Segunda parte: Me volví un forastero

La familia de mi padre en Estados Unidos es ruidosa, ese es el único adjetivo «neutral» con el que puedo definirla. Aunque, si soy franco, los considero más bien odiosos. Incluso hasta la fecha sigo viéndolos de esa manera.

Mi primera semana en otro continente fue dura. Traía un desface de horario, que, junto con mi melancolía por haberme despedido de Charly de ese modo, provocó que me encerrara la mayor parte del tiempo en silencio dentro de la habitación que designaron mía en esa casa.

Otro detalle que acentuó mi indisposición era que mi padre no era tal para su familia, si no que me presentó a todos como «su ahijado», el rebelde y mal portado hijo de una amiga en Inglaterra que tuvo que traerse para ayudarla a corregirlo. No me atreví a cuestionarle nada en privado. Como les dije antes, mi estado físico era pésimo, y el emocional no era mejor.

La casa de mi padre era tan grande como la de los Stonem. Había cinco habitaciones, cada una con su baño propio, un jardín frondoso al frente, como el que nunca tuve en mi ciudad de origen, y una gran cocina que tenía un desayunador. Confirmé que aquello que veía en las películas americanas no se alejaba del todo de la realidad; hasta la familia que me acogió era en apariencia perfecta.

El único que no encajaba en ese rompecabezas, era yo.

Al principio, mis medias hermanas, Megan y Caroline, tuvieron la intención de ser amables, aunque creo que más bien era su nuevo juguete. Me hostigaron para que les dijera oraciones largas durante la primera cena, ya que querían reírse de mi acento. También comenzaron a hacer planes de llevarme a conocer la ciudad, pero no pude más y me limité a mirarlas con hostilidad. Esa noche ni siquiera terminé lo que había en mi plato y avisé que me marcharía a dormir, ignorando sus atenciones.

A partir de ahí ambas comenzaron a verme como un antipático malagradecido. No me lo dijeron a la cara, solo se les dio por hacerme muecas o barrerme con la mirada. Era ese tipo de gesto que decía: «¡Largo de aquí, extranjero!». Siempre había querido un hermano o una hermana con la cual charlar o bromear, pero cuando tuve la oportunidad de conocer a las mías, no pude acercármeles como quisiera.

Al llegar la noche de mi primer viernes en Estados Unidos, mi madre llamó a la casa buscando por mí.

—Es para Joshua —anunció la esposa de papá al mismo tiempo que sostenía el aparato.

Natasha, como se llama, es una mujer aún más grande que la madre de Charles, con el cabello corto y tintado de rubio cenizo, que suele usar maquillaje en exceso y vestidos en colores sobrios. Es todo lo opuesto a mamá, y no pude evitar pensar en lo caótico que era que ambas hubiesen cruzado palabras. Mi padre era un excelente mentiroso; y, ahora que lo pienso mejor, creo que debo agradecerle por haberme heredado esa capacidad que tanto me ha servido.

Me levanté del sillón en el que estaba reposando o, más bien, fingiendo que no existía mientras pensaba en Charly, en nuestra última noche juntos.

El teléfono se encuentra en un mueble aledaño a la sala de estar, en un recoveco donde podía meterme a la perfección cuando era solo un adolescente. Le di las gracias a la mujer en un susurro y agarré el aparato. Ella frunció el entrecejo y volvió a su sillón a mirar más de esa ridícula comedia romántica que veía a diario.

—Hola, mamá —susurré, y me acomodé en el rincón; me hacía sentir protegido.

—¡Josh! —La escuché carraspear; tal vez había estado llorando—. ¿Cómo te encuentras? ¿Te tratan bien?

Miré a mi alrededor. La casa es acogedora y preciosa; la habitación que me dieron tenía lo básico y me llamaban a comer junto con el resto de la familia. No había una razón por la cual tuviera que quejarme. Al menos, no una válida. El problema era yo. Hasta estos días mi máxima complicación soy yo mismo y mi incapacidad para afrontar las cosas.

—Me cuesta acostumbrarme, pero no es tan malo. —Reí por lo bajo. Mis labios comenzaron a temblar y formaron una mueca—. Aunque no he salido de casa en esta semana.

—Te extraño.

—Yo también. —Me pellizqué el tabique de la nariz y después hice mis cabellos hacia atrás—. Pronto pasará. El lunes comienzo la escuela y en unos meses me tendrás de regreso para las vacaciones.

—¿Y si por alguna razón te acaba gustando más estar allá que acá? —preguntó, temerosa.

—Lo dudo. La gente aquí es ruidosa. De hecho, ya comprendo por qué no te agradan. —Sonreí como si ella fuese capaz de observarme tras el teléfono—. Además, no estás tú aquí; tampoco Ashley, Archie o Tony.

—Y mucho menos Charly.

Al escuchar su nombre, mi corazón dio un vuelco y mis ojos comenzaron a cargarse de lágrimas.

Para que no siguiera tocando más ese asunto, le colgué sin avisarle que lo haría.

Lo más horrible, es que aquella no fue la peor etapa de mi vida, ni de cerca. Pero de eso no quiero hablar ahora, no todavía. Aún falta para llegar a la verdadera tortura.

¡Hola, conspiranoicos! Espero estén emocionados por esta segunda parte, que por cierto es la última. Acá veremos más guiños a El retrato de un joven lúcido, ya que tienen lugar en el mismo sitio.

Algunos me preguntaron qué música escuchaban Joshua y Charly, entonces hice una playlist que les compartiré por acá e Instagram.

Perfect - Simple Plan

The Kill - Thirthy seconds to Mars

Creep -  Radiohead

In the shadows - The Rasmus

Pictures of you - The Last Good Night

Clocks - Coldplay

Last night - The Strokes

On Melancholly Hill - Gorillaz

I'm not okay - My Chemical Romance

Les dejo el Link de la playlist de la Bilogía en Spotify para que puedan escucharla: https://open.spotify.com/playlist/1DeNhtGyjNbToxDQDky0wc?si=e23f12eb50964ec2



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