Capítulo 12

Selene estaba sentada dentro del jet privado con rumbo a Grecia. No le importaba lo que le había sucedido a Gabriel. Solo esperaba que Nikolas hubiese acabado con todas las personas que se decidieron ser más miserables, que seres humanos decentes y permitir que se drogara y la golpeara.

—Sel... —escuchó la voz del mafioso, que venía por el pasillo. Ella estaba viendo hacia la ventana y no supo si estaban volando o en el aeropuerto.

Es exactamente, como cuando físicamente estás presente, pero mentalmente ausente. Así estaba ella. Muy ida y metida en su mundo, tratando de que las cosas no le afectaran tanto, pero le estaba costando mucho trabajo en no pensar en nada.

—Vamos de regreso a casa. Llegarás a mi apartamento. Estaremos juntos hasta que puedas volver a estar en la calle sin sentirte como ahora —le explicó, el rostro de Selene ya no tenía color y la inflamación era cada vez peor.

—Gabriel... —mencionó su nombre sin mirarlo a los ojos.

—Va en otro avión a la mansión principal. Me haré cargo, pero no te diré exactamente como —asintió—. Voy a matarlo, Selene. Te di mi palabra. Sabes perfectamente que yo no te mentiría.

Suspiró y se recostó en el asiento. Cerró los ojos y no quiso hablar más con él. Por lo menos cuando Daphne hacia sus muestras de amor hacia ella, no terminaba herida en su vagina.

—¿Te duele mucho, Selene? —la preocupación en la voz de Nikolas la pudo sentir, pero no quería verlo o responderle. Ella estaba tan avergonzada y se sentía tan asquerosamente sucia—. No... No, bebé, no me llores. Tú eres el ser más valiente de todos. Pero no te sientes frente a mí y me hagas pucheros sin verme.

Abrió los ojos con la vista al mafioso. Nikolas estaba arrodillado frente a ella y sin tocarla. Las manos del griego estaban en el asiento, manteniéndola encerrada y respetando su espacio. La conocía tan bien, que sabía lo destruida que se encontraba.

Maldito, Gabriel.

—Por, favor... te ruego que me digas si te duele. Quiero aliviar tu dolor. Tengo muchas pastillas y cosas que se ponen mujeres en el vientre para cuando les duele. Es caliente. Tengo agua tibia y té... por favor, Selene... Por favor... —la miró como niño asustado.

¿Le dolía? Sí, le dolía estar sentada. Siempre era así y era un asco. 

—Voy a tomar las pastillas y puedes traerme la compresa caliente —le dió una leve sonrisa, que hizo que le doliera el labio—. Odio a Gabriel... pero...

—¡No voy a dejarlo con vida, Selene! —dijo rotundamente, se levantó y le dejó un beso en la frente—. Ya se esparció la noticia de que eras viuda. El atentado al Clan no dejó a alguien con vida. Tú no serás involucrada en nada porque estabas con el Sacerdocio. Nadie se meterá contigo.

La estaba salvando. 

Estaba salvando a alguien que se estaba hundiendo.

☆☆☆

Nikolas le había dado una pastilla para el dolor y otra para dormir a Selene. Llegaron al apartamento del mafioso y la acostó en su cama. Le cambió la ropa y la puso cómoda para evitar que cualquier cosa la molestara. Una camisa de Nikolas se había convertido en su pijama. El corazón del mafioso se sentía tan pesado y adolorido. Mirar como tenía todo el cuerpo lleno de golpes, las marcas de los dedos muy bien vistas en la cadera...

Caminaba de un lado al otro en la habitación y pensaba en las miles de maneras de seguir torturando a Gabriel. Spencer le dió toda la información del Clan. Deudas, proyectos y los correos que recibió el bastardo. Eran anónimos y decían cosas horribles sobre Selene.

Se sabía que en esos correos el odio hacia su mujer eran grandes, pero estaban equivocados. Daphne siempre le reclamaba las atenciones hacia ella y el cómo dejaba todo tirado por ir detrás de Selene.

—No... no... no... déjame —la escuchó sollozar, caminó hacia la cama y se acostó al lado de Selene—. Por favor... —rogaba, mientras las lágrimas manchaban su rostro.

—Shh, bebé. Estoy aquí. Apóyate en mí. Puede ser que ahora no lo veas, pero las cosas estarán mejor en los próximos días. Volverás a salir y a ser tú —la abrazó con cuidado—. Cuando abras tus ojos, soy yo lo que verás. Estás a salvo y yo me voy a quedar contigo para siempre. Voy a cuidarte y velaré por tu sueño. Esto no volverá a suceder y tú volverás a sonreír. Me aseguraré de eso. Mataré a todo aquel que me digas y todo aquel que te haga y te hizo daño.

Los sollozos de Selene se detuvieron, pero el temblor en su cuerpo continuó. Nikolas acariciaba el cabello de su mujer con tanta delicadeza... el aroma que desprendía de el no le gustó. Era desconocido y desagradable. Olía a Gabriel y eso le cabreaba. 

Selene era tan sagrada y tan especial para él, que le resultaba tan difícil que alguien se atreviera a sentir odio, repulsión o algún sentimiento malo hacia ella. Selene no tenía malicia, solo tenía una locura que te volvía loco. Siempre se le escapaba de su vista y era desesperante encontrarla. Cuando se fue de Grecia, le costaba tanto volver a dar con ella. La tierra se la tragaba y ni siquiera le dirigía la mirada cuando la volvía a ver.

—Dios mío, Sel... eres mi bebé. Ese tesoro que siempre debí cuidar —susurró.

—Siempre me viste como una hermana —dijo ronca y un tanto adolorida—. Podría ser tu hija ahora...

—No te digo bebé precisamente porque te vea como hermana o hija. Definitivamente, después de que saliste de la secundaria algo me hiciste. Nunca pude apartar mi atención de ti —buscó mirarla a los ojos, pero ella se estaba escondiendo dentro de su pecho—. ¿Cómo te sientes ahora?

—Como si una aplanadora me hubiese pasado —el olor de Nikolas la invadió y la tranquilizó. Olía a hombre y peligro—. ¿Me cambiaste de ropa?

—No quería que tuvieses eso para dormir. Parecía incómoda —realmente le desagradaba que ella tuviese algo que fue comprado por Gabriel—. Te daré todas las comodidades, pero tienes que pagarme.

—¿Eh? —esta vez lo miró.

—Eres mi chef personal —acarició su nariz—. Trabajarás en la organización y vivirás aquí.

—¿Tengo opción?

—Sabes que no —le sonrió.

—Eres problemas, Nikolas.

—Y tú me mantienes a raya.

—No volveré a la mafia, Niko —volvió a sonreír. Le encantaba que le dijera así.

—Bueno... renunciaré al Sacerdocio y simplemente dejaré que Grecia caiga en desgracia. Probablemente, muera en unas horas y mi amada organización sea una mierda sin arreglo —se limpió una lágrima de mentira.

—Di eso hasta que te lo creas —volvió a esconder su rostro—, pero entiendo el punto. Dame unos días y volveré, ¿vale?

—Eres viuda y después de que regrese todo a tu normalidad, serás mía, Sel. De la manera más obsesiva que puedas imaginar.

—Espacio, Nikolas.

—No lo tendrás —la abrazó con cariño.

—Eres un bruto —le dió la espalda y siguió acurrucado a su lado.

—Mientras eso me permita seguir siendo tuyo.

—¡Ay, ya! Volveré a la mafia, deja de ser así —le dió una patada juguetona.

—Me encanta que no me soportes —besó su cabello—. Pero me alegra que vuelvas. No te lo dije... gracias también por volver a hablar.

Y siguieron así hasta que cayeron. dormidos. 

Selene estaba en los brazos correctos y muy protegida.

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