Capítulo 9

Selene estuvo serena durante todo el tiempo que estuvo con las chicas. No quería levantar sospechas y solo quería hablar con Nikolas sobre lo que estaba pasando con Gabriel. Nunca supo cuando fue el momento en el que el alemán cambió tanto. Un día estaban bien y de la noche a la mañana empezó a darle empujones o esos arrebatos extraños. 

La griega le tenía bastante miedo, pero más miedo le tenía a Nikolas y a lo que pudiera hacerle a Gabriel. Sabía que todavía no la había golpeado, pero después de pensarlo tanto, no quería que el hombre muriera por un empujón. Eso acabaría con la poca estabilidad mental que le había dejado Daphne.

No sabía que el hombre al que le puso sus ojos aun siendo una niña, le traería tantas cosas de adulta.

—¿Qué pasa, Selene? Tú no eres cobarde, así que puedes decirle las cosas a Nikolas. Le daré una oportunidad más a Gabriel y si la pierde, las consecuencias no dependerán de mí —susurró, viéndose al espejo.

Tenía su pijama puesta, lista para dormir. Su período la estaba matando con el fuerte dolor de vientre y lamentaba tener cólicos para viajar por la mañana. Estaba botando la toalla sucia cuando Gabriel entró al baño sin avisar. El hombre había creído que Selene la engañaba en cuanto a su menstruación, así que se mordió el labio al ver la sangre en lo que botaba.

—¿Segura que no es un aborto? —le cuestionó, ella negó con la cabeza y terminó de tirarlo a la basura.

—¿El hijo de quien estaré abortando? —lo miró, a través del espejo, lavando sus manos—. Te dije que estaba en mis días, pero por lo visto, no me creíste tampoco.

—¿Cómo te creo cuando te acuestas con Nikolas? —la acusó, era verdad, pero jamás lo afirmaría.

—Entonces estoy abortando a su hijo —concluyó la griega. Gabriel se puso rojo de la ira, pero no mencionó nada. Debía aprovechar que las otras mujeres estaban afuera.

—Debes cumplirme, Selene —la tomó por el brazo y la giró—. Eres mi esposa y debes darme un heredero.

Selene se cuidaba y odiaba la idea de darle un hijo a Gabriel. Ella quería ser madre, pero también quería formar una familia. Tuvo un tiempo en el que sus deseos eran bastante altos y creyó que lo lograría, pero era de la mafia y luego fue obligada a tener un matrimonio con Gabriel.

—Bueno, con la sangre estaré lubricada... por lo menos no será tan doloroso —lo miró con indiferencia.

Y eso fue el jodido detonante al odio y frustración del hombre. 

—¡Te enseñaré a respetarme, Selene! ¡Aunque sea lo último que haga en mi vida! —la lanzó al suelo. 

Sacó el celular y le mandó un mensaje a uno de sus hombres, prohibiéndole la entrada a las esposas del Sacerdocio.

—¿Alguna vez te han pegado? —la miró con ojos brillosos y dilatados.

Gabriel estaba drogado... mucho.

—Como no tienes una idea... —le contestó, sin una pizca de miedo, pero por dentro, todo su interior quería explotar del pánico—. Sé qué quieres hacerlo. Desahógate, de todas maneras, nada va a cambiar... ah, sí. Mi respeto por ti habrá terminado.

Y la primera patada del hombre fue a su vientre. Si Selene no hubiese tenido el anticonceptivo en su cuerpo, podía haber estado embarazada y esa patada, podría haber terminado con la vida del heredero de la mafia griega.

El dolor se fue extendiendo hasta el último cabello de la mujer. Luego vino otra patada y un jalón de cabello para levantarla del suelo. Las piernas de Selene se estaban manchando de rojo. El hombre las miró y sintió repulsión ante el olor. La lanzó contra el suelo, la abofeteó y aunque quiso golpearla con el puño cerrado, los antebrazos de la pelinegra recibieron los golpes.

—Por qué... —decía la chica en griego.

—¡Habla en alemán como te enseñé! —la jaloneó del brazo y le pegó en la cara.

—Por qué... —repitió en griego, sin hacerle caso.

Esos ojos fríos y esa poca humanidad que mostraba la mujer, lo animaban a golpearla más.

—¡Habla en alemán! —la empezó a ahorcar—. Eres de Alemania. Hablas en mi idioma. Como tu esposo y dueño que soy.

—Jamás serás mi dueño. Yo soy griega y nunca me doblegaré a ti —volvió a decir en griego.

Las lágrimas caían de sus ojos y no dejó de luchar, las fuerzas se le estaban acabando, pero aun así, era más amable que Daphne.

—¿Sabes que más odio de todo esto? —la soltó, ella empezó a toser, mientras se arrastraba lejos de él—. Qué toda tu historia me la contaron por un Email. Un jodido anónimo me contó como quisiste robarle el esposo a Daphne.

Ella frunció el ceño sin entender, pero no lo miró, estaba ocupada tratando de respirar.

—Tu mejor amiga murió por tu culpa. Le robabas la atención de Nikolas y jamás respetaste tus límites. Eres una vil puta —la tomó por el cabello—. Eres una maldita zorra, Selene. ¿Acaso no tienes vergüenza?

—No —dijo rotundamente.

La golpeó varias veces contra el suelo, le dió una patada más y la dejó entre el charco de sangre que salía entre sus piernas. 

—Puta sin valor. Yo te pondré en tu lugar. Debes saber que el padre de Daphne y su hermana te harán la vida imposible. Eres una mancha de desgracia. No sabía que me había casado con una zorra. Alguien tan miserable como tú... por eso Nikolas te desechó. No vales nada, Selene. Solo yo puedo darte el valor que mereces. Nadie más que yo te dará tu puesto.

Con todos los golpes y dolor que había en su interior, Selene jamás lo demostró. Por eso Daphne la odiaba y luego se disculpaba. Tenía pequeños arranques de ira, pero eran mejores amigas y Selene era demasiado inocente para creer que era maltrato.

—Es hora de que me respondas como mi mujer —la arrastró por el cabello, la alzó y la tiró en la cama—. Abre las piernas.

Selene se tensó y quiso llorar.

—No te voy a violar. Tiene que ser por tu propia voluntad. ¡Abre las malditas piernas! —le gritó el alemán.

Selene con su orgullo destrozado, abrió las piernas para Gabriel. El hombre se bajó los pantalones, le arrancó las bragas logrando que la ruptura de la tela le ardiera y con las manos en sus caderas, ingresó de una estocada. La presión de sus dedos quedaba como huella en la delicada piel de la griega. El dolor de su invasión era horrible y se sentía sucia. Gabriel duró si acaso unos minutos, cuando se corrió en su interior y lo que restaba, se lo echó encima. Le dió un beso en la boca y la volvió a penetrar, causándole más dolor.

Selene perdió el brillo en sus ojos y su mente regresó hacia el pasado. Uno en donde jamás había sido lastimada. Selene no volvería a hablar o a querer su actual presente.

Ella estaba tirada en la cama como un juguete sin vida. Miró a uno de sus hombres que estaba completamente horrorizado con la escena.

—Tírala por la calle y la buscas en la mañana. Haz que parezca un secuestro. Tengo que darme tiempo para que Nikolas no venga hasta aquí. Ese tipo es un marica obsesionado por lo que es mío —miró a Selene—. Esto la enseñará a no olvidar su lugar.

—Jefe, pero la señora nunca ha hecho nada...

—Es una puta. Me lo dijeron en muchos correos. Si se va a Grecia nadie la va a querer así como está —se burló—. Ahora es solo mía. Limpia todo esto que me iré a dar un baño y luego a dormir. 

—¿Se drogó, jefe?

—No.

Era obvio que sí y en la mañana no recordaría qué sucedió. El empleado se lamentó, porque era el fin de su clan. Matarían a todos por culpa de su jefe. La ira del griego era muy temida.

¿Cómo le dirían al mafioso que ellos no eran culpables? No le iba a creer.

Gabriel tendría suerte si salía con vida.

Pero no era un gato ni tenía siete vidas. 

Había fijado su sentencia de muerte y tenía cuenta regresiva hasta que Nikolas se enterara. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top