Capítulo 3
—Le toqué el pene a Nikolas en un momento de rabia —dijo Selene, haciendo que Alice, se cubriera la boca, Nicole se riera y Aysel se ahogara con jugo.
Las cuatro mujeres se encontraban compartiendo en la cubierta del crucero. El capitán había informado que en unas horas llegarían a Jamaica. El primer día se vieron muy poco porque cada una estaba metida en su mundo y Selene, trataba de permanecer alejada de Nikolas. Su habitación fue el escondite perfecto cuando veía que el mafioso estaba cerca.
—Yo les dije que Nikolas iba a encontrar un hueco para buscar a Selene —habló Alice.
—Nunca me comí ese cuento de que él te veía como una hermanita —dijo Nicole.
—Aunque fuiste tú quien lo tocó, él te llevó a eso —carraspeó Aysel—. ¿Qué harás ahora? Estamos encerrados aquí por siete días y dudo mucho que tengas oportunidad de seguir corriendo.
—Tengo oportunidad. He encontrado lugares en donde esconderme sin que nadie sepa de mí —sonrió la pelinegra—. Nikolas quiere saber por qué sigo huyendo y cambié tanto con él.
—Díselo —hablaron las tres mujeres al mismo tiempo.
—No me creyó. Para él es imposible que Daphne fuera mala conmigo —admitió.
—¿Qué tan mala? —preguntó Aysel.
—Lo suficiente como para prohibirme amarlo.
Las tres mujeres la vieron con pena. Solo ellas sabían que Selene estaba enamorada de él. Nunca lo confesó en voz alta, pero las interacciones que ellos tenían eran siempre extrañas. Selene nunca miraba a los ojos a Nikolas y todo el acercamiento entre ellos era complicado.
—¿Qué pasó el día del bar cuando hablé con Kylian? Ese día desapareciste y no te vi más —preguntó Nicole.
—Lo mismo de siempre, pero lo llamó Karen para recordarle que esa semana era el aniversario de la muerte de Daphne y que necesitaba saber que harían ese año.
—¿Nunca se han besado o tenido algo más que el toque a su polla? —el asombro de Aysel le dió ternura.
—Él no lo sabe, pero tres meses después de la muerte de ella, Nikolas estaba muy borracho y yo debía partir al extranjero... —sonrió ante ese recuerdo—. Me fui a despedir y lo encontré inconsciente —las miró con vergüenza—. Esa fue la primera y última vez que rompí una promesa. Nikolas no lo recuerda, pero ese día estuvimos juntos.
—Selene... —Alice intentó hacer la pregunta, pero no se atrevió.
—Nikolas fue mi primer hombre. Sé que me va a odiar si se entera, pero era la única manera de poder tenerlo. Él respondió en todos los sentidos, creo que pensó que era Daphne. Me siento horrible ahora que lo pienso con cabeza fría... solo que no quería estar con cualquier hombre.
—Debes decírselo, Selene —Aysel la tomó de la mano—. Él merece saber la verdad sin importar las circunstancias. Nikolas debe saber que fue lo que hiciste y que lo amas.
—No voy a admitir lo último y me niego a decirle lo primero. Nikolas y yo somos de esas personas que jamás debió aparecer en el camino del otro —se tragó las ganas de llorar.
—El hombre que tus ojos te hacen ver, es completamente diferente al que se muestra ante ti —dijo Nicole.
—Te vas a enfermar de tanto negar lo que sientes. Solo debes afrontar tus sentimientos para sentirte libre. Es quitarle el poder a alguien que está muerta y darte un descanso, Selene —dijo Alice.
Ella asintió con una sonrisa, pero las cosas no eran así de sencillas. Cuando Selene empezó la amistad con las tres mujeres se dió cuenta de lo que un día tuvo con Daphne, no fue más que una farsa. Los primeros años si fueron algo verdadero, pero de un día para el otro, las cosas fueron de muy mal. Todo dejó de ser sincero y la hipocresía mezclada con falso amor, apareció.
—Cuando Nikolas acepte lo que ella realmente fue, ese día dejo ir todo lo que me guardé por años. No hay peor ciego que el que no quiere ver. No, mejor dicho, no hay peor ciego que el que ya vió, pero igual decidió no darle importancia.
Los mafiosos llegaron y en ese momento echó de menos a Sasha. Era el único amigo hombre que le podía decir exactamente como pensaba y podía sentir Nikolas. Eso, y que le hablaba sin ningún tipo de filtros para hacerle entrar en razón.
☆☆☆
Selene estaba refugiada en una parte del crucero que no tenía mucha gente. Lo había analizado durante horas y se dió cuenta de que era perfecto para solo sentarse y existir. El sol estaba terminando de caer y eso la relajaba demasiado. Selene era fanática del cielo y cualquier color que le regalara. Sin mencionar, que era una fanática también de la luna. La madre de Selene siempre le dijo que le había puesto su nombre porque así se llamaba la Diosa de la Luna. Y su preciosa hija tenía unos hermosos ojos muy similares a ella.
—Mis padres ni siquiera imaginarían todo lo que me ha tocado soportar en silencio... —murmuró, tomándole una foto al atardecer—. Aquí se ve increíble.
Sonrió y buscó el contacto de Sasha. Le haría arrepentirse por no ir.
Nikolas la estaba viendo a lo lejos. El mafioso parecía un desesperado acosador. Necesitaba mirarla ahora que la tenía cerca. Selene siempre fue esa calma sincera en su vida. Nunca fue un problema. Desde que le fue dada por una deuda, ellos hicieron un perfecto match, pero ella era menor que él y simplemente, la miró como a una hermanita. Selene fue creciendo y todo de ella fue cambiando. Nikolas no tenía mucho poder cuando se casó y por eso aceptó estar con Daphne.
Entró al Sacerdocio después de convertirse en un mafioso de renombre en Grecia y darse su respectiva posición. El problema después fue que su padre metió mucho la mano en sus asuntos cuando murió Daphne y perdió credibilidad.
El padre de Nikolas no era malo, pero no veía que Selene fuera adecuada para ser su esposa. La vió como una debilidad. Daphne se aprovechó de que el señor le tenía aprecio a Selene y empezó a meterle cosas sobre ella y lo mal que haría cualquier trabajo para la organización si se quedaba. Karen se aprovechó de eso y así fue como la presión con Nikolas y Selene nunca acabó.
El mafioso miraba cada movimiento y sonrisa que hacía. Sabía que estaba hablando con Sasha porque el ruso le envía los capturas de pantalla. Nikolas estaba embelesado viendo a Selene y se lamentaba todos los días el no saber por qué cambió tanto. Ellos tenían una buena relación, pero eso desapareció de la noche a la mañana. Tuvo un sueño hace muchos años de ambos teniendo sexo, y aunque todo fue producto de su imaginación, quedó grabado muy bien en su memoria.
En el sueño muchas veces Selene lloraba, en otros momentos disfrutaba de su tacto y sus besos eran dulces y excitantes. Pero podía recordar lo bien que se sentía y la tranquilidad que ella le daba. Quiso preguntarle y no pudo. No quería que pensara mal de él. Y cda vez que se masturbaba lo hacía ante aquel recuerdo.
—¿Puedes dejar de verme? —le pidió pasando por su lado—. Ya descubriste que estoy aquí. Es inútil que me quede.
Y sí, el mafioso la necesitaba.
—Si yo te dejo de ver, ¿me mirarías tú? —ella sintió como el corazón se le quería salir. Siempre le pasaba lo mismo cuando escuchaba su voz.
—No.
—Deja de ser dura conmigo. Yo no te hice...
—Elegiste a Daphne hace ocho años...
—No me hagas esto, por favor. No con eso, Selene...
—¿Entonces con qué te lo hago? —se giró y lo miró—. ¿Con el matrimonio arreglado que me ordenaste? Porque si vamos a hablar de ser duros, perdóname, Nikolas, pero tú eres el peor.
Se iba a ir y la detuvo. Ella se soltó de su agarre como si le quemara y eso le molestó. Él no tenía ninguna enfermedad contagiosa para que reaccionara así.
—Selene, no sé qué fue lo que pasó, pero...
—¿Y las disculpas? Porque cuando murió Daphne me echaste la culpa. Con el matrimonio ni siquiera me diste la oportunidad de elegir. Mínimo me hubiese ido con Sasha...
Nikolas se rió secamente y ella ya no lo estaba mirando.
—Nunca podrías ser tocada por el Sacerdocio...
—Recuérdatelo muchas veces. Eres parte de ellos y no quiero que me toques, me mires, me hables, me busques y si es posible, déjame morir en libertad. Lejos de ti y toda tu jodida mierda que desde que apareció en mi vida lo que hizo fue traerme puras desgracias.
Nikolas la tomó y la pegó en contra de la pared. La obligó a verlo a la cara y con ojos inyectados de ira, ambos se retaron por primera vez. Era algo fuera de lo normal para los dos. Años sin sentirse tan cerca y en un mes, sus manos y conversaciones rompieron el récord de contacto.
—Será la última vez que te lo pida amablemente, Selene. ¿Qué te hizo cambiar tanto conmigo?
—Te lo dije y no me creíste. Así que eso es tu culpa —intentó soltarse y miró hacia el mar—. Por favor, no me toques y aléjate de mí.
—No puedo creer que Daphne te haya hecho algo, Selene. Tú eras algo bueno en su vida y...
—Algo tan bueno que me prohibió ser rubia. Cambié el color de mi cabello porque a ti te encantaban y ella quería ser la única. Tan buena para su vida que me pidió alejarme porque no quería que yo te robara —se empezó a reír y lo miró otra vez—. Tan buena que...
Selene guardó silencio al ver que el dolor había aparecido fugazmente en los ojos de Nikolas. Ella se sintió mal y simplemente no pudo seguir. Él la amaba. Ella era su esposa y alguien muy preciado para él. En su mente, Daphne fue una mujer buena con Selene y ese dolor que reflejó era porque estaba lastimando su memoria.
Si Selene seguía empujando a Nikolas, probablemente terminaría como Kassia. El lugar de esposa para los chicos era tan sagrado que no importaba quien fuera, ellos acabarían con la persona.
—No puedo vivir del pasado, ¿no es así? —se tragó el nudo en la garganta—. Tú mismo me lo dijiste. Las personas cambian y creo que yo también debo hacerlo. Por la amistad y hermandad que un día tuvimos, vamos a dejar las cosas así. Si te apetece retomar lo que dejamos hace más de diez años, con gusto lo haré. Pero por favor, no me toques ni seas muy amistoso conmigo. No me mires como si fuera tu presa y quisieras comerme en cualquier momento. Estoy casada ahora y mi amada mejor amiga murió. No quiero faltarle el respeto a su memoria y mucho menos quiero que mi esposo se sienta inseguro por cosas tan estúpidas como estás.
Nikolas la soltó y analizó su expresión. Ella estaba mintiendo porque inconscientemente hizo una mueca en su nariz. Normalmente, ella lo hacía cuando se veía acorralada. Lo hizo cuando enfrentó a Daphne.
—Bien, por hoy lo dejo pasar, pero sí me estás mintiendo...
—No quiero terminar como Kassia, Nikolas. Déjame vivir, por favor. Por lo menos tú... déjame en paz —se le llenaron los ojos de lágrimas y se fue.
—Siempre me dejas, Selene... —golpeó la pared—. Mierda, Daphne, ¿qué fue lo que le hiciste?
El corazón de Nikolas dolió.
Mucho.
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