EXTRA II


HunHan 

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Sehun no odiaba muchas cosas, pero las cosas que odiaba siempre fueron las mismas. Odiaba la ropa formal, odiaba la miel y que su abuela se viera agotada. Odiaba sentirse más pequeño que su hermano (aun cuando era natural puesto que era menor) y odiaba que la gente botara la basura en el suelo cuando había basureros cerca perfectamente funcionales. Le molestaban ciertas cosas, y la mayoría no era más que meras trivialidades, mas había una, específicamente una en especial, que detestaba más que cualquier cosa en el mundo, más que las toallas mojadas o los caramelos de naranja.

Sehun odiaba con todo su ser sentirse solo.

Muchas personas anhelaban la soledad, otras la buscaban y otras simplemente se sentían cómodas con ella. Él no la toleraba de ninguna manera ni bajo ningún punto de vista. No podía ser positivo acerca del tema aun cuando era algo a lo que tendía naturalmente, ver el vaso medio lleno, intentar estar de buen humor a pesar de todo. Cuando se sentía solo, cuando nadie le prestaba atención, era como un niño impotente, como un ratón asustadizo. No iba a mentir, adoraba que las personas recurrieran a él, le gustaba cuando buscaban su conversación y preguntaban por su opinión, era agradable sentir que todos los ojos se posaban sobre él mientras hacía o decía alguna tontería.

Por eso, para Sehun, terminar la escuela fue un golpe bajísimo. Porque de un día para otro dejó de ver los mismos rostros de siempre, dejó de oír las mismas voces de siempre, dejó de tener la prueba segura de que había gente alrededor.

En esos momentos también había gente alrededor, pero no era lo mismo.

En la acera, después de salir del edificio dando fuertes pisotones sobre las baldosas, se deshizo de la estúpida corbata que había estado ahogándolo durante toda la maldita entrevista laboral. Ni siquiera se preocupó por quitársela correctamente, tan sólo se la arrancó del cuello con furia y la miró con el ceño fruncido, sintiendo un rencor absurdo por tratarse de un simple accesorio.

-Por lo único que desearía dominar el mundo, es para eliminar los trajes formales por completo.- Gruñó con malhumor antes de alzar el brazo, estuvo a punto de tirarla al suelo y pisotearla, pero recordó que era de su hyung y se contuvo.

Con esa serían diez entrevistas fallidas en su haber. Diez fracasos por su parte. Le gustaría poder decir que lo rechazaron otra vez debido a su nerviosismo, su inexperiencia o porque no era lo que buscaban en esos momentos, sin embargo la culpa era pura y exclusivamente suya y de sus decisiones pasadas. Solían ser sutiles, pero no era tan estúpido para como no comprender de entrada que no lo contratarían por su aterrador y poco prometedor expediente académico. Pensó que sería fácil, que podría lograrlo, pero cada vez tenía menos esperanzas.

El primer rechazo pudo soportarlo, su energía y entusiasmo aún estaban al máximo, el segundo fue igual, para el tercero se hizo creer que era sólo una mala racha, ya para el cuarto comenzó a dormirse tarde por las noches debido a los fuertes remordimientos. Nunca creyó importantes las decisiones que tomó mientras fue un adolescente sin más responsabilidades que cumplir con la tarea de la escuela, nunca se interesó verdaderamente por su futuro, pero en esos momentos no podía hacer más que arrepentirse por no haber sido un poquito más prudente a la hora de actuar.

Revisó su teléfono cuando estuvo arriba del bus de camino a su casa, otra vez, sin nada más que un futuro incierto atormentando su consciencia. Obviamente, no tenía ninguna notificación, ningún mensaje o llamada de nadie, cosa que había sabido incluso antes de encender el aparato, pero que no evitó que aumentara su decepción respecto a cada pequeña cosa en su vida. Lo entendía sin embargo, a diferencia suya los demás estaban todos ocupados encargándose de sus carreras, organizando sus deseos, viviendo plenamente.

Cuando cruzó las verjas de su casa y atravesó el modesto jardín delantero, sus pies dolían por los zapatos y sentía mucho calor, apenas estaban en primavera, pero por las tardes el sol era molesto. Un par de hierbajos amenazantes cerca de los rosales llamaron su atención, era raro que su abuela no se hubiera encargado de ellos aún. Sin pensárselo, se deshizo del sofocante bléiser y cogió los guantes de jardinería tirados más allá, se arrodilló sobre el suelo húmedo y comenzó a librar la tierra de malicias. Para cuando acabó, llevaba la impecable camisa blanca arremangada hasta los codos, arrugada y con varios botones desabrochados, su cabello estaba completamente despeinado, se encontraba sudado y con la cara y las rodillas manchadas de barro.

Inexplicablemente, se sintió mil veces más cómodo de esa forma que con el endiablado traje.

-¿Hijo?- La voz de su abuela desde la entrada lo distrajo, llevaba varias bolsas colgadas en sus brazos, de seguro volvía de hacer las compras. -¿Qué haces ahí?

Sonrió enorme. -Halmeoni.- Se puso de pie y sin una palabra cogió todas las pesadas bolsas que llevaba, entonces se agachó y apoyó la frente sobre su hombro, recibiendo su tan necesitado abrazo. Odió no podérselo devolver.

-¿Quitaste todos los hierbajos? Iba a hacerlo cuando volviera.

Se separó con otra sonrisa. -Está bien.

Ella se lo quedó viendo un buen rato con sus anteojos con forma de círculo en la punta de la nariz y su cabello corto teñido de un brillante rojo, incluso le dolían los ojos al observar el color tan potente. Sehun titubeó y su sonrisa temblequeó, entonces su abuela supo al instante cómo le había ido.

-¿Bebiste algo? El sol te hará daño, vamos adentro.- Lo instó con una mano sobre la espalda y una voz suave que le sentó como una patada en el estómago.

Su abuela le dijo que tomara una ducha, que bebiera agua y que engullera todo lo que le ponía delante aun si no tenía apetito, y la obedeció, claro, sin objeciones. Volvió a revisar su teléfono después de salir del baño y al terminar el tazón de arroz enorme, más que mensajes de sus amigos, ahora esperaba alguna señal de vida de esa persona, pero nuevamente no había nada.

Cosa que lo hizo suspirar como si el peso del mundo recayera sobre sus hombros.

-Estas cosas pasan, Sehun.- Su abuela se sentó en el suelo frente a él, volvió a regalarle una de esas sonrisas que lo hacían sentirse como si aún tuviera seis años. -Los rechazos no determinan tu valor.

Sehun mordisqueó sus labios y desvió la mirada. No se sentía mal por la entrevista que acabó mal, es decir, sí estaba frustrado, como siempre, pero últimamente la sensación de soledad en su vida había aumentado. Y a la soledad siempre la relacionaba con vacío. Le costó mucho asimilar la idea de que sus días ya no serían como siempre: en una mesa de cafetería, riéndose de tonterías y preocupándose por nada, y honestamente deseaba con todo su corazón que las cosas volvieran a ser como en aquella época de su vida donde todo era más sencillo y menos doloroso.

Eso, desde ya, era una tontería.

-Sabes que la oferta en la panadería de mi amigo sigue en pie, ¿verdad?- Mencionó ella de forma distraída.

Ahora Sehun sólo profirió un gruñido inentendible. Lo sabía, pero lo había ignorado por conveniencia. No quería conseguir trabajo por ayuda de otros, de alguna manera sentía que siempre estaba dependiendo de personas que corrían tras él ante el menor inconveniente; sabía que su abuela y su hermano no tenían malas intenciones, pero seguían tratándolo como si fuera un bebé y solucionando sus problemas. En esa ocasión sin embargo estaba considerando la oferta con seriedad por primera vez. El tiempo pasaba, seguía sin lograr nada por mucho que lo intentara y estaba cansado de sólo ayudar en la casa y no conseguir nada por su cuenta, se sentía inútil.

Suspiró. -Sí, supongo que tendré que llamarlo.- Balbuceó con desgano, en verdad odiaba la situación.

Su abuela pareció muchísimo más alegre y entusiasmada de la nada, como si hubiera estado esperando esas palabras desde hacía mucho. Dio la vuelta, lo abrazó, le besó las mejillas y le dijo que iría a cocinar más cosas, quién sabe qué, aun cuando ya estaba llenísimo y no quería comer más; Sehun no se resistió a nada, tenía miedo de romperle el corazón si se rebelaba de alguna manera, así que sólo le sonrió débilmente y aceptó sus mimos como de costumbre.

Cuando estuvo solo, tomó su teléfono una vez más y esta vez tecleó un mensaje: "¿Cómo estás?", y lo dejó sobre la mesa. Quedó observándolo unos segundos y entonces volvió a cogerlo: "Te echo de menos...", ahora pensó si debía enviarlo o no, lo borró, volvió a escribirlo, otra vez lo borró. Decidió no enviarlo, no quería ser molesto; después de todo, su novio estaba demasiado ocupado como para contestarle, hacía tiempo había dejado de insistir en esas pequeñas cosas porque al final siempre terminaba doliéndole el silencio.

Luhan llevaba la carrera al día, era un estudiante universitario brillante y con gran futuro. No sólo estaba atareado por los exámenes a rendir y las obras que debía presentar, como parte del Centro de Estudiantes tenía el doble de trabajo ocupándose de militar a favor del alumnado. Sehun solía pensar todo el tiempo que Luhan era un ser de otro mundo, francamente no cabía en su cabeza como era capaz de llevar a cabo tantas acciones de gran importancia con semejante destreza impecable, pero de alguna manera lo lograba y era algo que adoraba en demasía tanto como detestaba. Al comienzo lo había admirado, cuando se dio cuenta de que toda esa responsabilidad le quitaba tiempo a su lado, ya no lo vio con tan buenos ojos.

En su lugar, escribió algo diferente: "Ya quiero que sea viernes", en alusión a la cita que tenían planeada desde hacía semanas, había sido el único día libre que Luhan había encontrado para poder verlo. Ni bien envió el mensaje una extensa sonrisa se apoderó de su rostro, la sola idea de volver a tener cerca a su novio acababa con todo su malhumor, y afortunadamente ese entusiasmo se extendió durante los días que aguardó esa salida. La segunda cosa que odiaba después de sentirse solo, era sentirse desganado, simplemente no quedaba con su forma de ser.

El viernes por la mañana despertó de muy buen humor, había tenido planeado llamar al amigo de su abuela por el trabajo en la panadería, pero no quería que su día se arruinara, así que lo dejó para más tarde. Pasado el mediodía se encontraba tan ansioso que terminó saliendo de su casa muchísimo antes de la hora en la que finalizaban las clases de Luhan, pero nunca le molestó esperar, así que se quedó fuera del instituto aguardando que llegara el momento de verlo cruzar las verjas en dirección a él. Su corazón latió fuerte cuando vio salir a una gran masa de estudiantes de la facultad de Bellas Artes, husmeó entre todos los jóvenes y no fue capaz de ubicarlo, así que esperó a que la multitud se dispersara, pero aun así no lo ubicó.

Aguardó un rato más, probablemente algo lo retuvo algunos minutos. Cuando el tiempo se hizo demasiado largo y sus nervios lo carcomieron, se dispuso a entrar al campus.

Había estado antes allí, visitó los lugares donde sabía que podría estar, los salones de estudio y las salas de práctica, el olor a pintura y óleos hizo que le doliera un poco la cabeza, y Luhan seguía sin aparecer por ninguna parte. Entonces, mientras llegaba al final del pasillo para salir otra vez e intentar llamándolo a su celular, lo oyó... Era la voz de Luhan, perfectamente reconocible, sobre todo por el tono que estaba utilizando. Se detuvo en seco y redireccionó sus pasos, doblando una esquina y dando con algo así como un depósito repleto de atriles, papeles y brochas entre más cosas. Luhan, como imaginó, estaba dando órdenes a diestro y siniestro a los chicos que pasaban cerca de él.

Escribía concentrado y con un ceño fruncido sobre un cuaderno y, sin poder evitarlo, su espíritu viajó a los días de escuela, aquellos en los cuales estuvo más que acostumbrado a observarlo exactamente de la misma manera. En vez de alegrarse por verlo, las comisuras de sus labios se doblaron hacia abajo, haciéndole imposible algo tan común como sonreír. Recordar cómo fueron las cosas durante el secundario no le sentó muy bien, no quería pensar en cómo Luhan había sido una presencia constante en su vida, en cómo nunca había tenido que esperar semanas para verlo un mísero par de horas, en cómo de fácil habría sido tener una cita o pasársela juntos haciendo nada durante aquellas épocas.

Luhan habló algo con otro par de compañeros que estaban a su lado encargándose de todo. Su rostro era como de costumbre: inexorable, serio, categórico, Sehun supo al instante que estaba en 'modo trabajo'. Consideró llamarlo, pero algo dentro, una punzada de disgusto en su estómago se lo impidió; de todas formas no fue necesario porque Luhan lo vio de casualidad justo cuando se giró, y entonces toda su fachada de autoridad de fue al garete cuando abrió los ojos enorme, dejó lo que hacía por completo y corrió hacia él al instante exclamando un "¡Sehun!" que hizo que su corazón se acelerara.

Cuando lo abrazó con tanta fuerza como para hacerle dar un traspié, sintió que el peso sobre sus hombros se aligeraba.

-Sehun...- Volvió a nombrarlo mientras enmarcaba su rostro, la expresión que portaba en esos momentos contrastaba por completo con la anterior.

Él le sonrió de la forma infantil y brillante que mejor le salía. -Hola, hyung.

Luhan emitió un sonido extraño, como si estuviera conteniéndose de chillar, y le apretujó las mejillas. -¡Me alegro tanto de verte, pequeño! ¿Qué estás haciendo aquí?

Su reacción fue tan espontánea que dejó a Sehun descolocado. La alegría que le produjo la forma en que lo abrazó y pronunció su nombre después de tanto tiempo se esfumó tan rápido como surgió, otra vez, las comisuras de sus labios se arquearon hacia abajo. No le contestó, las palabras no le salían, no era una respuesta complicada, de hecho, por dentro estaba obligándose a decir algo, pero no pudo.

Ah... Otra vez ese peso agotador.

Luhan intuyó algo porque se separó y lo observó con más detenimiento. -¿Acaso...?- Vio el momento exacto en el cual cayó en cuenta: cerró los ojos y frunció el ceño como si algo le escociera terriblemente. -¿Hoy es viernes?- Susurró para sí, cuando abrió los ojos otra vez parecía muy apenado. -Sehun, yo... Lo siento mucho, lo olvidé, es que tengo la cabeza en cualquier sitio y es... Carajo.- Maldijo entre dientes mientras apoyaba su frente en una mano.

Sehun vio sobre su hombro, encontrando a muchas personas observándolos un tanto impacientes, de seguro esperaban que Luhan se les uniera para seguir con el trabajo. Tragó saliva, la garganta le dolía demasiado, la sentía apretada, como si alguien estuviera estrangulándolo.

Aun así le sonrió. -No pasa nada.- Intentó sonar igual de animado y desinteresado que siempre, pero no lo logró ni a medias.

-No, no, aguarda...- Luhan mordisqueó su labio inferior con ansiedad y observó el panorama detrás. -Sólo espérame unos minutos más, ¿puedes? Me encargaré de esto enseguida y...

-Hyung, ¿sabes? Creo que mejor lo dejamos para otro día.- Lo frenó con otra sonrisa mal hecha.

Luhan pareció mil veces más inquieto. -¿Eh? ¿Por qué lo dices? Será un momento, te lo prometo, luego podremos...

-Me duele un poco la cabeza a decir verdad.- Rio con torpeza mientras fregaba su cabello. -Creo que prefiero volver a casa por hoy... Por favor, no descuides tu trabajo por mí.- Extendió los brazos en dirección a sus compañeros y salió de allí sin perder ni un segundo.

Sabía que si le insistía un poco más, entonces cedería, y ni loco sería la causa de que Luhan postergara sus asuntos, no podría perdonárselo.

Había pasado un día entero de eso y seguía igual de molesto. Ahora no sólo estaba deprimido por su soledad, también se sentía irritado por cualquier mínima cosa. No quería oír a nadie, no quería salir, no quería hacer nada. Después de abandonar el campus, había ido directamente a la panadería del conocido de su abuela y había conseguido el trabajo como ayudante, el tipo había sido genial y comprensivo, y por fin sería parte de la población adulta insertada en el mundo laboral... Por fin, entonces ¿por qué no podía sentirse ni un poquito feliz?

Se pasó las horas encerrado en su cuarto, refunfuñando por lo bajo y acurrucándose sobre el colchón mientras su cólera crecía y crecía. Le frustraba no poder manejar lo que sentía, le enervaba sentirse impotente y dejado de lado, estaba molesto consigo mismo por ser tan infantil, ¿por qué para el resto del mundo era tan fácil manejar ciertas cosas y dejar otras atrás sin miramientos? No era justo. Y ahora no sólo sus amigos lo dejaron, la persona de la cual estaba perdidamente enamorado también lo estaba olvidando.

¿Sería lo mismo para él cuando comenzara a trabajar y estuviera más ocupado? No lo deseaba para nada. Y de hecho, dudaba que sucediera, adoraba demasiado a las personas de su alrededor como para dejarlas de lado tan fácilmente.

Después de cenar obligado por su abuela, volvió a encerrarse en su habitación y continuó dándole vueltas al asunto hasta que un extraño sonido quebrantó su concentración. Se sentó sobre la cama y oyó con atención, estaba casi seguro de que había alguien del otro lado de la ventana, así que cogió un bate de béisbol viejo que tenía para defenderse en caso de que algo sucediera. Se acercó lentamente al alféizar, oyó de las señoras del barrio que últimamente habían estado robando por los alrededores, así que estaba preparado para cualquier cosa.

Corrió las cortinas con el bate en alto y a través del vidrio vio algo que no se esperaba para nada: a su novio. Abrió los ojos como platos ante la imagen de Luhan del otro lado igual de sorprendido con un puño en alto, a punto de golpear el vidrio. Sehun soltó el bate que se estrelló contra el suelo de forma ruidosa y abrió la ventana en un parpadeo.

-¿Luhan?- Murmuró incrédulo, la mitad de su torso hacia afuera. -¿Qué...?- Vio hacia la calle y tragó saliva. -Ven, entra.- Sacó sus manos para cogerlo de la cintura y meterlo en su cuarto, pero el otro se alejó.

-Olvida eso, apresúrate y ven conmigo, rápido.- Susurró apremiante.

Frunció el ceño, confundido. -¿Qué haces aquí? ¿Estás solo? Son pasadas las doce.

-Necesitaba verte.

-Ugh...- Cubrió su rostro repentinamente caliente, ¿por qué un simple par de palabras lo volvían un manojo de nervios? Definitivamente era un niño. -Eres... ¿Por qué malgastas el tiempo que podrías estar descansando? Tienes que rendir bien en la universidad y...

-Hey.- Luhan le cogió las mejillas con una mano y lo miró con irritación. -¿Por qué un mocoso como tú está diciéndome lo que debo hacer?

-N-no...- Sehun se lo quitó de encima y le frunció el ceño. -Sólo me preocupo por ti, hyung.

Luhan se lo quedó viendo un momento antes de voltear su rostro, Sehun distinguió un ligero sonrojo en sus mejillas gracias a la luz blanquecina de las farolas cercanas y quiso gemir de frustración. No importaba el tiempo que pasara, seguiría igual de idiota perdido por Luhan.

-Quería estar contigo...- Lo oyó decir por lo bajo y su corazón enloqueció.

No le respondió, estaba avergonzado; en su lugar se estiró y lo cogió de la mano, sosteniéndolo con fuerza entre sus dedos. Luhan volvió a mirarlo, Sehun estaba cabizbajo y mordía su labio inferior de forma adorable, cosa que provocó que sonriera con ternura. Se estiró para tomarlo firmemente de la cintura y tirar de él hacia afuera, Sehun se abrazó a sus hombros y pasó las piernas por el borde. Ya juntos, acabó con la espalda contra la pared y Luhan besándolo en los labios de una forma tan exquisita que las rodillas le temblaron.

Había estado deseando algo como eso desde hacía tanto...

-Cierra bien y ven conmigo, quiero mostrarte algo.- Le sonrió con suavidad cuando se separó, entonces lo tomó de la mano y se lo llevó con él.

En lo alto del mirador las luces de la ciudad en mitad de la noche refulgían de una manera tan intensa que a su vista dolían, cuando entrecerraba los ojos era como si el suelo estuviera repleto de estrellas. No era la primera vez que estaban allí, generalmente iban de día, era un bonito lugar para disfrutar del sol y pasar el rato con charla y algo de comida, le sorprendía que de noche fuera tan diferente. Corrió una fresca ventisca que lo hizo estremecerse, había salido con tan sólo una camiseta de manga corta; frotó sus brazos a la vez que cerraba los ojos y aspiraba con profundidad, tenía la piel helada, pero se sentía extrañamente en paz en medio del silencio.

Vio cómo Luhan se quitaba la sudadera para ponérsela a él, le hizo estirar los brazos y se la pasó por la cabeza hasta debajo de sus caderas. Le acarició el cabello y besó la punta de su nariz. Sabía que debería protestar, Luhan también llevaba una camiseta delgada, pero sólo se quedó inmerso en la sensación que le producía ser mimado de aquella manera tan típica. Su novio era tan sólo una de las otras tantas personas que solían tratarlo como si fuera un bebé, su hermano mayor era el primero y aunque su abuela se contenía, era exactamente igual.

Se hundió en el abrigo e hizo un mohín. Fue agradable en su momento, pero ya no quería sentirse pequeño y atendido. Cuando veía a Luhan, veía a alguien grande y eso iba más allá de la edad; veía a alguien realizado, con metas, alguien pudiente e independiente... Y todo ello no hacía más que acrecentar la certeza de que nunca lo alcanzaría. Así como tampoco alcanzaría a su hermano.

-Conseguí trabajo.- Le dijo sin pensar. -En el negocio de un amigo de mi abuela, sólo seré un ayudante, pero será bueno para comenzar.

Luhan estaba junto a la barrera que protegía a la gente del barranco, viendo la inmensidad de Seúl, sonriendo a la nada y luego sonriéndole a él. -¿De verdad? Te felicito, pequeño, espero que lo hagas muy bien.

Sehun cogió fuerzas de su apoyo para sonreír también, no era lo mejor que podía hacer, pero lo único que encontró sensato. La expresión amigable de Luhan titubeó sin embargo y se inquietó un poco al verlo desviar la mirada y repiquetear sus dedos sobre la madera de la baranda, parecía muy ansioso; se despegó de allí y se acercó a él.

-Perdóname por lo de la última vez, Sehun.

Hizo un mohín y se encogió de hombros, si decía que no había sido nada estaría mintiendo, si intentaba restarle importancia con una sonrisa sería aún más extraño, así que simplemente se calló la boca. Luhan frunció el ceño, entre frustrado y apenado, y alzó las manos para enmarcar sus mejillas.

-No, en serio, fui muy insensible y sé que te angustió, de verdad lamento haberlo olvidado.

Sehun abrió la boca para decirle que lo extrañaba, que le hacía falta, que quería verlo más seguido, que tenía muchas ganas de acostarse con él en una cama y besarse y hacerlo durante horas hasta quedarse dormidos, pero al instante sintió que aquellas eran las peticiones infantiles de alguien consentido, y prefirió mantener el silencio. No quería que Luhan se enfadara con él por ser desconsiderado, o peor, que le hiciera caso y dejara sus cosas de lado para cumplirle los caprichos.

Como a un niño.

Sonrió. -Está bien, hyung.

Luhan frunció el ceño, sabía que estaba percibiendo algo, pero aun así tampoco dijo nada, sólo se acercó más y lo besó. Sehun podría pasarse el resto de su vida con esos labios tibios y tentadores encima. -No fue porque me diera igual estar contigo, también te echo de menos.- Susurró cuando se separó y le acarició las mejillas con los pulgares.

Sehun cerró los ojos. -Lo sé.

Sonrió con más ánimos. -Abrirán una galería en la universidad y participaré con algunas de mis obras, quiero que vengas.- Lo tomó de las manos y se las besó con devoción. -¿Qué me dices, bonito? ¿Acompañarás a tu novio?- Lo despeinó de forma adorable.

Sehun apretó los labios en una fina línea, en esos momentos deseaba hacer y decir muchas cosas, pero su pecho se había estrujado de una manera tan dolorosa que le impedía manejarse con libertad, estaba rendido a sus malos pensamientos, a sus emociones turbulentas y conflictivas. Sólo asintió y se lanzó sobre su boca antes de que le cuestionara alguna otra cosa más, antes de que la angustia en su interior se extendiera y brotara por cada poro de su cuerpo; estaba pasando el rato con su novio después de muchísimo tiempo, un rato algo precipitado y poco convencional, pero estaba a su lado y no quería arruinarlo.

Los primeros días de trabajo fueron exhaustivos. No por la actividad en sí, a decir verdad su jefe no le daba demasiado para hacer porque todavía estaba acostumbrándose al ritmo que el negocio manejaba, nadie lo presionaba y eran amables en su mayoría. El cansancio no era corporal, el cansancio era mental. Dormía bien, comía bien, ¿por qué sentía que no podía recuperarse? Era demasiado frustrante.

Tenía la cabeza recostada sobre la mesa del salón, tirado como un despojo cuando su hermano regresó del trabajo. No lo miró, ni siquiera lo saludó, tan sólo saber que estaba allí aumentó su malhumor. Tampoco fue necesario, Jun Seo suspiró, se quitó los zapatos, su abrigo, dio toda la vuelta y se echó de espaldas sobre él con todo su peso. Resopló por la incomodidad, pero no se movió, tampoco tenía ganas.

-Eres molesto...- Murmuró en su lugar.

-¿Y ahora por qué?- Preguntó Jun Seo con un deje de diversión, tenía los párpados caídos y las manos unidas sobre su estómago de forma cómoda. -¿Estás de malhumor, Tokki?- Sehun balbuceó algo, pero lo ignoró. -Estoy demasiado cansado, los niños me agotan.

Sehun le hizo burla por lo bajo. Por supuesto, sería agradable estar cansado por un trabajo que se elige después de recibirse exitosamente y ostentar un título con el cual poder entrar a dar clases a cualquier escuela... No debería sentirse así con su hermano, sabía mejor que nadie por todo lo que tuvo que pasar para estar donde estaba, pero no podía evitar estar un poquito envidioso cuando lo veía tan realizado y feliz.

-¿Te fue bien?- Se obligó a cuestionar, porque Jun Seo no tenía la culpa de tener a un crío desagradecido como dongsaeng.

Lo escuchó suspirar otra vez. -Estuvo bien, me agrada lo que hago por fortuna.

Sehun golpeó su frente contra la mesa con fuerza.

Jun Seo se separó y lo vio con el ceño fruncido. -¿Qué fue eso?

Gruñó justo cuando su abuela llegaba de la cocina con un gran tazón de arroz y tortilla de huevos en otro plato. Los dejó en la mesa y besó la frente de Jun Seo con dulzura.

-Es lo que sobró de la cena de anoche, no es mucho, pero llenará tu estómago por el momento. ¿Quieres té verde o de hierbas?

Jun Seo gateó y se sentó del otro lado de la mesa, sonriéndole de la forma más pícara y rompe corazones. -Eres la mujer más perfecta del mundo, ¿lo sabías?

La mayor resopló. -Y tú el sinvergüenza más grande.- Lo señaló con un dedo. -Ya soy inmune a tus encantos, Oh Jun Seo.

-Auch, eso no es justo. ¿Qué haré si ya no puedo persuadirte?

-Ni tú ni tu hermano necesitan tener que persuadirme de nada.- Resopló de camino a la cocina otra vez. -Y además, eres capaz de conseguir lo que desees de igual manera.

Jun Seo se rio entre dientes y comenzó a devorar lo que tenía delante con gusto. Sehun apoyó la quijada sobre la mesa y lo vio con las mejillas infladas, ¿Jun Seo era capaz de conseguir cualquier cosa que deseara? ¡Por supuesto que sí! ¿Qué otra cosa podía esperarse del tipo que siempre había significado un modelo a seguir para él? Dentro de su cabeza su hyung siempre había sido alto, grande, pudiente y encantador, era el hombre perfecto y aquello en lo que le gustaría convertirse alguna vez... Si habían vivido lo mismo, ¿por qué era tan distinto para ambos?

-Ugh...- Aquellos pensamientos lo único que hicieron fue deprimirlo más.

Se sintió totalmente obnubilado el día de la muestra de Luhan. Ingresó con un poco de timidez al salón donde se llevaba a cabo, había querido pedirle a alguno de sus amigos si podían acompañarlo, pero se acobardó a último momento, no es como si alguien fuera a contestarle de todas formas, así que tampoco importaba. Buscó a Luhan en primera instancia, pero con el correr de los minutos se dejó llevar por la curiosidad y echó un vistazo a las obras expuestas, algunas le parecieron realmente buenas, a otras directamente no las entendió, pero suponía que así era el arte aunque no tuviera ni idea de este.

Se paró frente a una que tenía un público especialmente basto. Se trataba de una ciudad enorme, inmensa, con un pequeño tipo en medio retratado de espaldas. No logró identificar si se trataba de una mujer o de un hombre, era muy ambiguo, pero sí pudo sentir que las edificaciones y el ambiente general parecían comerse a aquella persona... Era demasiado pequeña, demasiado insignificante ante la gigantesca adversidad, ante los colores predominantes que eran oscuros y algo turbulentos. De alguna manera algo parecido a la soledad y la desesperación despertó dentro de él, se agitó como una hoja libre e indefensa en mitad de una ventisca furiosa.

Cuando leyó la firma del autor, un nudo se formó en su garganta y no supo si saltar de emoción o ahogarse en desazón.

Oyó una carcajada contagiosa y reconocida por sus oídos, se volteó y visualizó a Luhan rodeado de un montón de personas, todos sonrientes y habladores, palmeándole la espalda, elogiándolo. Observó cómo algunos otros se reunían alrededor de sus pinturas, alabando su técnica, su creatividad. Luhan iba de aquí para allá, atendía a todos, se lo veía ocupado y en su ambiente, completamente cómodo y agasajado. De repente se sintió aplastado, el contexto en el cual su novio estaba inmerso le resultaba atosigante, muy abrumador.

Estaba ahogado y le faltaba el aire, su alrededor le pareció demasiado aterrador, toda aquella gente alegre y exitosa era aterradora. No podía verlos, eran rostros borrosos, imágenes que no podía enfrentar, así que agachó su rostro y salió rápidamente de allí porque si seguía ahí iba a darle un ataque de pánico.

-¡Sehun!

Se frenó cuando oyó la exclamación a sus espaldas, llevaba casi medio campus recorrido, le faltaba para poder llegar a la salida y escapar, pero no podía ignorar semejante llamado. Intentó normalizar su respiración y se volteó, lentamente. Luhan se acercaba a él con paso firme.

-Oye, ¿qué sucede?- Parecía verdaderamente preocupado. -¿Estás bien?- Alcanzó a cogerlo de la mano, pero Sehun se zafó con brusquedad antes de poder pensarlo y Luhan alzó las cejas, tomado por sorpresa.

Le dio una sonrisa temblorosa en el afán de restarle relevancia al gesto. -No me siento muy bien, lo siento, hum...- Cubrió sus ojos con una mano. -Creo, creo que mejor me iré.

Luhan intercambió la sorpresa por el mosqueo. -¿Te irás? Genial.- Espetó exasperado. -Pero me vas a decir cuál es tu problema, Oh Sehun.

Sehun le dio una mirada de soslayo, tenía miedo y a la vez estaba muy cansado. -No lo entenderías.- Balbuceó.

-¡Oh, por favor!- Alzó los brazos al cielo. -No me corras con el cuento del niño rico de sociedad que no comprende los sentimientos de aquel con menos dinero.

Le frunció el ceño. -En estos momentos es exactamente eso lo que está pasando.

-No, te equivocas.- Lo señaló, implacable. -Yo te entiendo, Sehun, y muy bien, la diferencia entre nosotros es que yo creo en ti.

Quiso replicarle algo, pero ante semejante lógica no tuvo argumentos. Se sintió amilanado y muy estúpido, sin derecho a expresarse a decir verdad, así que sólo se lo quedó viendo. Luhan hizo un mal gesto y resopló, dejando caer los brazos y negando, terriblemente frustrado; lo miró largamente, como si intentara desentrañar lo más profundo de su mente y él no pudo hacer otra cosa que quedarse allí, quieto como objeto de análisis, tal vez de esa manera pudiera enterarse de cómo dejar de sentirse tan dispensable y solo.

-¿Sabes cuál es el problema aquí? Que tú continúas convenciéndote de que eres estúpido y que no puedes con nada, cuando la realidad es todo lo contrario. Sabes muy bien que no eres ningún estúpido, si quieres hacer algo, si deseas algo, entonces toma todo lo que esté a tu alcance y continúa, yo... Es que yo...- Revolvió su cabello perfectamente peinado y gruñó. -Olvídalo.

Y con un ademán que indicaba a todas luces que se daba por vencido, se dio la vuelta y se fue, se alejó de él, y Sehun se quedó allí parado, abrazándose a sí mismo con desdicha.

Si antes había sentido que estaba solo, no tuvo idea de la verdadera soledad hasta que Luhan le dio la espalda.

-¡Es una puta mierda, maldición!- Ya en su habitación, pateó fuertemente la almohada en el suelo que se estrelló contra el vidrio. -¿¡Por qué tiene que ser así, carajo!?- Se arrodilló, hundió el rostro en la almohada y gritó.

Fue muy acertado que nadie estuviera en casa en esos momentos, su abuela y su hermano armarían un gran alboroto si lo vieran así, gritando y despotricando contra la vida. Odiaba cómo estaba manejando sus asuntos, odiaba cómo se sentía, y ahora debía sumar estar en malos términos con el chico del que estaba enamorado, ¿qué más podía salirle mal? Honestamente podía esperarse cualquier cosa.

Al día siguiente en el trabajo su jefe le preguntó si algo malo pasaba y eso era bastante teniendo en cuenta que prácticamente no se conocían, el hombre ya había podido identificar que su cabeza estaba bien jodida. Se enfocó en negar y en sonreír todo el rato, no quería preocupar a nadie ni mucho menos dar una mala impresión, el camino de vuelta a casa se la pasó refunfuñando y pateando cosas como un viejo amargado. Seguramente la gente estuviera viéndolo, quizás no, la verdad es que no le importaba.

Y entonces, cuando abrió la puerta, se descalzó y dejó su abrigo a un lado, repleto de resignación y más gris que nunca, la felicidad se materializó: por alguna razón, Dan Bi, Minseok, Jongdae y Sei Ah estaban sentados en su sala, apretados mientras su abuela les servía té y los hacía reír.

-¡Sehun!- Exclamó Dan Bi, y presenció el momento exacto en el que lo vieron y sus rostros brillaron de alegría.

Y un nudo se instaló en su garganta.

-¿Qué...?- Su voz sonó ronca, todavía seguía parado como un idiota, tan tieso que cualquiera que intentara moverlo podría hacer que se rompiera. -¿Qué están haciendo aquí?- Susurró con timidez.

Dan Bi estaba de pie a su lado, viéndolo con aquella sonrisa suya tan bonita y repleta de luz. -¿No viste tu teléfono?

-Hum...- Rascó su cabeza con incomodidad. A decir verdad había lanzado lejos el aparato por dos simples razones: nadie le hablaba y no quería saber si Luhan le había escrito o llamado, tampoco quería saber si no lo había hecho, ambas opciones lo alteraban.

-Sólo dijimos que estábamos todos libres y como no contestaste, vinimos a ocupar tu hogar.- Dijo Jongdae, echándose hacia atrás sobre sus manos.

Minseok, a su lado como de costumbre, asintió. -¿Dónde estabas? Te esperamos bastante.

-Eh... Yo...- Por alguna razón no podía hablar, su capacidad de conectar palabras y convertirlas en frases estaba agotada.

-Siéntate, tonto, me pones nerviosa de pie allí.- Resopló Sei. -¿Qué clase de anfitrión hace algo como eso?

-Bueno, nosotros nos invitamos sin permiso así que...

-Sí, pero se trata de Sehun.

-¿Y eso qué quiere decir?

Se los quedó viendo como si fueran seres de otro mundo. Sintió la mano amable y cálida de Dan Bi sobre la espalda y se giró exaltado, como si hubiera olvidado que se encontraba allí junto a él. Otra vez le dio esa sonrisa, esa que exudaba cariño por todas partes.

-Vamos, pasemos juntos el rato, nos lo merecemos después de tanto tiempo.

Sehun la miró, y la miró, y la miró, en silencio... Y entonces lo sintió llegar, los ojos le picaron, su garganta se cerró y produjo un gemido vergonzoso, no fue capaz de ocultar que estaba quebrándose frente a todos, no pudo retenerlo de ninguna manera por mucho que lo deseó. Simplemente llegó y lo dejó pasar. La charla quedó suspendida en el aire, lo miraron con más inquietud que extrañeza, y él posó un brazo sobre sus ojos para que no fueran del todo testigos de su llanto.

-Hey, ¿pasó algo?- Preguntó Dan Bi, preocupada.

-No...- Sorbió por la nariz de forma ruidosa. -No es eso, es que... Ustedes... Yo pensé...- Hipó como un niño y ocultó su rostro entre ambas manos. -Es-estoy feliz de que estén aquí, lo s-siento...- Dijo con voz gangosa y temblorosa, no sabía por qué se esforzaba en ocultar su cara cuando era más que evidente que estaba derramando caudales de lágrimas.

Fue su abuela quien lo hizo sentar en su lugar, justo en medio de todos, le sirvió una taza de té, le sonrió a sus amigos sin que se diera cuenta y se marchó, dejándolos a solas. Los demás se acomodaron a su alrededor y comenzaron a preguntarle mil cosas, a frotar su espalda y acariciar su cabello con suavidad, y lejos de sentirse nervioso o fastidiado, experimentó un alivio y una calidez abrumadoras. La gente que pensó que había perdido en el camino por costumbre y el fluir de la vida estaba allí, a su lado, preocupándose después de verlo debilitado y afligido.

-Realmente pensé que me habían olvidado...- Balbuceó por lo bajo con una sonrisa sardónica en la cara mientras frotaba sus mejillas.

-¿Qué?

Alzó la mirada con los ojos hinchados y la nariz roja, se sentía bastante patético a decir verdad, pero no le importaba porque sus amigos estaban con él. Negó y les sonrió como pudo entre la conmoción. Sei Ah en frente suyo se cruzó de brazos e irguió su espalda en toda su extensión, su expresión era fiera y sabía perfectamente lo que seguía a continuación.

-Dinos qué pasa.- Lanzó y no fue un consejo o una pregunta, fue prácticamente una orden.

Sehun tomó aire hasta llenar sus pulmones, infló su pecho y empezó a hablar sin parar, literalmente les contó todo lo que le había pasado, sus pensamientos, sus impresiones, lo que le molestaba y lo que lo ponía triste. Les dijo todo lo que pasó por su mente incluso si era bochornoso o lamentable, pero no quería dejar de ser honesto, no cuando tenía la oportunidad de ser escuchado y arreglar una parte importante de lo que le causaba inconvenientes a sus días.

Había aprendido a la fuerza que hablar era siempre la mejor opción.

Cuando terminó, largó un suspiro extenso y destensó sus hombros.

-Hombre, me has dejado sin respiración hasta a mí.- Murmuró Jongdae.

Minseok sonrió. -Está más que bien, ¿no? Lo necesitaba.

-Lo siento...- Sehun despeinó su cabello con una pequeña risa. -Estuve un poco...

-No tienes por qué disculparte, ¿sabes?- Dan Bi posó una mano sobre su hombro. -Oírte es lo mejor que podemos hacer como amigos, y tú tienes que hablar, de otra forma nunca podremos saber lo que estás pensando.

-Sehun,- Sei Ah se abrió paso con su voz fuerte y la miraron, aguardando el guantazo de realidad. -Tienes que dejar de ser tan idiota.- Ahí estaba.

Los demás sonrieron a su pesar, no esperaban otra cosa. Sehun hizo un mohín. -¿Por qué me insultas? He estado muy triste este último tiempo, ¿sabes?

Sei se lo quedó viendo un buen rato, en silencio, hasta que sus ojos se achicaron y desvió la mirada. -Me ofendes.- Murmuró.

-¿Yo te ofendo?

-Sí.- Frunció el ceño. -No eres el único que ha estado solo, ¿sabes? Yo tampoco he recibido noticias de nadie y en ningún momento se me ocurrió pensar que ya no éramos amigos. Me fastidia que te hayas tomado el atrevimiento de separarnos de una manera tan tonta, ¿acaso la relación que forjamos fue así de superficial?- Resopló, muy molesta. -No me jodas.

Sehun se quedó callado, con los ojos bien abiertos. La estupefacción fue sustituida de a poco por una sonrisa enorme que de inmediato puso a Sei Ah en guardia, pero nada impidió que diera toda la vuelta y se abalanzara sobre ella en un abrazo meloso y de lo más afectivo.

-¡Ay, pero qué amiga más leal que tengo!- Exclamó a posta mientras la apretaba entre sus brazos.

Sei intentó quitárselo de encima sin éxito, al final resopló y se rindió, dejando que Sehun la meciera de aquí para allá de forma insoportable. Bueno, prefería eso a que volviera a lloriquear como un niño por los rincones. Los demás se rieron y se unieron al abrazo, aplastándose entre sí, Dan Bi se quejó porque le tiraron del cabello y Minseok gimió cuando alguien le piso la mano, la mesa hizo un chirrido ruidoso cuando la corrieron descuidadamente y Sehun perdió el equilibrio, haciendo que todos terminaran desparramados en el suelo de la forma más graciosa.

-¿Qué está pasando aquí?- Su abuela apareció en el marco de la puerta con una bandeja llena de galletas y una sonrisa curiosa.

-Me están atacando con estupidez.- Murmuró Sei entre dientes mientras se sentaba.

Los demás también se reacomodaron entre pequeñas risitas. Minseok se giró y sonrió a Sehun.

-Que estemos separados no quiere decir que estemos solos.- Le aseguró. -Todos nos echamos de menos.

-Lo importante es esto.- Prosiguió Jongdae, frotándose la rodilla con el ceño fruncido, de seguro al día siguiente tendría un moretón. -Que cada vez que nos vemos, aunque hayan pasado meses, seguimos siendo los mismos. Es un poco la esencia de la amistad, ¿no?

Sehun sólo asintió, inundado tanto de cariño como de gratitud. Se pateó mentalmente por haber creído alguna vez que estas personas serían insensibles al punto de darle la espalda sin una palabra, ahora que los tenía delante comprendía que había sido demasiado pesimista e infantil. El resto de la tarde, se la pasaron charlando entre risotadas y anécdotas memorables, hablaron de cómo les estaba yendo en la actualidad, comiendo y bebiendo té. Sehun se vio a sí mismo como si estuviera en medio de la cafetería escolar, compartiendo el almuerzo mientras aguardaban a entrar a clases otra vez... Era exactamente lo mismo, sólo que en otro contexto.

No era el lugar, no era el momento, era simplemente con quiénes. Y eso bastaba.

Esa misma noche fue la primera vez en bastante tiempo que llenaba su estómago por voluntad propia y no para no inquietar a su abuela, estaba verdaderamente hambriento y cuando se fue a su habitación con intenciones de dormir hasta que sus ojos pidieran basta, se sentía satisfecho y en paz. En esos momentos de verdad creía que podía continuar con su vida con la frente en alto y la cabeza despejada.

De verdad no estaba solo...

Suspiró con serenidad y se acercó a la ventana, hacía una noche preciosa y debería dejar el aire pasar aunque sea un rato, pero ni bien corrió la cortina casi muere de un infarto al corazón: Luhan estaba del otro lado a punto de golpear el vidrio, otra vez.

Abrió los ojos como platos y vio alrededor estúpidamente, como si alguien pudiera estar observándolos en ese mismo instante, Luhan estaba igual de sorprendido del otro lado y pudo discernir que hasta un poco avergonzado de ser encontrado nuevamente en la misma situación. El primer atino que tuvo fue el de abrir la ventana, pero en lugar de eso le hizo un mohín y le sacó la lengua. Luhan parpadeó y le frunció el ceño, hizo señas de que abriera, pero Sehun se cruzó de brazos y negó. Luhan suspiró, derrotado, y le pidió por favor gesticulando con sus labios.

Sehun también suspiró, quería hacerlo entrar, pero a la vez le daba miedo tener que oír lo que sea que quisiera decirle. Al final hizo de tripas corazón y quitó el pestillo y deslizó el ventanal, la ventisca que había deseado que entrara trajo consigo más que un cambio de aire.

-¿Por qué siempre te apareces a horas tan peligrosas? ¿Y por qué siempre es por la ventana?

Luhan compuso un gesto. -No puedo dormir desde ayer...- Rodó los ojos al cielo. -Qué va, no duermo bien desde hace días.

-¿Y eso?

Se encogió, como si ya no le quedara más que aceptar lo obvio. -Sólo puedo pensar en ti.

Silencio. Ninguno dijo nada, Sehun no se atrevió, sentía un revoltijo de emociones que lo volvía un ser poco apto para expresar sus pensamientos con coherencia. Luhan suavizó su expresión, pareció más dócil.

-Perdón.- Fue lo siguiente que dijo. -Yo... Te debo una disculpa, antes fui un poco...

-Hyung,- Lo frenó Sehun. -No tienes que hacerlo, en serio.

-Pero de verdad creo que me comporté muy mal contigo, estaba frustrado y exploté, es...

-No, yo debo disculparme.- Rodeó el borde de la ventana con ambas manos. -Perdóname a mí por ser tan crío, es que...- Frotó su cuello con incomodidad. -Me da pavor crecer.- Confesó. -No tengo idea de lo que me esperará mañana y eso me trastorna. Me da miedo levantarme un día dentro de diez o veinte años y darme cuenta de que no soy nada de todo lo que podría haber sido.

-¿Y qué quieres ser?

Sehun titubeó. -No lo sé...- Luhan lo vio con más seriedad y él chasqueó la lengua. -Yo... Yo creo que he idealizado demasiado a mi hyung. Sí, él se convirtió en mi meta sin darme cuenta.- Era la primera vez que decía eso en voz alta, se sentía raro.

Luhan pasó por encima del alféizar para continuar adentro la charla. Por los minutos siguientes lo único que hicieron fue sentarse sobre la cama con la espalda contra la pared mientras sostenían sus manos. Sehun lo cogía con fuerza y Luhan sólo estaba allí, firme, apoyándolo con su simple presencia. La ventana quedó abierta, la luz de la luna era intensa, tanto que se filtraba dentro de la habitación dejándoles discernir bastante bien sus rostros, las cortinas seguían flotando en el aire gracias a la gentil ventisca, el silencio se sentía en gran parte reparador.

-Sehun,- Habló el mayor finalmente, él se tensó al instante, pero oiría lo que sea que tuviera que decir, así fuera malo o desalentador. -Debes estar orgulloso de ti mismo.

Lo miró con las cejas arqueadas. -¿Eh?

-Hablo en serio.- Luhan apretó su mano. -No por lo que fuiste o por lo que podrías ser, sino por lo que eres ahora mismo.- Lo soltó para encararlo y acariciar su mejilla en un gesto delicado, fue tan suave que hasta le causó un cosquilleo. -Cuando te veo, por mis ojos pasa la imagen de un muchacho con muchos deseos y ganas de más.

Sehun le dio una temblorosa sonrisa. -¿De verdad?

Asintió, enfocando sus labios y provocando que su corazón se acelerara otra vez. -Lo único que te retiene es el miedo, sólo déjate ir, Sehun, .- Juntó sus frentes y continuó en un susurro. -Pase lo que pase en el futuro incierto del que todavía no sabemos nada, siempre vas a tener mi apoyo y mi amor. Podremos estar en desacuerdo en algunas cosas, pero eso no quiere decir que no esté contigo. Lo mismo sucede con tu abuela y tu hermano, siempre habrá gente a tu lado, nunca dudes de ello.

Sehun se aferró a esas palabras como nunca se había aferrado a nada. En los momentos más decisivos de su vida, curiosamente siempre era Luhan de quien se sostenía para avanzar o quien más impulso le brindaba de alguna forma u otra. Sostuvo las manos que lo sostenían, cerró los ojos con fuerza y asintió. El último recuerdo que tiene de esa noche es el de su novio acariciándole el cabello antes de caer rendido, cuando despertó después de un sueño reparador se descubrió solo, las ventanas estaban cerradas desde afuera. Se sintió un poco decaído, pero lo entendía, Luhan tenía cosas que hacer por la mañana.

Había una pequeña notita en el cabezal de la cama: Nos veremos muy pronto, lo prometo. No olvides que te amo. Un mensaje práctico y directo, justo como Luhan era.

******

-¡Buenos días!- Saludó la mujer que entró en la panadería, como siempre, portando una gran y amable sonrisa. -Vine por mi encargo.

El dueño le sonrió. -Ya envié a mi empleado a buscarlo. ¿Cómo están los chicos?

Sehun ingresó de la parte trasera cargando una enorme bolsa con panecillos caseros justo cuando ella terminaba de contarle al encargado cómo iba su trabajo. Estaban recién horneados, lo sabía por el calor que emanaba del papel y el olor demasiado atractivo que tenían. Depositó el encargo sobre el mostrador con un gran suspiro.

-Fue la única que encontré.- Dijo a su jefe.

-Está bien, es la única que hay.- Este palmeó su hombro con afectuosidad. -Necesito que bajes algunos costales de harina que llegaron por la mañana, cuando acabe con la clienta iré a darte una mano.

Sehun le asintió con una pequeña sonrisa y la mirada curiosa de la mujer sobre él, no le había prestado atención hasta el momento, pero era insistente. Volteó a verla y le hizo una rápida venia antes de dirigirse a la parte trasera para continuar su labor, justo entonces ella largó una pequeña exclamación.

-¿Sehun?- Lo llamó, sorprendida. -Sí eres tú, ¿verdad?

Él se frenó y la vio, confuso, antes de reconocer aquella sonrisa tan reconfortante. -¿Señorita Kwon?- Parpadeó, incrédulo.

-¡Oh, Sehun!- Ella se adelantó y posó ambas manos sobre sus hombros, se veía realmente emocionada. -¡Hace tanto que no te veo! ¿Cómo has estado?

Rascó su nuca. -He estado bien, sangsaenim.- Rio apenado. -Bueno, supongo que ya no tengo por qué llamarla así.- Vio a su jefe mientras la señalaba respetuosamente. -Ella fue mi profesora en la secundaria.

-Ya veo.- Asintió él. -Ella es una de mis mejores clientes.

La señorita Kwon todavía veía a Sehun fijamente y con una pequeña sonrisa. -¿Te gustaría tomar un café conmigo más tarde? Yo invito.

-Hum...- Vio de reojo al otro. -Claro, después del trabajo estaría bien.

La ayudó a cargar la pesada bolsa hasta su camioneta y en el trascurso se preguntó a qué estaría destinada una compra tan grande, hizo los pensamientos a un lado cuando ella volvió a sonreírle y le dijo que se verían en un rato después de que le comunicara su horario de salida. Luego de unas cuantas horas estaba sentado en mitad de una cafetería a punto de embarcarse en una conversación con una de las que fueron sus maestras; a decir verdad no era del todo agradable estar sudado y desprolijo por el trabajo, esperaba que la conversación no fuera incómoda tampoco. Simplemente no había podido decirle que no a la única persona que había confiado en él cuando nadie más lo hizo.

Sólo era un café, podía relajarse.

-¿Cómo lo estás haciendo, Sehun?- Preguntó ella, sosteniendo entre sus dedos la taza de americano. -¿Cómo te va? Cuéntame.

Que pareciera genuinamente interesada lo amilanó un tanto, probablemente esperara grandes cosas de él. -Bueno, después de buscar un tiempo conseguí este trabajo como ayudante en la panadería de un amigo de mi abuela.- Sonrió de lado. -Planeo encontrar algún otro pronto.- Bebió un sorbo de su té y carraspeó. -Como sea, ¿usted sigue dando clases en la escuela? Llevó un gran encargo de panecillos antes.

La señorita Kwon rio. -Sí, sigo en la escuela, no sólo para educar sino para procurar que le den segundas oportunidades a "estudiantes problema".- Arqueó las cejas en su dirección. -Y la comida no es para mí, me temo.

-¿No lo es?- Curioseó Sehun. -Me lo imaginaba de todas formas.

Ella le sonrió. -Soy voluntaria. Doy clases en barrios más precarios y organizo colectas, tu jefe siempre colabora con sus panecillos.

-¿Recolecta comida para los estudiantes en esos barrios?

Ladeó el rostro. -Algo así... No los llamaría estudiantes, intento distraerlos de su vida diaria más que hacerlos estudiar, la mayor parte del tiempo jugamos y nos divertimos, es bonito. Y no sólo buscamos comida, cualquier cosa es bienvenida durante las colectas.

Sehun se la quedó viendo en silencio. -¿A quiénes ayuda exactamente?

-"Jóvenes problema".- Volvió a realizar comillas con sus dedos. -Chicos que no tienen a dónde ir o que prefieren estar lejos de sus hogares por tal o cual motivo, otros sólo vienen por comida a los comedores comunitarios. Sus padres generalmente están ausentes o en la cárcel, cosas así.

Se removió. -¿En...? ¿En la cárcel?- Susurró.

Ella asintió, dando otro sorbo a su bebida. -Es gente muy marginada, se los suele señalar con un dedo, pero no veo a muchos recurriendo a sus lugares para preguntar qué es lo que les pasa.- Suspiró, entre angustiada e indignada.

Sehun no dijo nada por un rato, sólo enfocaba distraídamente el platillo manchado con algunas gotas de café frente a él, sus uñas rascaban el tapizado de los brazos de la silla que ocupaba. La miró. -¿Cómo están ellos? Esos chicos, quiero decir.

-Lo llevan bien, en su mayoría son muy revoltosos y rebeldes, pero basta con que les prestes un poco de atención y les preguntes qué tal están para que se calmen.- Le sonrió con suavidad. -Simplemente tienen que saber que no están solos en esto.

Por alguna razón, su corazón comenzó a latir muy rápido. Posó una mano sobre su pecho y desvió la mirada, había algo dentro de él que no lograba desentrañar, una emoción vehemente nacida después de oír sus palabras. Era como... Si tuviera el impulso de moverse en alguna dirección, pero no sabía para qué o hacia dónde.

-¿Estás interesado, Sehun?

Devolvió sus ojos grandes a la señorita Kwon, justo como si hubiera respondido a las preguntas de su cabeza.

Ella sonrió y dejó su taza sobre la mesa. -Está bien si algún día quieres acompañarme.

Tragó saliva con dificultad. -¿En-en serio?- Ni siquiera él supo que quería hacerlo hasta que ella postuló la idea.

-¡Claro! Todas las manos que quieran ayudar son bienvenidas.

-Hum...-Tamborileó sus dedos con nerviosismo. -Pero no tengo ningún estudio además de la escuela y no soy bueno en nada especialmente, ni siquiera sé lo que tendría hacer, pero...

-Sehun.- Lo frenó ella, extendiéndose sobre la mesa para cubrirle una mano con amabilidad. -Sólo necesitas estar ahí y ya.- Le sonrió y se apartó. -Y con respecto a los estudios, no son necesarios. Pero, claro, si este tipo de cosas verdaderamente te interesan, siempre se puede buscar algo relacionado con el servicio a la comunidad... Como Asistente Social, por ejemplo.- Le dio una miradita de reojo.

Sehun no le dijo nada, o quizás sí, pero fue como un gruñido ininteligible hasta para sí mismo. La señorita Kwon se retiró porque tenía que seguir con el trabajo y así lo hizo él también; antes de separarse ella le dio su número y le dijo que "estaría esperándolo en cualquier momento", cosa que hizo acelerar el ritmo de su corazón una vez más.

Cuando llegó a su casa en esa ocasión, lo hizo invadido por muchísimos pensamientos diferentes. Incluso cuando su abuela y su hermano lo saludaron pasó de largo, completamente sumido en sí mismo y en las posibilidades que había comenzado a generar sin darse cuenta. Entonces sintió una pesada mano sobre el hombro y cuando volteó, Jun Seo estaba frente a él con un rostro serio y sosteniendo un sobre en alto.

AVISO DE RECLUTAMIENTO.

Lo cogió con lentitud y se lo quedó viendo fijamente. De repente, se llenó de un miedo atroz. Era estúpido, desde pequeño supo que en algún momento debía servir a su patria, tarde o temprano iría al ejército, pero era la primera carta que recibía y se sentía... Real, como si ya estuviera dejándolo todo y a todos atrás para estar dos años encerrado cumpliendo con el entrenamiento militar.

-Es una mera formalidad, tienes tiempo, ¿sabes?- Dijo su hermano, él lo miró, un poco tembloroso. -Eres libre de decidir todavía, no pasará nada.

Sehun lo entendía, pero aun así necesitaba hablarlo con alguien antes.

Un par de días más tarde estaba en el salón de la casa gigante de Luhan buscando la manera de sacar el tema a colación. Estaba echado en el suelo mientras el otro estudiaba sentado frente a la mesa ratona, había libros abiertos, notas y lápices desperdigados por doquier, algo verdaderamente inaudito tratándose de Luhan, el maníaco de la organización, pero a lo que ya estaba acostumbrado en parte cuando sabía que estaba atareado. Suspiró bien largo y profundo, observando el cielorraso, hacía calor, estaba inquieto y no quería desconcentrarlo, mas no dejaba de darle vueltas al asunto.

Luhan lo entendería, al menos lo haría en parte, él no tenía que ir al servicio militar porque no era coreano, pero suponía que no le pondría pegas si le contaba sus planes. En algún momento tendría que hacerlo después de todo.

Se sentó y lo observó, su nariz prácticamente pegada en las hojas que leía, su ceño ligeramente fruncido en concentración. Era demasiado lindo y adorable, y ese era un pensamiento que se guardaba, Luhan odiaba que le dijera cosas así aunque fuera la pura verdad. Repiqueteó las uñas contra la superficie de la mesa, preguntándose cómo hacer para llamar su atención. Decidieron hacerse este tipo de espacios para pasar al menos un rato juntos, de otra manera no se verían jamás y no era algo que quisieran, así que aunque Luhan estaba ocupado de todas formas lo dejaba quedarse con él y rondar alrededor.

Pero demonios, estaba demasiado metido en sus asuntos.

Rodeó gateando la mesa y se sentó al lado de él, bastante cerca a decir verdad, y aun así Luhan no lo notó. Resopló e hizo un mohín. Ladeó el rostro para verlo a la cara mientras escribía, muy compenetrado. Bien, ahora no sólo necesitaba hablar, esto ya era personal, no podía ser menos importante que un par de párrafos en la fotocopia.

-Hyung.- Lo llamó.

-¿Mm?- Sorprendentemente, Luhan le contestó aunque no lo miró.

Se inclinó un poquito más. -Luhan...- Llamó en voz baja.

Entonces dejó de escribir y se giró hacia él, y justo en ese momento le dio un gustoso y dulce beso en los labios sin que se lo esperara. Sehun se separó con una sonrisa repleta de satisfacción y Luhan parpadeó con las mejillas rojas, ya no veía a los libros y eso estaba muchísimo mejor.

-¿Q-q-qué estás...?- Murmuró el mayor, le encantaba cuando se ponía nervioso ante los gestos inesperados aun cuando venían haciendo ese tipo de cosas desde hacía años.

Se encogió con una sonrisa infantil. -Me apetecía.- Entonces volvió a su sitio, cogió el manhwa de Minseok que había dejado tirado más allá y siguió entretenido en lo suyo, olvidando por completo la razón principal por la cual había requerido su atención en primera instancia.

Luhan se lo quedó viendo con los ojos enormes, totalmente incrédulo, no por la actitud de Sehun, este siempre había tenido ese tipo de acciones que, personalmente, lo volvían loco, en realidad no podía creer que continuara teniendo las mismas reacciones por esos gestos. Volvió a la tarea en manos entre gruñidos, tenía que enfocarse en los temas del examen, pero su corazón seguía latiendo muy rápido, su cabeza reproducía otro tipo de ideas y no quería escucharlo. Cuando más o menos logró entender una frase sin tener que leerla mil veces por pensar en el otro, Sehun murmuró que tenía calor y se removió del otro lado.

Cuando lo miró, lo vio deshaciéndose de su sudadera de tela fina para quedarse con tan sólo una camiseta de tirantes negra. Y ahora él también sentía calor y sólo tenía una camiseta y un par de pantalones cortos encima, qué carajos. Por mucho que quiso concentrarse o pretender estar enfocado en los textos, no pudo sostener la farsa por mucho tiempo más cuando era evidente que su cabeza estaba puesta en otro sitio, así que arrojó su bolígrafo lejos con un resoplido y Sehun lo vio con ambas cejas arqueadas. Luhan se arrastró hacia él y cuando estuvo cerca de su rostro, le quitó el manhwa y lo dejó lejos también.

Sehun le sonrió, titubeante. -¿S-sí?

-Eres un mocoso tramposo, ¿lo sabías?

Se rio de forma nerviosa porque aunque no sabía de lo que estaba hablando, se daba una buena idea. -Yo no hice nada...- Se encogió con inocencia, echándose cada vez más hacia atrás. Luhan le lamió los labios entreabiertos y se estremeció.

-Ven aquí.- Gruñó antes de lanzarse sobre él.

Sehun dio gracias a todos los santos que los padres de Luhan no estuvieran en casa porque de verlos comiéndose las bocas como lo estaban haciendo, hubieran salido ligeramente impactados. Estaba tirado de espaldas sobre la alfombra, sólo que esta vez con Luhan encajado entre sus piernas de forma perfecta. Estiró las manos para asir el borde de su camiseta hacia arriba mientras el mayor todavía lo besaba como si intentara robarle cada gota de su aliento. Cuando sintió que sus caderas comenzaban a friccionarse con más ganas, tuvo que apartarse a duras penas.

-Llegaré... Llegaré tarde.- Logró decir sin aliento. -El trabajo... Ah...- Volvió a temblar de gusto cuando Luhan se presionó contra él.

Le besó una mejilla con demasiada ternura para ser que hasta hace un segundo estaban devorándose con hambre. -Seré rápido.- Le aseguró.

Sehun pasó la lengua por sus labios húmedos, estaba sonrojado y perdido y eso no era una muy buena señal... Depende el punto de vista. -Bueno...- Se cogió de sus hombros y se sentó. -No sé si yo podré ser rápido.- Le sonrió de lado.

A esas instancias, ambos sabían que estaba jugando, era obvio no podrían alejar las manos del otro hasta el final.

La imagen poco después era increíble, pasando de una tarde de estudio común y corriente, a él de espaldas sobre la cama con Luhan apoyado sobre su estómago, mirándolo con una expresión plácida mientras le acomodaba algunos cabellos de su flequillo. La tranquilidad entre ellos era demasiado perfecta, estaban satisfechos, relajados, no quería arruinar eso... ¿Cuánto tiempo más podría evitar hablar del reclutamiento con su novio?

-¿Te pasa algo?- Cuestionó Luhan, deslizándose hacia arriba, más cerca de él, dejándole un pequeño beso en el pectoral de paso.

Sehun hizo una mueca, no le servía ser tan transparente en momentos así. Negó quedamente y se levantó, se sentó en el borde del colchón y buscó su ropa desperdigada por el suelo, tenía que ataviarse a la velocidad de la luz.

-Oh, carajo.- Luhan chocó una mano contra su frente. -El trabajo, cierto... ¿Estarás bien?

-Claro.- Sehun dio un par de saltos mientras se ponía los pantalones, estaba bien, pero tenía que apurarse.

-Pensé que dijiste que llegabas tarde.

-Nah, tengo al menos media hora todavía.- Le regaló una sonrisa sobre el hombro después de pasar su cabeza por el hoyo de la camiseta. -Sabía que nos tardaríamos de todas formas.

Luhan se quedó donde estaba, observándolo mientras acababa de adecentar su imagen. Con el pasar de los segundos también se puso de pie y se vistió con su ropa interior y su par de pantalones cortos, entonces se cruzó de brazos y volvió a mirarlo, analizando su silencio a todas luces extraño. Sehun jamás se quedaba callado a menos que tuviera que hacerlo por obligación.

-¿Está todo bien?- Insistió.

Sehun fregaba sus muslos distraídamente, sentado en la orilla de la cama con la mirada perdida en la ventana de enfrente. -Sí...- Cerró los ojos. -No.

En un parpadeo, Luhan estuvo a su lado. -¿Qué es? ¿Pasó algo?- Lo miró de arriba abajo, más o menos esperando algún signo de malestar.

Suspiró y clavó sus ojos ansiosos en él. -Me requieren en el ejército, Luhan.

El otro se quedó quieto, tan quieto que le causó temor, ni siquiera parpadeó. Cuando entreabrió los labios para llamarlo, Luhan reaccionó separándose de él como si de repente fuera un monstruo horrible, lo miró con los ojos bien grandes, como si no pudiera salir del estupor todavía, pudo notar cómo tragaba saliva con dificultad.

-Aún... Aún hay tiempo.- Dijo quedamente, agitando la cabeza.

Sehun mordisqueó su labio con nerviosismo, la verdad no se había esperado una buena reacción, pero estaba comenzando a sentirse asustado. -Puedo esquivarlos un tiempo, pero no tardarán en buscarme, no estoy estudiando en la universidad ni sufro alguna enfermedad o discapacidad, no tengo excusas para evitar el servicio.

-Pero... Pero tú...- De la nada, los ojos de Luhan se llenaron de lágrimas. -Te irás dos putos años, Sehun.- Largó con voz quebradiza.

-Lo sé.- Sólo fue capaz de susurrar, acongojado por su expresión dolida. La realidad es que no podía hacer mucho más.

-Por Dios.- El otro apoyó los codos en sus muslos y hundió la cabeza entre sus manos. -Sabía que esto sucedería, pero nunca imaginé... Demonios, ni siquiera sé qué estoy discutiendo, esto es obligatorio, me siento tan...- Lo vio tomar una trémula respiración y fregar su rostro con fuerza. -No quiero estar tanto tiempo lejos de ti.

Sehun tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no romper en llanto, supo que sería difícil comunicar la noticia, pero no imaginó que Luhan explotara y por primera vez se mostrara tan tozudo y sentimental, siempre era demasiado estructurado, demasiado correcto. Minseok hacía cursos terciarios de diseño gráfico y Jongdae tenía incapacidad por el momento debido a sus tratamientos con el psiquiatra y el psicólogo, sería el primero del grupo de abandonar su hogar por un largo, largo tiempo.

Tomó aire lentamente, tenía que calmarse, no podía afrontar esa etapa inevitable de su vida lloriqueando y temblando como un niño, se supone que estaba intentando mejorar en ese aspecto. Hizo sus cabellos hacia atrás con ambas manos. -Podré pasar medio año más aquí, uno como máximo.

Luhan se incorporó, ya no estaba llorando, pero sus ojos estaban enrojecidos y se notaba que estaba conteniéndose. -¿Qué haremos?- Preguntó, encarándolo con inseguridad. -¿Qué pasará con nosotros?

Sehun quiso decirle que no pasaría nada, que cuando ingresara y saliera dos o más años más tarde, todo seguiría siendo igual. Que él seguiría molestándolo por su atención mientras estudiaba, que de vez en cuando pelearían por tonterías y que se sentirían mal, pero que después él se aparecería en la ventana de su habitación a las dos de la mañana y lo arreglarían todo con besos y palabras tibias. Que seguirían teniendo una vida distendida, que seguiría siendo el Sehun juguetón e infantil de siempre, que terminarían entre las sábanas cada vez que sintieran ganas sin ninguna preocupación más que disfrutar del placer.

De verdad quería decirle todo eso, pero...

-No te pediré que me esperes.- Dijo en su lugar, mirándolo directamente a los ojos y parpadeando para ahuyentar las lágrimas. -No pretenderé que continúes los siguientes años estancado, si debes seguir, si sientes que quieres continuar adelante conmigo o sin mí, sólo... Sólo sigue, ¿me entiendes?- Su voz se quebró y tuvo que agachar la cabeza, su interior estaba doliendo como nunca antes, pero quería hacer eso.

Quería ser el maduro y el fuerte por lo menos una vez, quería hacer las cosas bien.

Luhan mantuvo el silencio, él no se animó a verlo, temía descubrir algo indeseado en sus facciones, en sus ojos. Entonces, suavemente, sintió cómo unía sus manos y luego entrelazaba sus dedos meñiques. Cuando lo miró con las mejillas húmedas, se lo encontró sonriendo de una manera que le estrujó el corazón.

-Yo siempre voy a amarte, ¿sabes?- Susurró.

Sehun no le dijo nada, pero sí rompió en llanto y luego lo besó en los labios como pudo entre lágrimas y gemidos. No necesitó mucho más, era evidente que él también lo querría para siempre.

Por eso era el amor de su vida.

******

DOS AÑOS Y MEDIO DESPUÉS.

Sehun pisó la calle por primera vez en muchísimo tiempo.

Bueno, lo había hecho antes a decir verdad, cuando les ordenaban hacer servicio comunitario en invierno y una vez hace meses cuando Dan Bi había tenido su operación. Había pasado semanas enteras rogándole a los altos rangos que lo dejaran salir tan sólo un día con la excusa de que un familiar estaba grave en el hospital, cosa que era una verdad a medias. En definitiva, era la primera vez que pisaba la calle como un simple civil y no como un soldado.

Vio hacia arriba y la luz lo cegó, era por la tarde y el sol todavía estaba bien alto. Pasó una mano por su cabello rapado, apenas crecido, y vio alrededor... ¿Ahora qué? Se sentía extraño salir sin ninguna posesión en mano, ni ropa casual más que la que traía puesta, ni teléfono, nada, no lo permitían en los cuarteles. Se dijo que lo más lógico sería ir hasta algún teléfono público o simplemente caminar hasta casa, así que emprendió marcha con parsimonia y su abrigo en mano, hacía calor, pero el día sin dudas era precioso. Estaba sereno y el gorjeo de los pájaros se oía demasiado fuerte en libertad. Cuando llegó a la esquina un auto frenó frente a él impidiéndole el paso, entonces la ventanilla bajó y una sonrisa enorme de lo más encantadora lo recibió.

-¿Necesita que lo lleve, señor militar?

Los ojos de Sehun se iluminaron al ver a su hermano mayor después de tanto tiempo. -Hyung...- Murmuró antes de abrir la puerta y meterse. Compartieron un abrazo casi asfixiante, los brazos del mayor seguían igual de fuertes y protectores que siempre. -Pensé que estabas en España, hyung.

Jun Seo se apartó y movió la palanca de cambio para hacer que el auto se deslizara sobre el asfalto, su sonrisa era imborrable y estaba repleta de cariño. -Técnicamente lo estoy, pero estos años he estado moviéndome de allí a aquí todo el rato para quedarme con la abuela una época. Generalmente vuelvo durante las vacaciones.

El resto del viaje Jun Seo se la pasó haciéndole preguntas y Sehun se las respondió todas, contándole cómo le había ido, los momentos emocionantes y aquellos bastante malos, hasta algunos mínimamente divertidos. Lo importante es que había terminado y ahora podía olvidarse del tema. Cuando llegaron a su casa, esta se veía exactamente igual que cuando la dejó; no supo por qué fue una sorpresa, no se había alejado por toda una vida, pero aun así le reconfortó la imagen de aquella fachada y aquel jardín tan bien cuidado como de costumbre por su abuela.

Su abuela...

Ella abrió la puerta antes de que pudiera siquiera pisar la vereda. Se precipitó hacia él con los ojos brillantes de lágrimas y lo abrazó con tanta o hasta más fuerza que su hermano, si es que eso era posible.

-Bienvenido, hijo.- Le dijo mientras sostenía su rostro en ambas manos, sonriente y emocionada.

Al entrar a su casa, una explosión repentina de confeti casi le da un paro y cuando salió del estupor, vio a todos sus amigos parados alrededor de la sala, igual de sonrientes y entusiasmados. Sehun les sonrió de la forma más grande y corrió a abrazarlos uno por uno, se permitió sostenerlos bien apretados entre sus brazos, se merecía una sesión de cariño y atención después de tantos meses lejos de charlas, de risas, de afecto. En la mesa había comida, bebida, hasta un pastel con las palabras "¡Bienvenido, Sehun!".

Era la mejor recibida que podían darle...

Y sin embargo no pudo evitar echar un vistazo alrededor, en busca de algo... O de alguien mejor dicho. Sus amigos y familiares continuaron hablándole, chillando alrededor con diferentes comentarios, y él no podía prestarles atención mientras escrutaba cada pequeño rincón de su diminuto hogar, como si él pudiera materializarse y salir de las paredes repentinamente, sorprenderlo en cualquier esquina. No era posible, por supuesto que no.

El resto de la tarde se permitió distraerse y rodearse de gente, porque sabía que si se quedaba solo comenzaría a pensar en demasiadas cosas y eso le daba mucho miedo.

A medida que el tiempo se hacía más corto y los días de su entrenamiento se acababan, se dijo a sí mismo que no lo esperaría. Se prometió que cuando saliera por fin y los viera a todos, a cada una de las personas que amaba, no intentaría buscarlo entre la cantidad de cabezas. Se dijo que estaría bien si no lo veía, que sería natural después de que él mismo le hubo asegurado que tenía que continuar con su vida si así le apetecía.

No lo buscaré y si no lo veo, estará bien, solía ser su mantra durante las noches confinado.

Pero ¿por qué la angustia era más poderosa que cualquier otra cosa, cuando tenía a su gente con él por fin?

Se fue a la cama temprano, su abuela hizo de cenar antes sólo para consentirlo cuando notó que estaba agotado, supuso que ese tipo de cosas no cambiarían ni aunque él tuviera cuarenta años y fuera un hombre grande y viejo. Aunque se recostó, no logró dormir. Era horrible, por primera vez no tenía que levantarse a las cinco de la mañana con los gritos de su capitán resonando dentro de su cráneo como una tormenta, y la presión de tener que alistarse en cinco minutos a la velocidad de la luz si no quería correr cincuenta kilómetros durante todo el día sin parar como castigo, y a pesar de todo ello no podía pegar un ojo.

Se sentía... Incompleto, como si algo estuviera fuera de lugar, mal.

Vio su celular, su abuela lo había cargado para que pudiera usarlo al llegar, se sentía extraño tener entre las manos un aparato moderno que no fuera un arma. Pensó entonces si llamarlo o no, pero si no se había presentado aquel día era una señal muy clara ¿no? Dejó el teléfono a un lado y frotó sus ojos con el talón de sus manos. ¿Por qué era tan estúpido? ¿No se había jurado manejar las cosas con madurez?

Y entonces, como el sonido más típico y aun así portador de una cualidad casi celestial, golpearon el vidrio de su ventana del lado de afuera.

Se sentó al instante y observó las cortinas con los ojos bien abiertos, no podía... No, ¿sí podía ser? Se bajó de la cama y quedó viendo en aquella dirección casi con miedo, entonces de a poco, lentamente, puso un pie delante del otro y de una sola vez, descorrió las cortinas, dejando pasar la luz de la luna y una de las vistas más magníficas del mundo. O por lo menos, de su mundo. Sin prisa, casi completamente anestesiado y en un estado de trance, sacó el seguro y corrió el ventanal, permitiendo que el viento se colara también.

-Te dije que sería para siempre.- Le susurraron.

Y Sehun sintió por primera vez en casi tres años, que podía respirar. Largó un extenso soplo de aire y sonrió entre lágrimas.

Por fin...

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