EXTRA III
JunSei ♥
En medio de una de sus clases prácticas, aquellas infernales en las cuales debía hacer grupo obligada para llevar a cabo informes eternos, Sei Ah lo único que podía hacer era golpetear su bolígrafo contra su cuaderno con nerviosismo y malhumor mientras sus compañeras de estudio lo único que hacían era hablar sin parar. No le caían mal, eran buenas chicas, bastante agudas a decir verdad, pero le enervaba sobremanera el tópico de ese día: amor, es decir, novios, es decir, algún que otro desliz en alguna fiesta perdida del fin de semana.
Hacía muchísimo que el amor en sí se había vuelto un tema a evitar... De hecho, desde que había comenzado mínimamente a experimentarlo fue un dolor en el trasero.
-Él es tan, pero tan lindo.- Una de ellas se echó sobre el respaldo de su silla, su mirada soñadora hacia el cielo. -De verdad, creo que podría casarme con él.
-Wow, ya está enloqueciendo, ignórenla.- Otra, la que estaba más cerca, cubrió su rostro con ambas manos y se dirigió al resto. Su amiga se la quitó de encima y comenzaron a reír.
Sei Ah quería estampar su rostro contra el banco y desaparecer. No podía escucharlas ni un segundo más. No había nada de malo en lo que conversaban, el problema era ella y su cabeza. Que hablaran sobre asuntos amorosos y chicos le recordaba cosas indeseadas, y cuando la razón de su malestar era todavía más evidente, lo único que lograba era enfadarse mil veces más con ella misma.
-¿Qué hay de ti, Sei?
No tenía idea del rumbo de la conversación, pero cuando dejó de golpear el bolígrafo histéricamente y levantó la vista, tenía los ojos de todas encima. Desde ya, imaginaba a qué se referían, y sólo pudo soltar su bolígrafo, suspirar pesadamente y removerse con incomodidad.
-Es un tanto difícil...- Fue lo única respuesta que se le ocurrió para caracterizar de alguna manera su situación.
Una de las muchachas ladeó su rostro. -¿Te han roto el corazón?
Sei Ah no quiso contestar, tampoco es que tuviera una respuesta, pero al parecer su cara la delató porque enseguida pusieron gestos indignados.
-Oh, cariño, sea lo que sea, olvídate de él.- Terció otra con un ademán despectivo de su mano.
-De todas formas, ¿quién osaría dejar a Sei Ah?- Una frunció el ceño con desconcierto.
-¡Es verdad! Mirarla incluso me provoca ganas de "experimentar"...- Argumentó su compañera, otra de ellas le lanzó besos sugestivos a modo de broma y empezaron a reírse otra vez.
Sei se quedó callada, abrió la boca, pero al instante volvió a cerrarla. Lo único que atinó a hacer fue a sonreír un poco. Ojalá pudiera reír y cachondearse como ellas sobre el tema, le encantaría poder decirles que sí, que no entendía cómo es que algo como eso podría pasar, aun si fuera en tono de broma, pero simplemente no le salía. Allí, viéndolas a todas con atención, ahondando en sus estilos, en sus facciones y en la forma de comportarse, era obvio que no estaban en las mismas ligas. Sus compañeras eran todas delicadas, pequeñas y súper lindas, le encantaba mirarlas, ellas eran el tipo de chica a la que pensarías dos veces en abandonar.
En cambio ella...
-Como sea, yo le diría a ese desubicado que se vaya de viaje, tengo un lugar turístico que le sentaría como anillo al dedo para recomendarle: a la mierda.
Ahora todas estaban tonteando y no tuvo más que reírse y unírseles, porque su mala fortuna no podía arruinarle el resto de cosas que sí funcionaban bien.
Ese mismo día por la tarde continuó reflexionando sobre el tema una y otra y otra vez, aun cuando se dijo a sí misma que ya tenía suficiente de teorías estúpidas y maquinaciones que no llevaban a ningún lado. Siguió pensando, siguió intentando buscar culpables por cualquier lado, reevaluó sus acciones desde el momento uno por millonésima vez, y a pesar de que había estado haciendo exactamente eso desde hacía meses (años, si tuviera que ponerse más rigurosa), no importaba qué, siempre llegaba a la misma solución: matar a Oh Jun Seo era su nuevo objetivo en la vida. Bueno, con hacerle muchísimo daño y que sufriera estaba más que bien... Que llorara desconsoladamente era un plus tentador.
Claro, primero tendría que encontrar al gusano donde fuera que estuviera escondido en esa ocasión, ironizó a su pesar.
Hacía siete meses exactos que no sabía nada de él, y aunque todas las noches se decía a sí misma que lo haría a un lado de una buena vez y seguiría con su vida normalmente, no podía. Simplemente no podía. Sentía como si gran parte de su corazón hubiera quedado anclado a él... Y era inconveniente y angustioso, sí, pero también molesto como la mierda.
No tener noticias suyas no era novedoso a decir verdad, siendo honesta su relación con Jun Seo (si es que hubo alguna) siempre fue igual. Al comienzo no tenían nada en común, pero luego del primer beso pensó que quizás las cosas cambiarían de algún modo, no volverse novios en un parpadeo, pero tal vez... No lo sabía, tan sólo un escueto indicio de que era de su interés habría bastado, pero él seguía desapareciendo de la nada y por largos períodos de tiempo sin siquiera enviarle una señal de humo, sin hablarle, sin prometerle nada... A esas instancias eso era lo que tenían después de un largo, largo tiempo: nada.
Sei solía llenarse de ira durante esos lapsos. Lo maldecía, le deseaba lo peor, no tanto por su actitud en sí (que también) sino por lo que le hacía sentir. Detestaba sentirse como si algo le faltara, detestaba no tener idea de lo que él quería, detestaba encontrarse con toda una tarde libre por delante y pensar que, de otra manera, bien podría estar con él pasando el rato. No le gustaba cuando todo parecía recordarle que el chico que le gustaba no daba una mierda por ella, y no le gustaba para nada echarlo de menos cuando sabía que él no se merecía ni siquiera un pensamiento suyo.
Pero a pesar de todo ese embrollo de emociones negativas y altamente corrosivas, el verdadero problema era cuando por fin aparecía. Por alguna extraña razón él siempre iba a verla, siempre; cuando llegaba de tomar cursos fuera de la ciudad o del campamento (solía dar clases de Educación Física en campamentos de larga duración para niños y adolescentes), no importaba cuánto tiempo estuviera fuera, Jun Seo siempre iba a visitarla primero. Y no importaba cuán enfadada estuviera, cuando él regresaba con esa idiota sonrisa encantadora y le demostraba de muchas maneras que, al parecer,en verdad era importante en su vida, simplemente no sabía qué carajo pensar y se rendía.
Cosa número mil doscientos que odiaba de Oh Jun Seo: la volvía una débil estúpida.
Reevaluó las razones de su comportamiento unas mil veces, incluso mientras elongaba antes del partido amistoso que tendrían ese día con otra universidad, seguía pensando en las posibles causas de su alejamiento, o más directamente, por qué la evitaba. Porque era evidente que eso era lo que hacía en su mayoría, de otra forma no volvería con ella en cada oportunidad que tenía.
Jun Seo era demasiado parecido a su hermano: ambos se veían amigables y dados al trato, pero al mínimo intento de adentrarte en sus mentes, eran un completo misterio.
-Andas en las nubes, Choi, que poco conveniente.
Se irguió al instante de forma imprudente, había estado estirando sus isquiotibiales y con un movimiento como ese podría fácilmente lesionarse, pero es que la voz a su lado la sacó completamente de sus cabales. Paseó los ojos por el resto de la cancha y entre el mar morado y blanco del uniforme de su equipo, descubrió pequeñas vetas de azul y dorado.
Cerró los ojos, estaba tan fuera de su mente que nunca se preocupó por saber a quiénes enfrentarían ese día.
-Si no te avivas, te haré pedazos en un par de minutos.
Volteó lentamente para ver a Moon Kyu Hee a su lado, estirando sus tríceps. No la veía, pero mantenía esa infame sonrisilla altanera y de menosprecio en sus labios.
Deshizo la posición con lentitud y por fin le devolvió la mirada. -Sabes que no es mi estilo tener piedad, a pesar de que seas mi adorada dongsaeng.
Sei negó y volvió a lo suyo, estirando sus músculos y concentrándose, no podía perder los nervios en momentos así, tenía que rendir adecuadamente. De todas formas, no pudo evitar lanzarle una pequeña puya, no estaba en ella callarse la boca y menos después de una obvia provocación.
-No te contengas, puedo contigo.- Murmuró después de unos segundos de silencio.
De soslayo, pudo ver cómo Kyu Hee sonreía más grande.
-Con que puedes conmigo ¿eh?- Otro lapso de silencio y entonces lo dijo: -¿Dentro y fuera de la cancha?
Sei no pudo evitar tensar todo el cuerpo, mala decisión teniendo en cuenta que estaba intentando lograr todo lo contrario. Sintió que sus mejillas se coloreaban y chasqueó la lengua, fastidiada consigo misma por ser tan cría de no poder controlarse, pero sabía exactamente de lo que estaba hablando y eso la puso nerviosa a niveles impensados.
Se irguió y la miró. -No juegues conmigo.
Kyu Hee hizo lo mismo, sólo que muchísimo más inexpresiva y tranquila que ella. -No lo hago.
Una pequeña batalla para ver quién de las dos alejaba la mirada primero, Sei Ah perdió. Intentó ignorarla con todas sus fuerzas durante los segundos restantes, pero era demasiado difícil, ¿quién podría tener a Moon Kyu Hee al lado y no quedarse atontado? Por las cortas miradas de reojo que le envió, pudo notar que estaba pensativa, como si estuviera considerando algo.
-¿Tienes novio?- Le preguntó entonces, directamente.
A pesar de habérselo esperado, Sei volvió a tensarse. No tanto por el cuestionamiento en sí, sino porque aquello le hizo recordar la situación en la cual estaba, había olvidado a Jun Seo por un par de minutos mientras estaba concentrada en hablarle a su unnie de toda la vida como si nada y no morir devergüenza en el intento. ¿Tenía un novio o no? Ni siquiera ella lo sabía y honestamente tenía ganas de golpear o destruir algo como método antiestrés, era demasiado frustrante.
Kyu Hee por su lado había dejado de lado el precalentamiento y se había quedado viéndola hacer mohines y gestos de malhumor poco disimulados, entonces no le quedó más que reírse. Sei Ah la encaró entonces, con el ceño fruncido y las mejillas azoradas, y tuvo que refrenarse para no hacer más de la cuenta.
Su dongsaeng era demasiado.
-Bueno, realmente no me importa si tienes uno o no.- Balbuceó entre vestigios de diversión, ahora ambas se veían fijamente sin evadirse de alguna manera. Se rascó una mejilla y volvió a sonreírle. -No me importaría pasar el rato contigo.
Sei tardó un buen rato en caer en cuenta, no porque no hubiera comprendido, sino porque no podía salir del estupor.
-¿Tú...?- Su rostro se tornó más rojo todavía. -¿De verdad tú estás...?
Kyu Hee se encogió, ahora sí desviando un tanto su mirada. -¿Por qué no? Nos lo pasaríamos bien.
La otra frunció el ceño. -Después de las cosas horribles que has hecho, ¿qué te hace pensar que optaré por prestarte atención?
Entonces, Kyu Hee le dio una media sonrisa de párpados caídos completamente impune y sin ni un gramo de arrepentimiento. -Sólo tengo la ligera impresión de que nos divertiríamos bastante juntas.
Alguien la llamó en ese mismo instante y Sei dio gracias a todos los santos por ello porque no tenía idea de lo que tendría que haberle respondido, ¿y cuán jodido era eso? La vio irse, su paso parsimonioso, su altura imponente, sus miembros finos que podrían engañar a cualquiera, pero que a la hora de la verdad poseían una fuerza bruta impresionante. La vio hablar en la lejanía con una de sus compañeras, la vio pasar una mano por su cabello oscuro, notó que lo había recortado aún más que como acostumbraba llevarlo...
Se dio la vuelta y cubrió sus ojos con una mano, ¿en serio estaba considerando su propuesta? Tenía que ser una broma... Aunque no podía negar que Kyu Hee siempre fue terriblemente atractiva, le gustara o no le gustara. De todas manera, ¿qué hacía cediendo a la seducción de una persona que le desagradaba? Además, se suponía que estaba con alguien más... Creía.
-Ugh, odio todo...- Gruñó, casi a punto de ponerse a gritar del fiasco.
Se cuestionó qué pensaría Jun Seo de Kyu Hee. Era muchísimo más similar a ella que a sus compañeras en la universidad, ¿le parecería un poco atractiva?Muy probablemente la razón por la cual no le interesaba era porque no lucía como una niña linda y femenina con la cual cualquier varón se volvería loco por salir. Era más bien el tipo de chica a la cual los hombres consideraban una de dos cosas: una amenaza o una grandiosa amiga.
-Bueno, a la mierda con eso.- Gruñó antes de patear con demasiada fuerza una caja en medio de la acera que recorría después de una de sus prácticas vespertinas.
Se quedó viendo el pedazo de cartón destrozado pensando que: a) se le había pasado la mano, y b) que jamás en la vida cambiaría para agradarle a un tipo por muy enamorada que estuviera... Y eso la llenó de poder tanto como de tristeza, porque aunque no renunciaría a su libertad, de verdad, de verdad quería gustarle a Jun Seo.
Muy a su pesar...
-¿Sei Ah ssi?
Un escalofrío potente subió por su espalda, tensándola como una vara. Sus hombros subieron tanto que casi alcanzan a tocarle las orejas, sus dedos se crisparon a los lados de su cuerpo, sus ojos podían fácilmente salirse de sus cuencas, toda su fisionomía era un reflejo de su estado mental en ese mismo instante. Antes de girarse, intentó relajarse al menos un poco y no parecer a punto de sufrir un ataque. Llenó de aire sus pulmones y bajó los hombros, estiró los dedos de sus manos y, muy lentamente, volteó a ver a la persona detrás de ella.
Jun Seo ladeaba el cuerpo de forma adorable con las manos unidas tras la espalda, tenía una expresión curiosa y, cuando por fin conectaron sus miradas, sonrió de una manera tan aliviada y llena de dicha que casi se le escapa un gemido lastimero de la garganta. Sus labios temblaron, sus ojos se pusieron brillantes, y el primer impulso que tuvo fue el de correr hacia él y meterse entre sus brazos, abrazarlo hasta quitarle el aliento y sentir su presencia rodeándola.
Jun Seo desvió la mirada de ella a la caja deshecha y le sonrió más grande. -¿Interrumpo algo?
Sei Ah parpadeó y guardó silencio, entonces y de la nada, comenzó a ver alrededor en busca de algo, quién sabe qué. Jun Seo volvió a ladear su rostro con interés.
-¿Buscas algo?
-Sí.- Le respondió, acercándose a uno de los canteros. -Necesito algo que sirva para arrancarte la cabeza.
Fue entonces cuando él aligeró la tensión en sus hombros que había pasado desapercibida y suspiró disimuladamente, tragó saliva con bastante dificultad y se le acercó titubeante a riesgo de perder la vida. Trató de sonreírle, pero no le salió tan bien como de costumbre, sabía que Sei tenía razón en enfadarse y en querer golpearlo, posiblemente fuera por eso que no podía comportarse como siempre.
-¿Podemos hablar?- Preguntó, ella lo ignoró, entonces se acercó un paso más. -Creo que será lo mejor que...
Sei lo miró, y si no fuera porque sabía que las miradas no podían matar, de verdad hubiera creído que estaba a un segundo de tener un paro cardíaco. Ella lo mantuvo congelado e imposibilitado con sus ojos, los mismos ojos fríos y poderosos de siempre, Jun Seo pudo percibir detrás de su hostilidad que en verdad se sentía dolida, y quiso ponerse de rodillas e implorarle perdón, decirle que se lo explicaría todo, que sólo lo escuchara una vez, pero Sei Ah lentamente alzó un brazo y lo señaló con un dedo acusante. Él alzó ambas manos por inercia, de alguna manera sentía que estaba siendo apuntado con un arma.
-No te me acerques, grandísimo imbécil.- Gruñó con los dientes apretados.
Y antes de que se animara a hacer algo, se dio la vuelta y se alejó, dejándolo con mil palabras en la boca e inmóvil bajo los efectos de su gelidez y veneno.
Luego de ello, Sei continuó recibiendo mensajes y llamadas de él. Al otro día cuando despertó, estos continuaron llegando y ella continuó ignorándolos. Se la pasó maldiciendo y de malhumor. Le asustó que por un momento haya estado a punto de lanzarse sobre él como si nada, por fortuna había logrado reaccionar a tiempo. Quería detestarlo y hacerse la dura, pero la única realidad era que estaba herida de verdad. Le entristecía su actitud, no lo entendía y su orgullo le decía que no tenía por qué escucharlo aunque fuera lo más sensato.
Esa misma mañana apagó su teléfono y tomó las clases matutinas, como llegó temprano a su casa y faltaba bastante para el entrenamiento de la tarde, decidió salir a correr para liberar estrés y deshacerse de las ganas que tenía de destruir todo a su paso. Dio toda una vuelta al parque a trote ligero, sus mejillas habían comenzado a encenderse por el ejercicio, hacía calor, pero debido a su estado le faltaba bastante para sentirse mínimamente cansada.
Entonces, cuando comenzaba con la segunda vuelta, lo escuchó.
-¡Hey!
Se frenó en seco con el corazón alborotado del susto, vio a Jun Seo detrás de ella y frunció el ceño con incredulidad y molestia. -¿Qué carajos?- Murmuró antes de darse la vuelta y continuar su camino como si no hubiera visto nada.
Jun Seo comenzó a trotar a su lado. -Necesito que hablemos.- No lo miró, pero su voz se oía en verdad desesperada, no le dijo nada y él siguió. -Por favor, no me ignores. De verdad, yo...- Suspiró pesadamente. -No voy seguirte más, tampoco te llamaré, sólo necesito que me escuches una sola vez y te juro que nunca más me verás si así lo quieres... ¿Sei Ah ssi?
Sei Ah chasqueó la lengua cuando sintió un nudo en la garganta, entonces echó a correr como si la persiguiera el mismísimo demonio. Al cabo de unos buenos segundos, maldijo por olvidar que estaba junto a un profesor de Educación Física recibido y con la misma capacidad de aguante que ella, por mucha ventaja que intentó sacarle, él seguía igual de cerca como si nada.
Se frenaron al mismo tiempo, con ambas manos sobre las rodillas y respirando pesadamente.
-¿Puedes...? ¿Vas a oírme?- Preguntó él entre pesadas exhalaciones.
-¿Quieres morir, idiota?- Le gruñó en el mismo estado. -¿Ahora recuerdas que tengo un teléfono al que puedes contactar? ¿Ahora quieres hablar? No... No jodas...
-Es parte de lo que quiero explicarte también.
-Pues, mira tú qué cosas, que ahora se me ocurre que no tengo ganas de escucharte.- Se irguió en toda su estatura cuando se recompuso un poco y se cruzó de brazos, alzando la barbilla con arrogancia. -¿Qué irás a decir en todo caso? ¿Me vas a contar dónde mierda estuviste estos siete meses? O mejor aún, ¿por qué no me lo dices todo de una maldita vez?
Jun Seo frunció el ceño. -¿Todo?
-Así es, a partir del comienzo, todo. ¿Te piensas que esta situación es algo de ahora? Desde que nos conocimos estuvimos dando vueltas, Jun Seo, y eso no es culpa de nadie más que de ti.
Él achicó los ojos como si algo dentro le doliera de una forma terrible, movió sus labios como si la información le pesara en la boca, pero aun así no dijo nada. Lo único que pudo hacer fue mirarla a los ojos, ser valiente y escuchar lo que fuera que ella tuviera que decirle en silencio, porque tenía todo el derecho de gritarle, incluso podría darle vuelta el rostro y preferir no estar cerca de él nunca más. Lo aceptaría resignado, por supuesto, pero cuando ella terminara, hablaría, porque no se iría a menos que lo oyeran también.
-¿Tienes idea de lo insegura que me has hecho?- Le espetó Sei, desmoronando un poco su fachada y pareciendo en verdad abatida. -No te entiendo, jamás te entendí a pesar de todos estos años... ¿Diría que juntos? Pero no lo sé la verdad, me confundes, Jun Seo. Me confundes, me haces enfadar, y quiero golpearte hasta sacarte sangre.
Hubo un corto silencio en el que ninguno dijo nada. Jun Seo suspiró, dejó caer los brazos con resignación y luego despeinó todo su cabello en un gesto frustrado. Todavía con los dedos enredados en las hebras oscuras, la miró a la cara con los párpados caídos y ligeramente avergonzado.
-Sei Ah ssi, sí sabes que no podía ponerte un dedo encima mientras estuvieras en la escuela, ¿verdad?
Y esa clara y contundente frase fue como el golpe necesario para que Sei Ah cayera en cuenta de todo, incluso de lo que no había notado hasta el momento. Su espalda se puso bien recta de repente y descruzó los brazos, observándolo con los ojos bien grandes y de una manera completamente diferente.
Por supuesto, ¿en qué momento dejó de lado el tema de la edad? Jamás le importó siendo honesta, pero era obvio que a Jun Seo sí cuando era seis años mayor que ella. De sopetón, comprendió demasiadas cosas, demasiadas pistas que habían estado allí todo el tiempo. Jun Seo siempre mantuvo la distancia durante las pocas veces que se vieron, lo hizo de forma bastante disimulada a decir verdad, siempre fue demasiado encantador y divertido como para notarlo, pero viéndolo en retrospectiva tenía sentido cuando evitaba sentarse muy cerca de ella, se deshacía del agarre de sus manos casi enseguida, se mantenían siempre en lugares concurridos y compartían algún que otro beso inocente y nada más...
-¿Tú...? ¿Por eso fuiste de caliente a frío conmigo todo el tiempo?
Jun Seo mordisqueó su labio con ansiedad, un gesto terriblemente fuera de lugar en él teniendo en cuenta que era de las personas más distendidas y desestructuradas que había conocido. -Yo quería estar contigo... ¡Quiero estar contigo!- Se corrigió al instante. -Pero te respeto, siempre te respeté, Sei Ah ssi, no iba a cagarla por mis anhelos.- Frunció el ceño con aflicción. -Deseaba muchísimo estar junto a ti, pero debíamos esperar; no fui capaz de cortarte el rostro, no tuve el coraje, así que me la pasé intentando mantener la distancia hasta que...- Negó quedamente. -No lo sé, hasta que te cansaras de mí, supongo.
La decisión que Jun Seo tomó fue sensata, lo admitía, no sólo por los graves problemas que le hubiera traído en caso contrario, sino porque su propia madurez no era la misma después de haber crecido. La Sei Ah de los dieciséis no era la misma Sei Ah de los veintiunos. Si en aquella época le hubiera platicado acerca de esto, probablemente se hubiera enojado y encaprichado, nada hubiera salido bien.
Pero eso no quitaba que se sintiera estúpida y un tanto timada.
-¿Y no podrías haberlo platicado conmigo cuando acabé el secundario?
Él se la quedó viendo con atención, notó que su voz ya no era tan hostil y que su postura no estaba a la defensiva, así que se animó a sonreír con un poquito más de confianza, acercándose un par de pasos disimulados.
-Probablemente fue un error no hablarte del tema.
-¿Probablemente?
-Está bien, lo fue, pero no quise subestimarte, sólo intentaba hacer las cosas bien, ¿me entiendes?
Sei Ah se abrazó como método de defensa, como si sus propios brazos cubriéndola pudieran salvaguardarla de la presencia de Oh Jun Seo, una presencia poderosa al punto de hacerla titubear en cada paso, en cada palabra, hasta en cada pensamiento. Él estaba más cerca, ¿en qué momento había acabado con la distanciasegura? Lo miró a los ojos a regañadientes, percibiendo enormes y aturdidoras oleadas de angustia, deseo y cariño, una mezcla extraña y confusa que rellenó todos los espacios en blanco que le imposibilitaron vivir con normalidad los años pasados.
Y es que la razón principal por la cual nunca quiso darse por vencida con Oh Jun Seo más allá de las frustraciones y la ira, fue porque cada vez que lo miraba a los ojos, percibía una adoración y una lealtad honestas fluyendo de él.
-¿Sei?
Se giró abruptamente y su corazón comenzó a latir muy rápido de la nada. -¿Kyu Hee?- Susurró.
Efectivamente, esta estaba a unos tres metros de ellos, ataviada con ropa deportiva, sudada y con la respiración alterada. Algunos de sus cabellos se le pegaban a la cara y se quitó los cascos de los auriculares cuando se adelantó varios pasos, viéndolos con interés. Observó a Jun Seo abiertamente y de arriba abajo, y sólo cuando acabó su escaneo sonrió con suficiencia.
-¿Fue debido a él que me rechazaste, Sei?- Preguntó sin afectación alguna.
Sei Ah se puso roja hasta el nacimiento de su cabello, ocultó su rostro tras una mano y le negó, indirectamente pidiéndole que parara y también, contestándole a su pregunta. Dio un vistazo de reojo a Jun Seo, este miraba a Kyu Hee con la misma curiosidad.
-¿Quién eres?
-Sólo una vieja amiga de Sei Ah.- Se encogió la otra.
Sei se le acercó con impetuosidad y la cogió de un brazo. -No lo empores, por favor.- Le pidió en un susurro.
Kyu Hee la vio largamente a los ojos, entonces se apartó para ver al otro más atrás. -¿Por qué? ¿Acaso tu noviecito no aguanta un poco de competencia?- Cuestionó en un tono exageradamente alto a propósito.
-¡Unnie!
Jun Seo sólo se rio. -Estoy bien con eso.- Mencionó antes de encogerse.
Ella le dio otro corto vistazo antes de rodear la mano que apretaba su brazo. -Está bien, tonta, sólo bromeaba.- Le dijo en voz baja antes de poner una mano sobre su cara y apartarla, entonces miró una última vez a Jun Seo como si fuera un pedazo de basura en mitad del camino y siguió trotando como si nada.
Sei Ah suspiró con desgano, ¿por qué se sentía más cansada que cuando jugaba un partido de dos horas sin descansar ni un solo cuarto? No había dado ni dos vueltas a la plaza y ya quería volver a su casa para echarse y no hacer nada más por el resto del día.
-Bueno, yo en tu lugar sí me hubiera engañado...- Oyó comentar divertido a Jun Seo,se lo encontró viendo cómo Kyu Hee se alejaba.
Lo empujó. -No había nadie a quien engañar porque nunca fuimos nada, ¿lo olvidaste?
Él volvió su atención a ella y pareció afligido cuando abrió la boca. -No te lo pedí antes porque...
-Lo sé.- Lo frenó.
Un largo momento de silencio en el que sólo se dedicaron a verse con los sonidos del parque de fondo. Algunos juegos chirriando, un par de perros ladrándose más allá mientras sus dueños los paseaban, algún que otro auto pasando por la calle junto a ellos.
Jun Seo mordisqueó sus labios. -¿Qué edad tienes, Sei Ah ssi?- Le cuestionó aunque ya lo sabía.
Ella frotó sus brazos, un tanto cohibida. -Cumplí veintiuno este año.- Murmuró, paseando su mirada por todo el lugar.
En un suspiro, Jun Seo estuvo muchísimo más cerca que antes, tanto que tuvo que inclinar su rostro para poder encararlo de frente. Él levantó una mano y ella se estremeció por dentro aun cuando ni siquiera la había tocado todavía y no tenía idea de lo que haría, al final hizo hacia atrás los cabellos de su larga coleta que estaban descansando sobre su hombro. El gesto fue tan delicado que apenas lo sintió.
-¿Sería demasiado descarado de mi parte pedirte que seas mi novia?- Ella sólo se lo quedó viendo directamente a los ojos con una fijeza que lo conmovió y lo puso muy nervioso. -Es-está bien si decides que no quieres saber nada, y-yo sólo quería intentarlo porque de verdad estoy loco por ti... Estoy loco por ti, y sé que no soy lo mejor, pero al menos te...- Se atragantó con las palabras. -Te quiero de verdad.- Balbuceó abochornado. -Y... Pues...
Paró cuando Sei repentinamente descansó la frente sobre su amplio pecho. -Cállate de una buena vez.- Le dijo, debilitada. -Eres peor que tu hermano.
Jun Seo rio, aunque fue más un acto nervioso que de dicha. Su corazón estaba latiendo demasiado rápido, era la primera vez en muchísimo tiempo que Sei estaba así de cerca, alzó las manos y comenzó a moverlas en el aire, indeciso sobre si estrecharla entre sus brazos bien fuerte como quería o mantener la distancia por el momento hasta que ella le diera pruebas vehementes de que estarían bien juntos. Estaba muriéndose de ansiedad en esos momentos.
-Es... ¿Debería tomar eso como un sí o como un tal vez? ¿Como un no?
Sintió cómo sus brazos le rodeaban la cintura con lentitud, sus manos lo acariciaron durante todo el trayecto hasta su espalda y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Abrió grande los ojos, se preguntó qué demonios había sido del Jun Seo que se la pasaba con mujeres y jamás había tenido una reacción semejante aun en las situaciones más íntimas.
De verdad estaba hecho un desastre por Choi Sei Ah.
-¿Volverás a irte?
Tragó, sentía la garganta seca. -No, ya no.
-¿Comenzarás a tomarme en serio?
Se animó a rodearla afectuosamente con sus brazos. -Claro que sí.
-Ya tienes la respuesta entonces.
Jun Seo se aguantó chillar de forma aguda por la extrema felicidad y en su lugar le salió un gemido acallado igual de vergonzoso. Sin poder contenerse, paseó una de sus manos sobre la espalda de Sei y la internó en su nuca, haciendo que se inclinara y acabara hundida en la curva de su cuello de forma perfecta. Entre sus brazos se sentía terriblemente menuda y eso lo impactó bastante, Sei Ah siempre se veía demasiado gigante de una manera simbólica, como si nada ni nadie pudiera alcanzarla o tomarla de alguna manera.
Sei no podía mentir y decir que después de esa tarde llegó a su casa de malhumor, porque la realidad era todo lo contrario. Hasta sus padres le preguntaron si había sucedido algo bueno aun cuando había procurado disimular su estado de idiotez inducida, justamente, por otro idiota.
-¿A dónde te gustaría ir para una cita?- Le había preguntado Jun Seo por teléfono al cabo de una semana separados por sus exámenes, él la había llamado cada día después de sus entrenamientos.
-Hmm...- Sei se había quedado viendo en el espejo de su tocador hasta llegar a la conclusión de que no tenía idea. -¿Cuál sería un sitio adecuado para una cita?- Había balbuceado más para sí misma que otra cosa. -¿La playa?
-¿Quieres visitarla?
-No lo sé... ¿Estaría bien?
-No me importa tanto el lugar, sino estar contigo, Sei Ah ssi.
Sei había cortado lo más rápido posible tras una afirmación para que no se notara lo nerviosa que estaba.
Un par de días después, tenía su merecido tiempo libre lejos del estrés de la universidad y de un novio que no sabía si era novio (y que al final lo era), sentada justo a su lado en su auto. No iban muy lejos, sólo harían un corto viaje hasta la playa más cercana y pasarían el día juntos, volverían antes del anochecer y ya. Lo miró mientras conducía, notó que Jun Seo tenía las manos amplias rodeando el volante, todo él era grande y alto, pero sabía perfectamente que era demasiado suave en todos sus gestos. Se sintió rara con un extraño cosquilleo en el estómago,no podía apartar sus ojos de él. También había recortado su cabello, extrañaría jugar enredando sus dedos allí...
Jun Seo la vio de soslayo y enfrascada en su propio mundo ni cuenta se dio. Le dirigió entonces una rápida mirada y una pequeña sonrisa, una casi tímida podía decir, y luego le guiñó un ojo, sacándola repentinamente del ensueño y haciéndole notar lo embobada que se había quedado sin querer. Resopló, se cruzó de brazos y desvió los ojos a través de la ventanilla para no dar cuenta del furioso sonrojo en sus mejillas.
-¿Todavía sigues enojada conmigo?
-No me molestes.- Le murmuró, la verdad es que algo de rencor aún le quedaba.
-¿Aun cuando ya somos novios y todo?- No le contestó. -¿Qué podría hacer para que te sientas mejor?
No pensó contestarle, pero tampoco pudo quedarse callada como si nada, tenía que decirle algo.
-No necesitas hacer nada especial.- Susurró. -Sólo... Quédate donde pueda verte, bueno para nada.- Lo último fue casi inentendible, pero él pareció escucharlo porque su sonrisa se hizo más grande. A diferencia, no pareció tener la misma necesidad de responderle porque se quedó callado.
Sei amó todo lo que pasó durante las horas siguientes, aunque no fue demasiado, para ella significó muchísimo. En algún momento mientras paseaban, Jun Seo le señaló algo, no recuerda qué, y naturalmente la tomó de la mano y la atrajo más cerca, cosa que ella notó claramente, pero que él intentó hacer pasar como un gesto casual. Después de ello no volvieron a soltarse. Consumieron algo cómodamente en un puesto de comida callejera y finalmente recorrieron la orilla del mar en silencio. Ella se descalzó y se entretuvo mojando sus pies.
Jun Seo estuvo bastante tranquilo todo el rato, incluso en ese momento parado a su lado tan sólo observando el horizonte, pero entonces la vio de reojo y se acercó para soplarle en la oreja, ella se la frotó y no le prestó atención, él no se rindió y volvió a molestarla.
Sei cubrió su oído por inercia y le frunció el ceño. -Para.
-Yo no he hecho nada.- Alzó las cejas con expresión inocente.
Ella chasqueó la lengua y pretendió seguir en lo suyo, entonces él chupó uno de sus dedos y se lo metió en el oído. Sei Ah jadeó, tomada por sorpresa.
-¡Jun Seo!
Él le sacó la lengua y se fue corriendo a sabiendas de que ella lo perseguiría y así fue. Sei lo siguió con claras intenciones de jugárselas de vuelta, pero el estúpido era demasiado rápido y no podía alcanzarlo, así que fingió herirse el pie emitiendo una pequeña exclamación y agachándose. No tuvo que fijarse si el otro había caído o no, en un parpadeo lo tuvo al lado preguntándole si estaba bien, entonces aprovechó la marea para meter la mano en el agua salada y salpicarlo con ella.
Jun Seo gruñó y cubrió uno de sus ojos, ahora fue Sei quien estuvo frente a él intentando hacer que se lo enseñase.
-Lo siento, ¿estás bien?
-Auch, me arde...- Se quejó entre morisquetas infantiles.
-A ver...- Ella apartó su mano y lo hizo agacharse para ver si se había irritado con el agua de mar. Sopló suavemente. -¿Mejor?
Él hizo un quejido adorable y asintió, al cabo de un rato abrió los ojos y Sei encaró su mirada cercana. Su corazón latió muy rápido, Jun Seo era un hombre extraordinariamente guapo y en esos instantes estaba entre sus manos, viéndola con fijeza a los ojos. Antes de poder reaccionar, él se acercó y, después de frotar sus narices cortamente, le dio un beso en los labios. Cuando se separó, la dejó más colorada que nunca, cosa por la cual resopló, pero de todas formas no se separó, no tuvo las fuerzas suficientes para hacerlo, en su lugar hizo lo mismo y también lo besó, muchas veces, sin parar.
Había estado queriendo hacerlo desde hace muchísimo.
Se separó luego de un largo rato disponiendo de su boca como si le perteneciera, que Jun Seo se dejara hacer con completo gusto la emocionó un poco. Aclaró su garganta. -¿Nos vamos? Se hará más tarde.
Él se irguió y sorbió por la nariz, volviendo a ver el horizonte, ligeramente azorado. -Claro.
Durante el camino de vuelta Jun Seo se mantuvo coreando todas las canciones que pasaban por la radio incluso cuando eran de géneros muy disímiles. Sei se lo quedó viendo en más de una ocasión con una sonrisa idiota en la cara y sin poder decirle que se callara aunque fuera terriblemente fastidioso... A decir verdad, era bastante divertido. A él le daba muy igual en realidad, de vez en cuando se giraba y le cantaba algunas líneas, haciendo gestos exagerados a posta, ella sólo podía reírse, Jun Seo era como un niño muy grande.
-¿Oyes eso?- Se distrajo en medio del concierto, había escuchado un ruido extraño en medio de toda esa música desafinada.
-¿Qué cosa?
-¿No es el auto?
Jun Seo frunció el ceño y bajó el volumen de la radio, agudizando el oído y notando que efectivamente sí había algo sonando de forma continua y molesta.
-Maldición...- Redujo la marcha. -Tengo que parar, ¿está bien?
Sei se encogió. -Claro.
-Hace tiempo tengo problemas con la suspensión, pero me preocupa más el sobrecalentamiento.- Señaló una parte del tablero, Sei no entendía mucho de autos, así que miró sin saber. -No debería ser así.
-¿Es muy malo?
Jun Seo se estacionó a un lado de la carretera y alzó las cejas en consideración. -Ajá. Iré a ver qué ocurre.- Le sonrió y le dejó un pequeño beso en la frente como si fuera a irse por un largo rato.
A esas alturas, Sei casi no tenía capacidad de reacción para las acciones repentinas de Jun Seo, así que sólo se lo quedó viendo mientras abría la puerta y salía. Vio cómo el capó ocultaba su imagen y, lejos de poder quedarse quieta mientras un problema ocurría, también se bajó y fue con él aunque honestamente no podía ni identificar qué de todo ese armatoste metálico era el motor. No dijo nada, se mantuvo a un lado mientras Jun Seo se ayudaba de la linterna de su teléfono para identificar la causa de la temperatura alta.
Hizo una mueca. -A simple vista no hay nada.
-¿No puedes ver más de cerca o...?- Intentó meterse bajo el capó, pero él puso un brazo frente a ella y la alejó.
-No puedo, tampoco debería tocar nada, todo esto está hirviendo, podría herirnos grave.- Sei, prudentemente, se alejó todavía más. Jun Seo posó un dedo bajo su quijada y quedó viendo su auto, pensativo, entonces lo rodeó y caminó hasta la ruta. -Ah, carajo...- Fregó su cabello.
Se puso a su lado y observó lo mismo: manchas oscuras sobre el asfalto. Parpadeó y lo miró con curiosidad, ¿eso debería significar algo? Siempre había manchas así por las calles. Él negó, frustrado, y la miró con un pequeño fruncimiento en sus labios.
-Estoy perdiendo aceite.
Sei asintió lentamente, no pensaba molestar haciendo más preguntas tontas. -¿Qué quieres hacer?
-¿Te molestaría esperar una grúa? Faltan muchos kilómetros y dudo que logremos llegar sin destruir el auto en el intento, podría fundir el motor si seguimos así y no tengo aceite de repuesto.
-Está bien, no tengo problemas con ello.
Él pareció inseguro. -¿De verdad? Podría llamar a un taxi para que vayas a casa.
Chasqueó la lengua y le asestó un duro guantazo en el hombro. -¿Qué tonterías dices? Me quedaré contigo y punto.
Aun con la poca luz que había logró notar cómo se la quedó viendo con una expresión a todas luces idiota, cosa que la hizo rodar los ojos, no había dicho nada raro ¿verdad? Entonces él le sonrió y no pudo evitar hacerlo también, dándole un amistoso puñetazo en el hombro. Jun Seo se excusó para hablar por teléfono y de mientras esperó apoyada contra la puerta del acompañante, cuando volvió, largó un gran suspiro mientras guardaba su celular en uno de los bolsillos traseros de su pantalón.
-¿Vendrán?
-Tardarán unas dos horas, quizás más, estamos bastante alejados, pero vendrán.
Sei vio hacia arriba, hacia el cielo. -Está muy estrellado, en medio de la ruta se nota muchísimo.- Comentó.
-Sí...- Jun Seo asintió quedamente, pero no estaba mirando el cielo, estaba mirándola a ella. -¿Quieres ir a comprar algo? Hay una estación de servicio no muy lejos.
-¿Qué hacemos con el auto?
-Podemos bajarlo de la loma, fuera de la barrera.
Se encargó de poner en marcha el vehículo por unos cortos segundos en lo que salía del costado de la ruta y lo dejaba fuera de la barrera, un poco más abajo del nivel de la carretera. Cuando comenzaron a caminar por la grava hasta la estación, Jun Seo volvió a tomarla de la mano con naturalidad, pero ella se zafó y saltó para colgarse hábilmente de su espalda, uniendo sus piernas al frente. Él se rio y la cogió por debajo de los muslos para que no se cayera.
-Estoy agotada...- Murmuró sobre su oído derecho mientras reposaba cómodamente encima de él, la espalda de Jun Seo seguro que era amplia.
Él dio un ligero apretón a sus piernas.-Te dije que podríamos haberte llamado a un taxi o a tus padres para ir a casa primero.
Ella le mordió un hombro con saña y él se quejó por lo bajo. -Que no, bobo, que quiero quedarme contigo...- Un pequeño momento de silencio en donde sólo los pasos de Jun Seo sobre las rocas ambientaban el momento. -¿Piensas que eres el único que desea pasar tiempo juntos?
Sorpresivamente, Jun Seo no le contestó, pero Sei tampoco lo necesitó, sólo se aferró con más fuerza a su cuerpo para darle apoyo a sus palabras.
En la estación, fue a buscar algo de café a la máquina expendedora mientras Jun Seo se metía a la tienda de conveniencia. Cuando acabó de coger las dos latas abrió una y se bebió casi la mitad esperándolo fuera, llevaba con ganas de algo caliente desde la tarde.Las puertas automáticas se abrieron entonces y Jun Seo salió con los brazos repletos de dulces y frituras, incluso sostenía una bolsa de patatas fritas con sus dientes. Sei Ah resopló una carcajada y se acercó para ayudarlo.
-¿Sólo compraste porquerías? De verdad eres un niño.
-Tenía hambre...- Rezongó cuando le quitó la bolsa de la boca. -Lo compartiremos.
Hizo una mueca. -No lo sé, rompería mi dieta.
Él puso los ojos en blanco cuando comenzó a caminar. -Será más importante cuando juegues en las mayores.
-¿Qué clase de consejo de mierda es ese?
Le sonrió enorme. -Sólo digo que te relajes ahora ¿no? Estás conmigo.
No pudo argumentar, en gran parte tenía razón.
Se recostaron sobre el amplio capó y parte del parabrisas, de cara al cielo repleto de estrellas mientras se atiborraban a comida chatarra y hablaban de muchas cosas inconexas y sin sentido entre sí.
-Yo sólo digo que quizás, quizás... Tengas un grave complejo de hermano menor.- Dijo Sei Ah mientras se metía varias bolitas de queso a la boca.
Jun Seo le arqueó una ceja. -¿De qué hablas? No es así.
-¿Ah, no?
-Claro que no.- Se sacudió la ropa de forma distraída para deshacerse de las migas, tenía el ceño ligeramente fruncido. -¿Querer que tu hermanito esté cómodo y siempre feliz es tener un complejo?
Sei se reacomodó de costado y lo miró, largo y tendido. -Sehun también lo tiene, es igual a ti. Ambos se apoyan demasiado en el otro.
Jun Seo también la miró. -Por un largo tiempo fuimos lo único que tuvimos.- Murmuró. -Si no fuera por Sehun de seguro estaría muerto o en la cárcel, es mi... Él es mi...
Sei guardó silencio, pero aun así Jun Seo no logró terminar la frase.
-Pero ya no es así, ¿verdad? Hoy día tienen muchísimas personas junto a ustedes. Yo...- Extendió una titubeante mano y le acarició la mejilla. -Estoy yo, ¿no?
Jun Seo cubrió su mano. -Claro.- Le dio un apretón y la soltó. -Es raro, a pesar de todo siempre me he sentido tan... ¿Solo?- Se rio con nerviosismo, rascando su frente. -No lo sé, es absurdo teniendo en cuenta que la abuela y Sehun siempre han estado para mí.
-No es absurdo.- Susurró, había estado acercándose cada vez más a él sin darse cuenta. -Estar rodeado de gente no es garantía de nada, a veces ese sentimiento simplemente como que... Habita dentro de ti, algo así.
Él le dio una pequeña sonrisa. -Mi vida entera se basó en yo contra el mundo, las cosas...- Suspiró y deshizo una arruga imaginaria de sus pantalones cortos. -Las cosas han sido una cagada.
Sei Ah volvió a acunarle el rostro con suavidad y lo besó dulcemente en una mejilla. Jun Seo la miró y ella se apoyó sobre el vidrio para erguirse sobre él y comenzar a llenarlo de besos por todo el rostro con la misma delicadeza. No era famosa por tener ese tipo de gestos tan tiernos, ni ella misma se creyó capaz de algo así hasta ese momento, pero Oh Jun Seo era un hombre precioso que merecía que lo quisieran con todo el corazón y se lo demostraran sin tapujos.
Alcanzó sus labios y fue igual de primorosa.
Jun Seo rodeó su rostro con la misma suavidad y entre sus manos se sintió demasiado pequeña y delicada, sabía que a la vez era altiva y poderosa, por eso le gustaba tanto. Lentamente, Sei se subió a su regazo y sostuvo su nuca con ambas manos, profundizando el beso y convirtiéndolo en algo mucho más pasional y no tan sutil. Jun Seo se encontró sosteniéndola de la cintura y no se enteró de cómo sus manos bajaron, así que se separó a duras penas.
-Hum...- Cubrió sus labios con sus dedos y desvió la mirada, no se animaba a verla directamente. -¿Esto qué...?
Ella dejó caer sus manos y lo vio con el rostro ladeado. -¿Estuve mal?
-¡No!- Carraspeó. -Claro que no.- Ahora rio con nerviosismo. -Quiero decir, hum... Si continuamos quizás... Es decir, sólo no quiero ser un idiota ¿sabes?
Sei frunció el ceño. -¿Acaso estoy enviándote las señales equivocadas?
Por fin la miró a los ojos y se mordisqueó los labios, arrancándose la piel de los mismos. -Estamos en mitad de la carretera.- Le aclaró.
Ella posó ambas manos sobre el vidrio detrás de él y prácticamente lo acorraló, elevándose y dejando que su cabello negro cayera como una cascada alrededor de su rostro. Si Jun Seo corría esas cortinas oscuras, podría visualizar las estrellas igual de brillantes que la chica que tenía junto a él; de un momento a otro, su aroma dulce lo invadió por completo, Sei estaba por todas partes, encima suyo, arriba, abajo, a los costados.
Tragó saliva con dificultad.
-No me importa, la verdad, no mientras tengamos lo necesario aquí. ¿Quién piensa tanto en esas tonterías después de todo?- Se atrevió a robarle otro beso, uno corto, pero efectivo.
Jun Seo sentía el rostro hirviendo, ¿por qué carajos estaba tan, pero tan avergonzado por algo que para él era lo más natural del mundo? Choi Sei Ah de verdad, de verdad lo había vuelto un desastre en dos piernas, y sin embargo esa certeza le sentaba... Bien. Bastante bien a decir verdad.
Porque se trataba de ella.
Se sentó recto, Sei se hizo hacia atrás, pero no se alejó más que lo necesario. Le cogió una mano y se la llevó a los labios, la besó con devoción. -Me gustas muchísimo, Sei Ah ssi, ¿lo sabías?
Ella pareció sorprendida al comienzo, pero luego le sonrió. -Tú también me gustas. Quiero... Te quiero hoy, ahora.
Esa noche durante largos, largos minutos, Sei experimentó por primera vez lo que era sentir el cuerpo en llamas de una forma casi literal. No sintió miedo, ni siquiera una mínima cuota de nerviosismo, algo loco teniendo en cuenta que la mayoría de veces que se imaginó en aquella situación, había tenido una gran ansiedad y sólo por pensar en la posibilidad de que Jun Seo la tocara. Probablemente fue el calor del momento, lo intempestivo de la decisión que tomaron o la consciencia de lo impulsiva que estaba siendo, pero su mente se cegó durante todo lo que duró ese paraíso.
Estuvo todo el rato viendo a Jun Seo, lo único de lo cual no deseaba perderse era de su expresión y fue testigo de todo. De lo nervioso que estaba, de lo mucho que se empeñaba en ser extremadamente delicado en todos sus gestos, le dio miedo que no se sintiera tan bien como ella, por eso en alguna que otra ocasión le cogió el rostro con ambas manos y lo besó con toda la devoción y el gozo que sentía y que podía transmitir. Jun Seo era un hombre grande, pero entre sus brazos, justo encima de ella, de alguna manera lo sintió pequeño. O al menos, hecho a su figura, porque cabía perfecto.
Siempre estuvo un tanto reacia a compartir su desnudez con alguien más que no fuera ella. Más allá de su seguridad, de su empoderamiento, el miedo a ser rechazada o burlada persistió como un fantasma desde temprano, pero no experimentó nada de eso en esa ocasión. Tenía la firme creencia de que el sexo estaba sobrevalorado, de que las personas poseían una idea cursi e irreal de "la primera experiencia", y a pesar de ello le agradaba saber que su memoria acerca de la propia sería sin dudas algo bonito.
Cuando todo acabó, por alguna razón estaba encima de él sobre el asiento trasero de su auto, el cual, por fortuna era lo bastante amplio como para acogerlos a los dos. No recordaba el momento en el cual intercambiaron posiciones, lo único que sabía es que su cuerpo y su mente gozaban de una satisfacción adictiva que nunca antes había experimentado a esos niveles. Se recostó sobre su pecho y cerró los ojos hasta que pudo respirar con normalidad, cuando los abrió y se alejó para observarlo, Jun Seo veía a la nada y ni siquiera parpadeaba, parecía en trance.
Cuando reaccionó, tragó saliva y le devolvió la mirada. -¿Estás bien?- Le susurró.
Sei Ah asintió, no encontraba su voz. Se sentía sudada y agotada, era una mezcla que le gustaba, sobre todo cuando estaba así de cerca de él. Jun Seo alzó las manos y rodeó su rostro.
-¿Te duele algo? ¿Necesitas algo? ¿Se sintió bien?
Ahora apretó los labios en una sonrisa para no reír. -Estoy bien, fue perfecto.- Se deslizó sobre sobre su cuerpo y le dio un beso. -Tú eres perfecto...- Sei sabía racionalmente que nadie era perfecto, pero en ese instante le pareció algo correcto para decir.
Jun Seo cogió fuerzas de donde pudo y se sentó, ella se hizo hacia atrás, pero no salió de su regazo. -Hay que arreglarnos antes de que llegue la grúa.
Sei no se movió sin embargo, posó ambas manos sobre sus pectorales y las deslizó hasta su vientre, lentamente, sin dejar de verlo a los ojos. -¿También estuvo bien para ti?- Preguntó tímidamente.
Él sonrió y le besó la punta de la nariz. -Es una tontería preguntar eso, por supuesto que sí.
-N-no tengo idea de que... Más adelante seré mejor, creo. Podré hacer, hum... Otras cosas.
Jun Seo resopló una carcajada. -Está bien, no me importará mientras seas tú.
Mientras se vestían con la puerta trasera abierta de por medio, Sei vio sobre su hombro mientras él alisaba su camiseta de espaldas a ella.
-N-no mires, me da un poco de pena.- Murmuró, cubriéndose el torso con su sudadera.
Jun Seo ni siquiera pretendió girarse. -Tranquila, no lo haré.
Por alguna razón incomprensible, ella no pudo evitar hacer todo lo contrario. El cuerpo desnudo de Jun Seo era en verdad, en verdad atractivo, tenía muchas ganas de volver a tocarlo como hacía minutos atrás, recordaba haberlo sentido caliente y suave al tacto, poderoso y energético. Mordió su labio y estiró el cuello para ver un poquito más abajo a través de la ventana, justo Jun Seo la descubrió husmeando y pegó un respingo.
-¡Oye!- Chillo ultrajado. -¡No es justo, no me espíes tampoco!- Exclamó mientras se cubría con ambas manos.
Sei Ah rio y se dio la vuelta. -Lo siento...- Lo vio de reojo. -De todas formas, ya vi todo lo que necesitaba.- Rodeó la puerta y le dio una nalgada.
Jun Seo ahogó un gritito vergonzosamente agudo y se giró sorprendido para ver cómo Sei huía entre pequeñas risillas contagiosas. -¡Sei!
A pesar de que esa noche se la pasaron jugando persiguiéndose entre sí e intentando atraparse como dos tontos mientras se ataviaban de a poco, lograron simular ser mínimamente normales para cuando la grúa llegó y pudieron volver a casa por fin.
El viaje de vuelta fue inusualmente silencioso. Sei le cuestionó a Jun Seo si sucedía algo, él sólo le dijo que estaba pensando en algo y ella le dejó el espacio para que meditara por su cuenta, le hablaría sobre ello cuando lo quisiera y se sintiera cómodo. Le sorprendió que comenzara por su cuenta tan pronto, fue varios minutos antes de que llegaran a la ciudad que Jun Seo la encaró entre serio y nervioso, algo inesperado.
-¿Podrías acompañarme mañana a un sitio?
-Claro.- Se encogió Sei, un tanto curiosa por su actitud. -¿Puedo saber a dónde?
Él desvió la mirada. -El cementerio...
Sei prefirió no hacer más preguntas y enterarse de todo por su cuenta.
Y lo hizo. A la tarde siguiente ambos caminaron hacia el cementerio tomados de la mano, Jun Seo la cogía fuerte, como si le temiera a algo. Estuvo preguntándose a cada hora a quién irían a presentarle respeto, ¿qué familiar perdió Jun Seo? ¿Si quiera era un familiar? Tal vez era un conocido, un amigo cercano, Sehun no les había contado nada acerca de una pérdida.
Frente a la tumba que pararon había sólo un ramo de flores frescas. Era humilde al igual que todos los demás sepulcros de la zona, lejos de los ostentosos monumentos de granito y piedra de aquellos que nacieron y murieron en el seno de familias más pudientes. Había una imagen de la persona que yacía allí, era una mujer verdaderamente preciosa con el cabello largo de color claro que contrastaba por completo con la oscuridad de las hebras de Jun Seo y su hermano. Sonreía delicadamente, era un esbozo de sonrisa que no se sabía si era sonrisa o no, era hipnótica.
Miró a Jun Seo a su lado, observando la misma imagen con ojos apagados.
-Es mi madre.- Le confirmó.
Sei entrecerró los ojos, una gran tristeza se agolpó en su pecho. -¿Cuándo...?
-Alrededor de medio año atrás.- Contestó antes de que pudiera terminar. -Su salud estaba muy desmejorada, ya no pudo aguantar.- Explicó sin expresión.
-Estuviste visitándola solo todo este tiempo.- Dijo como una afirmación, Jun Seo asintió, Sei volvió a ver al frente. -¿Sehun lo sabe?
Jun Seo tardó unos segundos en contestar. -Sí, yo se lo dije. Él tan sólo...- Negó quedamente. -Hizo como si nada pasara.- Se encogió. -Aún no ha venido a visitarla, no que yo sepa.
Sei hizo una mueca. -No le dijo nada a nadie sobre esto.
-En algún momento caerá en sí y allí estaremos para él... Supongo.
-Hay flores.- Señaló.
Jun Seo se puso de cuclillas. -Seguramente fue mi abuela visitando a su hija... Yo siempre iba a visitarla, ¿sabes? La vi hasta el último momento y...- Sus labios temblaron y los apretó en un intento porque no se notara. -Ella ni siquiera hablaba, Sei Ah, nunca lo hizo, simplemente estaba allí, postrada... Demonios, jamás sabré si es que siquiera me reconocía.- Su voz se quebró cuando cubrió su rostro con ambas manos y comenzó a llorar.
Sei Ah se agachó a su lado al instante, rodeó su espalda con un brazo y apretó su hombro, aguantándose las ganas de llorar también porque, más allá de la situación angustiosa, ver a Oh Jun Seo lejos de su personaje encantador y gracioso era chocante. Lo sentía frágil, sus lágrimas eran sinceras y sus palabras, más transparentes que nunca. El día de ayer había tenido la oportunidad de ver su cuerpo desvestido, pero por alguna razón le parecía muchísimo más desnudo en esos momentos.
-Hey, tranquilo.- Le susurró al oído con voz apacible, pegando la frente a su sien. Jun Seo tomó una temblorosa respiración entre lágrimas y pareció calmarse.
-Lo siento...- Se descubrió y sorbió por la nariz. -Lo siento, no se suponía que te trajera para esto, sólo quería... No lo sé, es...
-Querías compañía.- Respondió por él, Jun Seo la miró a los ojos y asintió. -Bueno, ya no estás solo.- Lo abrazó con más fuerza y cerró los ojos.
Jun Seo alcanzó sus brazos y los acarició mientras trataba de abandonar el llanto, al menos, mínimamente. Estuvieron un buen rato sosteniéndose apretados frente al lugar donde yacía aquella mujer. Sei se limpió disimuladamente un par de lágrimas traicioneras y sonrió un poco.
-¿Jun Seo?- Lo llamó. -¿Puedes mirarme?- Él tardó un momento en lo que fregaba su rostro enrojecido y húmedo, pero al final la obedeció. -En verdad te amo, ¿sabes?- Confesó por primera vez.
El llanto y la pesadumbre parecieron abandonarlo de sopetón porque sus ojos se abrieron de más y la sorpresa gobernó sobre cualquier otra emoción. No tardó demasiado en asimilarlo sin embargo, entonces sólo pudo sonreír con tanta alegría que el corazón de Sei se hinchó con la misma felicidad.
Él unió sus frentes y cerró los ojos, increíblemente aliviado de la nada.
-Lo sé.- Susurró. -Yo también te amo, Sei Ah ssi.
******
Sei Ah observaba a Jun Seo caminando a su lado preguntándose cómo demonios encarar el tema que la acontecía.
Tenía que admitirlo, estaba rara desde hacía semanas y él lo había notado, nunca fue buena para simular. Jun Seo, de forma prudente, no la hostigó de ninguna manera, eran similares en ese aspecto, dejaban el espacio suficiente para que el otro asimilara las cosas y luego hablara por su cuenta. Según ella era el mejor modo de manejarse, pero le trastornaba sobremanera tener a su novio en vela mientras daba vueltas en círculos.
-Mira.- Jun Seo le enseñó algunos artículos de la tienda que recorrían. -Esto le encantaría a Sehun.- Dijo con una gran sonrisa.
Sei Ah sólo suspiró. Siempre era lo mismo, Jun Seo no veía por otra persona que no fuera su hermano. No le molestaba a decir verdad porque no influía en nada en su relación, no hasta ese momento...
-Hum... ¿Sabes? Sólo me quedan un par de finales antes de poder recibirme.- Comentó sin verlo.
-Lo sé y es genial. ¿Te he dicho ya que estoy muy orgulloso de ti?- Le pellizcó una mejilla con suavidad, luego le guiñó un ojo y Sei ya no tuvo el valor de continuar con aquella conversación pendiente.
A fin de año se marcharía, estaba claro. Se dejaría la vida estudiando para sacarse esos pesados finales de encima con buenas notas, recibiría su título en Comunicaciones como cualquier otro deportista del mundo y se iría.
España... ¿Quién lo diría?
Recibió la propuesta después de ganar su tercer campeonato seguido con un desempeño mejor que excelente. Siempre llamó la atención, tres años seguidos logró hacerse con el título de mejor jugadora de la temporada y el primer año en el equipo obtuvo el premio revelación, sus notas en el estudio no eran especialmente destacables, pero tampoco eran malas, así que supo que en algún momento algún representante caería frente a ella.
Siempre lo tuvo claro, y sin embargo cuando recibió la propuesta de jugar en un reconocido equipo de las ligas mayores de básquetbol de Europa, algo en el fondo le dolió. Estaba feliz, más bien eufórica, era su sueño hecho realidad, pero la idea de dejarlo todo atrás le daba un poquito de pavor. Tenía una vida en Corea, tenía a sus amigos, a su familia...
Tenía a Jun Seo.
Quien, por cierto, no dejaba de intentar llamar su atención de todas las formas posibles. Después de salir de la tienda pasaron frente a un parque en el cual quiso adentrarse, luego pidió ir al arenero y continuó haciendo tonterías en el afán de hacerla sonreír, rabiarse o tan sólo voltear los ojos, pero no tenían muchas ganas a decir verdad. Estaba distraída. Tenía claro que no abandonaría sus objetivos por nada ni nadie, pero le daba miedo la reacción de Jun Seo cuando se lo contara. ¿Sería indiferente? ¿Se enfadaría?
En el fondo tenía sus propios deseos, pero eran demasiado egoístas como para expresarlos en voz alta.
-Oye, ¿le tienes miedo al futuro o cosas así?- Preguntó como una manera de comenzar con el tema mientras hacía pequeñas montañas de arena con sus manos.
Jun Seo estaba de cuclillas frente a ella haciendo algo parecido a un muñeco de tierra. Se encogió. -No pienso en esas cosas. Años atrás estaba obsesionado por recuperar el tiempo que creí perdido en cosas estúpidas, pero al final entendí que el tiempo también es una cosa estúpida.
Sei asintió, no podía verlo.
Jun Seo sonrió, satisfecho. -Lo logré a pesar de que la tierra no está lo suficientemente húmeda.- Ella vio las perfectas dos bolas apiladas una encima de la otra, la de arriba estaba decorada con piedras para formar un rostro y dos ramas eran sus brazos. Sonrió ante sus tonterías, porque él siempre sería un niño gigante aunque de a momentos dijera cosas maduras y con mucho sentido. -A Sehun le encantaba que hiciera muñecos cuando visitábamos el parque de pequeños. Decía que era un gigante y que los destruiría.- Se rio ante los recuerdos.
Y Sei borró su sonrisa y suspiró, abatida. En verdad tenía que hablar sobre algo muy importante, ¿no podía hacérselo más fácil? Siempre adoró en secreto el amor incondicional que Jun Seo tenía por su hermanito menor, pero en esos momentos le estaba carcomiendo la consciencia.
-¿Sabes cómo se encuentra?- Preguntó porque, a su pesar, también quería a ese idiota cabeza de chorlito.
Él hizo una mueca. -Recibí sólo una carta, sabes que en el ejército no les dejan tener contacto alguno con el mundo exterior. Me contó que allí es como una caza de gais, prácticamente los entrenan para no tolerar "comportamientos" semejantes.- De un golpe, hizo que el muñeco que tanto le había costado armar, desapareciera. -Cuando me enteré de su relación con Luhan fue la razón principal por la cual no quería que Sehun cumpliera su servicio, sé que es obligatorio, pero el tiempo que estuve allí fue horrible...
El silencio se extendió mientras Sei se armaba de coraje para continuar con lo que debía y afrontarlo todo de una buena vez.
-Oppa...
A Jun Seo, que había estado cabizbajo y jugueteando con la arena, le recorrió un escalofrío por toda la espalda, irguiéndolo de la sorpresa. Alzó el rostro lentamente y vio a Sei con los ojos enormes. Ella jamás, jamás, nunca, ni una sola vez lo había llamado así. Ni siquiera por respeto cuando ni siquiera se conocían bien. Nunca.
Algo realmente raro tenía que estar pasando. Había visto a su novia muy dispersa en el último tiempo, pero su actitud estaba siendo cada vez más llamativa.
-¿S-s-sí?- Tartamudeó y carraspeó para disimularlo.
Ella lo miró a los ojos. Por fin, se dijo, había estado evitándole la mirada desde que se encontraron para tener una cita aquel día.
-Me iré a España.- Fue lo siguiente que oyó, y luego una repentina sordera.
¿Qué demonios...?
-¿Cuándo?- Cuestionó en voz muy baja, pero no se dio cuenta de que estaba hablando en realidad.
Ella continuó encarándolo con la misma entereza de siempre. -Dentro de unos cuatro meses, para fin de año. Ya es...- Aclaró su garganta. -Ya es un hecho.
Jun Seo se quedó quieto. Muy quieto. Creía que era la primera vez en su vida que hacía algo como eso, siempre fue demasiado activo, demasiado inquieto, incluso de pequeño le costaba asistir a la escuela porque tenía que estar horas sentado en una silla sin hacer nada. Pero en esos instantes no pudo flexionar ni siquiera un músculo.
Se rio, al menos eso intentó. Agitó la cabeza y dejó de mirarla, si seguía haciéndolo quizás se rompiera por dentro. Con la misma sonrisa temblorosa, porque de verdad le costaba mantenerla, se quedó viendo hacia un punto lejano a su derecha, allí donde había un montón de árboles y un par de adolescentes usaban las hamacas para balancearse.
-¿Estás rompiendo conmigo?- Ya está, lo había preguntado por fin.
Ahora debía aguardar el impacto.
Sei Ah pareció muy sorprendida. -¿Eh? ¡No! ¡Claro que no!- Comenzó a retorcer sus dedos alrededor de sus piernas con nerviosismo. -Lo-lo estoy hablando porque no... Mierda, no tengo idea de lo que pasará, Jun Seo. No puedo dejar ir esta oportunidad, no lo haré.- Negó con energía.
-Jamás te pediría algo semejante.- Susurró él.
-Yo tampoco puedo.- Esta vez, fue ella quien buscó su mirada. -¿Lo entiendes? Tienes tu trabajo, tu carrera, todo aquí. Yo ya tomé la decisión de irme, pero tú...
Más silencio.
-Pídemelo.
La sola palabra resbaló de su boca como algo inaudible. Un susurro tan disimulado que podría haber pasado desapercibido como parte de una ventisca más, pero que a Sei le revolucionó el mundo. Lo miró, exaltada, el rostro de Jun Seo era duro, completamente serio.
-¿Eh...?
-Hazlo.- Volvió a decir. -Pídeme que me vaya contigo. Pídemelo, Choi Sei Ah.- Ahora su tono parecía no admitir réplica alguna.
Ella no pudo evitar entrar en un pequeño estado de pánico. ¿Cómo podía dejarle la responsabilidad de algo como eso? ¿Cómo podía pedirle que aceptara el riesgo de abandonar todo lo que amaba sólo por ella? No podía hacerse cargo de sus decisiones, no podía...
Se puso de pie. -Es muy egoísta de tu parte pedirme algo como eso, Jun Seo, lo sabes.- Balbuceó, temblando.
Él la imitó, pero parecía un tanto frustrado en comparación, quizás un poco enfadado. -¿Por qué es tan difícil para ti ser honesta? Quieres que me vaya contigo, ¿no es así?- Sei trastabilló, no esperaba que fuera tan directo. -Entonces háblame de frente, sé directa, dime lo que deseas, Sei Ah.
-¿Qué hay de Sehun?- Cuestionó en cambio, provocando que ahora Jun Seo fuera el que se quedara estupefacto. -¿Eh? ¿Qué hay de él, Jun Seo?
-No sé qué...
-Sí que lo sabes. Sería una pesadilla para ti abandonar a tu hermano, prácticamente vives por él. ¿Me lo vas a negar?
Él sencillamente no supo qué contestarle, al menos no de inmediato, cosa que desalentó a Sei a niveles impensados. Se dio cuenta de lo que había salido de su boca, pero como una estúpida mantuvo una mínima cuota de esperanza de que él lo negara, de que le dijera que ella era tan importante, igual de importante, algo, lo que fuera que le diera la seguridad de que también era indispensable de alguna manera en la vida de Oh Jun Seo.
-Olvídalo.- Susurró antes de negar, chasquear la lengua y salir pitando de allí.
Jun Seo no tuvo ápice de respuesta. La cabellera oscura de Sei estaba cada vez más lejos y a pesar de ello no pudo moverse de dónde estaba aun cuando sabía bien que tenía que seguirla y aclarar las cosas, hablar bien, sin discusiones de por medio. Más tarde y una vez calmo, se dio cuenta de que seguirla no hubiera sido una buena idea. Si ella necesitaba estar sola y lejos de él entonces no se interpondría, la respetaría.
Sin embargo la desesperación lo llevó a visitar el parque donde ella solía entrenar de vez en cuando. Hacía días que no hablaban ni tenía noticias suyas, Sei Ah no lo llamó, no le envió mensajes, nada, y aunque la comprendía, la necesidad de verla era gigantesca... Aunque no tuviera idea de qué decirle. Y así, estaba sentado en un banco del parque, rodeado de soledad y esperando como un idiota que ella cruzara trotando frente a él.
Honestamente, se veía a sí mismo como un acosador asqueroso, así que antes de que si quiera tuviera oportunidad de algo, prosiguió a retirarse con la cabeza gacha y lo poco que le quedaba de dignidad como ser humano.
-¿Oh?
Esa voz lo detuvo, cuando alzó la vista se encontró a aquella muchacha desagradable, la unnie de Sei. Ni bien vio su sonrisilla de suficiencia maldijo por dentro porque lo único que le faltaba era encontrarse a la "competencia" en su punto más bajo. No estaba de humor para lidiar con ella a decir verdad, pero algo lo obligó a quedarse.
-¿Qué es esto? ¿Sei ya se cansó de ti?- Lanzó Kyu Hee con malicia.
Jun Seo gruñó. -No, nadie se cansó de nadie, ella sigue siendo mi novia y tú sigues sin tener un mínimo de posibilidades...- Desvió la mirada. -Por el momento.- Agregó en voz más baja.
Kyu Hee pareció aburrida. -Pensé que te había dejado, oí por ahí que se irá del país.
Él cubrió su rostro con ambas manos. -Ni lo menciones.
Se lo quedó viendo antes de encoger un hombro y sentarse en el suelo junto al banco que ocupaba. Suspiró y lo miró durante otro largo rato, regocijándose en silencio de verlo deprimido y abatido, sin dudas era un plus que no había esperado después de ver el día perfecto que hacía y decidir salir a trotar de bastante buen humor.
-Sei Ah me cae mal.- Dijo después de un largo rato en silencio, Jun Seo se descubrió y la vio con una ceja alzada. -Por fuera es toda fuerte y dura, pero por dentro es una niñita sensible. Me cae mal. Siempre estuve observándola, así que lo sé.
Él negó quedamente. -No te entiendo...
-Es...- Se quedó con la mirada un tanto perdida. -Amaría tener esa sensibilidad también.- Apoyada sobre sus manos, echó la cabeza hacia atrás y lo vio con una sonrisa casi perversa. -Pero nací siendo una jodida, me temo.
Jun Seo se la quedó viendo fijamente antes de notar algo bastante evidente entre todas esas capas de hostilidad y odio. -Pero jodida y todo, la amas.- Afirmó.
Kyu Hee borró su sonrisa, pero en su lugar sólo puso un rostro completamente inexpresivo. -Hm.- Profirió. -Sei nunca se permitirá ser vulnerable.- Contestó. -Pero eso no significa que no requiera gente a su lado, sino todo lo contrario.- Se puso de pie y sacudió sus calzas.
Él se removió con incomodidad al notar que Kyu Hee estaba por irse, por alguna razón sentía que podía sacar algo verdaderamente bueno de esa conversación con ella. -¿T-tú...?- La frenó. -¿Tú piensas que... que Sei me necesite a su lado?
Kyu Hee frunció el ceño. -¿Qué...? Oh, por Dios.- Rodó los ojos con fastidio. -Hombres, se piensan que todo gira alrededor de sus pollas.- Bueno, eso dejó a Jun Seo sin palabras. Ella resopló y lo señaló con malos modos. -¿Tienes si quiera una mínima idea por todo lo que ha tenido que pasar esa chica? Por supuesto que no te necesita, no seas ridículo.
Repentinamente, Jun Seo se sintió muy estúpido. Muy estúpido y muy avergonzado a decir verdad. Kyu Hee tan sólo lo vio con molestia, chasqueó la lengua y trotó varios metros lejos de él, pero se frenó antes de alejarse del todo.
-Pero sí te quiere.- Murmuró, se giró y lo miró. -Sí te quiere.- Jun Seo no le contestó y, antes de que pudiera hacerlo, ella se fue corriendo.
Cuando estuvo solo por fin, echó su cabeza hacia atrás, cubrió con ambas manos sus ojos y produjo un grito acallado repleto de frustración. Por supuesto que Sei Ah no lo necesitaba, conocía perfectamente la vida que tuvo y los grandes problemas que enfrentó, pasando sed, hambre, pérdidas, persecuciones, un terror atroz inimaginable... No necesitaba de nadie para arreglárselas, una mujer como ella podía fácilmente sobrellevar cualquier cosa, pero sí lo quería.
Se descubrió los ojos y miró al cielo, anaranjado por el sol ocultándose. -Sí me ama, ¿verdad?
-Te dije que lo hacía, ¿no es así?
Pegó un vistoso respingo y se giró con los ojos bien abiertos, Sei estaba parada a su lado detrás del respaldo del banco. Lo veía con una ceja alzada y de brazos cruzados. Él posó una mano sobre su pecho, su corazón latía desenfrenado aunque no supo si por el susto de encontrársela tan de repente o por tenerla en frente una vez más.
-¿Acaso hablo en otro idioma o tienes problemas para comprenderme?- Continuó ella mientras rodeaba el banco y tomaba asiento a su lado.
Jun Seo logró calmarse y retomó de a poco su posición inicial, con la vista al frente. Tragó saliva, su corazón no se había calmado para nada.
-Lo siento.- Dijo Sei Ah dado que a él no se le ocurría qué decir. -El otro día... Me fui corriendo, eso no estuvo bien.- Fregó su nuca, Jun Seo siguió en silencio. -Vine para despejarme un poco, no esperaba encontrarte aquí.
-Estaba por irme.- Fue capaz de murmurar con una voz extraña, como si no hubiera estado usándola en mucho tiempo.
-Hm.- Sei Ah rio, sin ganas. -Qué sentido de la oportunidad tenemos...
-Y que lo digas.
Se quedaron un momento en silencio, observando cómo la luz del sol se contraponía a la silueta del alto edificio que les tapaba la vista, si no fuera por él no podrían estar de cara en esa posición debido a la fuerte luz.
-¿Kyu Hee te dijo algo extraño?
Se volteó a verla por primera vez. -¿Nos viste?
Sei se encogió. -Sólo eso, no los oí, estaba lejos. ¿Y bien? ¿Qué quería?
Jun Seo negó levemente. -Nada, sólo... Darme una lección, supongo.
Ella hizo una mueca. -Lo siento.
-No, no, fue justo lo que necesitaba en realidad...- Otro pequeño lapso de silencio en el que se dedicó a contemplarla allí a su lado, bañada por los rayos agonizantes de un sol que casi desaparecía, era lo más perfecto que había visto alguna vez y logró hacer que su certeza echara raíces dentro suyo. -Sei, ¿te dije ya que eres asombrosa?- Ella lo miró, curiosa. -¿Y que estoy orgulloso de ti y de todo lo que eres? Aun cuando no me corresponde, lo siento así. Amo que seas mi novia y que estés conmigo, me encanta.
Sei se quedó sin palabras, incluso tenía los labios ligeramente entreabiertos como si fuera a decir algo aunque no fuera así. Jun Seo era... Tan diferente. Mientras ella se revestía de dureza y evitaba hablar sobre emociones sino hasta el final, cuando ya era inevitable, él ponía todo sobre la mesa desde el instante uno. Era tal cual se lo veía, auténtico, natural. Quizás fuera por eso que encajaban tan bien, él era todo lo que ella no y viceversa.
Se azoró ligeramente, pero no le dio importancia. Tenía que ir acostumbrándose a los ataques de sinceridad de Oh Jun Seo, no sólo porque los adoraba, sino porque planeaba estar muchísimo tiempo más junto a él y no quería que cambiara eso jamás.
-Tengo claro que no soy necesario en tu vida.
Eso la sacó de su ensueño. -¿Qué? Espera...
-No, déjame terminar.- Alzó una mano. -Es una realidad, Sei Ah ssi, no abandones tu practicidad en esta ocasión, soy dispensable, esa es la verdad.- Se encogió de hombros con una simpática sonrisa de lo más desubicada para lo que estaba diciendo. -Y no me importa, porque hoy estoy aquí... Estamos aquí, juntos, y ya te he dicho que no me paro a pensar en cosas como el futuro, simplemente sé...- La cogió de la mano. -Lo que tengo ahora mismo.
Sei tragó saliva con dificultad, tenía un nudo en la garganta y sentía ganas de llorar, pero no quería arruinar el momento, así que se aguantó con todas las ganas, aferrándose fuerte a aquella mano más grande que la suya.
-No tengo idea de lo que desees o tengas planeado, pero debo decirte esto: en verdad, en verdad, quiero estar contigo. Aquí o en otro continente, no me importa.
-Pe-pero...- Sorbió por la nariz. -Pero ¿y todas tus cosas, tus conocidos, tu empleo...? ¿Y Sehun?- Cuestionó con inseguridad.
-Bueno...- Vio hacia delante con otra sonrisa. -Las cosas son cosas, siempre puedo conseguir nuevas. Soy un encanto, así que puedo hacer conocidos en cualquier lugar, incluso si no hablo ni una palabra de español. ¿Mi empleo? Creo que los títulos de la Universidad de Seúl tienen extensión internacional, ¿no es así?
-Oye.- Sei apretó su mano un poco más, quería permanecer seria, pero no podía evitar la estúpida sonrisa pegada en su cara. -Hablo en serio.
-Yo también, Sei Ah ssi.- Entonces lo hizo, le sonrió de aquella manera que no le permitía realizar réplica alguna, aquella sonrisa preciosa y aniñada que la obnubilaba y la hacía confiar, sentir que todo estaba más que bien. -Y con respecto a Sehun...- Suspiró. -Tú ganas, tienes razón, tengo un gran complejo con él.
Ella le alzó una ceja. -¿Me estás dando la razón de verdad? ¿A qué saben esas palabras, Jun Seo?- Bromeó.
Él resopló. -A lo mismo que te sabe a ti decirme te amo.- Contraatacó, ella resolló. -En fin, Sehun, él... No es ningún niño, podrá hacerlo bien por su cuenta, justo como hasta ahora.- Encogió un hombro. -Si no veo hacia el futuro, tampoco debería ver hacia el pasado ¿no?
Sei mordió su labio inferior, sentía una inmensa felicidad dentro, quería ponerse a saltar y luego besar a su novio hasta desfallecer. -¿Estás seguro? No quiero que sientas una obligación hacia mí y mi situación, es decir, quiero estar contigo también, pero no de la manera equivocada, y-yo...
Jun Seo la calló con un beso en los labios, entonces se separó y la miró a los ojos. -¿Cuánto más deberé decir hasta convencerte?
Ella sonrió. -Supongo que podrías seguir durante los siguientes meses.- Volvió a besarlo. -Incluso a bordo del avión, cuando no estemos mudando...- Otro beso. -Mientras vivamos juntos en nuestro departamento en Badalona...
Él se rio, un gesto cargado de puro regocijo. -Eres toda una niñita dulce en el fondo, ¿verdad?
En otra ocasión, Sei Ah le hubiera dado una sardónica respuesta o hubiera amenazado con golpearlo si no se callaba, pero de verdad, de verdad se sentía en una nube de felicidad.
¿Cómo le llamaba Minseok...?
-La octava nube...- Susurró.
Jun Seo frotó sus narices con ternura. -¿Eh?
Negó, todavía sonriente. -Seré una niñita dulce sólo cuando esté extremadamente feliz... Tú lo eres todo el resto del tiempo, de todas formas.
Una hermosa carcajada resonó en sus tímpanos y tuvo la impresión de que ese sonido tan glorioso se extendería en el tiempo durante muchos, muchos años más.
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