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He volviduuuuuu~ Sorry por no publicar ayer, pero llevaba un día sin dormir y ps, dejé de existir. En fin, disfruten del capítulo ;)

Ah, y este capítulo va dedicado a GisCasi que se acercó más a los emojis :D ¡Felicidades!



LA NOTA


Por la mañana el ambiente de la academia fue el normal; rumores de un lado a otro, estudiantes de padres elitistas que se creían mejor que los demás, profesores caminando por el pasillo con paso apresurado, la música sonando tan baja que creí que formaba parte de mi imaginación. LeGroix había sido mi sueño desde los quince, pero, la verdad, cada día me parecía más insípida. Lo rescatable —además de su encanto visual— eran las clases.

Al final de la primera clase, Historia del Arte, el profesor Stan se encargó de hablar con más detalles sobre el concurso que ya casi nos pillaba los talones.

—Lo que les voy a decir ahora no es cien por ciento comprobado, son rumores que se han extendido hasta esta ciudad —empezó diciendo con un misterio que se pudo percibir hasta el último asiento—: dicen que el concepto del concurso será sobre la dicotomía.

Dicotomía, dicotomía.

Había escuchado esa palabra antes, pero no estaba segura de su significado.

—Para quienes se lo estén preguntando, dicotomía es una oposición a algo, el debate entre dos conceptos o percepciones. En otras palabras, deben crear dos opuestos.

—¿Algún consejo? —le preguntó Grey y todos voltearon a mirarla, interesados no solo en la pregunta, sino también en su apariencia. Yo que estaba sentada a su lado no pude sentirme más abrumada.

—Les sugiero que no se vayan por lo típico. Siempre que la palabra «opuesto» es mencionada, lo primero que se piensa es el bien y el mal. Ustedes sean más creativos.

El timbre sonó tras una serie de preguntas y consejos. Antes de salir, Stan nos detuvo.

—Chicos —llamó—, para los que tienen Boceto la próxima hora, el profesor ha faltado, les sugiero que vayan a sus cuartos a pensar en lo que conversamos.

Sonreí para mis adentros. Ya que tendría una hora libre, decidí tomar ese tiempo para visitar el comedor comunitario al que llevaba semanas sin ir. Me despedí de Sol y Grey, ellas iban a los dormitorios a hablar, me dirigí a la entrada de la academia.

Del lado contrario me encontré con Dhaxton. Traté de pasar de su presencia, pero él se interpuso en mi camino. Di un paso al costado, pero él dio una zancada en mi dirección y casi choco contra su pecho. Bastó su postura para darme cuenta de que algo buscaba de mí.

—¿Qué?

—Tus señales son difusas —dijo—. Me tratas bien, luego me evitas... No logro entenderte.

—No puedo creer que seas tú el que diga eso de mí —pronuncié en medio de un bufido que contenía una incrédula carcajada—. Para que quede claro, no te estoy dando señales. Ninguna. Jamás. En la vida. Si piensas que es por la comida que te dejé ayer, estás muy equivocado.

Se movió en su sitio, como si se acomodara para escuchar una larga historia. Desde mi perspectiva podía ver su barbilla levemente elevada, los parpados caídos y los relieves de su cicatriz.

—Estaré complacido de que me digas por qué lo hiciste.

—Lo hice porque nació de mí —me expliqué—. Pensé en la posibilidad de que no habías comido y... —Negué con la cabeza, con todas las arrugas de mi cara fundiéndose entre mis cejas— ¿En serio tengo que explicar mis actos?

—Si al hacerlo pasas más tiempo conmigo...

Mi corazón, sensible a sus escasas palabras halagadoras, se achicó dentro de mi pecho y pidió clemencia. No esperaba que dijera algo así, mucho menos con tanta seguridad. Me sonrojé hasta la coronilla, intenté todo lo necesario para disimularlo, pero era tarde, Dhaxton sabía bien su efecto y lo novata que era para las muestras de afecto del sexo opuesto.

—¿Qué te sucede? —cuestioné, planeando mi escapada. Predijo mis intenciones y volvió a ser la enorme roca en mi camino.

Regocijándose en el dominio sobre la situación, respondió con burla:

—A mí no me ocurre nada, ¿y a ti?

—Estoy segura de que tú no eres el tipo de persona que va detrás de otra sin ninguna intención.

Me miró como quien mira su mascota hacer una gracia, solo le faltó acariciarme la cabeza.

Touché.

Guardé silencio permitiendo que continuara hablando.

—Quiero compensar lo que te hice —añadió.

Lo examiné un momento y descarté el pensamiento de que él se había retractado. En Dhaxton eso no parecía existir.

—Dudo que estés arrepentido —acusé con pesimismo y enseguida me dio la razón.

—No lo estoy. La verdad es que... —frunció la boca, dubitativo—. La verdad es que haber mandado a la banda de trogloditas a tu casa es otra de las decisiones que me enorgullece.

Me arrepentí de no tener mi celular a mano para grabar las barbaridades que decía.

—Sin embargo, quiero recompensártelo —confesó viéndose tan mimoso como Francis cuando deseaba cariños—. ¿Qué quieres?

—¿De ti? Nada —me acomodé el bolso, aferrándome al tirante con toda mi fuerza—. Prefiero que me pidas perdón... No, mejor dicho, que le pidas perdón a mamá, porque será ella la que corra con los gastos de la reparación.

—Quieres una disculpa... —Lo meditó—. No lo siento, pero si eso te hace sentir mejor, discúlpame.

Cínico.

—Disculpas no aceptadas —dije y aproveché su desconcierto para por fin salir de su atasco.

Dhaxton siguió mis pasos en silencio. Volteé a verlo por encima del hombro, frustrada por la persistencia que estaba mostrando y un gruñido se me escapó.

—No te dejaré hasta que aceptes las disculpas.

—Y yo no las aceptaré hasta que sean sinceras. Podemos estar así todo el día, Crusoe, yo no cambiaré de opinión.

—Me parece magnífico, Downey —dijo marcando la voz en mi apellido—, porque yo tampoco.

Debía pensar en una forma de deshacerme de él rápido, sin darme cuenta de que la solución a su obstinada actitud era el destino al que me dirigía. Haría lo mismo que con Seth: involucrarlos en mi mundo.

Me detuve a unos metros del paradero donde pasaban los buses hacia el centro de la ciudad y Dhaxton hizo lo mismo.

—Aceptaré tus falsas disculpas si me acompañas a un comedor comunitario.

Disfruté de inicio a fin la frustración que quedó en evidencia en su expresión. Supuse que debatía entre ir o quedarse, se preguntaba si valía la pena ir a un lugar alejado de las comodidades del departamento, con personas desconocidas.

—¿Qué vale más, doblegar tu orgullo o mantenerte apartado del mundo real?

Dándose la vuelta como respuesta y caminando en dirección a la academia, di por terminada la discusión. Llegué al paradero y apenas me senté el lujoso auto que manejaba se estacionó frente a mí.

—No puede ser...

Me puse de pie casi de un brinco. ¡Eso no estaba dentro de mis planes!

Dhaxton bajó el vidrio.

—¿Nos vamos?




El comedor comunitario quedaba en los suburbios, esos sitios donde la falta de recursos económicos se hacía más presente y un paseo por una calle bastaba para comenzar una pelea que acababa en fatalidad. En muchos de esos hogares, el amor había sido sucumbido por la violencia y las drogas. Pocos eran los que querían salir adelante, aunque los necesarios para organizarse y pedirle al gobierno ayuda. El resultado de unos meses fue crear el comedor.

El lugar era enorme, con tres hileras larga de mesas y sillas. Había un televisor en el techo protegido tras unas rejillas y algunos dibujos que los niños de la comunidad habían dibujado. En la otra pared había un mural hecho por mí con una frase bíblica y le daba algo de color a las paredes verde oliva. La fachada externa era lo que ninguno de los que estábamos ahí para ayudar pudo mejorar, grafitis, rayones cualquiera y afiches aparecían en las murallas cada vez que se pintaban, así que todos desistieron.

—Es aquí —le indiqué a Dhaxton luego de caminar por un buen rato. Al ser un barrio peligroso, no podíamos llegar con un auto tan lujoso, mejor era evitar problemas.

Una mueca fue todo lo que Dhaxton hizo, frunciendo el ceño detrás del pañuelo con el que se cubría. La intensa mezcla de olores se percibió desde que nos bajamos lo había obligado a sacar un pañuelo del bolsillo trasero de su pantalón y ponerlo bajo su nariz.

Me lamí los labios para no sonreír.

«¿Qué pasó, amiguito, no te gusta este lugar?», pensé para mis adentros.

—Entremos. —Yo avancé, pero Dhaxton dudó en hacerlo—. Puedes volver al auto y rendirte. Tú decides.

Desafiarlo lo despertó y puso un pie dentro del comedor. En el interior las luces no bastaban para iluminar el lugar por completo y algunas parpadeaban a punto de extinguirse sobre las cabezas de los acogidos que esperaban por sus desayunos.

Habíamos llegado justo a tiempo, una enorme fila aguardaba.

Me acerqué a una mujer de piel negra y contextura regordeta que iba de un lado a otro con una sonrisa. Ella era la que organizaba todo en el lugar, la cabecilla.

—Melissa —llamé y ella volteó sobre exaltada.

—¡Audrey, qué bueno que estás aquí! —Me dio un abrazo rápido, en el que pude percibir su colonia aroma a rosas. Luego agitó su mano para que la siguiera a la cocina—. Ven, aquí están los guantes, la mascarillas y... ¡Oh!

Sus vivaces ojos se quedaron sorprendidos al ver que estaba acompañada por Dhaxton. Ella no fue la única que admiró a mi compañero de Boceto, también muchos de los que estaban ahí habían caído en su atractivo; se notaba que no pertenecía a los suburbios, que era alguien de Holly Brandon.

—Melissa, vengo acompañada. Él es Dhaxton y estará encantado de ayudar.

A juzgar por la expresión de él, estaba claro de que no, sin embargo, se esmeró en actuar con educación.

—Buenos días —saludó con los dientes apretados.

—¡Hola, Dhaxton! —Melissa estaba maravillada, se acercó a mi compañero y plantó un beso en su mejilla. Ella siempre había sido confianzuda y cariñosa—. Me alegra que quieras ser de ayuda, no todos tienen ese interés hoy en día. Drey viene de vez en cuando a echarnos una mano. Ven, ven... te presentaré al resto.

El entusiasmo con el que Melissa recibió a Dhaxton fue el mismo con el que los demás ayudantes lo saludaron. Todos estaban animados, echando bromas, saludando a las personas y socializando. El ambiente ahí era realmente bueno, tanto que opacaba el escondido mal humor de Dhaxton.

Lo mejor fue verlo con delantal, guantes y una malla en el cabello detrás de los mostradores. Y tal vez un poco la torpeza con la que maneja los utensilios de cocina. Sabía que estaba mal reírme estando yo a su lado..., pero la verdad poco lamentaba su situación. Bueno, no era como si fuera una tortura, lo que estaba haciendo era común, solo que él no acostumbraba a vivir en aquel mundo.

Llegó un punto en que su paciencia llegó al límite de lo que podía permitirte y decidió tomar un respiro. Salió del comedor, quitándose el delantal, la malla y los guantes y no apareció durante largos minutos.

Me preocupé.

Dhaxton vestía con ropas caras, era indiscutible que en su billetera guardaba mucho dinero. ¿Y si lo habían asaltado? ¿Y si estaba siendo golpeado? Por poco dejo el mostrado para ir a buscarlo de no ser porque entró y se sentó en una mesa apartada.

Me desocupé y fui a sentarme junto a él con un plato de comida, porque me moría de hambre.

—¿Por qué haces esto?

No esperaba que me habla tan pronto me senté.

—Porque muchos necesitan ayuda, y yo estoy disponible para hacerlo —respondí—. ¿Es que nunca ha nacido en ti las ganas de ayudar a alguien? ¿Has sentido esa necesidad de hacer algo por el otro?

Mientras lo pensaba, me dediqué a darle un mordisco a mi tostada con huevo revuelto.

—Sí.

—¿Ves?, eso es lo que siento. —Le di sorbo a mi vaso plástico con leche y continué—. No sé tú, pero a mí no me gusta ver la desgracia en el prójimo.

—Mentira —dijo con frialdad.

—Hablo en serio.

—¿Y qué hago yo aquí?

Me eché a reír. Como si estar en un comedor comunitario fuese algo tan angustiante. Sí, había ocasiones en las que un resquemor crecía en mi pecho cuando veía a familias enteras con hambre o niños desesperados por algo de calor, pero todo eso desaparecía cuando sus ánimos crecían.

—Tú eres la excepción —le dije, recordando los motivos que lo tenían ahí—, te lo mereces.

—Ojo por ojo y seremos todos ciegos —habló con voz apacible—. Espero que haya valido la pena.

—¿Verte con delantal y malla? Definitivamente.

Su humor pareció cambiar a uno más animado. Durante la mitad de mi desayuno se dedicó a contemplar a los que nos rodeaban hasta que sus ojos permanecieron quietos en un solo lugar.

—¿Lo hiciste tú?

Seguí su mirada hasta dar con lo que le había robado minutos de su tiempo. Era mi mural. Sentí que era evaluada algún encargado del museo del Louvre, porque la trayectoria de Dhaxton era muy diferente a la mía y ese mural tenía bastantes fallos.

—Ah, sí... —casi tartamudeé—, cuando el comedor recién abrió.

Bajé la cabeza y traté de no darle importancia.

—«Ama a tu prójimo como a ti mismo» —leyó en el mural—. Irónico.

—¿Qué?

—Que eso diga el mural, pero todos los que están aquí, ante cualquier problema, pensarían salvarse a sí mismos primero.

—El mundo cada día es más egoísta, por eso unos pocos intentamos hacer lo contrario.

Bajo los ojos, dubitativo, y estos cayeron en mi tostada.

—¿Quieres? —ofrecí—, puedo traerte uno...

—Prefiero probar este. —Se agachó y le dio un mordisco. Tardó un momento en definir el sabor—. No está nada mal.

Necesité tomar un poco de leche para esconderme de la fragilidad de mi corazón ante esas situaciones.

—Creo que ahora quiero un poco de leche —dijo mirando el vaso.

Se acercó, plantó un beso en mi arco de cupido y se alejó relamiendo sus labios.

Un beso.

Me cubrí la boca poniendo todo mi esfuerzo en no sonrojarme. Se me había cruzado un pensamiento de que me besaría, pero jamás pensé que lo haría de verdad.

—No vuelvas a hacer eso. No quiero que me beses o me toques sin que yo lo pida.

Dhaxton volvió en sí.

—¿Y qué hay de lo que yo quiero? Estoy cansado de ser paciente contigo, Audrey. Cada día me haces perder la cabeza. No importa lo que hagas, cuando te paseas por el piso, cuando le sonríes a tu gato o me miras con recelo... No importa nada. Tú me vuelves loco y estoy cansado de actuar como alguien cuerdo.

No me percaté de su cercanía sino hasta que estuvo casi tocando mi nariz y su respiración agitada y la mía formaban una.

—Acepta uno, solo un beso, y haré caso a lo que pediste —dijo contra mi boca.

Mis ojos se fueron cerrando lentamente.

Lo quería.

Lo deseaba.

Lo necesitaba.

Fantaseaba con que me besara como en Euphoria otra vez.

Pero me negué a ser parte de su juego.

—No te lo pedí, fue una advertencia.

Me levanté, tomé las cosas y me marché a la cocina.

Minutos más tarde, cuando salí, Dhaxton Crusoe se había marchado.




Llegué a la academia cinco minutos tarde para la clase de Boceto.

Boceto.

Qué suerte la mía.

No bastaba con que haya pasado la mitad de la mañana con Dhaxton, también tendría que verlo en clases.

Me dirigí al casillo para guardar mis cosas. El pasillo estaba solitario, la música se había silenciado.

Ingresé la clase para abrir la puerta y...

Sorpresa.

Una nota cayó al suelo. Dejé mis pertenencias dentro del casillero y me agaché a recogerla.

Era el trozo de la hoja de un cuaderno normal, y la tinta del bolígrafo era negra con una caligrafía bastante legible. Parecía una nota común, de amigos, pero estaba lejos de serla.

La historia inicia con un muerto.

¿La víctima?

Agnes

¿Los culpables?

Dhaxton Crusoe y Seth Bellish

¿La víctima siguiente?


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