Un abrazo, mucha alegría.
Narra Robin.
Nami nos explicó bien las funciones y las cosas que teníamos que hacer. Zoro seguía aún sonriente, era algo bastante extraño pero cálido.
—¿Qué pasa, mujer? Te noto un poco distraída.— dijo con la misma voz gruesa y dura de siempre, sonreí sabiendo que todo estaba bajo control.
—Nada, ¿cuando nos vamos?
—Ahora mismo, pero necesito que entren uno a uno, primero Zoro y después Robin, así la máquina los encerrará y los limpiará. Son necesarios para poder seguir, la máquina todavía está en construcción y la higiene es necesaria para que no afecte el sistema.
Zoro fue adelante y así mismo, entró al gran aparato. Eso lo roció de un humo amarillento y se abrieron las puertas. Hikari se adelantó, entró pero a diferencia de Zoro, las puertas no se cerraron y comenzó a apretar algunos botones.
—Mierda.— maldijo apretando la mandíbula.—No sirve, se acabó. Robin-chan, tendrás que quedarte...— se movió un poco.—Exactamente en este punto.
Nami me miró extrañada, alcé los hombros restándole importancia y me coloqué justo donde Hikari me indicó.
—Rápido, Zoro-kun, Nami-san.— apresuró a mi lado.
—Con "Zoro" basta.— dijo él entrando nuevamente, acto seguido por Nami.
Quedamos encerrados allí y el sujeto presionó varios interruptores. De momento la máquina empezó a crujir y me dio la impresión de que estábamos subiendo.
—Creo que ya existen varios de estos.— comenté viendo la estructura.
—Ya lo sé, he viajado a unas cuántas islas, y tienen mecanismos muy avanzados. Esto lo he creado yo según la tecnología que tengo, ya que, la transportación no es algo que me importe, si quisiera ya esto estuviera listo hace años. Pero realmente quiero enfocarme en defensa y sigilo, mi fuerte, lo otro pues son simples experimentos.— explicó, señaló hacia al frente con una sonrisa.—Ya llegamos, ahora, tenemos que avanzar, los preparé para que el frío no les haga daño, cambiar de temperatura tan rápidamente puede dañar varias partes de su cuerpo.
—Vaya, tienes mucho conocimiento, ¿cuántos años tienes?— pregunté curiosa, él nos había informado sobre varias cosas, como que manejaba la isla y todo movimiento era a causa de él.
—Tengo veintiún años, los cumplí hace dos meses.— contestó, miré a Zoro, sólo nos seguía bastante serio, diría que un poco más de lo normal.
—Oh, felicidades, tarde pero seguro.— dijo Nami guiñándole un ojo, éste carcajeó.
—Gracias, gracias.— dijo bromeante, esta vez Nami rió, me acerqué a Zoro aprovechando que ambos estaban distraídos para preguntarle acerca de su estado.
—¿Te sucede algo?— él me miró confundido, luego observó a Hikari.
—¿Por qué la pregunta?
—Te noto indiferente.
—No es nada, sólo que ese sujeto tiene tinta de que trama algo.— dijo mirándolo mal.
—Siempre tienes un mal presentimiento de las personas cuando no las conoces, un ejemplo fui yo cuando estábamos en Arabasta.
—Cállate, mujer. No en todos.— dijo intentando ocultar la vergüenza que sentía, vergüenza que pude notar.
—¿Vas a decir que no pensaste que los mataría a todos?— pregunté viéndolo con una sonrisa.
—No nos mataste, pero nos traicionaste una vez.— dijo refiriéndose a cuando estuvimos en Ennies Lobby, sentí un leve dolor en el pecho.
—No tenía opción.
—Claro que sí, una amenaza a un tripulante es una amenaza a la tripulación entera. Pudiste haberlo dicho y hubiéramos tomado las medidas necesarias.
—Mi ideal no es el mismo al de ese tiempo.
—Ya lo sé.— se adelantó dejándome atrás.
—Bueno, ya llegamos, hogar dulce hogar.— observó su casa con orgullo.
—¡CHICOS!— gritó Nami entusiasta, no pasó mucho tiempo cuando estábamos en el piso gracias a el gran abrazo que la tripulación nos dio.
—¡ROBIN-SWAN!— dijo Sanji llorando de alegría.—¡Ya se estaban tardando mucho!
—¡Los SÚPER extrañamos!— Franky, al igual que Sanji, lloraba, obviamente negándolo.
—Tch, ya aléjense.— se quejó Zoro siendo aplastado por toda la tripulación.—Pesan.
—Shishishishi, ¡ya estamos todos! ¡Gracias Hikari!— decía Luffy antes de ser golpeado por el peliverde.
—No es nada.— rió el mencionado viendo la escena.
—Robin-san, ya que estás aquí, ¿me enseñaría sus bragas?— preguntó Brook haciendo reverencia, reí por debajo de mi nariz al notar como una salvaje Nami atacaba al pobre.
—¡Que no!
—¡Robin!— escuché al pequeño Chopper con la voz quebrada.—Estás aquí, tuve mucho miedo.
Chopper se abalanzó encima mío para abrazarme, abrazo que correspondí con mucho gusto. Acaricié su melena y lo cargué en mis brazos.
—¿Por qué tuviste miedo? Si sabes que nosotros no dejaríamos que nada te pasará, incluyéndome.— le guiñé un ojo, él volvió a abrazarme.
—Les pido que se queden a dormir, al menos hasta mañana.— dijo Hikari llamando la atención de todos.
—Mhmm, ¿por qué no? ¿Qué dices, capitán?— opinó Nami mirando al del sombrero de paja con una sonrisa.
—¡VAMOS A FESTEJAR!
[•••]
Narra Autora.
—¡Luffy, no robes mi comida!— gritó Chopper enfadado, el mendionado rió y robó otro bocadillo que había en la boca del renito.—¡Deja ya!
—¡Número quince! ¿Zoro, podrás aguantar otra cerveza contra la poderosa y aterradora navegante de la tripulación?— mencionó el francotirador provocando al mayor.
—¡Cállate, claro que puedo! ¡Deja de gritar!— habló el peliverde intentando mantener el control de su cuerpo.
—¡No estoy gritando!— dijo Usopp alzando la voz.
—¡Estás gritando!— le contradijo molesto, un golpe resonó haciendo que fijarán su atención a ello.
—¡Franky-san ha caído!— anunció Brook viéndolo en el suelo inconsciente tras exceso de alcohol.
—¡Eres increíble Nami-san!— halagó Hikari observándola fascinado, ella volteó a verlo y, con una sonrisa boba, levantó su dedo pulgar. A éste se le formó una gota en la nuca.—Creo que estás pasada de alcohol, pero vaya resistencia.
—Fufufu, cuando se trata de dinero ella es capaz de hacer hasta lo científicamente imposible.— dijo la mujer arqueóloga a su lado.
—¿Hasta matar a su capitán?— preguntó por lo bajo, la pelinegra no logró alcanzarlo.
—¿Qué dijiste? Lo siento, pero están alborotando mucho.
—Está bien, pregunté si es capaz de matar a su capitán por dinero.— repitió pensativo.
—Claro que no, la lealtad es algo que Nami respeta mucho y el capitán es muy especial para ella. En otras palabras, la salvó de estar presa por el resto de su vida, es algo que ni con la vida podría pagar.— explicó Robin con una ligera sonrisa.
—Dijiste que haría todo por el dinero, ¿estás segura de ello?
—Segurísima, no tengo porqué dudar, la conozco, no haría algo como eso.
—Bueno.— se fijó en ella.
La navegante reía victoriosa, burlándose con el dedo del cómo el espadachín que la había retado con bravura había quedado inconsciente en el suelo de allí. Luego cayó ella también provocando el grito de algunos de los presentes.
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