XXXVII

Era una de las pocas veces que tenían educación física todas las divisiones juntas separados entre hombres y mujeres, y Jongdae lo estaba pasando horrible.

A su división y a otra les tocó jugar fútbol, todavía no llegaba su turno así que aguardaba a un lado junto a los demás. La mayoría estaba totalmente metida en el partido, los chicos en el campo jugaban bastante bien, nada maravilloso, pero podía disfrutarse. Alentaban todo lo que el profesor les permitía entre gritos, le gustaría poder estar tan relajado y desinhibido como ellos porque desde que había comenzado la clase estaba hecho un desastre. Su mente no se enfocaba en el juego, aunque lo intentó seguía resistiéndose, toda la atención era dirigida hacia una sola persona.

Y esa, desafortunadamente para él, era Minseok.

Allí estaba, corriendo por todo el campo, apropiándose de algunos pases e intentando meter goles, completamente ajeno a su mirada y a sus pensamientos. Mejor así, de otra manera estaría en graves problemas. Otro gracias al universo por no darle al ser humano la capacidad de leer mentes, hubiera estado jodido desde hace tiempo, suficientes señales cruzadas había mandado ya como para seguir empeorándolo todo. Las chicas estaban descansando del otro lado del alambrado y se acercó a ellas en un intento por redirigir las cosas en su cabeza.

-¿Qué hay, cara de camello?- Lo recibió Sei Ah.

Le hizo un mohín desagradable. -¿Otra vez?

-Lo siento, no podré olvidarlo tan fácil.

El público de chicos ahogó exclamaciones más allá y voltearon para ver como casi metían un gol.

-No sabía que Min podía jugar deportes tan bien.- Dijo Dan Bi.

-No tiene control sobre el balón.- Observó Sei bebiendo un trago de agua de su botella. -Pero tiene buena resistencia.

-Sale a correr y cosas así.- Comentó Jongdae con la mirada fija en él.

En realidad no le interesaba el juego a su pesar, debería, era lo más lógico, pero no. Todo en lo que había estado pensando era en lo bien que Minseok se veía haciendo deporte, ¿y tenía eso sentido alguno? Claro que no, por eso estaba molesto como la mierda. ¿Cuánto más tenía que joderse su mente para estar contento? La verdad era una sola sin embargo, no importaba qué tan enojado estuviera, cuántas veces se repitiera que estaba haciendo las cosas mal o todo el esfuerzo que pusiera en volver a la normalidad; la imagen de Minseok acalorado y agitado mientras corría o cuando se paraba unos segundos para secarse el sudor de la cara con su camiseta dejando a la vista su abdomen, estaba volviendo líquido su cerebro.

Había estado junto a él millones de veces en los vestuarios, lo había visto sin camiseta por completo, ¿por qué justo ahora le parecía súper masculino cuando antes le había dado igual?

Las chicas a su lado parecieron notar su complejo proceso mental porque se vieron entre ellas con interés, nada se les escapaba cuando eran tan observadoras... O quizás él era demasiado obvio. Oyeron el estridente silbato del profesor y vieron cómo los chicos abandonaban la cancha para tomar un descanso, seguramente ahora fuera su turno de jugar, lo que significaba que por fin distraería su mente para no hacer el ridículo como siempre que intentaba hacer deportes. Para su sufrimiento Minseok los divisó y corrió hacia ellos, llegando con las mejillas sonrojadas y pequeñas gotas resbalando desde su cabello hacia el resto de su cuerpo.

-Odio... con toda mi alma...- Intentó decir entre jadeos. -Esto.- Acabó.

-Buen trabajo.- Le dijo Sei pasándole la botella de agua fresca por uno de los agujeros del alambrado.

Minseok la tomó y bebió hasta la mitad de un largo trago, Jongdae pudo ver como algunos pequeños ríos de agua se escapaban por las comisuras de sus labios para hacer un recorrido por todo su cuello. Eso lo estaba hipnotizando y ni cuenta se dio, pero las otras a su lado sí.

-¡Eres muy guapo, Min!- Exclamó Dan Bi de repente con una gran sonrisa.

-¿Eh?- Este secó su quijada con el dorso de su mano y una mirada sorprendida. -¿Qué dices? N-no es así, para nada.- Pareció apenado.

-¡Claro que sí! Te veías súper masculino jugando.- Alzó las cejas con picardía y él se sonrojó aún más.

-¿Quién te parece guapo entonces?- Cuestionó Sei Ah.

-Bueno...- Le dio una fugaz mirada a Jongdae. -Sehun lo es, creo. Y Luhan hyung, aunque es distinto a Sehun, pero atractivo también.

-¿Qué me dices de Jongdae?- Fue más allá y Dan Bi le dio un codazo disimulado aunque su sonrisa contenida era evidente.

Minseok carraspeó y desvió la mirada con desinterés. -No está mal, supongo.

El otro resopló con molestia. -Tú no eres la gran cosa tampoco, idiota.

Empezó a reírse. -Era broma, tonto, obvio que para mí eres el más guapo de todos.- Canturreó de forma cursi logrando que se sonrojara hasta la raíz de su cabello, se rio con más ganas. -No te pongas celoso.- Lo molestó más.

Jongdae se alejó pisando fuerte y prorrumpiendo todo tipo de improperios que lograrían avergonzar hasta a un marinero, Minseok no se amilanó y lo siguió entre carcajadas y más bromas. Dan Bi y Sei Ah se los quedaron viendo con diversión, nunca se cansarían de esos dos, eran demasiado cómicos hasta en las situaciones más inesperadas.

-El coqueteo de Minseok es salvaje.

-Lo sé, pero me encanta.- Se rio Dan Bi.

Sei Ah sonrió, estaba de acuerdo, no concebía otra manera, Minseok asimilaba las cosas de una forma única y se apropiaba de las situaciones sin titubeo y con gran valor al final, era de las personas más gigantes que había conocido alguna vez. Venía de un lugar en donde los más valientes se vuelven nada durante la noche, sabía apreciar ese tipo de cualidades.

La clase de gimnasia era la última en esa ocasión, después de salir de los vestuarios marcharon a los salones para recoger sus cosas y al hacerlo recordó la bolsa que había traído desde casa. Dentro había una campera limpia y planchada, la observó por bastante tiempo sin ninguna razón y se la acercó para olerla, ahora tenía el aroma de su perfume de ropa. Suspiró y fue en busca de quien debía para entregarla, logró divisar a Sehun junto al presidente escolar a escasos metros de la verja.

-¡Oye!- Lo llamó. Al reconocer su voz se giró, le extendió la bolsa blanca de papel cuando llegó hasta él. -Toma.

Sehun parpadeó sin entender, Luhan a su lado tomó su brazo con naturalidad y apoyó la quijada sobre su hombro. Cogió la bolsa y la abrió, frunciendo el ceño cuando sacó de adentro una campera roja.

-¿Qué es?- Preguntó Luhan con curiosidad.

Tardó unos pocos segundos en reconocer de quién era la prenda y ahogó una sonora y teatral respiración, su rostro palideció cuando la miró con ojos enormes. Su novio se había separado para verlo con confusión, Sei sólo rodó los ojos.

-¿Debo comenzar a llamarte cuñada ahora?

-¡Claro que no!- Exclamó tontamente avergonzada.

La miró igual de asustado. -¿Por qué tienes la ropa de mi hyung?

-Sólo es un abrigo, Sehun.- Resopló. -Nos cruzamos una noche por casualidad y como hacía frío me lo prestó, nada más.- Comenzó a alejarse un poco molesta sin saber por qué.

-¿Quieres que le diga algo?

No le respondió. Sehun guardó otra vez la prenda con ojos perturbados, Luhan pareció divertido a su lado.

-¿Debo preocuparme?

-No, es una tontería.- Murmuró. -Es sólo que no puedo creer... Olvídalo.- Meneó la cabeza.

-¿Estás inquieto por ellos?

-Nah, son ideas mías.- Pareció un tanto pensativo. -Supongo que no debo inquietarme, no si se trata de Sei.- Volvió a enganchar sus brazos con una gran sonrisa. -¿Vamos? Muero de hambre.

Luhan le sonrió con ternura y acarició su mejilla con la punta de su nariz. -Vamos.

Sei necesitaba llegar temprano a casa ese viernes y que las clases se acortaran se lo hizo más fácil. No quería mentalizarse demasiado con la fiesta que habría esa noche porque entonces volvería a traicionarse para convertirse en la señorita que definitivamente no era. Había decidido no echar a perder la cena de socios de su padre volviéndose una rebelde, pero buscaría un nivel intermedio en el que sintiera que no estaba siendo una desagradecida del todo. Creía que el ser libre se trataba en gran parte de ubicación y contexto... O al menos era lo que se decía por las noches para no sentirse tan mal por no ser la hija deseada.

Todos los años se realizaba aquella velada tan elegante en la que los socios más importantes junto a sus familias llegaban a su casa para disfrutar de la comida y música más exquisita; no era más que una fiesta para afianzar relaciones, la noche era testigo del nacimiento de más negociaciones provechosas. No le desagradaba a decir verdad, era entretenido hasta cierto punto, lo único que le molestaba eran las preguntas incómodas que nunca faltaban sobre lo difícil que había sido su crianza y cosas así. Estupideces de ricos que pretendían ser sensibles, hacía tiempo lo había asimilado ya.

Al llegar las cosas estaban impecables como de costumbre, no podía esperar menos tratándose de su madre quien en esos momentos corría para todos lados como si estuvieran en medio de un desastre natural. Obviamente su perfeccionismo se extendía a cualquier cosa que llevara a cabo, ya saben, organizar una fiesta exitosa, cocinar un pastel perfectamente gustoso, criar una hija...

-Princesa.- La saludó con mil besos en las mejillas cuando se la cruzó. -Qué bueno que llegaste, ¿cómo te fue? ¡Lleva eso al salón, asegúrate de que los arreglos florales sigan en sus lugares!- Exclamó repentinamente a un tipo que pasaba por ahí, luego la vio con pena. -Lo siento, ha sido un calvario desde la mañana.

-Debes estar exhausta, eomma, luego de esto tómate vacaciones.

Le sonrió con cariño. -Quizás me venga bien un tiempo con mi pequeña.- Frunció el ceño al ver su cabello. -¿Por qué llevas otra vez ese rodete tan desprolijo?- Con una mano lo deshizo haciendo que sus mechones negros cayeran en cascada. -Tan bonito que te queda suelto, toda una bella damita.- Apretó sus brazos con ternura.

Sei le dio media sonrisa incómoda. -No te inquietes demasiado, ¿sí? Si eres tú todo saldrá perfecto.

-Gracias, dulzura.- Le dio otro sonoro beso antes de dejarla ir. -Tómate una ducha caliente y prepárate, los invitados no tardarán en llegar.

Suspirando largamente desapareció escaleras arriba, después del baño estuvo encerrada en su habitación varias horas debatiéndose qué hacer. Todavía llevaba su bata y una toalla en la cabeza cuando comenzó a oír a la gente llegar, tenía que decidirse rápido, la reprenderían si no era una buena anfitriona. Frente a ella sobre la cama habían dos vestidos: uno era el rosado conservador y bien distinguido que había conseguido en la primera oportunidad, el otro era un pequeño pecado que había cometido varios días después. En un impulso por querer demostrarse que podía tener coraje fue y se compró el vestido rojo de hombro descubierto que Jun Seo le había mostrado al comienzo.

Cuando llegó a casa y el subidón de rebeldía la había abandonado, se sintió un poco tonta porque no pensó que fuera a usarlo alguna vez. Si bien no de mal gusto, era bastante más atrevido de lo esperado para ella, sobre todo esa noche, pero si se cuestionaba cuál de los dos la hacía sentir más cómoda no podría decir que era el rosado. Era elegante y lindo, pero al probárselo se sentía atrapada, ahogada. No era ella. Se decidió por el rojo al final, arriesgaba muchas cosas presentándose así frente a los socios de sus padres, pero había aprendido que cuando se tenía una resolución había que ser firme hasta el final.

Ubicó los mechones a los lados de su rostro detrás de sus orejas y dejó su cabello suelto, ató una fina cinta de color rojo alrededor de su cuello e inhaló hondo antes de bajar las escaleras, había muchísima gente, suponía que ya habían llegado todos. Descendió de un escalón a la vez, muy lentamente, temía no volver a inhalar nunca más si seguía conteniendo de esa forma la respiración. Ni bien fue visible la mayoría se giró a verla con curiosidad, no supo si fue algo bueno o malo, pero mantuvo una pequeña sonrisa en los labios.

-¿Sei?- Changyun se abrió paso envuelto en un elegante traje negro sin corbata, sus ojos eran incrédulos mientras la enfocaban y su sonrisa brillante. -Wow, estás despampanante.

Tuvo el atino de azorarse un poco y se encogió, avergonzada por la repentina atención que recibía. -Gracias.- Una pequeña reverencia, luego hizo una mueca. -¿No te parece...?

-No te atrevas a decir nada malo.- Advirtió, sus ojos se suavizaron un segundo después. -Nuestra Sei Ahnnie ha crecido para convertirse en una mujer fuerte y bella.

Bueno, las dudas sobre haber elegido ese atuendo estaban desapareciendo a la velocidad de la luz, esperaba que sus padres y los demás invitados tuvieran la misma mirada que Changyun. Él aclaró la garganta y se puso un poco más recto.

-Quiero presentarte a alguien.- Le dijo con una sonrisa torcida antes de alejarse algunos pasos y traer de la mano a una mujer bajita de rostro redondo y piel del color de la arena. -Ella es Liyana Tan, mi prometida.- Expuso con obvia emoción.

Sei la observó con más atención, sus ojos eran oscuros y estaban juntos, su cabello era ondulado y de un marrón intenso, se veía simpática y bonita, sin dudas hacían una linda pareja. Le sonrió con amabilidad y le extendió una mano.

-Buenas noches, unnie.- Le hizo una reverencia formal cuando le devolvió el saludo.

-Tú debes ser la famosa Sei Ah.- Sonrió ella con un coreano torpe, pero entendible. -Changyun me ha hablado muchísimo de ti.

-Cosas buenas espero.

-Sólo todas tus travesuras de pequeña cuando eras un pequeño monstruo gritón.

-¡Oye!

Liyana se rio. -Eres igual de maravillosa que en sus descripciones.- Aclaró con simpatía. -No puedo esperar a pasar un rato juntas para conocernos.- Posó una mano sobre el pecho de su novio y lo vio con cariño, él le devolvió el gesto con unos ojos llenos de amor.

Sei se relajó mucho observándolos en su pequeño mundo, no podía desear nada mejor para una de las personas más amadas en su vida.

-También lo espero, gracias por cuidar de mi oppa.- Otra reverencia.

Se separaron con la promesa de volver a encontrarse durante la velada, Changyun quería hacer más presentaciones, se veía ansioso y alegre y eso la contentó bastante. Metida de lleno en la conversación con ellos no se dio cuenta de que había estado convirtiéndose en el centro de atención de muchos invitados, los ojos sobre sí se sintieron repentinamente pesados e inquietantes, así que se movió hasta el salón intentando ignorarlos, sin embargo no era algo que su madre pudiera tolerar tan fácilmente al parecer.

-Sei Ah.- Le habló con voz baja y grave al oído, la tomó por sorpresa cuando la cogió de un brazo y la apartó hacia la mesa de bocadillos y bebidas. -¿Qué se supone que es esto?- Le espetó.

Su corazón latía muy rápido, pero en serio quería que entendiera. -Lo compré hace poco, ¿no te gusta?- Preguntó con timidez.

-¿Si me gusta?- La observó de arriba abajo y pudo sentir su juicio en la piel. -¿Por qué decidiste justamente esta noche usar algo tan atrevido? ¿Rojo? Llamas la atención de todos.- Echó un disimulado vistazo alrededor.

No eran muchas las veces que su madre la regañaba o parecía decepcionada porque siempre se ocupaba de hacer exactamente lo que querían, no esperaba pasar inadvertida esa noche, pero verla molesta la asustaba y entristecía en partes iguales. Le dio una pequeña e ingenua sonrisa.

-Me siento muy hermosa.- Expresó con sinceridad.

-Podrías verte igual de bella con algo más discreto.- Le contestó, parecía avergonzada de ella y eso la destruyó.

Justo cuando el nudo en su garganta se agrandaba, apareció Changyun con un rostro preocupado a salvarla de más comentarios hirientes.

-¿Eomeonim? Al parecer una de las chicas del cáterin no se está sintiendo muy bien.

-¿Qué?- Ella se alarmó y enseguida corrió a atender el tema, no sin antes darle una última mirada de censura.

-Choi Sei Ah armando un alboroto, qué inesperado.- Dijo una irónica voz.

Suspiró de mala gana y alzó la mirada al techo, lo único que le faltaba era tener que aguantar a esa persona. Había una muy alta probabilidad de encontrársela en aquella cena, deseó con todas sus fuerzas no cruzársela ni por casualidad y prometió esconderse si la veía por ahí, pero al parecer vivía para complicarle la existencia.

-No tengo ganas de oír lo que sale de la cloaca que tienes por boca, Kyu Hee.

La otra alzó las cejas aunque su expresión no demostraba que estuviera sorprendida para nada. -Cada vez te vuelves más inventiva.- Le dio una altiva mirada a su atavío. -Sin dudas sabes cómo pasar desapercibida.- Sonrió burlesca mientras bebía de su copa

La miró con puro desprecio. -¿Por qué siempre tienes la necesidad de ser tan mierda?

Se encogió con indiferencia. -Cosas del oficio.

-Antes no eras así.- No pudo evitar decir.

-Tú tampoco. Recuerdo cuando me perseguías todo el rato llamándome "¡unnie, unnie!"

-Todo estuvo bien hasta que decidiste ser una perra.- Escupió al cruzarse de brazos.

Inesperadamente Kyu Hee no le respondió y siguieron en silencio observando la fiesta desde sus lugares, ninguna se movió a pesar del ambiente tenso, ¿acaso estaría esperando algo? La vio de soslayo engalanada con su vestido largo color beis, su cabello hasta la base del cuello que parecía castaño oscuro, pero que sabía que de cerca era de mil colores diferentes. Ahora que lo mencionaba sí recuerda los días en los cuales se llevaban bien, los días en los que podía contar con ella al cien por ciento, con todo lo que había pasado simplemente lo había olvidado. La miró directamente con un extraño sentimiento en su interior, una intriga asesina tanto como dolorosa.

-¿Por qué?- Le cuestionó. -¿Por qué me dejaste aún más sola, Kyu Hee?

La otra portaba su usual expresión de desagrado y arrogancia hacia todo, era una marca registrada en su rostro que ponía un alto a cualquiera que quisiera pasarse de listo con ella. Kyu Hee no era alguien con quien jugar, al igual que en la cancha era una fiera y siempre había admirado eso de ella, pero odiaba que le dirigiera esa hostilidad sin ninguna justificación.

-Fue por su culpa.- Le contestó, no pensó que lo haría y la tomó por sorpresa. -Cuando Changyun se entrometió todo se arruinó.

Frunció el ceño. -¿Qué dices?

-Tenía celos.- Siguió sin mirarla a la cara. -De repente tenías toda su atención y eso te perdió por completo.

Sei estaba consternada. -¿Me estás diciendo que armaste todo un alboroto sólo por un hombre? ¿Por Changyun?- No podía creérselo.

-Siempre envidié todo de ti.- Se bebió el contenido de su vaso de un solo trago y lo dejó detrás suyo sobre la mesa con bastante fuerza, ahora la tenía casi encima de su cuerpo y la veía a los ojos con intensidad por primera vez. -Y Changyun nunca me interesó.- Aún mirándola con fijeza le dio un mordisco a la aceituna de su Martini y se alejó con gracia y sin una palabra más.

Sei pensó que la noche no podía tornarse aún más liosa para su mente, pero de seguro no había considerado todas las opciones.

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