Capítulo 14
Selene estaba caminando en el jardín de la mansión de Nikolas. Era algo completamente doloroso, porque al griego no le gustaban las flores, ya que siempre se morían y eran frágiles. Daphne le dijo que ese era un regalo por su aniversario. Ella tampoco iba a cuidarlo y era mantenido por los empleados de la mansión. Selene siempre quiso tener un lugar para ella, en donde pudiese escapar cuando se sintiera agobiada. Se lo comentaba siempre a Nikolas y la escuchaba con atención. Se le ocurrió decir que quería un amplio jardín para cuando tuviese su propia casa y en cierta parte, le dolió el hecho de que su idea se la robara y le entregara a Daphne todo lo que ella quería.
Sus pies descalzos en el césped se sentían bien, era tan relajante y la hacía pensar mejor. Le preguntaría a Nikolas si podía cuidar del jardín en vez de los empleados. De verdad que a ella le gustaba cuidar las plantas. Al fondo había un huerto pequeño, con flores, plantas medicinales y algunas de comida. También le preguntaría si podía entrar a ese lugar para cuidarlo. Era de Daphne y no quería ofender su recuerdo.
—Señora... —la voz de Spencer, la hace detener sus pensamientos—, es necesario hablar.
—Selene, por favor —le corrigió—, ¿qué sucede?
—El jefe acaba de llegar a la casa y quiere hablar sobre la fiesta de Navidad y la boda. La mandó a buscar —le informó.
Selene suspiró y miró el sol tan brillante que había. Nikolas no la amaba, pero se ofrecía a casarse con ella. En la mafia estaba mal visto que una mujer estuviera sola. Los Capos las casaban para que se apoyaran en un hombre y tuvieran una libertad limitada. Lo mismo que le pasó a ella con Gabriel.
—Que planifique todo él solo. Yo no quiero nada —murmuró lo suficientemente alto, para que el hombre escuchara. Realmente no estaba murmurando, pero no iba a entrar en detalles con un saco roto.
—Señora, el Capo no quiere hacerlo solo —Spencer miró uno de los moretones, que ya estaba desapareciendo—. En cuanto a eso —ella se giró y él señaló su ojo—. Voy a investigar sobre la antigua señora de la casa.
Selene abrió los ojos y se le acercó con rapidez.
—Necesito que me hagas una promesa.
—Soy leal a mi jefe, señora...
—Por favor —le rogó, tomándolo de las manos, el hombre las miró y luego a ella.
—Si pone en peligro la vida de...
—Lo que sea que descubras, por favor, no lo digas —Spencer frunció el ceño—. No te corresponde decirlo a ti. No quiero que mueras por culpa de lo que vayas a informarle a Nikolas. Guarda silencio y dame la oportunidad de que pueda prepararlo.
—Prometo guardar toda la información que consiga hasta que usted me ordene, pero debe ir con mi jefe, planear la boda, ser una mujer feliz y emocionada por lo que va a suceder —la miró con diversión.
—Eres igual a Nikolas, pero está bien, lo haré —le dió un abrazo—, eres la persona más importante para Bárbara y no puedo permitir que te quiten la vida por alguien que ya no está.
—Ella es mi persona... —dijo con amor, y antes de que pudieran alejarse, la voz más fría y amenazante que pudieron escuchar, llegó.
—Ese cuello no es necesario y esas manos están estorbando. Si las quito, a nadie le harán falta —dijo Nikolas.
Ambos se separaron y vieron al mafioso con cara de pocos amigos.
—Vino a decirme lo de la boda —respondió Selene.
—Ah... perfecto —Nikolas miró a Spencer—. Solo tenías que decirle que fuera al lobby.
—Yo fui quien lo abrazó —lo defendió, el griego hizo una mueca de desagrado.
—¿Es que Spencer no se sabe defender? —se burló—. ¿Es mi mano derecha, pero necesita que mi mujer lo defienda? Solo...
—Deja a Spencer fuera de esto, Nikolas. Ya me dijo lo de la boda y estaba por ir a buscarte —lo interrumpió.
—Le agarraste las manos, Selene. Te vi desde la distancia —dijo con frialdad.
—Son mis manos y toco a quien yo quiera —acarició toda la cara de Spencer, le dió un abrazo y entró casi corriendo a la mansión, tocando y abrazando a los soldados y empleados que consiguiera.
—¡Selene! —le gritaba Nikolas detrás de ella. Quería reírse, pero no podía, ella era así desde siempre. Buscaba quitarle la paciencia y aunque sintió celos de Spencer, al hacer estas cosas, sabía que se estaba revelando ante su autoridad y que no era necesario sentirse así.
—¡No voy a casarme contigo! —se detuvo en seco, al verla señalándolo con su dedo—. ¡No voy a volver a pasar por lo mismo, Nikolas! Vamos a cancelar este matrimonio.
El lobby quedó en silencio. Las personas alrededor tuvieron miedo de moverse y hasta respirar podría desencadenar una ola de sangre. Selene y Nikolas se miraban de la misma manera. Había odio, enojo y un sentimiento por parte de los dos que desconocían.
—¿Quién te dijo que tenías opción para decidir algo sobre el matrimonio?
—Yo —su respiración se estaba acelerando, estaba completamente asustada, pero le daba igual. No se iba a dejar someter por Nikolas. No lo hizo antes y mucho menos ahora lo hará.
—Soy tu líder, Selene —le recordó—. Eres mía... —se acercó—. Vamos a planificar lo de la boda ahora mismo...
—¡No! —se alejó hacia la sala—. ¡No me voy a casar contigo! ¡Eres un bruto, un celoso y no quiero estar contigo!
Nikolas cerró los ojos y se pasó la mano por el rostro. Los volvió a abrir y la vió acostada en el suelo. No le estaba dando permiso para entrar a la sala.
—No seas infantil, Selene. Igual te vas a casar conmigo —se sentó frente a ella.
Todos volvieron a sus labores al ver que Nikolas estaba bien. Siempre fue así con ellos. Lamentablemente, había personas que no soportaban el tipo de relación que ellos manejaban. Selene era la calma de Nikolas y eso que era ella quien lo hacía explotar de la peor manera.
—Me casaré desnuda —le dió la espalda, el griego le sonrió, aunque ella no lo pudiera ver.
—Le sacaré los ojos a los invitados —dijo con simpleza.
—Estará el Sacerdocio —le recordó.
—Sus esposas se encargarán de los ojos de mis amigos —le empezó a acariciar el brazo—. Quiero que tengas la boda que deseas, Sel.
—Quiero algo pequeño y que no sea tan costoso. Mis padres no tienen el dinero suficiente para poder costear el matrimonio más grande.
—Pero yo sí —el griego se estaba aguantando las ganas de hacérselo ahí mismo.
—No quiero tantos invitados, Nikolas.
—Serás la esposa del líder de la mafia griega. La reina de toda una organización criminal y pertenecerás al grupo de esposas más poderoso de Europa. ¿Quieres que piensen que carezco de dinero? —ella se volteó a verlo.
—Sí —ambos sonrieron—. Soy una viuda...
—Serás la esposa de unos de los hombres del Sacerdocio. Créeme, tu título de viuda será borrado como el de Alessandra.
Ambos guardaron silencio por un momento. Cada uno estaba metido en sus propios pensamientos. Nikolas le bajaría la luna a Selene, pero ella era la única que no se daba cuenta. Después de que ella fuera mayor de edad, los deseos de Nikolas por la mujer se hicieron más fuertes. Al ser legal, poseerla no estaba mal visto en su mente.
Amaba a Daphne, pero la dueña de todo su ser, tenía unos hermosos ojos llenos de sufrimientos y un bonito lunar en la punta de su nariz.
—¿Me das permiso de cuidar el jardín y el huerto? Sé que pertenecían a Daphne, pero quisiera encargarme de ellos. Siempre me gustaron y quisiera...
—Nunca fue de Daphne. Los hice para ti porque me dijiste que te gustaban —frunció el ceño—. Nunca entraste y los veías con odio. Les prohibí a todos acercarse, pero al ver que no te gustaba, le pedí a mis empleados que se encargaran de ellos hasta que estuvieses lista —ella se iba a sentar en el suelo, pero él la sentó en su regazo—. Después empezaste a huir de casa y más nunca volviste a quedarte más de tres días en la mansión. Luego dejaste de venir a Grecia...
—Pero creí que todo eso era de Daphne... —él le acarició el rostro.
—Nunca me preguntaste, pero fue tu regalo de cumpleaños. Tenías veintitrés, pero nunca me diste la oportunidad de felicitarte después de que cumpliste dieciocho.
Selene guardó silencio sin entender nada.
—¿No fue por el aniversario de bodas entre Daphne y tú? —lo miró con confusión.
—Daphne odiaba las flores, pero de un día para el otro empezó a querer lo que a ti te gustaba y tú empezaste a odiar lo que amabas. Me cabreaba saber que estabas cambiando tanto. Primero fue tu hermoso color rubio —tocó su cabello—, tu manera de tratarme, de mirarme... todo en ti cambió y me estabas volviendo loco. Ahora estás de regreso y eso me está volviendo loco... pero con la locura que siempre tuvimos —jugó con su nariz—. No te vuelvas a ir...
—Dependerá si tú aceptarás todo después —le sonrió—. Me gusta mi cabello negro. Sinceramente, odio por completo ser rubia.
—La única que siempre me ha gustado siendo rubia... eres tú. Siempre has sido tú, mi pequeña valiente.
No, siempre había sido Daphne...
Él amaba a Daphne.
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