XVII (PARTE I)

Sei oía el sonido de su respiración acompasada.

En esos instantes era lo único que existía para ella, lo único en lo cual estaba concentrada. El mundo algo caótico en el que vivía sólo se acomodaba cuando entrenaba su cuerpo: el dolor de sus músculos tensos y fatigados después de correr kilómetros, su cuerpo sudado y acalorado, sus pulmones inhalando y exhalando con mayor necesidad... En esas cortas horas lo único por lo cual debía preocuparse era sí misma, manejar su sistema, controlar su mente para aguantar siempre un poco más. Siempre hacia adelante, nunca hacia atrás. Su aliento agitado era como una canción de cuna.

Lo único que le molestaba era tener que escabullirse luego para que nadie la viera entrar a la casa en esas condiciones. Porque una mujer no aparecía sudada, despeinada con una coleta desprolija y usando ropa deportiva frente a todos.

Una mujer era una delicada criatura, fina y elegante.

-Joder con eso.- Maldijo cuando se frenó y le dio una fuerte patada al arbusto más cercano.

Chasqueó la lengua, enojada consigo misma por dejarse afectar por semejantes tonterías, mas todo un pasado complejo la acechaba y no podía darse el lujo con ciertas cosas. Las cavilaciones la carcomían, pero sus ojos enfocaron algo mucho más interesante: sobre la acera del parque por el cual había estado corriendo, más adelante sobre un banco solitario, estaba sentando Oh Sehun. Caminó hacia él y a medida que fue acercándose notó su mirada perdida en el cielo. Se veía anhelante.

-Cien wons por tus pensamientos.

Él parpadeó y la enfocó con confusión, no cuestionó por su presencia sino por otra cosa.

-¿Pagarías eso?

-Pagaría más. Oh Sehun pensando es algo que no se ve todos los días.

Resopló. -No pensaba en nada.

Ella se sentó a su lado. -Eso es más realista, aunque no lo parecía. Te veías tan dramático hace un rato, como en una telenovela.

Sehun la encaró con el ceño fruncido. -¿Vienes sólo para molestarme? ¿Qué haces aquí?

-Estaba entrenando.- Estiró sus largas piernas. -Tengo que mejorar mi rendimiento en el equipo para arrebatarle el mando a la estúpida de Kyu Hee.

-No sé de qué hablas ni me importa.

-Tienes razón, mejor hablemos de otras cosas, cosas interesantes, como el hecho de que Luhan te haya derrotado tan fácil la última vez en el salón.

Sehun puso los ojos en blanco. -Nunca quise pelear con él, fue una tontería.

Por primera vez no se defendió como un niño pequeño alegando haber sido una contienda injusta, y por primera vez Sei Ah le creyó sin dudas.

-Lo extraño es que a pesar de toda la reputación que te precede hayas caído sin siquiera asestarle un puñetazo.- Lo miraba fijamente, atenta a cualquier tipo de reacción por su parte. -¿Estabas haciéndolo adrede?

Sehun también la miró a los ojos, advirtiéndole con sólo eso que no deseaba continuar con el rumbo de esa conversación.

-El tipo sabe Kung-fu o algo así, podría con cualquiera.

-¿Sabes qué más es raro?- Prosiguió sin tregua. -Oí que a los chicos que amenazaron a Minseok y a Jongdae los expulsaron sin lugar a réplica y sin embargo a ti, después de todos los problemas que has causado y sigues causando, ni siquiera te suspenden.

Se sostuvieron la mirada sin titubeo, un silencio tenso extendiéndose sobre ellos lentamente. Sei Ah no pensaba retroceder, ya no creía en las supuestas amenazas de Sehun, y mientras tanto una parte de este flaqueó, volviéndolo incómodo.

Le entrecerró los ojos. -¿Qué escondes, Sehun?

Un segundo después su teléfono comenzó a sonar. Tardó en contestarlo, más interesada en la respuesta que le daría él, pero parecía haber tomado aquel timbre como una ruta de escape oportuna porque había apartado su mirada y se había puesto de pie con intenciones de irse aparentemente.

-Hola.- Atendió de mala gana sin ver el remitente. Cinco segundos más y lo hubiera acorralado por completo.

Tales ideas huyeron de su mente ni bien oyó la voz nerviosa de Minseok del otro lado.

-¿Qué?- Se puso de pie con el ceño fruncido. -¿La atacaron? ¿Cómo mierda pasó?

-No lo sabemos.- Le contestaron del otro lado. -Con Jongdae preferimos dejarla sola un momento y no ahogarla, ahora mismo entró en una especie de trance... Está sentada allí frente a la televisión, pero dudo que respire.

-Oh, santo Dios.- Blasfemó con fuerza. -¿Dónde están?- Notó cómo Sehun había cesado su huida para verla con el ceño fruncido.

-En casa de Jongdae, no quiso que su madre la viera justo como está.- Suspiró con aflicción. -Quizás tú puedas hablar con ella, Sei.

-Si eso hace que las cosas mejoren lo haré.- Tomó su cabeza en una mano, inquieta. -Mándame la dirección por mensaje, estaré allí en un rato.

Cortó la llamada y se quedó parada sin hacer nada, lamentándose como nunca.

-¿Pasó algo malo?- Incursionó Sehun.

-Al parecer atacaron a Dan Bi.

Frunció el ceño con una mezcla de ira y preocupación. -¿Qué?

-Esto es culpa mía.- Negó martirizada. -No debí dejar que se fuera sola.

Él suspiró. -Ahora mismo eso no importa, me interesa más saber si ella está herida.

-Están con Jongdae ahora.- Sonó su teléfono con un mensaje entrante que leyó. -Y este es Minseok, ¿vendrás?

-Por supuesto que sí.

Sei Ah estaba bastante frenética a pesar de sí misma, no solía perder los estribos con facilidad, se había educado para enfundarse en frialdad ante situaciones semejantes, pero suponía que después de años viviendo allí no podía evitarlo. A fin de cuentas no podía quedarse impasible ante una situación que muy seguramente fuera su culpa. Sehun tuvo que tomar su celular y guiar la dirección por la cual debían ir porque no lograba deshacerse de semejantes emociones dificultosas.

Tocaron la puerta con un poco más de fuerza de la necesaria y aguardaron hasta que Minseok les abrió. Sei Ah se precipitó dentro sin invitación, Sehun la siguió.

-¿Dónde está?- Rebuscó con la mirada.

-Te lo diré si te calmas.- Le dijo él con voz susurrante, sólo entonces se dio cuenta del silencio total que reinaba el lugar. -Ya está lo suficientemente conmocionada, Sei, no necesita que la alteren más.

Lo entendió y posó una mano sobre su pecho para comenzar a respirar con más tranquilidad, no quería que Dan Bi viera esa parte mala. Minseok clavó la mirada en Sehun con curiosidad.

-Ah, estaba con ella cuando llamaste.- Explicó este.

Minseok alzó las cejas y los vio de forma inquisitiva. Tardaron un par de segundos en entenderlo y escudarse.

-Oh, no. No, no, no es eso.- Negaron rotundamente a la misma vez.

Sonrió con diversión antes de indicarles que lo siguieran. Sei Ah lo observó con escepticismo.

-Luces tremendamente indiferente.

Hizo una mueca. -Estoy en una situación similar a la tuya. Si no guardo yo la calma, él terminará por enloquecer.

Llegaron al salón y sobre el sillón la vieron a Dan Bi. Se acercaron lentamente, con precaución. Ella abrazaba sus piernas contra el pecho, no lloraba ni parecía portar emociones desbordantes, se percibía una especie de insensibilidad en su semblante con la mirada clavada en el espacio y su piel más pálida que nunca. Seguramente ni siquiera supiera que había gente en la misma habitación que ella. Tanto Sei Ah como Sehun depararon con horror en su cabello ahora corto, recortado de forma desprolija y desaliñada, algunos mechones más largos que otros dándole una apariencia deplorable y sumamente triste.

Sei miró a Minseok con un nudo en la garganta, él a su vez hizo una mueca con el mismo sentimiento.

-¿Ahora lo entiendes?- Murmuró. -No habla ni hace nada.

Volvió a ver a su amiga con el corazón en un puño y pidió estar a solas con ella, los dos muchachos asintieron en silencio y las dejaron para ir hacia la cocina. Sehun iba a preguntarle a Minseok por Jongdae justo cuando lo divisó sentado sobre la mesada con las mismas pintas decaídas. Se acercó y lo saludó con un afectuoso apretón en el hombro.

-Hola.- Balbuceó desganado.

-¿Cómo estás?- Le preguntó.

-¿Después de recibirla así sin ser capaz de hacer nada útil?- Suspiró. -Creo que estaría deseando exiliarme del planeta o morirme.

-No seas tan duro contigo mismo.- Regañó Minseok con suavidad. -La conmoción fue grande, Dan Bi entenderá cuando todo esto pase.

-¿Cuando todo pase?- Ahora rio con ironía. -Esto nunca acabará, Minseok, mañana por la mañana cuando nos despertemos el mundo seguirá siendo una mierda, y dentro de una semana también... Ella nunca estará segura.

-¿Entonces qué propones? ¿Que se oculte toda su vida o que deje de ser lo que es?- Espetó con más seriedad. -Justo así es como viví toda mi vida y te aseguro que no es ni de cerca lo más sensato.

Jongdae sintió algo romperse dentro y ellos pudieron ser testigos de eso cuando sus ojos parecieron vidriosos.

-Fui la primera persona que la tomó en serio cuando dijo que quería ser una niña, ¿sabías?- Rio de forma temblorosa. -Yo ya lo intuía, una vez la encontré probándose la ropa de su madre frente al espejo.

Sehun se sentó a su lado sobre la superficie fría. -Debió haber sido difícil para ella.

-Lo fue, su padre la abandonó porque no pudo soportar ni comprender el hecho de que su hijo en realidad era una hija.- Se encogió. -No creo que sea una cuestión a entender, simplemente lo aceptas, no es tu vida.

»Su madre en cambio siempre la apoyó en todo; hubo una época en la que sólo había discusiones en la casa de Dan Bi. Su padre era conservador, su madre sólo deseaba lo mejor para su hija... Ellas tuvieron que enfrentar momentos difíciles, pero al final que ese hombre se fuera fue lo mejor.

Borró rápidamente una lágrima que se le escapó sin querer ante los recuerdos que habían comenzado a invadirlo, recuerdos en los que era feliz junto a su mejor amiga, otros que a diferencia desearía borrar de su mente y corazón si pudiera... En medio de toda la ira y frustración siempre existieron momentos dignos de mantener por siempre presentes.

-Viví cada instante con ella.- Dijo con voz quebradiza. -Desde que dejó de ser mi amigo y se convirtió en mi amiga, hasta cuando comenzó su tratamiento y lentamente la vi cambiar... Siempre estuve con ella, yo... Yo le prometí a su mamá que siempre la cuidaría.- Volvió a fregar su rostro con frustración. -Y miren lo que he dejado que pasara, les dejé destruirla.

-Ella no murió, Jongdae, estará afectada, pero no es el final de toda su vida.

-¿Vieron su cabello?- Les cuestionó con indignación y repudio en cada palabra. -¿Saben cuánto tuvo que esperar para tenerlo así de largo? ¿Cuánto tuvo que aguantar cuando los demás seguían creyendo que era un niño y le llamaban marica por dejarse crecer el cabello?

Minseok y Sehun se miraron con pena después de aquel descargo, sin mucho que decir más que concordar con aquel sentimiento de desdicha y rabia.

-Tú... Tú no eres un mal amigo, Jongdae.- Se lo escuchó a Sehun. -Tú eres de las personas más leales que he conocido alguna vez.

-Pero le fallé.- Lo encaró con la misma culpa de antes.

Sehun en cambio le sonrió un poco. -Claro que no, sólo porque unos cuantos idiotas se salieron con la suya no quiere decir que le hayas fallado. Mírate ahora, llorando sobre la mesada de la cocina por su bienestar, lamentándote por no haber estado allí para protegerla...

-Yo no estoy llorando.- Murmuró él fregando su rostro con fuerza.

-¿Crees que un mal amigo se comportaría de esa manera?

-Sehun tiene razón... Extrañamente.

-Oye...

-Todos estamos en tu lugar, Jongdae.- Prosiguió Minseok. -Todos deseamos poder haber estado con ella para evitarlo, pero no pasó así y ahora lo más importante es hacer que se sienta mejor.

Jongdae los oyó en silencio y luego suspiró.

-Supongo que malgastar el tiempo en lamentaciones no sirve de nada ahora.

Los otros dos sonrieron un poco y apoyaron una mano sobre sus hombros como apoyo.

-Siempre fuimos sólo ella y yo. No suelo caerle bien a la gente y Dan Bi es amigable por naturaleza, a pesar de ello nunca fue muy cercana a nadie. Es raro saber que hay otros tan dispuestos como yo a cuidarla.

-Eso es porque ella es una buena persona.

Un par de toquecitos en la puerta los distrajeron y vieron entrar a Sei Ah con un rostro desolado. Sehun y Jongdae bajaron de donde estaban y la alcanzaron a mitad de la cocina.

-¿Pudiste hablar? ¿Te dijo algo?

Asintió lento. -Pasó justo después de que saliera de la tienda.- Habló con voz grave, les evitaba la mirada. -La siguieron por una cuadra y la metieron a un callejón, eran chicos y chicas, bastantes, así que no tuvieron dificultad. Dice que no la golpearon, pero al intentar escapar la sostuvieron con fuerza y la lastimaron un poco, también tropezó un par de veces y se rasguñó las piernas.- Tomó aire y lo largó de forma trémula. -La redujeron para que no pudiera moverse y le cortaron el cabello entre dos con la justificación de que un hombre no debería verse así.

-Qué malditos...- Juró Sehun con el cuerpo tenso de cólera.

-¿Dónde está ahora?

-La llevé al baño para que se arregle un poco, quiso hacerlo sola.

-¿Quiénes fueron?- Cuestionó Jongdae lleno de furia, la pena había mutado a eso. -¿Son del instituto?

-Algunos, sí.- Sei Ah frotó su cuello con abatimiento. -Estaban con el uniforme, otros llevaban ropa casual. No logró verles el rostro porque estaban cubiertos con bufandas y gorras.

-No puedo creer a lo que llegan con tal de demostrar que tienen razón.- Negó Minseok.

-¿Jong?

Cortaron la conversación al oír la acallada voz de Dan Bi. Jongdae salió disparado hacia el salón, encontrándola parada en medio justo frente al televisor. Parecía mucho más calma aunque en sus ojos moraba un gris difícil de olvidar alguna vez. Dio un paso hacia delante, inseguro, los demás aparecieron detrás.

-Yo... Dan Bi, yo...

No lo dejó terminar porque se adelantó y lo abrazó fuertemente por la cintura, tomándolo por sorpresa. Jongdae la rodeó un poco con sus brazos y hundió la nariz en la cima de su cabeza, ella todavía parecía asustada tratando se esconderse en su pecho. Movió su boca hacia la derecha y le habló al oído.

-Lo siento mucho.- Susurró.

-Cállate.- Le respondió. -Lo único que quiero es un abrazo de mi mejor amigo.

Eso lo tocó a muchos niveles, tanto como para volverlo un tonto llorón otra vez, aunque no se dejó derribar tan fácil en esa ocasión. Claro que Dan Bi jamás lo despreciaría. La rodeó más fuerte y le dio el consuelo que necesitaba y que antes no había sabido darle.

Después del horroroso incidente Dan Bi logró pasar el fin de semana sin desmoronarse lo suficiente. Al menos no frente a su madre. Sei Ah la había ayudado acompañándola a la peluquería para darle forma a su cabello ahora corto y que la mayor no desfalleciera de tristeza al saber que su hija fue violentada de semejante manera. Desde ya no le había dicho nada. El viernes cuando llegó tarde a su hogar inventó la excusa de haber perdido la noción del tiempo junto a sus amigos y que además había querido cambiar su estilo y por eso tardó. Su madre compró el discurso a duras penas, siempre supo que amaba el cabello largo, pero no cuestionó demasiado sobre eso.

Más apremiante le fue saber la razón por la cual su mirada estaba más apagada que nunca.

Le dijo que estaba cansada, cosa que tampoco creyó, pero nunca antes le había mentido así que no le quedó más que aceptar sus excusas. El sábado tenía práctica en la pista, sin embargo se tomó el día libre para gastarlo bebiendo té de hierbas frente a la ventana, leyendo libros que había dejado a la mitad y cocinando galletas de jengibre junto a su madre. Cualquier cosa que le trajera paz al alma en esos momentos sería bienvenida, sólo quería quedarse en la tranquilidad y calidez de su hogar y olvidar el mundo exterior que la odiaba sin razones lógicas.

Para cuando el domingo a la noche llegó e inundó su mente impidiéndole ostentar la calma que había alcanzado en los días anteriores, en lo único que podía pensar era en el infierno que sería la escuela el día siguiente. Suficiente tenía con los malos tratos diarios, cuando la vieran con el cabello corto se burlarían como nunca.

Y lo más terrible de todo: Chong Yul volvería el martes.

¿Se habría enterado de su situación a pesar de la distancia? ¿De lo que era? Era lógico que lo supiera ni bien cruzara las verjas del instituto. ¿Qué pensaría? ¿La odiaría por mentirle? ¿Le daría asco saber que estuvo coqueteando todo ese tiempo con alguien como ella?

Tenía más miedo que nunca.

Su madre golpeó en la puerta de su habitación y la abrió un poco cuando no le contestó, estaba en la cama hecha una bola, abrazada a sí misma e inundada de pensamientos pesimistas, por eso nunca la oyó.

-¿Vas a cenar, Bi?- Preguntó con suavidad, como siguió sin poder hablarle encendió la luz y se adentró para sentarse a su lado en la cama. -Hey, ¿desde cuándo no contestas cuando se trata de la cena? Hice estofado.

Dan Bi tenía la mirada perdida en el espacio, sus ganas se habían esfumado hacía bastante, pero de alguna forma se había obligado a continuar con su vida con normalidad porque ¿qué más podía hacer?

Se encogió de hombros. -Iré en un rato.

La mayor hizo una pequeña mueca y miró a su hija largamente sabiendo que las cosas estaban mal. Meditó cortamente y le sonrió, acariciándole la espalda con calidez.

-Hace mucho tiempo,- Comenzó. -Cuando tus abuelos todavía vivían, tuve que tomar una decisión importante para mi vida.

Dan Bi se reacomodó y la vio con curiosidad, ella le asintió con divertida seriedad.

-Ya sabes que vivía en un pueblo, mi familia administraba una granja desde hacía muchas generaciones. Cada hijo se ocupó de hacerlo, era un legado, una tradición.- Explicó llena de lejanas memorias. -Los hombres se encargaban de toda la organización, las mujeres sólo les servían y cosechaban de vez en cuando, pero no tenían permitido tener grandes aspiraciones.

-Pero tú no hiciste nada de eso.- Murmuró siguiendo la historia sin darse cuenta.

Su madre negó. -Yo quería estudiar. Quería mudarme a la ciudad y hacer algo grande. Costó muchísimo, mis padres jamás me entendieron, incluso me repudiaron, pero nunca me retracté.

-¿No querías a los abuelos?

-Ellos fueron todo lo que un padre debe ser.- Confesó con una pequeña sonrisa. -Pero hay momentos en los cuales debes pensar por ti y no por los demás. Si el otro verdaderamente te ama, entonces lo entenderá y te querrá como seas.

Le sonrió con cariño. -Como tú conmigo.

-Ah, pero yo siempre te amé de cualquier forma.- Se agachó y le hizo cosquillas que recibió con risillas mientras se doblaba sobre la cama como una lombriz. Al final se sentó sobre el colchón, llena de una repentina dicha. -Y siempre te amaré pase lo que pase.- Acarició su cabello con ternura. -Así que al final no oí a nadie y seguí mi propio camino en base a mis propias decisiones y deseos.

-Por eso hoy eres una gran profesora de universidad.- Mencionó con orgullo.

Pero la otra negó. -Logré cosas mucho más grandes a raíz de ello. Verás, Dan Bi, todo el mundo debe elegir a diario quién quiere ser o qué quiere llegar a ser alguna vez; si decides ser sincera contigo misma es posible que te topes con mil problemas, pero a veces las caídas no representan dolor, sino libertad.

A esas instancias Dan Bi se sentía tan sólo a un paso de largarse a llorar. ¿Cómo es que su madre aun sin tener idea de lo que ocurría encontraba las palabras perfectas para hacer encajar todo? Intentó sonreírle, pero los labios le temblaban como los de un niño pequeño en llanto, así que de seguro debe haberle salido una mueca extraña, pero no le importaba. Alzó una mano y cubrió la de ella que ahuecaba su mejilla.

-No sé qué te esté pasando ahora mismo, pero nunca dudes de ti misma ni de quien eres. ¿Recuerdas la frase que te enseñé de pequeña?

Asintió. Ambas la dijeron al unísono.

-"Ámate a ti misma y luego deja que ese amor cure todo tu mundo".

Rieron a la misma vez. La mayor juntó sus frentes, intentando transmitirle todo el cariño y la confianza que podía.

-Debes estar orgullosa de ti, dulzura, ¿oíste? Digan lo que digan.

Bueno, eso sí que había acabado en gran parte con sus inseguridades.

Para cuando el lunes se precipitó en un parpadeo no temió a las agresiones que de seguro recibiría. Tenía las palabras de su madre grabadas a fuego en la parte interna de sus párpados, era como si pudiera verla hablando cada vez que cerraba los ojos para parpadear o armarse de coraje. Además sus guardaespaldas personales ingresaron junto a ella como una pared humana que la separaba del mundo hostil. En cualquier otra ocasión le avergonzaría, pero en esos momentos se los agradecía. No tanto por el hecho de defenderla, sabía que nada violento como lo del viernes sucedería dentro de los muros de la escuela, sino por demostrarle que la apoyaban y querían tanto como para protegerla hasta ese punto.

Cualquiera necesita de donde sostenerse cuando se está débil.

Todos la miraron, obviamente, y la mayoría la ignoró después del primer estupor, aunque unos cuantos se rieron como si fuese una broma.

Ella sólo suspiró. -Mi cabello era mi fuerza...- Se lamentó. No podía evitarlo, había cuidado de él como un valioso tesoro.

La prueba de su femineidad.

-Claro que no.- Oyó a Sehun a su lado. -Tu fuerza está aquí.- Aclaró señalando su corazón.

Le sonrió y tomó aquello como más combustible para continuar no sólo con su día, también con su vida.

Para cuando el cuarto período acabó y con él la clase de educación física, todo en lo que podía pensar era en Chong Yul. La jornada escolar del martes estaba cada vez más cerca y los minutos parecían no bastar. Estaba deseando que los días tuvieran cuarenta y ocho horas con tal de retrasar el momento inevitable que tendría que enfrentar tarde o temprano. Cuando salió de las duchas vestida con su uniforme y portando el de gimnasia entre sus brazos estaba demasiado ensimismada, por lo que nunca notó el grupo de cinco o seis chicas delante del espejo arreglándose para volver a la vida escolar.

Se frenó de forma torpe cuando las vio y tragó en seco cuando la vieron a ella fijamente. Desde que había salido a la luz que era transexual evitaba entrar a los vestuarios junto a todas después de educación física para evitar malos ratos, antes no le había importado, pero las cosas habían cambiado. No había visto que esas chicas anduvieran cerca sino habría esperado fuera más tiempo o directamente no se hubiera aseado. Apretó con más fuerza su ropa deportiva y caminó hacia la puerta rápido y sin una sola palabra.

-¿Cómo es posible que siga usando los baños y vestuarios de mujeres?- Oyó un murmullo y se detuvo.

-No entiendo cómo los profesores lo permiten, se lo diré a mis padres, no les gustara nada.

Volteó lentamente para verlas de reojo mientras seguían largando comentarios lacerantes a la vez que aplicaban máscara de pestañas a sus ojos y brillo a sus labios. Aquella conversación que tanto podría herirla no era más que una tontería para ellas.

-Es una perversión.- Dijo otra con desprecio, viéndola disimuladamente a través del espejo. -No puedo vestirme en la misma habitación que un chico.

-¿Ah, no?

Sei Ah salió de la zona de duchas, su división había compartido clase con ellos y pensaba esperarla fuera hasta que termine. La miró con ojos grandes, pero ella estaba más ocupada en fulminar a las otras chicas con su gelidez.

-Fíjense qué curioso porque resulta que yo detesto compartir el mundo con gente que nunca se para a pensar.- Comentó de forma casual, encarándolas con la altivez propia de una reina. -Imagino que debe ser realmente duro perder el tiempo con sus propios pensamientos, ¿no es así?

Ninguna le contestó, sólo la miraron en silencio. Sei Ah enfocó todos los cosméticos que estaban sobre la superficie del lavado y estiró ambos brazos para arrastrarlos y tirarlos al suelo con dureza, rompiendo varios. Las muchachas jadearon con incredulidad y la vieron tiesas.

-¡Estás loca! ¿¡Qué te pasa!?

Sei ladeó el rostro con indiferencia, como si no acabara de hacer absolutamente nada malo. Vio los productos en el suelo y luego otra vez a ellas.

-Deberían tratar de comer un poco de su maquillaje, quizás comenzarían a ser más lindas por dentro.

Quisieron decirle algo, se vio en sus rostros llenos de enojo e indignación, pero Sei Ah tenía la capacidad de amenazar sin una sola palabra, así que se supo que no se atreverían a decirle nada de nada. Ella volteó con la misma gracia de siempre, ondeando su cabello negro en el aire, y enredó un brazo alrededor del de Dan Bi.

-¿Vamos?

Esta le sonrió como si intentara batir un nuevo récord.

-Vamos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top