Capítulo 29
—¡Selene, vuelve aquí! —le gritaba Nikolas, mientras ella peleaba con un soldado.
—¡Déjame salir o me aviento por las escaleras! —le exigió al hombre, Nikolas asintió para que la dejara irse, igualmente, estaba prohibido ir más lejos del hospital.
Selene salió y siguió caminando hasta que vió que todo estaba tomado por los soldados de los chicos. Ella tenía los sentimientos encontrados. Nikolas estaba detrás de ella y se suponía que debía estar feliz después de tanto haberlo esperado, pero estaba asustada de que fuera una ilusión. Muchas veces lo soñó y probablemente desaparecería otra vez. Realmente no podía soportar que se fuera otra vez de su vida.
—No puedes irte, Sel.
—Mira como me voy —inspeccionó los alrededores buscando por donde poder salir corriendo. Tenía el resultado de la prueba de sangre en sus manos y no lo había abierto. En su mente tenía una sola cosa.
Huir de Nikolas.
—No llevas tu cartera.
—¿Para qué la necesito? —ni siquiera lo miraba.
—Tal vez para pagar el taxi.
—Tengo mi... —guardó silencio, cuando recordó que el celular estaba en la cartera.
—Todo lo tiene Spencer —él estaba a poca distancia de ella. Tenía puesta una pijama gris y le costaba estar de pie. Tuvieron que hacerle una cirugía para sacarle las balas de las piernas y el cuerpo. Era un milagro que el mafioso estuviera frente a su mujer.
—Ya no te pertenezco —se giró a verlo.
—¿De qué mierdas estás hablando, Selene? —ella le enseñó el dedo anular como si fuera el grosero—. Selene... —la advertencia en su voz la hizo sonreír.
—¿Qué? Ya no estamos comprometidos. Le tiré el anillo a Spencer. Verás... —la frialdad en sus ojos, hizo reír a Nikolas también—, es que estabas muerto y viuda nuevamente no quiero estar.
—¡No estaba muerto, mujer! —le respondió, intentando acercarse—. ¡Maldición, Selene!
—¡No me maldigas, idiota! —lo señaló—. Me iré con mis padres, Nikolas.
Ambos se miraron con anhelo. El mafioso moría por ir a abrazarla y besarla, pero sabía que estaba muy enojada con él. A Selene el corazón estaba por salírsele. Quería ir a tocarlo y para saber que era real, solo que tenía miedo. Nikolas miró el sobre en su mano y recordó que Spencer le había informado el bajo peso de Selene. Le había ordenado que la trataran y encontraran la cura para cualquier cosa que tuviera su mujer.
—¿Qué es eso que tienes en tus manos?
—Mi carta de renuncia a tu vida —vió que llegó un taxi y antes de que saliera corriendo, Nikolas gritó:
—¡Métanla al hospital y la suben a mi habitación! —le ordenó a uno de sus soldados.
El hombre la tomó sobre su hombro y la cargó hasta donde le había indicado su jefe.
—¡Eres un bruto, Nikolas! ¡Te odio con todas mis fuerzas! ¡Maldito ignorante! ¡Soy una jodida dama! —le gritaba mientras iba golpeando la espalda del soldado.
—Mi dama tiene boca de camionera —miró a Spencer, que parecía agotado—. ¿Qué quieres?
—Puse las cosas de Selene en tu habitación —le tendió la mano—. ¿Le vas a entregar el anillo?
—No... voy a darle unos minutos para que se le quite la emoción —respondió el griego, recibiendo ayuda de Spencer para poder caminar.
—Le tienes miedo.
—Solo estoy cuidando mi salud —miró como su mujer dejaba de golpear al soldado—. La eché mucho de menos...
—No podías con tu alma estas últimas semanas. No podíamos decir que estabas vivo sin que ustedes recuperaran el territorio.
—No me va a perdonar haberla hecho sufrir, pero Sasha entendió el mensaje —dijo con sinceridad.
—¿Los hombres traicionaron a Fabrizio? —subieron en el ascensor.
—Creyeron que podían chantajearnos. Nosotros nos dejamos herir... al inicio fue una sorpresa, pero al ver que no dirían nada sobre el paradero de Natasha, no consideramos necesario seguir fingiendo debilidad.
—¿Sasha volverá? —ambos hombres se miraron.
—No podemos salirnos del Sacerdocio por una mujer. Volvimos a hacer un pacto. En cuanto a él con la mafia rusa, no es mi deber contar su historia.
Salieron del ascensor y aunque los pisos de abajo estaba conmocionado porque las chicas estaban viendo a sus esposos después de dos semanas de fingir estar muertos, era el turno del griego. Escucharía los reclamos de su mujer y buscaría su perdón.
Creyó que estar separados era una solución, pero no podía vivir sin ella. Era demasiado egoísta para aceptar que Selene podía ser feliz en otra parte sin él.
☆☆☆
Quedaron solos en la habitación después de que a Nikolas le cambiaran el vendaje del cuerpo y le revisaran la pierna. Debido a que se había movido muy rápido y sin ningún tipo de protección, la herida se le estaba abriendo. Le inmovilizarían la pierna hasta que fuera necesario. No dejaba de ver a su mujer. Por un momento pensó que no estarían juntos otra vez. Cada disparo creía que lo recibiría en la cabeza, pero el muy novato que los intentó asesinar creyó que podía dejarlos moribundos y chantajearlos.
Nunca le digan a un mafioso que entregue su organización por su vida. Porque para ellos, la vida es su organización y no la darán sin antes dar pelea.
Selene estaba sentada comiéndose la comida de Nikolas. No se lo habían ordenado, pero lo haría pasar hambre. Cosa que ella tampoco sentía y le daba igual. Se sentía llena todo el tiempo y por eso no comía nada.
—Hablemos como personas civilizadas —empezó Nikolas—, primero, deja de comerte mi comida. Soy un hombre que está...
—¿Ya eres débil? —dejó de mala gana la comida—. ¿Obedeces todas las órdenes que da Fabrizio?—le preguntó la mujer.
—No soy débil, pero necesito un poco de descanso por un tiempo —le señaló el banquito enfrente de su cama—. Ven y siéntate conmigo.
—¿El Sacerdocio obedece a Fabrizio? —se cruzó de brazos y no se levantó del sofá.
—Nos respetamos entre todos y nos hacemos caso mutuamente, a menos que sea algo que pueda poner en peligro nuestro territorio —respondió con simpleza.
Selene se levantó y se sentó en donde le había pedido.
—¿Por qué tenían que hacerlo tan extremo? ¿Acaso no podían confiar en nosotras y ahorrarnos el sufrimiento? —lo miró con frialdad.
—No hay otra manera de hacer entender a ciertas personas.
—¿No pueden simplemente quedarse fuera de ese entendimiento? ¿Es necesario que sean los 5? —se tragó el nudo que tenía en la garganta.
—Somos uno, Sel. Y en ese momento estábamos los 5. Nadie iba a salir corriendo —miró el sobre abierto que ella había tenido en sus manos—. ¿Qué era eso?
—Tengo anemia. Mientras te hacían las curas le pedí a una enfermera que lo leyera y se lo entregara a la doctora.
—¿Qué dijo la enfermera después? —miró los labios agrietados de su mujer. Estaba más delgada, ojerosa y se le notaba cansada. Se lamentó el hecho de hacerle pasar tantas cosas en dos semanas, pero esa fue la única opción que dió Fabrizio.
Selene negó con la cabeza y no pudo seguir siendo dura. Rompió a llorar cuando Nikolas abrió sus brazos para que se acercara más a ella. Se hizo pequeña y fue en busca del calor del único hombre que se lo daba. Los brazos del mafioso eran duros y bien trabajados, pero era el mejor abrigo para ella. Nikolas suspiró al sentirla con él. Su aroma le daba paz y tranquilizaba a su desbocado corazón.
—Creí que moriría de dolor. No tenerte a mi lado día a día fue un completo infierno. Era demasiado duro y difícil tener que vivir sin ti, Niko... —sacó el rostro de su pecho, mientras sollozaba e intentaba seguir hablando—. Nos falta tanto por vivir...
—Te extrañé, Selene. Perdóname por hacerte sufrir tanto. Estar separados fue la peor mierda que me pudo pasar. Había olvidado lo doloroso que era no tenerte conmigo —le limpió las lágrimas—. No llores... me duele verte rota por mi culpa...
—Niko... —hizo pucheros—, no tuve la oportunidad de decírtelo antes y no sabes como me arrepentí de no hacerlo —él la miró confundido—. Te amo, Nikolas. Te amo como no tienes una idea. Por favor, no me vuelvas a dejar así. Es un dolor muy fuerte...
—Te amo, mi pequeña valiente —acarició su mejilla y la besó dulcemente. Calmó su sed con un casto beso y lo hizo suspirar, al darse cuenta de que estaba al fin en casa—. Eres mi hogar...
—Creo que estoy embarazada —soltó de la nada, los ojos del griego se abrieron de sorpresa—. No me bajó el período en diciembre y de la misma muestra de sangre me están haciendo la prueba de embarazo.
—¿Pero cómo? Espera... ¿y todavía pensabas tirarte de las escaleras y la azotea?
Ella se empezó a reír.
—No esperaba tener que darte esta clase... pero es que entré en pánico al verte de nuevo.
—Tonta —le dió un golpecito en la nariz y la acomodó mejor en la cama para seguir abrazándola—. Entonces estamos en víspera de saber si seremos padres... —la ilusión en la voz del mafioso hizo latir con fuerza el corazón de Selene.
—Lo estamos —acarició su rostro—. Eres de verdad... —le dieron nuevamente ganas de llorar.
—Te amo...
Y la volvió a besar.
Ambos corazones latieron a la par y reconocieron que estaban en casa.
La vida era buena cuando estabas con las personas que amabas.
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