III

Un día nuevo, otra lucha por evitar vomitar durante el almuerzo.

Y no por la comida, esta era bastante buena, sino debido a la gente por la que se vio rodeado de un día para otro. ¿Era demasiado pretencioso si decía que prefería volver a sentarse solo a estar junto a aquellas personas estiradas y soberbias? Al final Lee Ohn no había dejado de invitarlo y de la nada se había convertido en algo así como un miembro de la mesa genial, aunque era evidente que más allá de que su trasero tenía una silla allí no era parte del círculo ni de la cima de la pirámide. Todavía. De todas formas y aunque siempre aceptaba sus invitaciones, odiaba pasar el rato ahí. El almuerzo duraba alrededor de una década junto a ellos y era tortuoso.

En más de una ocasión había tenido el impulso de ponerse de pie y marcharse con malos modos, pero se retenía. Se retenía porque le daba pánico volver a la mesa desolada. A veces miraba su antiguo lugar desde donde estaba y parecía tan lejano y oscuro que le causaba escalofríos y se repetía mil millones de veces como un niño asustado que no quería eso otra vez, no quería regresar a ese lugar que de alguna manera sentía que era su lugar, como si la silla llevara escrito su nombre de forma macabra. Si iba a cambiar necesitaba algo mejor, no retroceder hacia lo peor.

Y por eso se obligaba a sentarse allí y fingir que le gustaba la compañía de unos jóvenes cuyas únicas aficiones eran las fiestas, emborracharse y armar de una tontería el drama más gigantesco de la historia. A pesar de todo y si no le prestaba atención a los comentarios pedantes, era agradable ver cómo congeniaban todos entre sí, riéndose, entendiéndose, siendo felices... No era lo que había esperado, pero seguía siendo más y prefería un millón de veces sentir la presión de un cálido muslo contra el propio, dándole la certeza de que había alguien a su lado, que el frío de un destino tristemente fehaciente.

-Eh... No sé de qué estás hablando, la verdad.

Salió del ensimismamiento al escuchar la voz de Lee Ohn, la única compañía agradable en el mar de majadería. La vio delante, siempre la tenía bastante cerca por suerte, no sabía lo qué haría en caso contrario. Ella se notaba un tanto sonrojada, cubriéndose el rostro de forma bastante coqueta mientras las demás chicas le sonreían.

-Sé que sabes.- Le dijo una con picardía y entonces lo enganchó viéndolas. -Vamos a preguntarle a Minseok ssi, ¿verdad que es así?

-Para.- Le terció Lee Ohn, pareciendo más incómoda de la nada.

Minseok no entendía, se había perdido de todo después de oír las crónicas repetitivas del fin de semana pasado, básicamente lo mismo de siempre: fiesta, borrachera, chicas lindas... Vacío.

-¿Cómo?- Cuestionó.

Ella se inclinó ignorando a su amiga. -Estábamos hablando del desperdicio que representa el hecho de que Lee Ohn no esté interesada en ningún chico.

Minseok arqueó una ceja viendo a la susodicha con intriga, ¿debería importar algo como eso si quiera? No es como si las mujeres estuvieran obligadas a buscar hombres como si sus únicos objetivos en la vida fueran cosas como casarse y tener hijos. Desde su punto de vista eso era absurdo e insultante y le sorprendía que Lee Ohn no dijera nada al respecto, aunque luego de verla mejor pudo discernir un poco (bastante) de fastidio en su expresión forzada.

Obviamente no dijo nada de lo que en realidad pensaba... Y sonrió.

-Me pregunto si así será.- Su tono fue exagerado en el afán de pretender ser "amable", pero claro, nadie lo notó.

Uno de los chicos resopló. -¿Y por qué le preguntas a él y no a nosotros que la conocemos mejor?

Buen punto, déjale la basura a quien se baña en ella sin inmutarse todos los días.

La muchacha puso los ojos en blanco. -Pues porque no serán objetivos. En esta mesa son todos unos calentones de mierda, al menos una vez se le han insinuado.

Quizás sonara como un insulto, pero no, señor, porque en vez de ofenderse los varones rieron orgullosos.

Lee Ohn había comenzado a trastabillar en su fachada, dejando más a la vista su disconformidad. -De verdad no creo...

-Es que tu eres perfecta.- Siguieron ignorándola como si nada, aunque Minseok sabía que no lo hacían a posta, sólo eran un tanto... Obtusas.

-¡Eso, eso! Eres bonita y amigable, nunca te he visto ser mala con alguien.

-Y tus notas son muy buenas también.

Comenzaron a bombardearla con halagos y se relajó un poquito más, riendo con pena. Minseok frunció el ceño, sintiendo que algunas cosas no cuadraban del todo. Es verdad que Lee Ohn era agradable y guapa, pero creía que se equivocaban un poco tildándola de un ser impoluto. Había veces en las cuales la veía rodar los ojos con aburrimiento ante comentarios idiotas o, justo como el otro día, prodigar insultos de manera sutil, además de aquellas expresiones de desagrado que enfundaba en sonrisitas gentiles. Claro, el único que se daba cuenta de todo era él porque para los demás pasaba desapercibido por completo.

Desde el primer instante había sabido que Lee Ohn no pertenecía a ese ambiente al igual que él. La cuestión era, ¿qué hacía allí entonces? ¿Estarían en la misma situación? Le era difícil de creer, pero...

-¡Por la Batalla de Yavin!- Exclamó de la nada sin darse cuenta. -¿Es eso postre de chocolate?

La emoción le brotó de los poros cuando vio el recipiente en la charola de una de las muchachas del frente porque desde que había pisado la cafetería el primer día había esperado poder coger algo de postre, sin embargo siempre llegaba tarde y tenía que conformarse con la horrible gelatina caliente que nadie quería. Había creído que aquello era como el tesoro nazi escondido detrás del códice masónico, pero estaba en presencia de uno en todo su esplendor.

-Qué suerte.- Murmuró metido en sus propios pensamientos.

Aunque una risa burlona lo sacó de su mundo. Se dio cuenta de que todos lo estaban viendo como si fuera un extraterrestre y por un momento no entendió qué pasaba, hasta que volvió sobre sus pasos y lo supo.

Maldito George Lucas.

-¿Por la batalla de qué?- Resopló uno de los chicos.

-Válgame, no tengo idea.

-¿Acaso eso es de Star Wars?- Asomó la cabeza de otro.

Minseok se sintió con esperanzas de un momento a otro y le sonrió con timidez. -¿Conoces?

-Hombre, no.- Pareció tanto incrédulo como divertido. -El fracasado de mi primo ve esas cosas, en la escuela se la pasa sin amigos por ser así de rarito.

Todos rieron y quiso que la tierra se lo tragase. Vio de reojo a Lee Ohn con vergüenza, era la única que no reía y se veía seria.

-Quizás sea algo propio de la gente así.- Largó una el comentario mordaz.

Y mientras se sentía peor que nunca siguieron con sus vidas como si nada.

******

Minseok era tan feliz con su nueva espada de juguete.

El cielo era bonito, los pájaros cantaban. Estaba arriba del pasamanos, siempre había amado ese juego en especial porque era de los pocos en pasarlo todo sin rendirse a la mitad o temerle a la incipiente altura. Sentado allí arriba el viento se intensificó y el cielo comenzó a volverse negro. No lo notó del todo, no hasta que una imagen gigantesca y oscura sin rostro se cernió sobre él, causándole pavor. Lo miró paralizado y con las piernas temblando, de repente tuvo el impulso de ocultar su precioso juguete ante la amenaza de que se lo quitaran.

Era suyo. Su regalo.

¡No!

Había gritado cerrando los ojos con fuerza, y cuando los abrió el día volvía a ser normal y la sombra ya no estaba.

En su lugar había sangre. Mucha sangre.

Sangre que brotaba y corría por el suelo como ramificaciones oscuras del río Estigia y un par de ojos enormes que lo veían y parecían brillar de forma macabra entremedio de una completa oscuridad. Y luego había gritos. Y chillidos. Y dedos señalándolo... Pero él no entendía lo que sucedía, estaba confundido.

"¡Asesino!"

Justo cuando la acusación se extendía con un eco dentro de su cráneo despertó en mitad de pesadas exhalaciones y mucho sudor.

Vio alrededor y entendió que estaba en el sillón del salón de su casa, se había echado a ver televisión un rato y había caído rendido, el aparato todavía estaba encendido mostrando en pantalla a un grupo de pop que bailaba y cantaba en un programa en vivo. Se fregó los ojos con fuerza y gruñó, hacía muchísimo tiempo que no sufría pesadillas de ese tipo. ¿Por qué justo ahora y en esos momentos? Su mente era jodida. Se puso de pie y odió darse cuenta de que temblaba, chasqueando la lengua lo ignoró y fue rumbo a las escaleras, su remera estaba mojada de tanto sudor y le urgía un baño, mas al percibir con su olfato el aroma delicioso de la cena no pudo evitar hacer una parada en la cocina.

Se asomó y vio a su padre frente a la estufa revolviendo varias ollas con un delantal blanco atado a su cintura mientras silbaba una canción por lo bajo. Cuando su madre trabajaba hasta tarde era su padre quien se ocupaba de cocinar y viceversa.

Se adelantó en silencio y él lo vio de soslayo.

-Hola, campeón.- Saludó sonriente.

Siempre le decía así... "Campeón". Aunque fuera el mayor perdedor del planeta entero siempre sería eso para el tipo.

-Eso huele como el paraíso con mil ángeles.- Tuvo que alegar.

-¿Quieres?- Le ofreció la cuchara para probar la salsa que estaba calentándose.

Se adelantó y tomó el utensilio entre los dedos, pero la entereza le falló cuando dejó ver cómo la mano (y el resto del cuerpo en realidad) le temblaba de forma violenta, no podía ser capaz de acercar la cuchara a la olla en consecuencia. Se tomó la muñeca con la otra mano y enseñó los dientes, rechistando. Su padre se lo quedó viendo antes de quitarle el instrumento y hundirlo en la salsa, se lo puso delante de los labios luego de soplarlo un poco.

-Di "ah".

Minseok se quedó quieto, sintiendo más aversión por sí mismo en ese momento que en toda su vida. Al final acercó la boca y probó.

Asintió y se limpió las comisuras con el pulgar. -Delicioso.

Su padre no dijo una sola palabra, sólo sonrió devuelta en lo que seguía vigilando la comida. Minseok por otro lado y sin saber muy bien por qué no se movió del lugar, o quizás sí sabía, sólo que era demasiado terco para aceptarlo sin ser empujado. Al final su silencio tenso funcionó porque el mayor giró para sacarse el delantal sin dejar de mirarlo con aquella expresión de "eres lo más precioso para mí". No le gustó porque le hacía querer llorar y no deseaba volverlo todo peor.

-¿Qué pasa?- Preguntó con suavidad.

Pero antes de que pudiera detenerse ya estaba rodeándole la cintura de forma apretada mientras hundía el rostro sobre su pecho, intentando sentir algo de calor, aunque sea un poquito. Él le correspondió.

-Ya, ya.- Acalló con un arrullo.

-No estoy llorando.- Siseó Minseok con malhumor.

-¿Ah, no?- Le arqueó una ceja.

-Ugh...

Estuvieron algunos segundos así, abrazándose. Minseok era un gran, gran, gran niñito de mamá y papá cuando la ocasión lo ameritaba. No sabía por qué estaba haciendo algo tan vergonzoso, no era como si su vida se hubiera vuelto peor, era más de lo mismo, y sin embargo... Los brazos de su papá le daban reconforte y le hacían olvidar un poco su situación.

Sólo un poco.

Se separaron y no tuvo el valor de mirarlo a los ojos, él le acarició el cabello con ternura.

-¿Me dirás qué pasa?

Frunció el ceño a su pecho. -¿Tú qué crees?- Terció con dureza impresa en la voz sin quererlo.

Su padre, mientras tanto, no flaqueó en su sonrisa ni un instante. -Lo sé, es sólo que hay todo un protocolo para esto.

Minseok no dejó de fruncir el ceño cuando lo miró a la cara. -¿Más convenciones sociales para aprender?

El mayor largó una carcajada y le apretujó las mejillas con ambas manos, volviendo su rostro algo entre adorable y gracioso.

-Siempre serás un niño, como cuando tenías cuatro.

Dicho esto, lo dejó y fue a chequear la cena una vez más. Minseok no podía decir que siguiera de malhumor, pero continuó viéndolo con un entrecejo profundo.

-¿Eso es todo lo que me dirás?- Le espetó, pero antes de dejarlo hablar comenzó a largarlo todo. -¿Después de unirme a esa mesa asquerosa rebalsada de chicos y chicas superficiales que no tienen nada mejor qué hacer en la vida que comportarse como simios?

-¿Qué mesa?

-Porque en serio, yo ya no tengo idea de qué carajo hacer.- Negó de forma histérica. -Si soy agradable según lo impuesto entonces nadie me nota, pero si soy yo mismo me aborrecen. ¿Es que no hay nada en el mundo que caiga bien?- Comenzó a rondar la cocina como un poseso ante la divertida mirada de su padre.

-Minseok, si no has tenido amigos hasta ahora es sólo porque la oportunidad no se ha dado.

-Oh, claro, porque el mundo pelea por hablar con el asesino maldito de un niño.- Escupió con odio. Se odiaba, sincera y profundamente.

Su padre ni se inmutó y sólo se encogió. -No todas las personas son así de prejuiciosas, en algún momento llegará gente que vea más allá y comparta tu retorcido sentido del humor, y entonces ya no estarás solo.

-No me basta.- Siguió. -Necesito tener la certeza de que algo tan inverosímil como eso sucederá.

Él estaba de brazos cruzados apoyado sobre la mesada, veía a su hijo con ojos compasivos, pero por mucho que deseara hacerse cargo de sus asuntos para que no sufriera las cosas no funcionaban así, por lo que sólo podía esperar pacientemente a que todo cambiara. Sabía que Minseok no era una mala persona, de hecho, era precioso al igual que su hija menor, estaba seguro de que que le aguardaban grandes cosas y un impecable y feliz futuro. Lo sabía en los huesos, era la intuición de padre.

Sólo debían tener un poquito más de paciencia.

Chasqueó la lengua y ladeó el rostro con aires más serios. -Debes esperar.

-¿Más?- Le chilló.

-Sí, más. Nada está mal contigo, hijo.- Aseguró con voz grave, supo que funcionó porque lo vio titubear un tanto. -No sé qué rayos está pasando en la escuela, pero si hay algo que siempre voy a recalcarte es que nunca dejes de ser tú mismo en el afán de caer bien. Al final el único infeliz serás tú, ¿y todo para qué?- Volvió a encogerse y se giró para ver si el caldo necesitaba más especias.

Minseok quiso resoplar de forma maleducada como un caballo. Eso era algo que decía alguien a quien amigos y compañía no le faltaban y podía darse el lujo de ser libre sabiendo que había gente que lo querría de todas formas. No era su caso, para nada.

-Y deja de ver a los demás chicos como idiotas, sólo son adolescentes.- Llamó la atención.

Ahora sí chasqueó la lengua. -Si pasaras tan sólo una hora con ellos quisiera ver si dirías lo mismo.

-Soy un adulto, es obvio que sí. Llegó una carta para ti por cierto.- Le sonrió sobre el hombro. -Seguro te alegrará echarle un vistazo, está sobre la isla.

-Inspirador, padre.- Le dio media sonrisa irónica, tomando el sobre y leyendo el remitente.

Se hizo el silencio por un largo rato. Su padre lo miró con ambas cejas alzadas, sabiendo que había previsto bien su reacción.

-¿Y bien?

Pero Minseok estaba demasiado absorto leyendo la inesperada invitación de una revista para publicar su material como para que su mente hiciera espacio para algo más.

******

-Oye, Minseok, ¿tú estás junto a la rata del escritorio, no?

Aquel comentario hacia su persona lo alejó de sus preciadas cavilaciones. Había estado dándole vueltas y más vueltas a la carta que en esos momentos reposaba sobre el escritorio de su cuarto, pensando alternativas y considerando si en serio estaba seguro de aquello y si realmente sus guiones y dibujos eran lo suficientemente buenos. Era muy rebuscado quizás, pero sentado en la mesa de los Neandertal cualquier pensamiento era más divertido de generar que escucharlos a ellos.

Prefería nadar en los confines de las aguas tétricas y profundas que inundaban su mente retorcida.

O algo así.

-Eh... ¿Te refieres a mi compañero de ciencias?- Había estado a punto de llamarlo "chico sin nombre", pero lo consideró a buen tiempo.

-Sí, el cerebrito que nunca deja su escritorio.

-Me da miedo de lo raro que es.- Una de las chicas fingió un escalofrío.

-¿Qué sucede con él?- Sonrió con inseguridad.

El chico se le acercó con una sonrisa burlona, como si fuera a decirle el plan del siglo. -¿Te animas a jugarle una broma?

Oh, no...

-Oigan.- La voz de Lee Ohn resonó de forma firme, cuando Minseok la vio notó que tenía el ceño fruncido, cosa inusual. -Eso no está bien, déjenlo, ahora.

Algunos se rieron ante su repentino ataque de seriedad.

-Ya, Lee, no te pongas así.- Dijo el tipo arrastrando las palabras con chulería. -Es sólo un nerd como otro más.- Entonces se giró hacia su amigo. -En todo caso se lo merece, ¿no?- Bromeó.

Pero Lee Ohn no parecía para nada complacida. -¿Por qué se las toman contra él? No se atrevan a molestarlo.

Ahora le arquearon una ceja. -¿Qué pasa? ¿Acaso lo conoces que tanto lo defiendes de la nada?

Eso la hizo volver a sus cavales de un momento a otro, pegó un respingo y abandonó toda la valentía y el hastío que la habían impulsado, pintando una sonrisa más casual y relajada en su rostro.

-Sólo creo que no deberían ser tan malos, chicos.- Prosiguió más calma.

Minseok alzó una ceja, sabiendo que allí había algo de lo que se estaba perdiendo. Más bien, todos se lo estaban perdiendo. Los chicos parecieron abandonar las repentinas ideas absurdas y continuaron con las otras ideas absurdas, volviendo a sonreír.

-Sólo será una bromita, ¿verdad que no le hará mal a nadie?- Preguntó en general, recibiendo sonrisas burlonas. -¿Qué dices, Minseok?

Dio un salto en el sitio, pensó que la atención había sido desviada de él, pero no. Comenzó a sudar sin saber muy bien cómo proceder a esas instancias, sabía que nunca sería capaz de herir a alguien sólo porque sí, así que no sabía cómo explicarle eso a un muchacho que creía que, por el contrario, era la idea más brillante.

-Verás, yo...

-¿Qué? ¿Eres su amigo?

-No lo creo, en realidad...

-Por supuesto que no.- Resopló una carcajada. -¿Quién querría estar al lado de alguien tan lamentable?

Volvieron a reír y Minseok sonrió apenado, sin saber dónde mierda meterse, pero eso no fue lo peor porque cuando dirigió la mirada más allá, pudo ver ni más ni menos que a su compañero de banco en ciencias sosteniendo una charola en ambas manos mientras los veía, escuchando cada una de las palabras dichas. Su gesto era rígido en lo que sus ojos se posaban sobre él con odio, no miró a los demás, sólo a él. Yoo Dan Bi estaba a su lado como de costumbre y lo observaba con pena, al final lo tomó de un brazo y se lo llevó con ella, aunque tardó un rato en desviar la mirada.

-¿Y bien? ¿Qué...?

-No me siento bien.- Se puso de pie rápidamente. -Creo que iré... Ya saben...- Rio de forma tonta y salió corriendo como si el infierno le besara la planta de los pies.

Okay, aquello había sido horrible.

Para la próxima clase de ciencias estaba nervioso como la mierda. Ya no se sentía molesto por tener que lidiar con un chico rudo y malhumorado, ahora se sentía cobarde. ¿Qué le diría? ¿Le diría algo? Quizás sólo se quedaría callado como de costumbre o le importaría tan poco que ni lo comentaría, pero en el fondo sabía que no, aquella mirada llena de rencor que le había calado hasta los huesos se lo había dejado claro por completo. Y la verdad que si quería decirle de todo menos lindo no se resistiría, estaba en todo su derecho.

Había actuado como un imbécil allí.

Se sentó lentamente y sin dejar de verlo con ojos recelosos. Estaba igual que siempre concentrado sobre su libreta de tareas, escribiendo con total diligencia. Aclaró la garganta seca.

-Hola.- Pronunció con voz ahogada.

No le contestó. Okay, estaba bien, ese día no pensaba reclamarle nada. Se mordió el labio y siguió observándolo de soslayo, no demostraba ninguna emoción vehemente por su presencia, no notaba enojo o desagrado, se veía como siempre. ¿Debería sentirse aliviado?

No, claro que no, así no funcionaban las cosas.

-Yo... En la cafetería...- Comenzó sin saber qué iba a decir realmente. -De verdad...

-Cállate.

-Bien.

Él dejó su bolígrafo de forma brusca a un lado mientras el corazón de Minseok aumentaba de ritmo. ¿Por qué se sentía tan panicoso?

-Contéstame una cosa,- Prosiguió sin verlo, rebuscando en su mochila y sacando un libro. -¿Eres nuevo aquí, no?

Estaba a punto de darle un ataque nervioso.

-Sí.- Murmuró.

Esperó algo más, pero volvió a guardar silencio en lo que leía algunas páginas. ¿Acaso estaba jugando con la poca estabilidad mental que poseía? Dando tantos rodeos... Si quería darle una lección, regañarlo o matarlo a golpes que lo hiciera rápido y sin pensarlo, diablos. Humedeció con la lengua sus labios resecos e intentó pasar saliva a pesar del nudo doloroso en su garganta.

-De todas formas, quería decir que...

-Dije que no hablaras, ¿acaso además de ventajero y oportunista también eres un inepto?

Golpe bajo.

-Pero yo...

-No quiero egoísmo moral en mi vida.- Siguió implacable. -Y menos las palabras de alguien que se vende a dos centavos por una compañía de mierda.

Si había querido decir algo más, lo que sea, se lo guardó bajo cien llaves. Creía que aquello había sido una buena señal de que ya no tenía que intentar nada, no valdría la pena de todas formas. Lo había golpeado figurativamente desde que se había sentado y esas últimas palabras lo habían noqueado.

Ahora podía verse tirado en el piso y sangrando de forma miserable.

A partir de ahora nos veremos todos los sábados, lunes y miércoles.

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