tenían el control.
Lo siguiente, escudriñar todas sus mentiras.
Había iniciado el verdadero el juego y estaba dispuesta a demostrarles que solo habría un ganador: yo.
Por mí.
Por Agnes.
Y por todas las otras chicas que no conocía y que habían sido víctimas de Dhaxton y Seth.
Esa era mi opción correcta.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
***
LA HISTORIA CONTINUARÁ EN
INTENCIONES OCULTAS
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