XXXIII

Jongdae odiaba los días lluviosos, le traían malos recuerdos.

El nublado del cielo no contrastaba con su corazón, estaban exactamente en un mismo punto. Era deprimente, pero correcto, no concebía de otra manera las cosas, si el sol brillara alto lo sentiría como una burla, casi como una afrenta. Estaba bien que el desgano se apoderara de sus miembros, estaba bien que la culpa volviera a consumirlo como el papel bajo una llama rabiosa. Había decidido hacía mucho pagar las cuentas de lo que debía, de otra manera dejaría a sus padres sin nada. Había cometido el error antes, no volvería a hacer lo mismo.

Por la mañana en el cementerio el silencio fue como un golpe de palma abierta en toda la cara. Era sepulcral, profundo, tanto que atemorizaba. No le inspiraba paz, nunca lo hizo. Era sólo una muestra de todo lo que había perdido, no había nada de positivo en ello, más bien le desesperaba, pero era el precio a pagar por sus equivocaciones. En más de una ocasión se había sentido ahogado, como si el espacio abierto repentinamente no contara con oxígeno, cada gota vital se había escapado del ambiente y de sus pulmones, o sus vías nasales estaban imposibilitadas, la presión en el pecho siempre aumentaba y sentía que en cualquier momento caería en el suelo inconsciente, pero como siempre se obligaba a seguir adelante.

Sus padres lloraban, él no. Sus ojos ni siquiera parpadeaban frente a la lápida, él mismo era una estatua en esos momentos, su interior estaba hecho de piedra y nada parecía funcionar. Es entonces cuando recordaba que eran forjadores de vida y que ellos mismos ponían en marcha el mecanismo, el funcionamiento de las cosas corría por cuenta propia, no había más. Lo dejaron solo como de costumbre, nunca volvía al auto de inmediato y era algo que sus padres respetaban sin objeciones, a veces su mamá se sentía tan mal que simplemente no podía mantenerse sobre la tierra verde que cubría el cuerpo de su pequeño, así que volvía antes de poder entregar una plegaria completa.

Hizo una reverencia hasta el suelo, tocó la superficie con la cabeza y rezó allí un momento, entonces se inclinó y, como tenía por costumbre todos los años, sirvió un pequeño vaso con soju y lo extendió hacia delante para chocarlo contra la fría superficie de concreto de la tumba.

-Por ti, hyung.- Y bebió el alcohol de un sorbo.

Su madre había estado preparando toda la comida tradicional desde el día anterior, temprano en la tarde la pusieron sobre la mesa de ofrendas junto a la bebida detrás del chibang, luego vino todo el protocolo del ritual. Su padre encendió el incienso, hizo una reverencia de cara el suelo y envió dos respiraciones profundas, después vertió tres vasos de vino dentro de la jarra. Todos hicieron tres reverencias más. Él rotó otro vaso tres veces alrededor de incienso y lo derramó en el mismo recipiente, su madre hizo exactamente lo mismo. Después de la ofrenda del vino su padre puso una cuchara en el cuenco del arroz y, uno a uno, fueron abandonando la habitación para dejarlo comer en paz. Al cabo de unos cuantos minutos volvieron, reemplazaron la sopa con un recipiente con agua, volvieron a hacer tres reverencias completas para concluir el ritual y sirvieron la comida en la mesa de siempre para ellos.

Cuando Jongdae acababa de sentarse después de llenar su plato, tocaron la puerta. Vio a sus padres con intriga y le dijeron que vaya a ver quién era.

Su alma cayó a los pies cuando descubrió a Minseok del otro lado.

Se lo quedó viendo como si fuera un espectro, en esta ocasión su reacción no tenía nada que ver con el hecho de que fuera el chico que se le había confesado, antes había estado tan nervioso en su presencia por no saber qué hacer que simplemente se había congelado como un idiota en más de una oportunidad, pero en esta ocasión no había querido verlo. De hecho, creía que era la última persona en el mundo que deseaba ver justo ese día.

¿Por qué?

Minseok pareció súper inquieto. -Yo... Lo siento.- Comenzó disculpándose. -Desde la mañana he sentido algo y... Hum... No te enojes con Dan Bi, le pregunté por qué faltaste y me contó que hoy es...- Lo miró a los ojos con cautela. -El Jerye de tu hermano mayor.- Pronunció lento, casi con miedo. Ante su silencio acabó riendo con nerviosismo. -No quise ser irrespetuoso, en serio lo siento, sólo sentí por alguna razón que me necesitabas y tuve que venir para asegurarme que todo estaba bien.- Cubrió sus ojos con una mano. -No me hagas caso.

Jongdae tenía una expresión impasible, pero por dentro algo se estaba desmoronando, el corazón le latía tan fuerte que apenas podía oír su voz. Tenía sentimientos extraños fundiéndose en su tormentoso interior: estaba feliz de verlo, era un día tan deprimente que su presencia era como un bálsamo, pero a la vez sentía que era un grave error que estuviera allí. Lo observó un largo rato intentando adivinar qué era lo mejor para hacer, los sentimientos de Minseok no dejaban de tintinear en su mente como una advertencia imposible de ignorar. Ese día, junto a sus padres...

Quizás la situación hablara por sí misma.

Se hizo a un lado. -¿Quieres cenar con nosotros?

Parpadeó en su dirección con sorpresa. ­-¿Eso está bien?

-Claro, pasa.- Asintió sin poder verlo a la cara, no tenía derecho ni el valor en esos momentos.

Minseok ingresó en su hogar con inseguridad, se deshizo de sus zapatos y por más de que su cabeza le repetía que estaba por primera en la casa del chico que le gustaba a punto de conocer a sus padres, no podía sentirse emocionado. Lo único que revolvía sus entrañas era el mismo malestar de antes multiplicado por cien. Ya había visto a Jongdae, no le había pasado nada malo, estaba decaído, pero era un día difícil así que era normal, sin embargo había algo que no funcionaba... Algo en sus ojos, en su semblante le decía que tenía que escapar.

Pero no podía. Lo importante estaba por descubrirse, lo presentía.

-Oye, nunca estuve en un Jerye, ¿se supone que debo hacer algo?- Le susurró, se sentía incorrecto alzar la voz en un ambiente tan calmo y silencioso.

Jongdae lo conducía hasta el comedor. -No, ya acabó la ceremonia, ahora sólo debemos comer con normalidad.

Cuando ingresó en la habitación tuvo una especie de conmoción, los padres de Jongdae lo estaban mirando con interés y de repente la certeza de lo que estaba haciendo lo golpeó fuerte. Abrió la boca con la intención de decir algo, pero ni siquiera un saludo pudo proferir, ¿tan tonto podía ser? Jongdae a su lado posó una suave mano sobre su hombro haciéndole pegar un ridículo respingo.

-Mamá, papá, invité a Minseok, él es un amigo muy importante para mí, ¿está bien?

Su madre aclaró la garganta y se puso de pie. -Por supuesto, disculpa.- Le dio una débil sonrisa, si Jongdae parecía desganado no era nada en comparación a ella. -Toma asiento, querido, sírvete lo que quieras.- Ocuparon sus sitios y miró a su hijo con curiosidad. -Pensé que era Dan Binnie.

-Este año no nos acompañará.- Dijo comenzando a comer.

Minseok se mantuvo en silencio mientras ellos hablaban un poco, los observó de reojo, la tristeza que había en aquella casa se le estaba metiendo bajo la piel. En su familia nunca nadie había muerto, no tenía idea de lo que algo como eso significaba a un nivel profundo, jamás había asistido a un funeral y nunca llevó a cabo un Jerye para regocijar a sus ancestros, era un turista emocional y como observador podía atestiguar que toda la situación era una verdadera mierda. De repente comenzó a desear que nunca faltaran ni sus padres ni su hermana, de repente se paró a valorar cosas a las que antes no había prestado atención.

¿Cuánto dolor sobrellevaba Jongdae en su interior?

-Minseok goon,- Llamó el mayor con una pequeña sonrisa. -Es inesperado que Jongdae traiga nuevos amigos.

-Ah...- Masticó lentamente lo que tenía en la boca y tragó. -Me gusta ser su amigo, soy feliz con él.

La otra sonrió con suavidad. -Nosotros también somos felices. ¿Y bien?- Prosiguió metiéndose un bocado de arroz. -¿Cómo lo hace nuestro niño en la escuela?

Vio de reojo a Jongdae a su lado, comía con la mirada clavada en su plato, parecía no escuchar nada de todo lo que hablaban.

-Es excelente.- Respondió. -Ya deben saberlo, sus notas son brillantes. Incluso me ha ayudado a pasar algunos exámenes.

Vio al padre asentir satisfecho y a la madre más animada.

-Eso es perfecto.- Su sonrisa titubeó visiblemente y sus ojos se achicaron un poco luego. -Nuestro Dohyun era brillante también.- Su voz se quebró, pero lo recordó con ánimo. -Al menos dos universidades lo querían como estudiante, tenía un promedio perfecto.- Lo vio sonriente. -Era un gran modelo a seguir.

Minseok había comenzado a sentir un extraño peso en su pecho.

Posó una mano tierna sobre el brazo de su hijo. -Pero nuestro Jongdae es igual de inteligente, no podemos esperar a ver todo el éxito que tendrá, aguardamos grandes cosas.

Sus dedos se crisparon sobre sus piernas, tomaron fuertemente la tela de su pantalón y no tuvo el valor de enfrentar al susodicho.

-Dohyun estaba próximo a comprometerse.- Comentó volviéndose a su comida. -Era una jovencita maravillosa, quizás falte, pero quién sabe cuando Jonggie nos presente una novia igual para casarse.

Ahora sí giró a verlo y necesitaba una mirada de vuelta, en serio la requería, pero Jongdae seguía más hundido en sí mismo. Lo evitaba, desde que cruzó esa puerta había estado evitándolo y sólo entonces se dio cuenta, cuando un rayo de dolor intenso lo atravesó como una certeza inalterable que siempre había estado ahí, cubierta, invisible, y de repente podía verla, se burlaba de él. Le indignaba, pero lo entendía, no sabía cómo, pero lo hacía. En el momento en el cual Jongdae le había propuesto ser partícipe de esa cena lo había tenido planeado, por fin lo comprendía.

Después de la comida vio cómo quemaban el chibang donde estaba escrito Kim Dohyun en una caligrafía elegante junto a su ocupación y lugar de origen. El fuego le quemó las retinas y ardió en sus entrañas, lloriqueó, no supo si fue por el momento o por el papel consumiéndose en llamas. Se fue de allí sin compartir una sola palabra con él, este tampoco quiso hablarle, lo único que llevó consigo fue la resolución de aquel mal presagio.

Había tenido razón.

******

-Jongdae va a rechazarme.

Las palabras brotaron de su boca como una canilla abierta antes de que pudiera detenerse. Estaba sentado en la mesa de la cafetería frente a su comida completamente estático, como en una especie de trance autoinducido, y ahora sus amigos detuvieron lo que hacían para mirarlo con intriga. Después de un fin de semana actuando como un robot sin saberlo algo parecido al pánico había descendido sobre su cabeza después de asimilar todo en lo que había concluido. Miró a los tres con agitación reflejada en toda su fisonomía, convenientemente había decidido tener su momento de revelación mientras Jongdae todavía hablaba con el profesor que lo había citado.

-Oh, por Dios.- Susurró. -Va a rechazarme.

Había sido una muy factible posibilidad, pero nuevamente volvía a actuar como si nunca hubiera sabido que existiera.

-Hum... ¿Cómo lo sabes?- Frunció el ceño Sei Ah.

-Yo... Sólo lo presiento con todos mis huesos.

-Pero no lo sabes.- Insistió Dan Bi con algo de preocupación. -No te tires abajo, puede pasar cualquier cosa.

-No, no lo entiendes, es... El viernes pasado, ese día, Jongdae lo hizo a propósito.- Fregó sus cabellos con ambas manos. -Él me invitó a la cena para que entendiera por cuenta propia su reticencia, el muy maldito... No quiere hacerse cargo de las cosas, no quiere tomar responsabilidad por mis sentimientos.- Ahora cubrió su rostro, su corazón se sentía tan pesado que en cualquier momento caería de su pecho y acabaría fuera de su sistema.

Quizás ese fuera un buen final...

-Nuevamente no entiendo qué estás diciendo.- Comentó Sehun masticando su comida. -Pero si crees que va a rechazarte no te quedes sentado lamentándote, es de cobarde.

-No quiero oír eso de alguien que está felizmente en pareja después de haberse confesado con éxito.- Le gruñó.

Sehun ni se inmutó. -No tuve éxito a la primera, tardamos un poco en entendernos, pero eso no tiene nada que ver.- Se adelantó y lo señaló, parecía serio, lo que era inesperado. -Si hyung me hubiera rechazado hubiera seguido peleando por él porque mis sentimientos no son un chiste, deja de rebajar los tuyos a una tontería simple, no lo son.

-Concuerdo con el bobo.- Asintió una vez Sei. -Si tú no te tomas en serio, ¿quién lo va a hacer entonces?

-Pero, pero...

Una mano se extendió desde la otra punta para rodear su muñeca de forma tierna, cuando levantó la mirada la sonrisa suave de Dan Bi le devolvió mucha de la entereza que había perdido.

-Sé que entiendes bien qué es lo que está pasando.- Dijo con voz apacible. -No te precipites con Jongdae, ¿está bien? A veces hay más de lo que se ve a simple vista, lo sabes.

-Tú eres el tipo de persona que no se rinde hasta el final.- Continuó Sei a su lado. -Es lo que más me gusta de ti, Minseok, no te des por vencido tan fácil ahora.

-¡Es cierto!- Le sonrió Sehun. -¡No te desanimes sólo porque sabes el resultado! Cualquiera puede cambiarlo, ¿no?

Con las miradas llenas de esperanza de sus amigos puestas sobre sí, era muy difícil decirle que no a cualquiera de las cosas que dijeron. Es verdad que era un cabeza dura que no se rendía tan fácil, tal vez si lo intentaba un poco más todo cambiara... Nunca se sabía. Suspiró más calmo, adorándolos internamente por darle siempre las palabras correctas, le encantaba estar rodeado de gente que no lo arruinaba todo con negatividad, es algo que marcaba un antes y un después en su vida, todos deberían intentarlo.

Los miró con una pequeña mueca. -Está bien, veré qué pasa antes de bajar los brazos.

Lo recibieron sonrisas reconfortantes, no estaba del todo seguro de lo que acababa de decir, pero no se echaría para atrás tan pronto.

Haría que Jongdae tomara responsabilidad de lo mucho que le hacía sentir.

Sei Ah sonrió con un poco más de alivio porque aunque no fuera demasiado demostrativa, realmente odiaba cuando cualquiera de sus amigos se sentía perdido. Si de alguna manera podía lograr que encontraran el camino adecuado para ellos entonces todo estaría bien. Suspiró cuando se echó sobre el respaldo de su silla y su estómago vacío gruñó, no tendría que estar con ellos durante el almuerzo porque lo que comían sin dudas la tentaba y eso era un problema. Posó una mano sobre su barriga e intentó enfocar sus pensamientos en otra cosa, pero en cambio había llamado la atención de alguien bastante inconveniente.

Dan Bi la miraba con sus labios un tanto adelantados en un gesto decididamente adorable, pero también analítico. Se puso en guardia al instante y el nerviosismo aumentó más allá de que no se permitió exteriorizarlo, muy pocas veces lo hacía, era más una costumbre que algo planeado de antemano.

-¿Tampoco almorzarás hoy, Sei?- Cuestionó con un tono casual.

-No.- Murmuró. -Creo que algo me cayó mal.

-Será mejor que veas a un doctor.- Comentó volviendo a su comida.

Inesperadamente no le dijo más nada y lo agradeció porque en esos momentos la ansiedad no le hubiera permitido dar una explicación factible a nada, últimamente se la pasaba alterada y todo por esperar algo que no sabía con seguridad cuándo llegaría.

Solía caminar a casa. Al comienzo sus padres le habían puesto choferes, pero ella les había dicho que prefería ir a pie para distenderse. Era una verdad a medias, en realidad no quería que supieran como se veía ni como actuaba cuando estaba fuera de casa, era una persona completamente distinta, era consciente de ello y por eso procuraba ser discreta para que nadie la descubriera. Nadie sabía su realidad, ni sus padres ni sus amigos... ¿Lo sabía ella por lo menos? Unas cuantas cuadras antes de llegar comenzó a prepararse: deshizo su rodete desprolijo, bajó un poco más su pollera y abotonó los dos primeros botones de su camisa, entonces sacó el moño del uniforme de su mochila y lo abrochó alrededor de su cuello. En la puerta peinó su cabello de forma prolija y tomó una honda respiración antes de abrir.

-Eomma, appa, ya llegué.- Alzó un poco la voz para hacerse escuchar, una sonrisa en sus labios. Al menos el cariño por sus padres no era fingido.

Lo eran absolutamente todo para ella.

Nadie la recibió lo que fue bastante imprevisto. Alzó las cejas con curiosidad mientras avanzaba después de deshacerse de los zapatos, se sentía extraño no tenerla a su madre encima chillándole su amor y llenándola de besos y abrazos apretados, ni oír la voz grave de su padre dándole la bienvenida con suavidad. No quería preocuparse demasiado porque muy probablemente no la habrían oído o estarían ocupados con otras cosas, pero no le agradó que esa parte de su vida fuera diferente. Pasó por el salón directo hacia la cocina.

-Sei Ahnnie.

Pegó un respingo cuando oyó a su mamá por detrás, no los había visto tan silenciosos sobre los sillones. Arqueó una ceja porque tendrían que haberla oído desde esa posición, no prestó atención sin embargo y se acercó con una nueva sonrisa para saludarlos.

-¿Cómo te fue hoy, princesa?- Preguntó su padre mientras recibía un beso en la mejilla.

Sei se encogió. -Igual de monótono que siempre me temo.

-Oh, eso es genial.- Comentó su mamá reacomodándose en el lugar con una entusiasmada sonrisa. -Porque el día está a punto de cambiar.

-¿Qué...?- Antes de poder completar su pregunta un par de manos cubrieron sus ojos desde atrás.

-Adivina.- Le murmuraron al oído.

Su corazón dio un vuelco ante el sonido melodioso de esa voz, dejaron libre su mirada para poder darse la vuelta y corroborar que no estaba equivocada, entonces tuvo una imagen completa de lo que había estado esperando con tanta emoción durante días tortuosos. Ya no era un sueño, era algo real de carne y hueso.

-Cha... ¡Changyun!- Tartamudeó como tonta antes de lanzarse sobre el chico.

Él recibió el enorme abrazo con algunas risitas seguidas de una gran sonrisa. Sei Ah estaba flotando en una nube de felicidad y dicha mientras se aferraba a su cuello con fuerza y cariño, había aguardado ese momento por mucho tiempo, lo había recreado en su imaginación miles de veces. Se dijo que cuando pasara actuaría como toda una dama elegante y con temple, pero allí estaba, riendo de euforia sin parar mientras poco más lo dejaba sin aire al pobre. Él no se quejo, obviamente, Changyun nunca se quejaría, sólo sonreiría y la sostendría con más firmeza en su lugar. La alzó con facilidad un poco para hacerla girar una vez, cuando volvió a dejarla en el suelo ella estaba a punto de lloriquear de alegría.

-Sei, cariño, los modos.- Advirtió su madre con suavidad mientras se acercaba junto a su marido, eso la devolvió a la Tierra.

-Sí, lo siento.- Suspiró el aire contenido mientras arreglaba su ropa, entonces volvió a mirarlo con ojos brillantes. -Por fin estás aquí...- Susurró incrédula.

-Bueno, no podía dejar de ver a mi pequeño monstruito.- Contestó revolviéndole el cabello.

-No me digas así.- Balbuceó por lo bajo mientras volvía a peinarse, pero su voz fue tan baja que nadie la oyó.

-Changyun se quedará una corta temporada con nosotros.- Explicó su padre poniendo una robusta mano sobre el hombro del muchacho. -Después de tantos años nos debías una visita, chiquillo.

-Sólo han sido tres.- Mencionó este con pena. -Pero es verdad que los echaba mucho de menos.

-¿Cómo te fue en Malasia, oppa?- Comenzó Sei Ah con emoción. -¿Es bonito? ¿Hace mucho calor? ¿Pudiste ver a ese oso gracioso con la lengua larga?

-Creo que será mejor que subas a darte una ducha.- Alentó su madre con diversión, al verla indecisa apretó su cintura con cariño. -Vamos, Changyun-ah estará aquí cuando vuelvas, alístate tranquila para la cena.

Sei subió sin perder el tiempo. Hizo como su madre le aconsejó y tomó una ducha caliente y larga para calmarse. Changyun seguía tan guapo como siempre con su cabello café claro y sus hoyuelos encantadores cada vez que sonreía grande, le había causado semejante impresión volver a tenerlo cerca que no había podido retenerse, al final acabó dejando que sus emociones la dominasen, pero cuando bajara la escalera lo haría como reina. Se tomó más tiempo del acostumbrado frente al espejo, pero eso era porque por primera vez quería lucir bonita y femenina en serio. La última vez que él la vio apenas había cumplido los quince, quería que supiera que había crecido bastante desde entonces, ya no era una niña.

Supo que había tomado la decisión correcta cuando la vio después de arreglarse y le dijo que estaba tan bonita como siempre, le produjo un sonrojo que intentó ocultar. Por un largo rato se sentaron junto a sus padres a hablar de su vida en aquel país lejano al que se había mudado, lo oyó con interés y admiración, siempre había amado su manera de expresarse. Le hizo mil del millón de preguntas que tenía y se regocijó al recibir su atención, se sentía como cuando era una niña y lograba que la cogiera primero a ella, el premio mayor.

Durante la cena no dejó de observarlo de reojo, creía verlo un poco más moreno, suponía que eran las consecuencias de vivir cerca de la playa. Esa noche cuidó más que nunca sus modales y no comió ni la mitad de lo que solía servirse, todo marchaba sobre ruedas hasta que, inesperadamente, Changyun frenó la charla casual para hacer oír la expectativa en su voz.

-En realidad mi visita tiene un propósito.- Mencionó con algo de encantadora vergüenza, su sonrisa no podía ser contenida y era evidente, Sei lo vio con curiosidad junto a sus padres. -Puesto que son mi familia también, tenía que darles esta noticia en persona, en mi mente no había otra opción.- Les sonrió con sincero afecto. -La verdad es que mi novia y yo estamos próximos a comprometernos.

Fue como si le hubieran tirado un balde de agua helada sin previo aviso.

-Es probable que llegue en estos días para conocer a mis padres.- Rascó su cabeza sin poder dejar de sonreír.

Sus oídos no pudieron escuchar más nada. Sus padres comenzaron a felicitarlo con palabras y muestras de cariño, siguieron hablando, preguntando detalles, pero su cabeza se había perdido en algún lugar lejano. Fue una fortuna por otro lado que siguieran en lo suyo completamente ajenos a lo que le pasaba porque si hablaban en voz alta entonces no podrían escuchar como su corazón se rompía en pedazos.

Miró el suelo sobre el que estaba y sorprendentemente este no había desaparecido, pero los pedazos astillados de lo que alguna vez fue su amor estaban allí.

Se puso de pie de repente llamando la atención de todos. -Creo que dejaré la mesa ahora.

Se largó de allí antes de que pudieran decirle algo, su madre la llamó con inquietud, sabía que no estaba siendo como ellos querían que fuera, pero se sentía mal al punto de no poder disimular absolutamente nada, se conocía. Antes de desaparecer sin embargo se detuvo a mitad de camino.

-Yo... Felicitaciones, Changyun.- Dijo claro, pero no mostró su rostro.

No quería arruinarlo todo aún más.

Nota: hay una creencia coreana que dice que cuando las personas fallecen sus espíritus no parten inmediatamente sino que permanecen con sus descendientes durante cuatro generaciones, durante este período los difuntos son considerados todavía como miembros de la familia.

Estos reafirman la relación a través del Jerye en varias fechas especiales, entre ellas el aniversario del fallecimiento, suele haber todo un protocolo en el que se les sirve mucha comida para festejarlos y que los protejan desde donde sea que estén.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top