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Yeeeei~ Ustedes votaron por las actualizaciones y LOC ganó, así que aquí les traigo un nuevo capítulo :) ¿Ya ven como los jamoneo? Si alguien les dice que no los quiero, díganle que miente.

Denle muuuushio amor al capítulo <3



CONSEJO


Antes de iniciar la primera clase de la semana, mis parpados pesaban más de la cuenta. No había podido dormir bien en toda la noche, pues sueños tormentosos ocupaban mi subconsciente cada vez que lo intentaba. En todos esos sueños distorsionados aparecía el rostro de papá.

Como no tenía mucho que hacer en casa, dejé el desayuno listo para mamá y tomé la decisión de ir a la academia más temprano que de costumbre. La puntualidad me daba puntos extras con el profesor Stan y de ser posible, pensé en preguntarle algunas dudas sobre la materia. Al llegar a LeGroix me percaté de que había unos cuántos autos ocupando los estacionamientos; no solo de profesores, sino también de estudiantes. Fue en la sala de Historia del Arte que supe quién era uno de ellos.

El corazón me subió a la garganta cuando vi a Dhaxton en mi asiento predilecto. Mi abrupta reacción robó su atención del nuevo libro que leía. Sus parpados caídos y la mueca de disgusto que cargaba hacia todos lados no cambió al darme un rápido vistazo de pies a cabeza. Preguntarme qué hacía allí resultó ser una de las preguntas más razonables que mi delirante y dormida cabeza se hizo tan temprano por la mañana.

—Buenos días —saludé para cortar con el monumento silencioso de miradas. Dhaxton movió la cabeza como respuesta y volvió a su libro. Leyendas Japonesas, leí en la portada mientras caminaba a mi puesto. Mi presencia lo distrajo una vez más y bajó el libro para tornar toda su atención en mí.

—¿Se te ofrece algo?

La arrogancia era representada no solo en su postura, también en la forma que emitía sus palabras.

—Estás ocupando mi asiento.

—Ahora es mío, busca otro —dijo sin mirar, deseoso de continuar con su lectura.

—Tú ni siquiera tomas esta clase.

—Desde hoy sí.

Admiraba la forma que tenía para responder porque no había conocida a alguien tan borde como él. Cada vez que terminaba la frase, parecía ser el punto final de la discusión, sin permitirme refutar.

Claro que yo no cedería tan fácil. Estaba de mal humor, con sueño y buscando una pelea para sacarme de encima el trago amargo que pensar en papá me traía.

—Eres el nuevo, búscate un lugar libre.

—Ya lo tengo —repuso.

Inspiré con fuerza y resoplé aún más fuerte, provocando que mi aliento se estrellara contra su cabello. El desagrado de Dhaxton fue evidente, pues no dudó en mostrarme una mueca casi asesina. Con su atención puesta en mí, señalé uno de los puestos.

—Mira, el que está ahí no lo usa nadie.

—Entonces ya encontraste tu nuevo asiento, felicidades. 

De un impulso violento, le arrebaté el libro de las manos y lo lancé al lugar que había apuntado. La mandíbula cuadrada de Dhaxton se tensó y supe que apretaba los dientes con fuerza. La oscuridad se apoderó de su semblante; sus ojos me miraron con una intensidad violenta. 

—¿Realmente vas a hacer un berrinche por un asiento?

—Sí —respondí—. ¿Un berrinche absurdo cómo el que hiciste tú por dibujarte la cicatriz? No.

Se colocó de pie para enfrentarme.

—Creo que no tienes una idea clara de con quién te estás metiendo —masculló entre dientes, enseñando la perfecta alineación de estos—. No me obligues a demostrártelo.

Me carcajeé sin mover un pelo.

—La tengo: con el hijo consentido de un hombre millonario que se siente mejor persona por tener una casa bonita y un estudio genial. —Era como si echara veneno—. Ah, lo olvidaba, y que le gusta degradar a otros para sentirse bien consigo mismo. En pocas palabras, una persona rica en lo material pero pobre en lo personal. No te tengo miedo, Dhaxton.

—Si la cazadora de tu madre no fuese la novia de mi hermano, créeme, ya no estarías aquí.

Una amenaza que esperaba. Sin embargo, en ese momento me llegó más profundo el insulto que había pronunciado contra mamá.

—¿Cazadora? —pregunté con incredulidad. No podía creer que dijera algo así.

—¿Por qué te sorprendes? —inquirió— Las intenciones de tu madre hacia Devon son claras.

La amabilidad con la que actuó el día de la reunión fue la confirmación que necesitaba para saber que Dhaxton era un completo cínico. Apreté mis puños para contener las ganas de darle una bofetada.

—Voy a dejarte claro una cosa más: mamá jamás estaría con alguien por interés.

Se lamió los labios y dijo con lentitud:

—Es una trepadora.

Ya esperaba una respuesta así.

—Exacto, lo es: es alguien que ha podido sacarnos de muchas cosas trabajando con honestidad. Ha escalado desde lo más profundo por sus propios méritos. Tal vez deberías aprender de ella un poco; tú y yo sabemos que sigues aquí porque le das dinero a la academia. La verdad, no me sorprendería que...

Sus siguientes movimientos fueron rápidos. Dio un par de pasos contra mí, obligándome a retroceder y que terminara acorralada contra una mesa. No tardé en sentir las frías manos de Dhaxton a mis costados. Sin ninguna clase de recato, había decidido extender sus brazos a mis costados para inclinarse y acortar la distancia chispeante entre ambos. Como respuesta, me encogí de hombros. Su agitada respiración competía con la mía para ver cuál de las dos abarcaba más espacio.

—Nunca te atrevas a poner en duda mis habilidades artísticas.

Había atravesado su duro ego.

—Retráctate por lo de mamá —ordené, sin retroceder ningún milímetro de su sobrecogedora presencia.

—¿Interrumpo algo? —La voz profunda y rasposa del profesor Stan rompió la tensión que pendía de un hilo entre Dhaxton y yo—. Ah, Crusoe, estás aquí.

Dhaxton rectificó su postura con cuidado y asintió.

—Ven aquí, hablemos —le dijo Stan, señalando con su barbilla el asiento frente a su escritorio.

—Dame un momento —respondió dirigiéndose hacia su libro.

Por fin pude exhalar el aire contenido de mis pulmones y sentarme donde acostumbraba. Cuando la clase se empezó a llenar, Dhaxton salió de la sala y nunca más regresó.

Con aquel encuentro mi mal humor solo se acentuó. A diferencia de los otros días, estuve en silencio y sin hacer ningún comentario o pregunta en la clase, lo que dejó extrañado a Stan y los chicos. No era como si mi fuera como el típico estudiante sabelotodo que interrumpe al profesor, solo que mis ganas de aprender eran más entusiastas que la media.

En el receso las cosas no cambiaron mucho. Sol, quien era la que más me conocía, captó que algo me sucedía.

—Drey, ¿me acompañas al baño?

Asentí como respuesta, aunque en realidad deseaba quedarme estática como una de las esculturas en el pasillo del edificio de Arte. Sol tomó mi mano y me guio hacia el baño más cercano. Esperó a que este se vaciara un poco para hablar.

—¿Qué pasó? —Buscaba la franqueza en mi respuesta, por eso fue ella y no su reflejo quien me miró.

—Nada.

Me dio un codazo leve.

—No puedes mentirme, te conozco.

Bajé la cabeza y abrí la llave. ¿Qué pasó? Pues que había tenido un sueño con alguien que, para mí y para mamá, estaba muerto. Cada vez que recordaba a papá me sentía como una bolsa de basura: desechable. Y lo odiaba. Detestaba hacer de mi progenitor un tema, porque así como yo no era relevante para él, tampoco quería que fuese relevante para mí.

—Me encontré con el chico A en clases y... pues nada, discutimos. Toparme con él en la mañana me sienta muy mal.

Era una verdad a medias.

—Ah, te entiendo, Drey. —Sol no tuvo problemas en consolarme con un abrazo. Supongo que, en el fondo, sabía que había algo más. Siempre fue así, después de todo, prefería guardarse lo que sabía para no causar problemas o incomodar. Al separarse, mantuvo sus manos en mis hombros para confrontarme—. No dejes que él haga de un día tan lindo algo malo, tienes miles de razones para sonreír.

Pellizcó mi nariz y la abracé de vuelta.

—Sol, tú realmente eres un solecito.


🍂


Tener que ver a Dhaxton dos veces en un mismo día consumía parte de mi tranquilidad; sentarme a su lado en clases de Boceto, un reto que jugaba con mi paciencia. Percibir presencia jugaba con mi concentración y metodología a la hora de dibujar. La clase que nos tocó era teórica, por lo que esos errados momentos en que al acomodar mi pie chocaba con sus caros zapatos, evocaban la llama interior que deseaba gritar. Decir que no me molestaba hubiera sido minimizar lo que le había dicho a mamá. Y es que no podía entender su cinismo y falsedad, la actuación del chico simpático frente a mamá. Si hasta le había sonreído y quién sabe qué cosas hablaron antes de esa noche, porque él y mamá se conocían, yo era la que estaba aparte de toda información.

Mientras el profesor daba sus explicaciones, yo trazaba líneas sobre el papel. Esa era mi forma de descargo, mi medio de liberación. Algunos escribían, otros cantaban, algunos expresaban sus emociones por medio de gritos y yo, pues dibujaba.

En la mesa continua, Dhaxton jugaba a rodar su pluma entre los dedos. Verlo por mi rabillo del ojo, así, inquieto, significaba que él también se sentía impaciente. No esperó mucho para que lo sucedido en la mañana desbocara en dos palabras que escribió sobre mi cuaderno.

Me retracto.

No moví ni un músculo el tiempo en que releía lo que había puesto. Dudé si estaba inmersa en un sueño, fui demasiado escéptica para creer lo que leía.

—Ya hice lo que me pediste —susurró en cuanto me giré en busca de alguna explicación coherente—, ahora hazlo tú.

—No. —Mi voz fue tan seca que el silencio absoluto se hizo en la sala. Al ver que no tenía nada que ver con él, el profesor Banes continuó. Dhaxton lucía sorprendido, pero el orgullo trizado le pudo más y necesitó escudarse tras esa máscara de antipatía y soberbia. Tomé mi lápiz y lo empuñé contra la hoja.

Insultaste a mi madre, no creas que te perdonaré tan fácil. —Y luego recordé algo que a su amigo le fastidió bastante—. A menos...

—Habla —me apresuró.

Con toda la calma del mundo, escribí:

A menos que lo hagas de corazón.

Dhaxton blanqueó los ojos y arrastró mi cuaderno a su mesa. Su mano se movió con gracia sobre la hoja. Al regresarme el cuaderno, pude leer lo que había escrito.

No te juntes con Seth.

El mensaje era demandante, un contraste más entre su apariencia, su forma de ser y lo que creaba.

En mi turno para escribir, no tardé demasiado.

No me digas qué hacer.

Y con la misma rapidez que yo le respondí, él también lo hizo:

Sus dichos no te van.

Los dichos de Seth no iban conmigo, pero ya había comprobado que esas palabras él las sacó de Agatha, así que ¿cuál era el problema? Ninguno.

A ti no te va el aconsejar a los demás —escribí.

Dhaxton arrastró el cuaderno una última vez, escribió y lo cerró. En ese preciso instante, el timbre del receso sonó. Con movimientos rápidos y calculados, tomó sus cosas y se marchó. En mi solitario asiento, busqué la página con el dibujo y los mensajes.

Haz caso a lo que te escribí y te darás cuenta de que sí, se me da bien aconsejar.

Una larga flecha señalaba su segundo mensaje: «No te juntes con Seth».


🍂


Antes de salir al estudio de Dhaxton, permanecí unas horas en casa tendida en mi cama. Me sentía agotada, con los ánimos por el suelo. Creí que un momento de comunión con Dios me libraría de la pesadumbre, toqué melodías vagas en mi guitarra, pero nada consiguió mantenerme alejada del demonio susurrante que evocaba recuerdos necios.

Ni siquiera Francis logró sacarme una sonrisa.

El minino se paseó entre mis piernas y restregó su cabeza en mí. Era inteligente y, de alguna manera, percibía que algo me sucedía. Al no tener mi interés sacó su espíritu rebelde y saltó encima del arrimo donde me gustaba dejar cosas. Vi las intenciones en sus malignos ojos: iba a lanzar todos los objetos con su pequeña patita peluda.

Me puse de pie de un salto y atajé la pequeña caja musical que Sol me había regalado para un cumpleaños.

Francis, que no quería darse por vencido, optó por darle golpecitos al frasco vacío que hace unos días contenía las galletas de Agatha. Lo tomé antes de que cayera y lo examiné.

Un sonoro suspiro se me escapó. Pensar que Agatha no recordaba su gesto me deprimía, porque era algo tierno. Sin embargo, la remota posibilidad de que no lo recordase porque ella no las había hecho se me cruzó por la cabeza. ¿Sería posible que, en realidad, no sabía de las galletas porque Seth las había preparado?

—Imposible —murmuré y me eché a reír.

Seth no tenía la apariencia de ser alguien que cocinara bien, mucho menos que tuviera el detalle de decorar la tapa del frasco con un lindo género y una rosada cintita. Aunque, por otro lado, no podía juzgar sus habilidades.

Tomé a Francis y lo apretujé a mí, aferrándome a la negación.

La alarma de mi celular sonó. Era hora de irme al estudio.

Tomé mis cosas y bajé. Francis siguió mis pasos; su complejo de perro era bastante grave. Apoyó sus patas delanteras en mis piernas y allí se quedó. Quería que lo llevara. Me agaché y acaricié su cabeza.

—Lo lamento, Francis. Si pudiera llevarte conmigo para no pasar el tiempo a solas con Dhaxton, créeme que lo haría.

Pensar en esa posibilidad me distrajo hasta que me vi de pie frente al edificio del estudio. Ni siquiera tuve que tocar el timbre, Dhaxton abrió la puerta antes de lo previsto. Poco a poco su figura se presentó frente a mí, a diferencia de la vez anterior que no se había asomado.

—¿Y el cactus? —preguntó cuando la puerta llegó a su tope.

—No lo decía en serio, estaba quedándome dormida.

—Qué decepción...

No sé si realmente estaba decepcionado o su tono sarcástico había llegado a un paso más alto que el acostumbrado.

—Pero puedo traerte uno el viernes.

—Hecho. —Dio un paso al lado permitiendo mi entrada—. Ya sabes qué hacer. Ve a cambiarte.

Entré al probador y dejé mi mochila a un lado. El vestido que Dhaxton deseaba que usara estaba colgado de un gancho junto al espejo. Una vez más me aseguré de que nadie estuviera espiándome y me cambié. Estuve dispuesta a salir, sin embargo, una voz en particular me dejó petrificada.

Era Seth.

—¿Qué haces aquí? —inquirió Dhaxton a su amigo.

—Vine a pasar el rato —respondió él. Ya podía imaginármelo peinando su melena hacia atrás con desinterés.

—¿Te estás escondiendo otra vez?

—¿Recuerdas a la rubia del club? —Hubo una pausa. Supongo que Dhaxton respondió con un gesto— Pues no te conté que tiene novio y está deseoso de molerme a palos. Resulta que por esas casualidades de la vida, me lo topé por aquí cerca.

—Y viniste hasta aquí como un apestoso cobarde.

—Cobarde sí, apestoso nunca.

Te quedas por cinco minutos. Nada más.

¿Estás ocupado?

Fue cuando decidí asomarme. Los ojos de ambos chicos se posaron sobre mí.

Le dije a Francis que no deseaba pasar mi tiempo a solas con Dhaxton, pero en definitiva, tampoco quería pasarlo con Seth. Mucho menos con los dos.



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