IV

Minseok se descubrió poco tiempo después sentado sobre la tapa del váter del baño de hombres almorzando... Solo una vez más, claramente.

Le era irónico como antes había pensado que debía avanzar hacia algo mejor y no volver a lo mismo, a la mesa solitaria, pero en su lugar había retrocedido porque no podía concebir comer sobre un inodoro como algo mejor o equiparable. Al menos su mesa en la cafetería no estaba húmeda u olía raro. No le sorprendió sin embargo el rumbo de las cosas, no era como si nunca antes hubiera ocupado un cubículo del baño para esconderse de la gente que lo molestaba o que simplemente estaba ahí... Viéndolo con miedo, juzgándolo, tratándolo como a un monstruo.

La razón por la cual elegía el baño es porque era más privado... Si eso tenía algún sentido. A nadie se le ocurriría buscar allí y lo que menos deseaba era que lo hicieran y lo encontraran, más allá de que no creía ser buscado por nadie en realidad, pero nunca se sabía. Había abandonando abruptamente la mesa de chicos populares, así que era probable que haya herido sus gigantescos egos y en consecuencia arruinaran la poca reputación que mantenía como ser invisible. No quería otra. Y la verdad estaba asustado como la mierda. ¿Qué haría si de verdad los ofendía y comenzaban a molestarlo? Ya suficiente tenía con la presión de ser descubierto algún día como ese famoso muchacho, sus nervios no podían con más.

Sin embargo volver con ellos no era una opción.

Podría echarles la culpa de todo, pero la verdad es que no habían hecho más que vivir sus vidas de la mejor manera que podían. Al igual que él. La culpa debería ser suya en todo caso, que a pesar de no sentirse cómodo se forzó a estarlo y acabó ofendiendo a un chico que no tenía nada que ver con nada, y que no había hecho más que estudiar mucho para merecer ser insultado. Y aunque no había colaborado se había quedado callado y eso lo hacía un cómplice. Había querido decirle muchas veces al chico sin nombre que no pensaba esas cosas horribles de él, ni siquiera lo conocía, pero aunque no había tenido el valor de hacerlo él tampoco lo había dejado. Las mantas de enfado y dureza en las que se había envuelto le hacían imposible acercársele; ahora no era borde porque sí, ahora tenía una razón y eso le molestaba tanto como le dolía.

No porque ya no fuera posible ser su amigo, eso no había sido desde el comienzo, sino por la certeza de haberlo herido.

Cuando salió del baño con una sospechosa charola en la mano uno de esos tantos días tortuosos, suspiró con cansancio y en lo que cerraba la puerta las oyó.

-¿No es ese?- Se frenaron un par de chicas en medio del pasillo después de verlo.

Minseok, aunque desaconsejable, se quedó muy quieto. No era lo más sensato, pero tenía que saber si seguía a salvo por el momento.

-Sí, sí.- Asintió la otra de forma enérgica en un susurro. -Te digo que sí, fui a la primaria con él, estoy segura.

-Oh, mi Dios...

Bien, esa era la señal para huir.

A partir de ese momento no pudo evitar sentir que las miradas se intensificaron. Quizás fueras alucinaciones suyas, pero tenía un prontuario de secuencias similares en su colección personal que justificaba semejante demencia.

Al final no estuvo tan errado cuando escuchó de improviso a varios estudiantes murmurar entre ellos las mismas historias de siempre, una y otra vez: que la sangre, que los antecedentes, que los cuerpos, que las instituciones mentales, las cárceles. Las sabía de memoria, dudaba que alguien pusiera a prueba su capacidad de asombro con nuevas teorías extrañas o suposiciones estúpidas o estrafalarias. Que las supiera no cambiaba que no le afectaran, no directamente a un nivel emocional, hacía tiempo que se había anestesiado contra los rumores que lo perseguían, pero el miedo había aumentado y sus ganas de desaparecer aún más.

Las miradas eran más afiladas, la paranoia aumentaba. Cada que alguien abría su boca alrededor, no podía evitar imaginar la cantidad de cosas que debían decir sobre él. Estaba enfermando otra vez, ya no estaba seguro: su pasado lo había perseguido hasta alcanzarlo.

Esa escuela sería otro cadáver más en su historial absurdamente basto de derrotas. Él era el ganador, claro, irónicamente.

Le había tocado hacer la limpieza del salón junto a un par de estudiantes más, había procurado hacer su parte rápido para no tener que pasar mucho más tiempo junto a ellos. No se comportaban extraño, quizás ni estuvieran enterados de lo que se decía (aunque lo dudaba), pero la inseguridad e incomodidad habitaban su cabeza. Con la escoba en mano y una bolsa de basura en otra debía pasar el patio trasero para llegar al armario del conserje, allí donde los árboles abundaban rodeados por canteros y las flores lo revivían todo alentadas por la primavera. Echó la bolsa en un contenedor de paso y se detuvo un minuto más a admirar el paisaje.

Aquella parte del instituto era muy tranquila, apenas el sonido de una ventisca se oía y no había muchos estudiantes tampoco. Quizás podría usar ese lugar para pasar sus días ocultos a partir de entonces, estaría calmo y casi nadie lo vería. En esos pensamientos estaba cuando oyó el curioso reclamo de un ave.

Cuando vio hacia abajo divisó más allá a un gorrión pequeño intentando emprender vuelo sin éxito.

-¿Qué ocurre, pequeño?- Murmuró cuando se agachó a su lado, intentando verificarlo.

El animal siguió emitiendo llamados de auxilio en lo que aleteaba sólo con un ala, entendió que estaba herido. Extendió una mano para cogerlo, quizás encontrara su nido y podría dejarlo allí o apartarlo del pasillo por donde pasaba todo el mundo, pero intentó picarlo así que se alejó.

-Ya te ayudo.- Dijo en lo que se ponía de pie. Dios lo librara por estar hablando con un ave.

Los estragos de la soledad.

Rebuscó en sus bolsillos por algún pañuelo de tela, siempre mantenía al menos uno con él, podría proteger sus dedos cuando lo cogiera, mas no estaba encontrando ninguno. Debido a su distracción ni siquiera notó a la manada de estudiantes que se internó en el pasillo en su dirección, todos riendo y charlando entre sí. Cuando encontró el retazo de tela se volteó con una pequeña sonrisa justo a tiempo para ver como una muchacha estaba a dos segundos de pisar al animal herido sin darse cuenta.

Pero no lo hizo porque Minseok reaccionó a tiempo... Aunque luego se arrepentiría por completo y para siempre.

-¡No!- Exclamó.

Sin pensarlo y por inercia la empujó con la intención de evitar el accidente, a ella la tomó por sorpresa y sin preparación cayó al suelo de espaldas. Todo quedó en silencio en lo que se volteaban a verlo con los brazos extendidos y tan blanco como un papel. Observó cómo se agachaban a verificar a la chica caída que sostenía su cabeza por el golpe.

Oh, no...

Se cubrió con una mano la boca, turbado. -Y-yo, yo lo...

-¡Qué te pasa!- Le exclamó una de sus amigas, pero cuando lo vio mejor se retrajo.

Sólo entonces parecieron entender ante quien estaban. Minseok creía que podía morirse de un paro cardíaco en cualquier momento, sus músculos estaban tan tensos que le dolían.

Aquí viene...

-Vámonos.- Susurró alguien.

Comenzaron a removerse y se desesperó. ¡No, no, no!

-¡Aguarden! ¡Yo no quise...!

Se movió de forma impulsiva y se retrajeron, el miedo que percibió en sus ojos le atrofió los sentidos y partió su alma. La chica que todavía estaba en el suelo miró de forma nerviosa la escoba que tenía en su mano y luego a su cara otra vez. Tragó saliva con dificultad.

-No... No me hagas nada.- Susurró.

¡Maldición, no! ¡No entienden!

-¡Yo no quiero...!

-¡No, aléjate!- Exclamó antes de ponerse de pie y salir corriendo junto a los demás.

Las miradas que le dieron sobre el hombro mientras se iban le tajearon la piel como astillas de vidrio, dejándole heridas abiertas y punzantes. Le latía todo el cuerpo, todo el interior, como si cada uno de sus órganos internos tuvieran estremecimientos y destellos de dolor esporádicos, pero interminables. Percibió que los pocos que rondaban lo miraban como si fuera el monstruo del armario y corriendo, se alejó de sus juicios.

Cuando estuvo fuera de vista una muchacha se acercó al pequeño gorrión que seguía en el suelo sin recibir atención. Se agachó y en sus manos pequeñas lo cargó sin problemas y con cuidado, el pequeño ni se mosqueó por eso como antes al sentirse verdaderamente seguro.

-¿Dan Bi?

Se volteó ante el llamado.

-¿Qué ocurre?- Él intentó curiosear.

Ella se puso de pie y le sonrió con la dulzura que la caracterizaba, enseñándole el ave protegido entre sus dedos.

Resopló. -Si lo llevas a casa eomeonim se lamentará. Juro que está calva de la cantidad de estrés que le provocas cada que cobijas animales malheridos.

Ella negó con su cabeza, divertida, y clavó una mirada más seria en la dirección por la cual Minseok había huido. Él vio lo mismo y percibió sus ojos tristes, ella lo observó con aquellos orbes grandes y brillantes.

-Ni en tus sueños, Yoo Dan Bi.

Le sonrió enorme. -Yo no he dicho nada.

-No, no.- Negó alejándose. -Ni loco, no sueñes. No.

Ella largó una risilla contagiosa y lo siguió en silencio, sabiendo que en parte ya había ganado.

******

Cuando Minseok llegó a casa por la tarde, temblaba.

Temblaba mientras intentaba coger un calmante del bote de pastillas aun sabiendo que no debía medicarse indiscriminadamente de nuevo, pero tenía que volver a la normalidad otra vez, incluso si era una insensibilización momentánea al menos escaparía un tiempo. Siempre había creído que dormir era el mayor placer de la vida porque por un instante no era consciente de nada y las emociones no existían, los sentimientos de miedo, desesperanza e inquietud, no existían.

Intentó concentrarse con la garganta seca, le dolía tanto que no podía tragar, hasta que una mano se posó sobre la trémula suya y lo detuvo.

-¿Qué estás haciendo?- Dijo su madre con severidad.

Se tensó de pies a cabeza. -Nada.- Balbuceó sin poder verla.

Ella lo soltó y puso su palma hacia arriba. -Dámelo.

Típico, su madre nunca lo forzaba a nada, provocaba que se hiciera cargo de sus propias acciones. Como en ese caso, por ejemplo, que no le quitaba el frasco de las manos, sino que hacía que se lo diera él mismo. Tragó de forma audible y se lo dio, ella suspiró cuando lo dejó a un lado y Minseok se aferró a la mesada de la cocina porque necesitaba cogerse de algo para no perderse. Su madre notó la fuerza con la que se sostenía al punto de volver sus nudillos blancos.

-Oye.- Fue más suave esta vez. -Sabes bien que no puedes medicarte sin supervisión de un psiquiatra.

No la miró ni asintió. No hizo nada. Lo sabía. Guardaron silencio un momento más y ella posó su pequeña y amable mano sobre las suyas, instándolo a que soltase el mármol frío que templaba su cuerpo. Él se movió lento, pero la obedeció. Fue guiado hacia el salón donde se recostó sobre el sillón, su cabeza reposó sobre el regazo de su madre que ocupaba una punta. Ella le acarició los cabellos mientras tarareaba por lo bajo una canción y tuvo que admitir que eso logró aquietarlo bastante. Cerró los ojos y se concentró en el ahora, no en lo que había pasado antes ni en lo que pasaría después.

-¿Quieres contarme qué pasó?- Arrulló la mayor.

Minseok frunció un poco el ceño, no quería salir de su pequeño trance. -No... Ya lo debes imaginar de todas formas.

Silencio.

-Hey,- Le murmuró más cerca del oído. -Un día a la vez, ¿recuerdas?

Ahora sonrió. No pudo evitarlo. Cuando era pequeño y llegaba llorando de la escuela, también como preadolescente cuando su molestia era colosal para enfundar la tristeza, su madre le recordaba lo que en años de terapia había aprendido, pero a veces olvidaba: un día a la vez. Debía vivir así, cuando todo pareciera oscuro o sin salida era sólo ese único día porque mañana sería distinto.

Y si al final era peor, entonces tendría pasado mañana. Y pasado, y pasado, y pasado.

El miércoles había sido horrible, pero el jueves quizás no.

Cuando abrió los ojos, mucho más entero, divisó a Minju agachada a su lado, viéndolo con aquellos ojos tan similares a los suyos, pero que ahora brillaban con una preocupación infundada en aburrimiento para no hacer tan evidente su cariño hacia su hermano mayor.

-¿Otra vez te han molestado?

Parpadeó lento, sintiendo anestesiantes las manos de su madre sobre el cabello. -Algo así.

-Yo ya te dije que me dijeras cuando pasara.- Comentó poniéndose de pie para ejecutar una hermosa patada al aire. -Con mis clases de taekwondo puedo patearle el trasero a quien sea.

Sonrió. -Fuiste sólo dos meses y cuando tenías once.

-La voluntad es lo que cuenta.

Se sentó con la misma sonrisa divertida, su corazón mucho más tibio y tranquilo. Suspiró viendo a su madre a los ojos como si todo aquel día hubiera sido cansador hasta los huesos (que lo fue en realidad). Ella le sonrió suavemente, si había aprendido algo con los años era que perder los estribos junto a su hijo sólo empeoraba las cosas. Le acarició la nariz con un dedo delicado.

-No hay nada malo en ti, Seokkie, nunca lo olvides.

Bueno, al día siguiente podía darle muestras a su madre de que aquello no era tan cierto al final.

-Por eso y a raíz del incidente de ayer consideramos que sería apropiado que visites el gabinete del psicólogo de la escuela, Minseok goon.

Miró con desinterés al director, al lado estaba parado el profesor titular de su clase, ambos viéndolo con bastante pena como para pasar desapercibidos. Lo habían citado durante el receso, al parecer se habían enterado de la chica a la cual supuestamente "había atacado" y querían tomar cartas en el asunto. No pensaban castigarlo puesto que no habían recibido quejas directas ni habían sido testigos, además de que conocían su situación porque sus padres habían hablado al momento de hacer la transferencia, pero dado su historial no querían correr riesgos.

Minseok lo había dicho mil veces.

-Es un malentendido, yo no amenacé a nadie.

Pero fue como si nada.

-Quizás visitar al profesional te ayude en tu situación.- Había insistido. -Tengo entendido que en clase no hablas ni te relacionas con nadie.

Miró a su profesor quien carraspeó.

Al parecer lo creían algún tipo de loco. Bien.

Más tarde se vio frente a la puerta del gabinete del psicólogo escolar. Era bueno que el instituto contara con uno, nunca se sabía cuando podía haber un Kim Minseok en las filas. Quizás miró por demasiado tiempo la madera sin hacer nada porque se encontró siendo ridículo, ¿por qué no entraba? No es como si la experiencia le fuera ajena, tampoco lo odiaba, quizás sí le ayudara al final, pero el miedo era un embrutecedor de mierda.

De repente abrieron y pegó un respingo, el otro también pareció sorprendido cuando lo enfocó.

-Justo venía a verificar si llegabas.- Le sonrió con simpatía. -Me dijeron que vendrías.- Antes de que pudiera decir algo le abrió la puerta de par en par.

Minseok lo vio con cautela antes de adentrarse. Analizó el entorno en lo que el psicólogo se movía hacia su silla detrás del escritorio, había un gran ventanal que daba al patio más grande, al estar en el segundo piso las ramas pobladas del árbol más cercano daban contra el vidrio. Únicamente la luz del sol iluminaba resaltando los marrones de diferentes tonalidades, ocres y colores crema que predominaban, volviéndola una habitación armoniosa y apacible, digna de una descanso. Además de un escritorio y sillones, también había una biblioteca mediana contra una de las paredes y una especie de diván.

Era de color burdeos. Le gustaba el burdeos.

-Ubícate donde gustes.- Mencionó mientras escribía en un par de papeles.

Volvió a echar un vistazo y optó por dejarse caer sobre el sillón rayado frente al escritorio del otro lado, justo frente a él. Abandonó lo que hacía rápidamente para prestarle atención, viéndolo con una sonrisa comedida: ni muy grande, ni muy pequeña. Justa. Minseok suspiró demasiado largo, haciéndole entrecerrar los ojos de forma graciosa.

-Pareces agotado.- Comentó.

-Algo así...

-¿Quieres estar aquí?

Volvió a suspirar. -Sí... No sé. Me da igual en realidad.

-Mm...- Asintió viéndolo con detenimiento. -¿Qué tal si te presentas? Me agradaría saber algo sobre ti.- Dijo tomando una libreta y un bolígrafo.

Minseok contuvo las ganas de volver a exhalar aire. -Kim Minseok. Dieciséis años. Una madre, un padre, una hermana menor.- Y acabó.

Sin embargo el psicólogo, que había estado asintiendo a la par que escribía, se había detenido y seguía con el bolígrafo sobre el papel, esperando algo más. Minseok pensó que era una lástima para él que tuviera que tratar con un ser tan plano y mísero. Por fin alzó su vista ante el silencio para mirarlo a los ojos.

-¿Hay algo que hagas además de la escuela?

Oh, cierto. -Soy dibujante.- Había olvidado ese detalle.

Hubo otro largo momento de silencio que Minseok no toleró más por su reciente falta de paciencia.

-Mire,- Dijo reacomodándose. -Sé cómo funciona esto, usted se sentará allí y me dirá que no soy el del problema, intentará convencerme de ello y yo me iré de aquí fingiendo que le creo.

El otro ni se mosqueó. -¿Eso piensas?

-Ajá.- Se cruzó de brazos. -He pasado por infinidad de psicólogos antes. Sé que sabe por qué estoy aquí, sé lo que le han dicho. Al igual que el resto del mundo piensa que soy un delincuente sanguinario o un antisocial peligroso.

Le sonrió de la misma forma simpática de antes. -Yo no creo eso.

Lo miró de reojo. ¿Ah, no?

-Creeré lo que tú me digas.- Apoyó la quijada sobre sus dedos entrecruzados.

Lo vio con recelo. -¿Entonces por qué estoy aquí?

-Para lo que quieras.- Se encogió. -¿Quieres hablar de todo? ¿No quieres hablar de nada? ¿Quieres sentarte allí y cuestionarme? Tu espacio, tu herramienta. La usas como quieres.

Se echó sobre el respaldo del sillón con una sonrisa incrédula.

-Entonces...- Lo observó con detenimiento. -¿Es un negligente que fingirá hacer su trabajo?

Ahora rio, un sonido pequeño. Al parecer no le molestaba su honestidad a la hora de hablar y eso era un punto a favor.

-Tú no te preocupes por eso, Minseok goon.- Hizo rodar su bolígrafo entre dos dedos de forma ágil. -Ya me encargo yo de mis métodos.- Antes de que pudiera decir algo prosiguió. -Me nombraste a tu familia, ¿no tienes a alguien más aparte de ellos?

Lo vio con ironía. -¿Usted qué cree?

-Lo que tú me digas... Si es que decides contarme algo.- Apoyó una mejilla sobre su mano.

Minseok no pudo contenerlo otra vez: suspiró. -No tengo amigos, no tengo nada.

-Lo supuse.

Lo vio con mucha fijeza. -Yo no estoy loco.

-Nunca creí que lo estuvieras.

Se relajó muchísimo más sin proponérselo. Al final salió de allí sin haber dicho ni recibido nada importante.

-Puedes venir cuando quieras, Minseok goon. Siempre estará abierta la puerta.

Pero un poquito menos tenso a como había comenzado el día.

Sé que estos caps. son súper cortos, pero irán viniendo cada vez más largos, promise ❤. Gracias por estar aquí en cada actu. ¡Nos vemos el lunes!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top