10
*Este capítulo tiene lenguaje foerte, leer con precaución uwu*
LA SEGUNDA OPCIÓN
La biblioteca de LeGroix era una edificio antiguo con aspecto colonial. Parecía una especie de museo, lleno de esculturas, copias de obras de arte y libros que parecían reliquias. Al entrar se respiraba una mezcla de cera para lustrar el piso y libros viejos en los que te podías fundir durante horas. Para ingresar, se necesitaba entregar la tarjeta de estudiante como una forma de registrar tu estadía allí. Tras hacerlo, pasabas dos arcos de metal que detectaban cualquier objeto sospechoso.
Yo ingresé con el únicos problemas de que ya no sabía qué hacer. Librarme de una deuda por un beso sonaba tentador, pero saber que me lo había pedido para un absurdo juego me convertía en una especie de objeto a merced de Dhaxton y Seth. Y yo no estaba dispuesta a formar parte de ningún juego.
Busqué a Dhaxton por todos los estantes del edificio, hasta que en el segundo piso, alejado de las mesas de estudio y los computadores, lo encontré sentado en una solitaria butaca. La elegancia y rectitud de su postura no cambió al percatarse de mi presencia. Piernas y brazos cruzados, su cabello gris fundiéndose con el enorme cuadro de arte que colgaba en la pared, sus ojos oscuros, la expresión reflexiva y aquella distintiva cicatriz.
—Llegas tarde —acusó una vez me coloqué frente a él, a una distancia prudente. Sentí que formaba parte de un cuadro hecho en la inquisición; yo la subordinada y él, el rey incólume—. Aborrezco la impuntualidad.
Por una fracción de segundo, por mi cabeza se cruzó la idea de disculparme, mas fue la idea que perduró hasta su arranque.
—De camino aquí me encontré con Seth. Ha dicho que lo del beso es un juego para ir en contra de él.
Se acomodó en el asiento y desligó sus brazos y piernas para apoyar los codos en sus muslos. Aquel cambio de postura era su forma de mostrar interés en lo que acababa de decir o, tal vez, simplemente intimidarme.
—Y sí así fuera, ¿qué? —desafió— No quita el hecho de que me debes dinero y yo, como soy indulgente, te estoy dando una facilidad para pagarlo. No le des tantas vueltas a algo tan absurdo.
—No es absurdo si hacerlo significa ser parte de una miserable jugarreta —mascullé, con los puños bien apretados—. Soy una chica, soy humana, no soy un objeto puesto en sus caminos o un trofeo que pueden obtener para ahogarse con sus propios egos.
Una risilla melódica emergió de lo más profundo de su ser. Se puso de pie y avanzó hacia mí, solo para orbitar a mi alrededor con paso lento y desafiante. Tac, tac, tac, resonaban sus zapatos en el piso de madera, adueñándose de un enloquecedor compás.
—¿Realmente crees que tú serías el trofeo de alguien? —cuestionó con desdén—. Respuesta: no. Sin embargo, si para tener algo de autooestima necesitas sentirte como alguien por quien Seth y yo pelearíamos, adelante.
Me moví de mi sitio para enfrentarlo.
—¿Para qué ocultarlo? —pregunté esta vez yo. Dhaxton se detuvo quedando a una distancia prudente de mí—. Lo sé, es evidente, quieres usarme.
—No —zanjó con una voz autoritaria que hizo eco en la biblioteca, entonces se inclinó hacia mí y pronunció en voz baja—: Lo que yo quiero es tener algo contigo.
Miré sus labios, en como formaban palabras con elocuencia, con ritmo, con deseo. El momento exacto en el que mi sueño fantaseaba con su beso relampagueó con voz mis sentidos y terminé imitando el gesto involuntario de Dhaxton, ese que tendía a lamerse los labios tras echar un rápido vistazo a los míos.
«¿Será muy descabellado decir que sí?», pensé simultáneamente, al mismo tiempo en que mi respiración se aceleraba en su encuentro con el aliento de Dhaxton. Cerca, más cerca... Pude apreciar su fisonomía con interés, su piel tersa, la marca de su pasado y el modesto color rosa de sus labios.
—Pues no será un beso.
La mano de Seth cubrió mi boca instantes antes de que siguiésemos avanzando. Involuntariamente, los ojos de Dhaxton, los cuales habían estado en todo momento sobre mí, se desviaron por encima de mi hombro, donde la presencia de su amigo se mantenía detrás de mí.
—¿Tanto te urge que gane?
—¿Tanto deseas ganar? —objetó Seth.
Me quité su mano de encima y hablé a voz alzada:
—¿Ganar? Es decir que sí me están usando para sus sucias jugarretas. —Abajo unas personas me hicieron callar por alzar la voz. No me importó demasiado, estaba molesta. Recién salía del extraño magnetismo de Dhaxton. Me vi entre ambos chicos, impotente, con ganas de mandarlos al carajo a todos.
Seth sonreía; ese encuentro le divertía.
—Yo te dije que le dijeras que no —me dijo.
—No tenías que llegar al extremo de intervenir —despotricó su amigo—. Estás desesperado y te ves patético.
—¿Más patético que tu chantaje? —le regresó— ¿Quién es el desesperado aquí?
—Evidentemente tú, que has venido hasta aquí para asegurarte de que no la bese.
Seth lucía molesto. Con su lengua golpeó su mejilla interna y estuvo así unos segundos hasta fijarse en mí.
—Dile que no. ¿De verdad vas a besar a la persona que mandó a rasgar tu dibujo y a destrozar tu casillero? Piénsalo bien. ¿Crees que él lo merece?
Seth era la representación de un demonio susurrante, que influenciaba con sus palabras mis actos. Magnético, intrigante. Sus palabras eran la ventisca violenta que abre la puerta y revuelve las cosas al interior de la casa. Atrayente como una obra de Picasso y revolucionario como una obra de Marcel Duchamp; opuesto en ocasiones, pero llamado arte para sus adeptos.
No bastó demasiado para que le diera la razón. Después de todo lo que había hecho, Dhaxton no lo merecía ni mis gracias. Tampoco mi primer beso. Así que como una venenosa venganza, me volví hacia Seth y lo besé. Mis manos en su rostro se moldeaban con la forma de su barbilla. Mis pies en punta buscaban un equilibrio. La espalda perpendicular al cuerpo su cuerpo, aunque él había tenido que inclinarse un poco. Ni siquiera vi su reacción, mantuve los ojos apretados con fuerza en cuanto mis labios tocaron los suyos. En ese momento pensé en que hacerlo molestaría a Dhaxton, pero aquella satisfacción se vio interrumpida el momento en que Seth decidió responder mi osado acto. Sus labios me guiaron con movimientos suaves, como la probada lujuriosa a su dedo. Él era la canela y yo era la fresa, y juntos hacíamos una mezcla que sabía deliciosa. Apegó mi cuerpo al suyo, me abrazó por la cintura y mis pechos se apegaron su torso. Éramos pintura y pincel, delineando una obra magnífica. Las respiraciones se hicieron una hasta que decidí dar un paso atrás. Separarme de Seth y mirarlo a los ojos fue ver el mundo en colores. Y, por un momento, solo lo vi a él.
Una sonrisa ladina fue todo lo que recibí tras nuestro pequeño encuentro, la cual luego esbozó hacia su mejor amigo.
—Parece que la opción del beso ya no corre —farfulló.
Miré a Dhaxton de manera franca, dejando de lado todo tipo de angustia y contrariedad que sentía con solo mirarlo.
La mirada que recibí era oscura.
—Te quedan dos opciones —advirtió—: Pagarme o posar para mí.
—Voy... —necesité algo de aire para figurar en mi cabeza todos los posibles problemas que conllevaría mi respuesta definitiva—. Voy a posar para ti, con la condición de que no sea desnuda.
Pausa.
Silencio.
—Excellent —formuló Crusoe en acento francés. Metió su mano al bolsillo interno de su vestimenta y sacó su tarjeta—. Jamás debiste regresármela. Te veré martes y viernes a las 18:00 horas. Sé puntual.
Al recibirla, comprobé por las arrugas que era la misma tarjeta de presentación que me había dado en la reunión.
Dhaxton miró a Seth y ambos se sonrieron sin denotar en ningún momento esa molestia que percibí en sus palabras. Eso era lo que ambos querían: me habían arrinconado de tal forma que me vi obligada a aceptar ser la modelo de Dhaxton y besar a Seth. Era obvio; ¿para qué querría un beso? Dhaxton era un artista, necesitaba perfeccionar su técnica y usarme como a un maniquí que pudiese manejar a su antojo. Y Seth... Bueno, él quería tener mi primera vez, y yo misma se lo di.
Al final, ambos habían conseguido lo que deseaban.
🌈
Las clases finalizaron en la tarde cuando la puesta de sol enseñaba sus últimos colores cálidos. Antes de salir de la academia en busca de mi bicicleta, me despedí de los chicos y me dirigí al baño para beber algo de agua y mojarme la cara.
—Zorra astuta —pronunció una voz femenina a mi espalda. A través del espejo pude ver de que se trataba de una de las chicas rubias de la cafetería. Era alta, de cabello liso, con un maquillaje natural que lograba destacar sus bellos ojos verdes. A juzgar por su ropa, se notaba que era alguien de la zona alta de Wightown.
Tardé unos segundos en darme cuenta de que aquel insulto iba dirigido a mí y no a su agresivo reflejo.
—¿Disculpa?
—Lo que escuchaste: zorra astuta. Cara de mosca muerta. Monja prostituta... —continuó cual serpiente lanzando veneno.
No estaba dispuesta a quedarme escuchando sus ofensas infantiles, así que dejé el baño sin decirle nada. Afuera me retuvo desde el brazo y apretó con fuerza.
—Eres una puta mentirosa —atacó, arrugando todo su rostro en cada palabra—. Aléjate de los chicos, no conseguirás nada de ellos.
Por supuesto, se refería a Crusoe y Bellish.
—No quiero nada de ellos —argumenté, moviendo mi brazo. Por más que forcejeara, no podía escaparme de sus largas uñas, las cuales empezaba a enterrar en mi piel.
—¿Nada más que un beso, zorra inmunda? Te vi en la biblioteca. Zorra. Perra. Maldita perra. Agnes. —Alzó la voz de manera histérica, atrayendo la curiosidad de quienes caminaban hacia la salida. Al ver de quién se trataba, preferían pasar de nosotros.
—Suéltame —le ordené—. No entenderías por qué lo hice.
—Claro que lo entiendo, zorra. Te haces la santurrona para llamar su atención, y lo estás haciendo. ¡Seguro se la mamaste a los dos en la puta biblioteca, cerda inmunda!
La rubia alzó su brazo dispuesta a golpearme, pero su acto fue frenado por el rápido agarre de Seth. Bastó verlo junto a ella para que la rubia me dejara en libertad y tomara una distancia prudente entre ambas. Jamás había visto la metamorfosis de un perro salvaje a un cachorrito regañado.
—Eh, eh, eh... ¿Qué demonios pasa aquí? —preguntó Seth con las cejas curvadas hacia arriba y la frente arrugada. Su melena castaña goteaba, así que deduje que se encontraba en el baño de hombres cuando la rubia empezó a gritarme— ¿Qué es eso de que me la mamó, Dalia? —le cuestionó a la chica, quien obviamente pertenecía a su grupo— Ella no ha hecho nada así. Y no vengas de blanca paloma, tú lo has hecho un par de veces, ¿por qué se lo sacas en cara?
—Bueno... es que yo... —balbuceó—. Yo los vi besándose en la biblioteca.
—¿Y eso te da derecho sobre ella? No respondas, no es necesario —zanjó, dejando a la rubia con la boca abierta—. Te dejaré algo en claro: yo no te pertenezco ni tú me perteneces y ella en realidad no te importa; es decir, los asuntos que tengamos con Drey, te la presento, no son de tu incumbencia. No eres ni nuestra niñera, ni nuestra guardaespaldas. No intervengas en nada sin nuestra autorización. ¿Queda claro? —La tal Dalia formó un puchero antes de asentir en silencio—. Ahora discúlpate.
Dalia suspiró con pesadumbre volviéndose hacia mí. Su orgullo latente no le permitió mirarme a los ojos, así que se enfocó en un punto ciego con la mirada muerta.
—Perdón por insultarte y agredirte —rígido y sin sentimientos, así fue.
Seth no estaba conforme.
—Hazlo bien —exigió—. De corazón, vamos.
Otro suspiro. Esta vez Dalia logró mirarme y se mordió los labios en arrepentimientos.
—Lamento en serio lo que hice —habló con voz más vivaz—. No está bien que entre mujeres nos tratemos así, mucho menos que usemos la violencia. No sé qué me pasó. De verdad, perdóname. —Por supuesto, todo era una actuación para convencer a Bellish—. ¿Así está bien?
Seth no dudó en jugar con ella.
—No sé, todavía me parece actuado —se quejó—. ¿Tú qué opinas?
Fue mi turno de responder. La verdad, lo que la tal Dalia había hecho me parecía un acto de repudio absoluto, podía dejar pasar los insultos pero no su agresión física. Aun así, porque prefería ser clemente que una persona rencorosa, decidí cortar todo allí.
—Acepto tus disculpas —le dije y ella me sonrió con una muestra de sinceridad y alivio.
—Gracias —pronunció con autenticidad y se marchó.
Seth se metió las manos a los bolsillos mientras reía, siguiendo a Dalia con la mirada hasta el final del pasillo.
—Para que quede claro, yo tampoco necesito guardaespaldas —recriminé en cuanto decidió prestarme atención.
—No lo hice por ti, pero me parece tierno que lo pienses así. —Sin sacar sus manos de los bolsillos, emprendió su marcha hacia el interior de la academia, camino contrario al que todos estaban tomando. Pero a mitad de camino, se detuvo—. Ah, por cierto, el próximo será con lengua.
Me mordí los labios para contener de alguna forma el rubor disparatado que su comentario había causado.
Mi primer beso lo llevaba Seth y, la verdad, no sabía si eso me gustaba o me aterraba.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top